En la soledad en que dejaron a Cristo en su crucifixión, estaban tres piadosas mujeres para aliviarla, acompañándole y dándole consuelo. Estas eran la Virgen María, la Magdalena y María de Cleofás. Y después de veinte siglos, eres tú, Consuelo la que te has dedicado a acompañar a la Virgen María. A lo largo de la Historia del Somontano, ha habido numerosos intentos de eliminar de sus gentes el nombre de Cristo y han desaparecido las monjas del Monasterio de Casbas, debajo de la Sierra de Guara. En él fue Abadesa Doña Ana Francisca Abarca de Bolea y escribió los siguientes versos:”Ya se ha despertado Guara, ya se ve a medio vestir,- previniendo tocas largas por la muerte del abril”. Más tarde fue también Abadesa, la tía del Cofrade de la Virgen del Viñedo y actual vecino del Batán de Los Molinos de Sipán, José Buil, que de niño acudía al Monasterio para ayudar a las monjas, igual que las tres santas mujeres acudieron a consolar a Cristo. Y José Buil acudía, no a hacer turismo, sino a trabajar en obras de reparación de los objetos con los que preparaban los suspiros de monja, que le indicaba su tía, la Abadesa. Y así como las tres piadosas mujeres acompañaban a Cristo, Consuelo, nacida en Castilsabás, se dedicó a acompañar a la Virgen del Viñedo y a colaborar con ella. Y siguieron su ejemplo muchos cofrades de la Virgen, como José Buil, acostumbrado desde niño a ir a apoyar a la Virgen de Casbas, acudió a trabajar por la cercana Virgen del Viñedo, su madre espiritual. En dicha Cofradía se ocupa, entre otras cosas “del buen vino que se llevan los que a esta feliz Ermita del Viñedo, acuden”.
Si porque a ella han acudido desde su fundación numerosos Cofrades de los pueblos del Somontano, pues las romerías, unían a sus pobladores, unos desde la Almunia, en que los miembros de casa Martinete, obsequiaban a todos los vecinos con tortas de anís o de aceite. Acudían al Viñedo como he dicho, dos veces los habitantes de la Almunia, una vez el ocho de Diciembre y otra el uno de Mayo, acompañados por los fieles de doce pueblos del Somontano. Allí se cantaban jotas y canciones, como aquella que dice así: ”Santolaria está en lo alto, Castilsabás más abajo y la Virgen del Viñedo, en medio del olivar”.
Si por el Este se acabó la vida religiosa del Monasterio de Casbas, por el Oeste abrasaron el Monasterio de Montearagón. De este enorme Monasterio nació la artística, pero pequeña Ermita de la Virgen del Viñedo. Fue construida en 1728 y como escribo en mi artículo sobre dicha Ermita: ”está construida con piedra de sillería y en la parte alta con ladrillo. El campanario está cubierto, no con líneas rectas, sino con una graciosa curva y debajo de la ventana donde suena la campana, se encuentra el reloj de sol, aunque en este lugar parece que no corre el tiempo”. Y la prueba de esta afirmación la vemos todos los que a esta Ermita acudimos, en su “santera” Consuelo, que con sus noventa años, parece que está llena de juventud. Así como el reloj de sol no corre para la Ermita, parece ser que tampoco lo hace para la Ermitaña, que siempre la vemos igual de joven, de alegre, simpática y sonriente. Ya lleva Consuelo Miranda, que fue esposa de Pablo, nacido como ella, en Castilsabás, madre de un hijo y de dos hijas, abuela de varios nietos y bisabuela de sus biznietos, cincuenta y ocho años y en Enero va cumplir cincuenta y nueve.
