Somos,
efectivamente, los humanos, los
desterrados hijos de Eva, como he podido experimentar a lo largo de mi
vida. Teniendo aproximadamente seis años de edad, recuerdo que al llegar la
época de siega, me llevaban a los campos a contemplar aquellos fajos de mies. En aquellos fajos, cogí con mis manos
un insecto verde, que guardé envuelto en mi pañuelo y al poco rato, quizá con
la presión que le hice al envolverlo, me repugnó el extraño color de los
líquidos, que sacaba de sus entrañas. Asustado por esas misteriosas entrañas del insecto, lo Paz
entre los hombres, como se produjo el derrame de los líquidos interioreLs del
insecto. Así como llegó la pérdida de la vida, con los colores misteriosos del
insecto, se interrumpió la recogida de aquellas abundantes mieses, ya segadas, pero no dio tiempo a recogerlas al llegar en
pocos días la Guerra Civil y allí se perdieron con el ambiente y con el fuego.
Así
comenzó el destierro de mi familia, sufrimiento al que siempre siguió obligando a los humanos, sometiendo, el porvenir de la Humanidad. Dejó
mi padre abandonada la cosecha de trigo del año de 1936 y subidos con otros
vecinos de Siétamo, en un camión, nos llevaron a Huesca, lejos de nuestro
pueblo. Entraron los voluntarios de los sindicatos en él y siguieron atacando a
la ciudad de Huesca. Cuando llegaban los bombardeos, nos bajábamos a las
bodegas de la casa, pero aún así a mi hermano el pequeño Jesús, le pegó un tozo
de metralla en un pie, pero no le hizo una herida grande. Ante esos bombardeos,
que con los cañones y los fusiles, herían y mataban a tantos ciudadanos, en
Siétamo y en Huesca, nos subieron en un camión y nos condujeron a Jaca.
Yo,
no había todavía llegado a los seis años de edad, pero lloraba cuando mi abuela
recogía las ropas, que nos íbamos a llevar al destierro de Jaca. Ella, como no
podía llevarse todo lo que necesitaría para su destierro, iba dejando objetos y
ropas en Huesca y yo, con mis cinco años y pico de edad, lloraba al ver a mi
abuela abandonar, los objetos y las ropas.
Llegamos
a Jaca, donde encontramos el consuelo de tratarnos con el primo hermano de mi
padre, Don Paco Ripa y su familia, que nos dejó ropa para dormir en la casa de Mazuque. No recuerdo el tiempo que
pasamos en Jaca, pero sí que mi hermano mayor Manolo, iba a los Escolapios y Luis, Jesús y yo mismo
al Colegio de Santa Ana. En Jaca también había un ambiente de guerra, pues
mirando desde lo alto de la meseta en que estaba situada la casa en la que
vivíamos, se veían llegar desde Sabiñánigo, grupos de ciudadanos, que huían del
dominio de los sindicatos, en el mismo. Mi hermano Manolo no tuvo daño con el
trozo de metralla que le rasgó su cinturón.
Un
día, cuando íbamos al Colegio, empezaron
a sonar las sirenas que proclamaban los
bombardeos y nos ocultamos rápidamente en el sótano del Ayuntamiento de Jaca.
Otro día, estábamos con mi madre rezando en la catedral de Jaca, y se oyeron
los sonidos de la aviación acompañados por bombazos. Nos horrorizamos y mi
madre con un gran terror, se tiró al suelo debajo de uno de esos grandes
bancos, en que se acomodan los fieles en los templos.
En tanto morían inocentes, como una niña del
pueblo de Bellestar, próximo a Siétamo, que cayó en el parque de Jaca, a causa
de un bombardeo.
