A Huesca vienen pocos escultores
a exponer sus obras; no vienen los que utilizan la piedra como material que
compone sus figuras, alguno acude a exponer sus trabajos de hierro y muy
escasos son los escultores que acuden a que los oscenses contemplen sus labores de madera. Si alguno llega por
estos lares, la crítica lo suele poner bien unas veces, mientras otras lo
elevan al coro de la gloria. Siempre destaca algo de sus obras, pero en
general, sin llevarle la contraria al citado crítico, me resultan sus
apreciaciones indiferentes.
En cambio, hace no mucho tiempo,
se nos murió un imaginero oscense, que no se ha hecho famoso en Aragón, pues
casi nadie dijo algo ni de su vida ni de su muerte ni de su obra; se trata para
unos de Pepe, para otros de Larruy, para algunos de Pepe Larruy, pero para mí
hay que hablar de Don José Larruy, gran escultor oscense. Vivió en la calle del
Ciprés, donde tenía un bar, frente al que se encontraba su taller. Cuando
querías, unas veces verlo a él y otras ver la forma como producía sus obras,
entraba en el taller y al verte, Pepe te saludaba con todo cariño con su clara
voz, que le salía de debajo de su poblado bigote y adornaba su gruesa cara
sonriente, presidida por su nariz algo aguileña. Motivos de conversación
sobraban con sólo mirar las paredes llenas de catedrales oscenses, de ingenuas
vírgenes, de severos al tiempo que misericordiosos Cristos, de joteros o
danzantes alto aragoneses ejercitando sus, al parecer locos movimientos,
metidos como estaban y todavía están, en trozos de madera, en cuyos relieves se
inspiraba para tallarlos. Recuerdo como en el Pregón de la Semana Santa, que
pronuncié en Huesca el año de 1988 hacía un recuerdo al entonces, todavía
viviente pepe Larruy, donde decía: ”Recuerdo entre los restauradores a un
imaginero Larruy, autor de tantos bustos de ingenuidad medieval, al tiempo que
profunda. Es una muestra de cómo la imagen subyace en nosotros y en su caso la
plasmaba en la madera, y otros hombres la colgamos en el cuello, en la pared o la
plantamos en las alturas de los montes”.Las imágenes de madera no se hacen para
colocarlas en tales alturas, pero hay figuras de madera de Larruy en las altas
paredes de la iglesia de Loreto.
Casi todas las obras que se llevaban sus clientes, se
quedaban sin firma, como las que yo tengo, pero sé de algunos que le llevaron
alguna figura a los talleres para que esculpiera su firma; lo hacía inmediatamente. Sus gustos eran
sencillos, pues por las tardes solía ir a trabajar una huerta que tenía cerca
de la ermita de Salas. Un alcalde oscense se portó muy bien con él y por cierto
con la ciudad de Huesca, porque le dio trabajo en el Ayuntamiento, dejándonos
las imágenes que hoy presiden, al tiempo que adornan la iglesia de Loreto, la
del Profeta Elías en el Convento de San Miguel y los báculos de nuestro Señor
Obispo y el del Cardenal Javierre.
¡Pepe ,pocos te han nombrado,
pocos han escrito sobre tí, pero allá, en el otro mundo, serás con tu eterna
ingenuidad, un hombre, un artista feliz, que de tus obras de arte se acordará
Huesca cada vez más, obras que esculpías allá donde viviste, en la calle del
Ciprés, como ahora descansas también cerca de los cipreses de la carretera de
Zaragoza.
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