domingo, 9 de octubre de 2011

Mariano y Begoña se casaron en Torralba de Aragón



Por fin ha llegado la boda de Mariano de Casa Bercero con la zaragozana Begoña, con la que ya llevaba  tiempo festejando, haciéndose fiestas y dándose cariño, mutuamente, para hacerse felices. Si, ha llegado la hora de su boda, porque el día ocho de Octubre, de este año de 2011….¡miruflí, miruflá!”, se han casado no “a la orilla de mar”, sino sobre los Monegros, en la iglesia mudéjar de Torralba de Aragón. No está Torralba a la orilla del mar, sino en la llanura monegrina, por la que hay que subir a la cercana Europa, por el Pirineo, para que no sólo sea la mar la que prospere, sino las tierras de Aragón. Para ello está casi,  en marcha final, la Autovía Mudéjar, para penetrar en Francia. Desde el  artístico edificio de la Iglesia, se contempla la Sierra, que se ve como da la vuelta circular desde Tardienta, por Torralba, Senés, Robres y Alcubierre. Por aquella Sierra peregrinaba San Caprasio, que subía de ermita en ermita, a visitar a Santa Quiteria en Tardienta. Mariano, igual que San Caprasio, corría aquella Sierra, con sus campos, en aquellos tiempos, de tierra más fresca que los de la inmensa llanura  monegrina, con sus carrascas y sus parideras, en las que encerraban el ganado lanar, con algunas cabras, que les suministraban leche, para alimentarse. En aquella Sierra sopla el aire  cierzo, que casi siempre acompañaba a San Caprasio y a Mariano, de tal forma, que tenían al aire cierzo por amigo, lo que les llevó a bautizar a aquella Sierra con el nombre de Sierra del Aire. Por las noches, cuando Mariano había ya encerrado el ganado, se miraba desde la Ermita de Santa Elena, en la cumbre serrana, las luces de la ciudad de Zaragoza, porque allí residía el  amor, de Begoña, con la que ya se ha casado.
El día siete de Octubre, víspera de la boda, soplaba un fuerte cierzo por Torralba de Aragón y todos temíamos que el día ocho, en que se ha celebrado la boda, que ese viento, que castiga a los aragoneses, quitase a esos dos novios tan simpáticos, amables y queridos por todo el mundo, la alegría, que soñaban ver reflejada en los rostros de sus doscientos treinta invitados. Pero en lo alto de la Sierra del Aire, de Torralba, se encuentra la Santa venerada en su ermita, es decir Santa Elena y ésta no consintió que Mariano, que tanto trabajó en ella, primeramente como pastor de ganado lanar, que pastaba por aquellas tierras serranas y luego de inspector de  los Molinos de Viento, que producen energía eléctrica, promovida por el aire, no consintió que se borraran las sonrisas de Begoña, que son eternas en sus labios,  ni de los rostros de los numerosos invitados a su boda. El día ocho sonrió hasta el sol y el aire, prudentemente se retiró. El arquitecto de Torralba en el pórtico de la iglesia,  dijo que en el ángulo noroeste de su arquitectura mudéjar y bella, siempre había soplado el viento. Yo, el mismo día de la boda, fui a comprobarlo y efectivamente en esa esquina, soplaba un agradable cierzo, que parecía acariciar aquellos ladrillos, que forman parte del arte mudéjar. Al ver estos milagros de la Sierra del Aire, me acordé del Señor, que dijo: “El Señor es salud y sobre el pueblo da la bendición”.
Efectivamente, allí confluían desde los ancianos y ancianas, como Pascuala Bercero, con cerca ya de los noventa años de edad, tía  de Mariano, que derramaba lágrimas, no de tristeza, sino de alegría, hasta los pequeños niños, como lo nietos de Teodoro, que fue la gloria y el servicio de Casa Bercero. En medio bullía una juventud alegre, que hacía sonar una gaita de Calatorao o un marcador de ritmos, que con huesos de animales  enmarcados en un rectángulo de madera, producían alegría en lugar de tristeza, haciendo triunfar la vida sobre la muerte. Esta boda actual, en estos tiempos en que el mundo va cambiando, nos muestra como los hombres y las mujeres de hoy, están dispuestos a conservar las costumbres antiguas, ligadas con el progreso moderno y su industria. Begoña con su vestido de bodas blanco y con una cola para qué los niños evitasen que fuera arrastrada, no abandona el trabajo ni la alegría y se une a un Mariano altoaragonés, que vive en la Sierra del Aire o de San Caprasio, que aprovechó en otros tiempos el aire para criar ganados y hoy lo aprovecha para producir energía. Los jóvenes bailan al son de piezas musicales recientemente compuestas, pero alternan esa música con las jotas y con las gaitas aragonesas, como la que hacía sonar ese joven de Calatorao. Y esa inquietud por el progreso ya se refleja en aquella jota que el padre de Marainer, Mariano Bercero Abril ,cantaba así:”No te cases en Torralba- ni te cases enSenés- vete a casar a Tardienta- que verás pasar el tren”. Así lo hizo, se casó en Tardienta con Isabel Abadía, que se fue a vivir a Torralba de Aragón y es feliz con Mariano Bercero Abril y con la boda de Marianer y esperando la de su bella hija Isabel Carmen.
Isabel Carmen ,con su vestido moderno y su belleza recuerda a las múltiples y jóvenes féminas, que deslumbran a los hombres y luchan por un mundo moderno, corriendo con las ambulancias e intentando  hacer felices a sus hijos y a toda la humanidad, como están haciendo en Torralba, que han transformado las Escuelas Públicas, dirigidas en aquellos años por don Jesús Gavín y su esposa doña Josefina Serrano. Al cerrarse las Escuelas, se dedicaron primero, a la  cría de pollos, a los que yo acudía a vacunar en compañía de Teodoro y hace poco tiempo se han transformado en un enorme salón, que ha acogido cómodamente a doscientos treinta comensales, a la boda de Mariano y de Begoña. Al acabar el baile final, Mariano Bercero, el padre cantó:”Torralba ya no es Torralba-que se ha vuelto capital-tenemos buenas piscinas-y a cenar al restaurán”.  Los dulces versos de Mariano y de Begoña, resultaban hermosos al son de la música, pero hace falta que sueñen muchos años más.

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