¡Qué
horror causaban los fusilamientos que producían unos y otros!. Y en el frente,
salían unos heridos y otros muertos, Me acuerdo que estando en Jaca, nos
vinieron a ver voluntarios en la guerra, como José Antonio Llanas y Gabarre de
Pueyo. Este ambiente de odio y de sangre, unido al miedo de ver a sus hijos
muertos, mi padre Manuel Almudévar
Casaus nos impulsó a seguir el destierro de su familia. Y subimos a
Ansó, en la frontera francesa. En Ansó todavía había ansotanos y ansotanas,
vestidos con sus ropas típicas, que les proporcionaban una personalidad
elegante y con mucha personalidad. Frente a la casa donde fuimos a vivir,
estaba una pequeña Plaza, donde una ansotana ya mayor, se sentaba en una
pequeña silla, donde hilaba lana para tejer calcetines, mientras en un cajón a
su lado tenía una gallina “clueca”, que cuidaba una nidada de pollitos. Aquella
señora, vestida totalmente de ansotana, parecía en lugar de una pastora
montañesa, una auténtica reina, de la que me he acordado siempre y lo seguiré
haciendo hasta que muera. Mi hermano menor,
Jesús, jugando con los pollitos, acabó con los mismos. El disgusto en mi
familia fue enorme, pero la buena ansotana, en lugar de protestar, sonreía y no
aceptó de ninguna forma, una compensación por el perjuicio que le habíamos
causado. Íbamos a la Escuela y al llegar el invierno, los alumnos teníamos que
llevar, para encender su estufa, un trozo de leña y yo recuerdo, que
careciendo mi familia de leña, no podía
llevar. Me dio vergüenza no colaborar con los compañeros y no entré en el aula.
Cuando se enteró mi padre, fue a hablar con la Señora Maestra y ésta le dijo
que dada nuestra actitud de desterrados, no teníamos obligación de aportar leña
a la Escuela.
¡Qué
ansotanos tan nobles habitaban en este pueblo montañés, al lado de Francia!.
Pero
a pesar de tales hechos, mi padre seguía con temor a dejarnos huérfanos y
condenados a ser desterrado a Rusia, de los que todavía ahora, se escriben
artículos de ellos. Y subió con mi abuela materna, Agustina Lafarga a Zuriza,
en la misma frontera francesa, para conocer el camino, que tendríamos que
seguir de desterrados, hacia Francia. Pero al volver a Ansó, se enteraron de
que estaba cambiando el panorama de la Guerra Civil, porque se había dado el
principio del fin de la Guerra.
Entonces,
llenos de optimismo, subimos otra vez a un camión y volvimos a Huesca, a casa
de mi abuela. Era imposible volver a Siétamo, pues casi todo él, se encontraba
abrasado por la Guerra y mi padre, recogió las parejas de mulas, que quedaron
en la Torre Casaus, en Huesca, y con el señor Jorge, pariente de la señora
Concha, que siempre nos había ayudado en las faenas de nuestra casa, siguió
labrando sus tierras. Tras unos escasos años, puso sus tierras “a medias” con
el señor Borruel y acomodó en una de las habitaciones de la casa de Siétamo, y
la citada familia, se dedicó a practicar la agricultura. Mi padre no podía
estar separado de su esposa, que sufría del corazón ni de sus seis hijos e
hijas. Mi madre que había nacido en 1900, murió a los cuarenta y tres años,
dejándonos a sus seis hijas e hijos. Mucho tiempo después de volver a cultivar
nuestras tierras, sentí el dolor de mi padre por la muerte, después de unos
treinta años, al verlo llorar en recuerdo de la
madre de sus seis hijos.
Este
destierro no ha cesado nunca, pues si entonces estábamos huyendo siempre de la
muerte y ahora, siguen otros pueblos, huyendo y muriendo de Irak, de Siria y de
tantos otros lugares.
Yo
ya soy viejo, pero siguen los destierros en este mundo, que he podido
comprobar. Por ejemplo, yo tengo un amigo venezolano, de sesenta y cuatro años,
con sus estudios de Medicina, que ha
huido de Venezuela, donde ejercía su carrera. El Doctor de apellido de
Alicante, donde nació y marchó con sus padres a Venezuela, el año de 1957. Me habló de que su padre era Corredor de Seguros
y emigró a Venezuela, donde estaba creciendo la economía, creyendo que en él,
aumentarían sus negocios. Se quedaron a vivir en la gran ciudad de Caracas y
allí, después de estudiar el bachillerato, fue a la Universidad para salir Médico. Acabada su carrera,
ejerció la Medicina en Caracas durante cinco años, en tanto su hermano sacó el
título de Ingeniero Electrónico. Allí sigue trabajando en la Compañía Telefónica de Venezuela, pero mi
amigo el Médico, encontró dificultades en la práctica de la Medicina y marchó a
España, sufriendo su propio destierro. Ahora,
con sus sesenta y cinco años, podría cobrar el retiro, pero, como su
título no está obtenido en España, se quedó en una situación de necesitado.