Debajo del reloj de sol y “A continuación del pórtico de la iglesia con bancos de piedra a sus dos lados, se abre un a modo de claustro, en cuyo interior han colgado las golondrinas unos dieciocho nidos, porque en el claustro han hallado la paz”, como encuentran esa misma paz, los que suben a ver y a rezarle a la Virgen del Viñedo. “Dentro de su pequeño volumen, da la impresión de ser un enorme Monasterio dedicado por el pueblo del Somontano a la Virgen del Viñedo”. Parece que la limpia devoción del pueblo del Somontano, ha hecho de esta poco voluminosa Ermita, una sucesora del enorme Monasterio de Montearagón, en un todavía más enorme Monasterio, dedicado por el pueblo del Somontano a la Virgen del Viñedo, que se encuentra, presidiendo el altar mayor en un magnífico retablo, reconstruido por el notable artista, Julio Luzán. En las paredes se encuentran pintadas dos santas mujeres, una Santa Lucía y otra Santa Bárbara, que hacen compañía a la Gran Señora y humilde Madre de Cristo, que también acompañó a Jesús Crucificado. Uno se conmueve al contemplar los cuadros que se exponen dentro del pequeño, pero, como he dicho enorme “Monasterio del Pueblo”. En uno de ellos se encuentra la letra de un romance, que cuenta los milagros de la Virgen y en otro, escrito en Fabla Aragonesa, narra diversas circunstancias de la iglesia. Este es un detalle que del que nadie ha pretendido hacer propaganda, sino que salió, ya hace muchos años de los cofrades de la Virgen del “VIÑERO”. Da que pensar este detalle, porque nunca había visto en una iglesia, escritos en Fabla Aragonesa. Pero no me extraña que en la Ermita de la Virgen del Viñedo, ”Monasterio del Pueblo”, se halle un cuadro escrito en su propia fabla o lengua. En el cuadro de los milagros de la Virgen del Viñedo, falta uno, pues para mí, lo fue, el milagro que ocurrió el año de 2010, en el empalme de la carretera de Loporzano con la carretera nacional 240. En ese punto chocamos, sin hacernos daño ninguna de las personas, que íbamos en los dos coches. ¿Qué ocurrió?, sencillamente el famoso Doctor Don Luis Chiva, cuyas teorías expone a cualquier hora por medio del ordenador, residente en la Capital de España, subía por el Estrecho Quinto, acompañado por su esposa y sus numerosos hijos y yo bajaba con el cofrade de la Virgen del Viñedo, Joaquín Borruel y con mi nieto Pablo, de venerar a esta Virgen y de conversar con Consuelo, la Santera hoy homenajeada, que me prometió rezar para que no me ocurriese ningún daño. Tuvimos un pequeño roce y al parar al lado de la carretera, dio el Doctor Chiva, gracias a la Virgen de Torre Ciudad, a la que iba a venerar. Allí estaba el milagro, pues a los dos peregrinos nos protegió la Virgen. Al Doctor Chiva por su defensa del nacimiento de los niños, para que las madres no aborten y a mí, más pecador porque la acompañante de la Virgen del Viñedo, me había encomendado a ella. Como también es un milagro el tiempo, que parece ser que no pasa por el Monasterio del Pueblo, sino que allí siempre reina la paz. Cuando alguien le pregunta a Consuelo que si pasa miedo, aparentemente sola, ella siempre contesta que no, porque no está sola, sino que así como ella cuida a la Virgen del Viñedo, ésta siempre la acompaña. Pero ¡Consuelo, tú!, siempre te sientes acompañada, no sólo por la Virgen, sino por todos los cofrades de la Ermita, que a rezarle acuden y que durante más de cincuenta y ocho años, has recibido a los peregrinos que a rezarle a esta Virgen, acudían. Y después de oír y cantar la misa y de rezarle oraciones a la Virgen, gozan de la alegría, con la que cantan, acompañada de almuerzos y estimulada por los tragos de vino, que producen en la viña propia y por el que consigo traen, de los pueblos vecinos.
