domingo, 18 de diciembre de 2011

Don Cecilio Serena, Magistrado Jubilado y oscense sempiterno



Siempre he tenido un respeto a Don Cecilio y nos hemos tratado durante muchos años, primero con su padre, luego con él,  y con su hermano Ricardo, que fue compañero profesional mío, pues estudiamos la Carrera de Veterinaria, en Zaragoza. En cierta ocasión me llevó a una  taberna monumental, cercana a la Seo de Zaragoza, de la que me queda un recuerdo impresionante,  pero no creo que esté abierta, para ir a verla y recordar los ambientes pasados en ella, con mi amigo y compañero Ricardo Serena. Tenía unos techos altísimos, como si se tratara de una catedral del vino, y asentadas en el suelo subían unas cubas o enormes toneles hacia arriba,  tratando de alcanzar esos techos altísimos,  que acabo de nombrar. Nos sentamos en unas mesas de madera y nos sirvieron un vaso de vino, para cada uno de nosotros. Cuando estaba en el Cuartel, haciendo el Servicio Militar, cometí una falta y me obligaron a no salir de dicho Cuartel, durante unos días. Allí estaba Ricardo como Alférez  de las Milicias Universitarias,  se dio cuenta de lo que me pasaba y me acogió, dándome una litera en la que dormir. Total que gracias a Ricardo lo pasé muy bien. Ricardo acabó la carrera, sacó las oposiciones,  se casó con Anita, mujer simpática y buena, nacida en la parte oriental de la Provincia de Huesca y se fueron a vivir a Murillo de Gallego, donde fui a visitarlos. Tuvieron una hija, que imitando a su padre estudió Veterinaria. En la Plaza de Lizana, estaba el Bar Caserío Aragonés, en el que alternaba Ricardo, con mi tío el soltero José María, con el veterinario Gobantes,  con Farina, hijo del arquitecto que hizo el proyecto del edificio de Hacienda de Huesca y con el fontanero Vallés. Allí alegraba la tertulia el vecino de la calle de Pedro IV, al que llamaban, ”El Geta” de un gracioso humor, y yo llegaba muchas veces a gozar de aquel ambiente. De todos los que acabo de nombrar, sólo queda Farina y la hija de Ricardo Serena, que tanto amaba a su padre y le recuerda con sumo cariño.
Yo vivía en el Coso Alto, al lado del Colegio de Santa Ana y Ricardo, vivía en la parte de atrás. La casa de los Serena, que estaba y todavía lo está al lado de la entonces, puerta falsa del Teatro Principal, y en tal casa estuve en alguna ocasión con Ricardo Serena, comentando los libros y los apuntes de la Carrera de Veterinaria, en la  que ambos estábamos progresando. En alguna de esas visitas, traté con el padre de los Serena, hombre grueso y simpático. Otras veces era Ricardo, quien venía a mi casa, para consultar algún apunte tomado en la Facultad de Zaragoza. Así,  como yo, tenía amistad con Ricardo, su hermano Don Cecilio Serena Belloso, al que lo trato con este recuerdo de dignidad, al tiempo que familiar, de Don, por su sencillez, ya que inspiraba un gran respeto, al mismo tiempo un gran cariño, a todo el que lo trataba,  estaba unido por un largo período de sus vidas, con mi primo hermano José Antonio Llanas Almudévar.
El año de 1926, los Clérigos de San Viator, tuvieron dificultades y siguiendo el Camino de Santiago, vinieron a Huesca, pasando los Pirineos, en el ferrocarril de Canfranc, que, en aquellos tiempos ya unía a España y a Francia y que hoy es necesario volver a abrir. El nueve de Julio de 1926, desde Rodez, llegó a Huesca, el Hermano Víctor Devals,  al que yo, más tarde, llegué a conocer. Aquí, en Huesca, fundaron el Colegio de San Viator, en el Palacio del Duque de Villahermosa. En el artículo ”Los viatores siguen viandando por Huesca”, escribo: “Algunos de sus primeros alumnos fueron parientes y amigos míos, como José Antonio Llanas Almudévar y su hermano Feliciano, el primero farmacéutico, notable escritor y alcalde de la ciudad de Huesca durante algunos años, en tanto que el segundo, Don Ricardo Serena, fue, al mismo tiempo que  un hombre pacífico y de buen humor, un notable Jurista y Magistrado.  Don Cecilio Serena, hombre serio y justo, de virtudes antiguas y modernas, muchos años después, Magistrado jubilado, fue toda su vida  amigo íntimo de José Antonio Llanas. A estos se unían entre otros Vicente Domingo, con su hermano Mariano, boticario el primero, que ya no podían vivir más cerca del antiguo Palacio del Duque de Villahermosa, convertido en Colegio de San Viator, porque estaban en la casa de al lado, o casa de los Administradores de dicho Duque, y dentro de las bellas y  grandes rejas, instaladas sobre una base de piedra en la Calle de Villahermosa,  que sube de los Porches al Mercado. También entraron en el Colegio, mi más tarde cuñado, Luis Tesa Ayala, buen escritor y su hermano, también aficionado a la literatura, que según me contó Don Cecilio Serena “intervenía en un entremés cómico, donde salía cargado de libros, quejándose de su peso y lamentándolo, como ahora lo lamentan los actuales alumnos, que han tenido el recurso de comprar esos pequeños y cómodos carros, con los que llenos de cuadernos y de libros, van cómodamente al Colegio”. Recuerda otros compañeros Don Cecilio y me dice “que Vicente Domingo tiene unas fotos de aquellos alumnos con su correspondiente identificación, fotografía que alguno tendrá  que obtener, porque cada vez, van quedando menos recuerdos de los alumnos, que acudían al Colegio”.
