Femenina
es tu persona, convertida ya, por el
tiempo y su trabajo apoyado por el humorismo,
en personalidad. Corre por tus venas la vieja sangre española, pasada
por las Américas, en tu caso por el Archipiélago de Cuba, con todo su calor
corporal y con su luminoso espíritu, que a ella la hace feliz y a los demás les crea felicidad. Esa juventud
, proveniente de la antigüedad de la isla de Cuba, ha hecho que alegres
constantemente no sólo a las personas, sino también a los lugares por donde tú
te encuentras con mujeres y hombres, con los que conversas, comunicándoles tu optimismo
a sus espíritus, a sus cuerpos, en tanto la alegría de tu rostro se
alimenta con la alegría que te transmiten esas personas, que parece contemplan
la ley física de los vasos comunicantes, pues igual que en un vaso de agua,
sube su nivel, impulsado por el líquido añadido en el otro vaso, con el que
está comunicado, sube la amplitud de tu sonrisa y tu rostro pasa del color sonrosado, al color
casi rojo, todavía más alegre..
Pero
tu optimismo opera de la misma forma sobre
el otro vaso humano con el que se está comunicando y las personas mayores que
contigo conversan, se llenan de juventud, lo que les hace olvidar la tristeza
de los muchos años pasados, como si venir al Balneario, que tú diriges, hiciera recuperar la juventud de los jubilados, que al mismo Balneario, van
llegando.
Tu
espíritu luminoso, adquirido en Cuba, te
hace comunicativa y esa comunicación hace que todo el mundo se sienta feliz, hablándote
y escuchándote. En la Sala Mayor del Balneario, te pusiste a comunicar cuentos
humorísticos, igual que los chistes que se cuentan entre amigos y tus formas de
expresión hacían explotar de risa a todos los que estábamos escuchándote, porque tu personalidad
se convertía en la representación del chiste, por dos personas, el hombre y la
mujer y hacías entender a todo el mundo la ley de los vasos comunicantes entre
ellos, pero sin faltar a la naturalidad ni a la decencia, más bien, presentándola
a los espectadores que te veían y te
escuchaban, como una nueva y antigua ley de los vasos comunicantes, entre
hombres y mujeres.
Por
todo lo que te dedico, no puedo olvidar aquella vieja copla cubana, que reza así:”Ay, cubanita
de mi alma, que tú me robas la calma y
yo, no puedo vivir sin ti”.
¡Qué
nombre tan acertado te pusieron, porque le tienes caridad a todo el mundo!.
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