Hoy
vemos como de Venezuela emigran
numerosos ciudadanos al extranjero y tenemos la desgracia de ver las
situaciones tristes de tantos venezolanos, que caminan por nuestras calles, pero con enormes dificultades
económicas. Mi amigo, nacido en
Alicante, volvió a España el año de 2013, acompañando a su hija, que se colocó
en el comercio, teniendo elevados estudios de Biología. ¡Pobre señorita, ya que
le ocurrió una situación delicada, debida a las tristezas de la emigración, que
le produjeron una situación delicada y mi amigo tuvo que marchar a vivir en pensiones,
que puede pagar, porque un hijo suyo,
que vive en Zaragoza, se las paga, con sacrificio de su pobre economía.
Aquí,
en Huesca, mi amigo pasa sus apuros para dormir y para comer, pero
muestra un rasgo de alegría, que siendo triste, es más placentero el ambiente
social en España y no tan triste como el ambiente venezolano. Es un hombre
culto, que reflexiona y siente alegría, a pesar de pasar a veces hambre el
espíritu médico y el de un estómago humano, de un emigrante.
Esta
historia del desterrado médico venezolano, en una más de las que inundan
nuestra península, de los africanos, asiáticos e incluso abisinios cristianos,
como nosotros.
He
comenzado a escribir los destierros que la vida, ordena en este mundo y yo
,dando gracias al Señor, en la casa natal de los Almudévar de Siétamo, de la
que el año de 1936, salí desterrado hacia Francia, sigo escribiéndolos, en el
cuarto, donde había un molino para partir granos de cebada , para alimentar a
las caballerías. ¡Gracias, Señor, por haberme concedido la gracia de volver a
ocupar la casa de mis abuelos y de mis padres, a la que ya no pudo volver a
hacerlo a mi madre Victoria Zamora Lafarga, esposa de mi padre Manuel Almudévar
Casaus!. Cuántas personas murieron a causa de la Guerra Civil y de los caminos del
destierro, que tuvieron que emprender. Ahora se mueren en España más ciudadanos
que los que nacen y muchos que se van como desterrados al extranjero. ¡Cuánto dolor ha experimentado la
sociedad española y qué peso de dolor cae sobre mis ya numerosos años de vida!.
Hay
otros altoaragoneses, que padecieron con las guerras, pero los hay que
sufrieron por sus consecuencias. José Luis Bruis Lapuerta, primo hermano de mi
ya difunto amigo, Joaquín Bruis de Siétamo, nació, como yo mismo, el año de 1930. Yo marché de
mi casa, debido a la Guerra Civil, el año de 1936, pero José Luis Bruis Bruis
Lapuerta, se marchó de Velillas, unos años antes. ¿Cúal fue su lugar de
destino?. Al poco tiempo de nacer, se fue a Francia, con sus dos padres, a
saber José Luis Bruis, primo de Joaquín
Bruis de Siétamo e Isabel Lapuerta de Velillas. No se fueron por motivos
bélicos, sino por la pobreza que
reinaba en aquella vida tan miserable. ¡Era tal la pobreza qué reinaba en estos pueblos del
Somontano, que tuvieron la decisión de emprender
su emigración a Pau!. Yo estuve el año pasado en Oloron, que con Pau, son las
dos poblaciones más importantes del Bearn francés. En un parque de Oloron, estaban grabados
varios apellidos altoaragoneses. No es extraño que José Luis Bruis, encontrara
apellidos aragoneses en ese territorio. Emigraron al Bearn, pero no es éste un
espacio ajeno a Aragón, porque el Barón del Bearn, luchó en la Reconquista
española y murió en dicha guerra, estando enterrado en el Pilar de Zaragoza.