Me dijo Don Cecilio Serena que un hermano de San Viator francés, les enseñó a leer, durante el Curso de 1926-27. El 28 de Diciembre de 1932, cesó en San Viator la Segunda Enseñanza. El año de 1933, el periódico “La Tierra”, del que mi padre era copropietario, homenajeó a los viatores, a los que se les había clausurado el Colegio.
Aquellas películas mudas del Oeste, a veces las proyectaban los viatores, en el salón grande del colegio No faltaba el sonido porque algún hermano, hacía sonar las teclas de un piano, cuyas notas acompañaban a las balas que disparaban los héroes del Oeste americano. Pero aquellos tiros “parecían ser un anuncio de los tiros reales que causaron la catástrofe de la Guerra del año 1936”. El día 12 de Junio de 1937 “una bomba del 15 y medio cae en el dormitorio y otra del siete y medio atraviesa el primer piso, deteniéndose en el colchón de un zapador”. El 20 de Junio, un capitán de zapadores conduce a los tres religiosos hasta Ayerbe y de allí pasan en tren a Vitoria”. El año 1939, reiniciaron el curso los viatores, con tres años de bachillerato.
Don Cecilio Serena y mi primo José Antonio, en aquellos tiempos de ¡maldita Guerra Civil!, estudiaban juntos en casa de Llanas, en una habitación, en la que al salir, entraron balas de fusil y no murieron porque Dios les concedió la vida. El padre de José Antonio, murió muy poco tempo antes de estallar la Guerra. Una vez superada la Guerra, siguieron estudiando. José Antonio se hizo farmacéutico y Cecilio estudió Derecho y se hizo Juez, jubilándose de Magistrado. Ambos se casaron y asistieron a las dos bodas. José Antonio se caso con María Antonia Vázquez en Puente Ceso,  en la Coruña y Cecilio se casó con Antoñita, en la Catedral de Barbastro. María Antonia dio a luz a dos hijas y cuatro chicos y Antoñita a cinco hijos. De dos auténticas damas vinieron al mundo todos esos hijos, pero la hija mayor de José Antonio Llanas, María Teresa, que con su delicado cuerpo, piensa elevadas ideas, ha sido una preocupación para ambos amigos,  a saber para su padre José Antonio y para su amigo Don Cecilio Serena, porque me dijo Teresa, que cuando Cecilio fue destinado a Cervera, con su esposa Antoñita, se la llevaron un mes para que lo pasara con ellos, “a ver si se curaba”.
 Parece mentira que un hombre que estuvo trabajando en Cervera, en Ejea de los Caballeros, en Palma de Mallorca y en Madrid, pudiera preocuparse tanto de los problemas de Huesca, como él  hizo. En 1982, lo nombraron Presidente de la Audiencia Provincial Unido con Federico Balaguer y luchó por la cesión del Palacio de Villahermosa. Federico Balaguer fue Archivero Municipal y Cronista Oficial de la Ciudad. La Duquesa Doña María del Pilar Azlor de Argón, cedió en usufructo sine die, gracias a la gestión de Don Ceciio Serena, su Palacio de Villahermosa.La prudencia y moderación de Don Ricardo, se tradujeron en dos posturas: conciliación y continuismo.
Se jubiló, en Madrid de Magistrado y volvió una vez jubilado, a Huesca.
El mes de Noviembre pasado de este año de 2011, recibí la triste noticia que Cecilio Serena había muerto. Yo no esperaba que muriese de una forma tan rápida, porque hacía tan sólo unos ocho días, vino, acompañado de su hijo, a Siétamo, no sé si a verme a mí o a recordar las veces que estuvo en Siétamo con José Antonio Llanas Almudévar, antes de la Guerra Civil. Paró el coche en la puerta de mi casa y mientras su hijo subía a ella, acompañado por mi esposa, estuvimos sentados tomando un sol agradable. Tenía un buen aspecto y le temblaban ligeramente sus palabras. El escaso tiempo que pasó conmigo, constituyó para él un gozo enorme, porque le pregunté por Antoñita y por sus hijos y él me nombró a José Antonio Llanas  y me habló de las numerosas ocasiones, que hablaba conmigo, en aquellos largos paseos que,  unas veces con Antoñita y otras con un joven amigo,  de cuyo nombre no puedo acordarme, se encontraba conmigo.
Me emocioné al enterarme de la triste noticia de su muerte, pues hacía un tiempo escaso, que habíamos estado sentados en la puerta de mi casa de Siétamo, recordando noventa años de la Historia de Huesca, de la que fue un notable protagonista. Cuando marchó, nos agitábamos mutuamente nuestras manos, como aludiendo a tiempos de guerra, de paz y de grato retiro en Huesca capital. Debemos recordar tus dos posturas, que en otros tiempos utilizaste, a saber: conciliación y continuismo, que ahora van a hacer falta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Miguel Ruiz Orús, Maestro en la Escuela de Siétamo

  Me he encontrado, paseando por el Parque de Huesca, con mi antiguo amigo Miguel, al que conocí, cuando ejercía de Maestro Nacional en la E...