En un artículo que escribí sobre la Ermita del Viñedo, expongo: ”Por un corto camino, pero con un encanto especial por los ramajes y sombras por ellos producidas, se llega, como en otros tiempos llegarían las caballerías cargadas de sacos de olivas, a molerlas al Molino. Entrar en este edificio, te hacía sentir admiración por los hombres trabajando, para obtener el aceite de oliva y te emocionaba el sentimiento producido por el trabajo excesivo de aquellas gentes, que dormían en el mismo local, para no perder un minuto de tiempo. Allí están los algorines o depósitos de olivas de Pedro Calvo de Santolaria, de mi pariente José Vallés de Castilsabás, de Juan Ordás y de varios otros dueños del Molino, que en aquellos tiempos lejanos, constituían una Cooperativa.“Estos dueños del Molino, lo dieron a la Ermita, donde convivían el sentimiento religioso y el amor al trabajo. Allí se encuentra todavía el “redol”, al que una caballería le hacía dar vueltas a la piedra, muela o “roello”, que hacía brotar el orujo, separado por las esteras, que colocaban para después sacarlas, someterlas a presión y obtener el aceite. Llama la atención la Prensa de Libra que de madera tiene unos catorce metros y que con el trabajo de los molineros aceiteros presionaba para que saliera el aceite. En aquel enorme madero, uno de aquellos molineros escribió lo siguiente: ”si es que logro con tesón, darle al madero función, como salida de un pobre, he de dar gracias a la Madre de Dios”.En este Molino trabajaban y oraban los vecinos de aquellos pueblos, pero la pobreza que causó la Guerra Civil, hizo que como en todo el Alto Aragón, emigrara un sesenta por ciento de su población, lo que ha hecho que Castilsabás y su ermita, quedara casi despoblada. Pero ese “casi despoblada”, lo ha combatido Consuelo, que no ha querido nunca abandonar a esta Virgen y a su hermosa tierra. Su permanencia ha estimulado entre los altoaragoneses, el amor a la Virgen y el recuerdo de aquel Molino, que en viejos tiempos los hombres de aquella tierra, creasen una Cooperativa Aceitera. Igual que las golondrinas ponen los huevos en el claustro de la ermita, aquellos, ya difuntos señores, crearon la idea que ahora se está realizando en otras zonas de España. Y esta idea, la he visto en tierras navarras de Tudela, donde en doscientas hectáreas de tierra han creado un Cooperativa, dedicada a la producción de aceite de oliva. Aquí ya casi no queda nadie, pero los que quedan, son devotos de la Virgen, disciplinados y trabajadores. Aunque esos hombres y mujeres, no ganasen dinero al principio de esta obra, a la larga resolverían el problema que ha producido el abandono de Ermitas y Molinos.
Pero, si volvieran los hombres en forma de cooperativa, a hacer funcionar el Molino, igual que cada primavera, vuelven las golondrinas a colgar en el Claustro, sus nidos, unos dieciocho, que con su dulzura, alegran con sus cantos agudos, el ambiente de aquel lugar, volvería el amor al trabajo de aquellos antiguos habitantes del Viñedo. Se encuentran las golondrinas, a la entrada de la oficina turística, como si ellas fueran atraídas por la Virgen, por su ermita, por la Sierra que corta los soplos del cierzo, por el sol y por Consuelo, que encima de ellas, vive, reza, sueña y atiende a sus visitantes, entre los cuales acuden sus nietos y biznietos, a verla los domingos. Tal vez alguno de esos nietos, se acuerde de la poesía de Bécquer, que poco más o menos, así recita:”Volverán las oscuras golondrinas-en el claustro sus nidos a colgar,-y otra vez, con el ala en tus cristales-jugando llamarán”, pues se acuerdan de ti, al contemplar la Ermita y la bendita casa, donde tú moras, ¡santa Santera del lugar!. Como dicen otros versos: “Las golondrinas se van volando-se ve van muy lejos y se llevan su canto,-las golondrinas se van volando-mientras la tierra se va enfriando”, pero tú no te vas, porque la Virgen que se encuentra al pie de Castilsabás no te ha abandonado jamás y tú la quieres tanto y te hace tan feliz, que mientras vivas, estarás con ella. Las golondrinas se van porque llega el frío del invierno, pero volverán, en el claustro de debajo de tu casa, sus nidos a colgar, porque no pueden abandonaros a la Virgen y a ti, como tampoco pueden abandonaros los Cofrades, que tuvieron que emigrar, pero sienten la necesidad de volver a rezarle a la Virgen, de hablar contigo, ¡Consuelo!, y de hacer funcionar una cooperativa del antiguo y bello Molino. Esa idea la llevan los Cofrades en su mente y en su corazón, porque ya hace años, alegran los corazones de los fieles, con vino del Viñedo, producido por ellos. ¡Consuelo, tú vas a vivir todavía muchos años y todos te deseamos que veas la comunión que existe entre tu Virgen del Viñedo y su Molino!
Pues tuve el honor y la satisfacción de haber podido asistir a ese merecido homenaje a la Srª Consuelo;un acto muy emotivo y una velada amena en buenas compañías.
ResponderEliminarMis felicitaciones reiteradas para ella y para Ud. por este estupendo artículo.
Si precisa alguna foto del evento para ampliar el artículo tengo algunas y a vuestra disposición.
Un cordial saludo.