No
es extraño que entonces, José Luis Bruis, cuando fue a Francia, conociera algún
individuo con un apellido altoaragonés. En el Pórtico de la Catedral de Oloron,
hay dos estatuas de moros, haciendo un esfuerzo para sostener el Pórtico y en
Velillas todavía recuerdan un convento francés.
Del Bearn, por Canfranc, fueron las tropas del Bearn a conquistar
Zaragoza, tomando en su caminar por Aragón,
la Villa de Almudévar, en la cual pusieron de alcalde a un bearnés, que
recibió el apellido de Almudévar, del que descienden los Almudévar, no sólo en
Siétamo, sino en España, como en Valencia.José Luis Buil no era un elemento
extraño en el Bearn, donde se encuentran varios apellidos españoles, y por
tanto no es raro que en esa tierra, se encontrase algún pariente o conocido,
entre otras razones porque la emigración de aragonesesal Bearn, era frecuente.
En Francia asistió a la Escuela, como todavía asisten algunos hijos de Hecho.
Después se colocó, hasta que lo hicieron
Gerente de una Cadena de Supermercados, que ha llegado a instalarse en España y
que se llama el Carrefour. Vivió casi siempre en Pau y ahora lo hace en
Toulousse, donde vive una hija suya. Si, José Luis vivió en Pau, pero con
frecuencia lo llamaba su amor a la comarca, donde nació y, con cierta frecuencia iba a Velillas, a
Blecua y a Siétamo.
Si,
José Luis Bruis ha amado siempre España
y ahora, que tiene ochenta y seis años, ha querido cumplirlos en Siétamo, en
casa de su primo-hermano Joaquín Bruis. Yo hago con frecuencia visitas a
Joaquina Larraz, viuda de Joaquín Bruis
y esta llamada de mi corazón con el de Toñín de Bruis y de su madre, me llevó
una vez más a visitarlos y el Señor hizo que me encontrara, sentado en un
sillón cómodo con José Luis Bruis Lapuerta. Esta llamada del corazón me hizo
conocerlo, después de multitud de años, desde el año de 1930, en que ambos
nacimos. Allí, en casa de Bruis de Siétamo y acomodado en un sillón, que se
inclina por mandato eléctrico, me conocí con un
hombre feliz, casi acabados él y yo, pero por la voluntad de Dios,
pudimos despedirnos el día de su santo.
Cuando
Joaquina nos presentó, salieron de su boca muchas palabras de amor a esta
Patria, que hace ya cerca de cien años, abandonó él, camino de Francia y yo con
mi familia fuimos a Zuriza, con la intención de pasar a Francia, pero gracias
al Señor, pudimos volver a esta Patria, en la que nos despedimos de esta vida.
La
vida de José Luis Bruis, empezó con la marcha de su padre a Francia en 1910, a
donde tuvo que caminar a pie, buscando
trabajo, que le dieron en el Túnel Viejo de Somport. En Pau conoció a Isabel
Lapuerta,que estaba haciendo tareas domésticas en una casa. En Francia se
casaron, pero la buena Isabel, quiso dar a luz a su hijo en Velillas, en la
Casa del Esquilador.
José
Luis Bruis, pasó unos días felices en casa de su primo-hermano Joaquín. Se
marchó cansado por haber contemplado una película de toda su vida, entre España
y Francia, pero yo espero que haya descansado de tantas emociones.
Aragón
y el Bearn, trazaron una vía de ferrocarril, entre Pau y Huesca,comenzada en la
vida de Alfonso XII y viniendo del Bearn, yo contemplé la renovación del
ferrocarril desde Oloron hasta Bedous. El espíritu de José Luis Bruis, está
colaborando en la unión por Canfranc, para que sus amadas tierras, dentro del
Mercado Común Europeo, le den pronto la oportunidad de visitar desde Pau hasta Velillas, Blecua y Siétamo.

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