viernes, 28 de agosto de 2015

El pajariquero


Tórtola común

Tórtola turca.


Un amigo mío tiene una tórtola, que no es de esas clásicas, que anidan cada año en algún almendro o en algún olivo de nuestros montes y de las que resulta difícil encontrar uno de sus nidos, porque me da la impresión de que cada vez van quedando menos, como ocurre con tantas otras especies de animales.
La clásica vive en España, es del orden de las palomas y ronronea como ellas, tal vez con un sonido más agudo, es más pequeña, ya que sólo tiene unos treinta centímetros, con unas alas más cortas. Resulta un ave graciosa con los colores de sus plumas, que en su parte central son pardas y en sus límites menos oscuras.
Pasé por casa de un “pajariquero” y vi una tórtola prisionera en  amplia jaula y me alegré porque me dije: voy a comprársela a mi amigo, que tiene otra en su huerto y así tendrá pareja y le críarán, pero al fijarme me di cuenta de que era  tórtola clásica de monte y me extrañó, porque no veía ninguna de ellas hacía ya tiempo. Tal vez hubiera resultado bien el amor entre ellas, porque es fácil que críen dos animales tan parecidos, igual que lo hacen los équidos, es decir los caballos con los  asnos o éstos con aquellos, que han provisto de mulos a los labradores toda la vida.
Estaba Jesús podando unos rosales, de esos que, como decía él mismo, dan tantas rosas de “pitiminí” y al mismo tiempo hablaba con un gitano ya mayor, que explicaba lo “bien que se está en el campo y se sienta uno en una piedra y nadie ni nada le molesta” y añadió: ”¡ay qué bien si en una rama canta una tórtola!”.El joven Jesús trabajaba podando sus rosales, al tiempo que fumaba y al preguntarle si había probado a dejar el tabaco, me explicó: ”yo dejé de fumar  y un día pesqué una trucha y me fumé un cigarro y no pude escaparme de gritar ¡qué bueno es fumar!”.
No podía seguir hablando de las tórtolas, pero era igual porque seguía llegando gente y para todos tenía conversación Jesús, que además de aficionado a los pájaros, es albañil. Una de las personas que llegó era una señora que venía con su nieta del colegio y le dijo si le vendía algún brote de aquel rosal, que estaba limpiando y no se lo vendió, sino que le regaló varios de ellos, eligiéndolos con cuidado. Al preguntarle la señora que como se plantaban, le dijo:”con el agua ya agarrarán, ¡sin más!,las mías todas me han agarrado. Usted les eche agua aunque “s’afoguen”, pero no tenga miedo que no “s’afogarán” porque el agua encontrará salida”.
Se fueron marchando todos los visitantes y entonces le dije: parece mentira que no tenga ninguna tórtola de esas que llevan collar negro, que trajeron de Turquía y que están ahora mismo volando por esos pinos de aquí al lado. Me contestó que él no se dedicaba a cazar pájaros, sino a cuidarlos, como la tórtola de la jaula, que resultó herida en una cacería y él la tenía en el enorme jaulón para cuidarla.
Me dijo, ahí en la jaula hay unas alodas y algunos las llaman alondras. Como Jesús nació y se crió en Nueno llama a las alondras con su nombre aragonés, es decir alodas. Yo le expliqué que en Francia las llaman “alouettes”, de donde viene el apellido Allué.
¡Qué lástima que no tengas ninguna tórtola turca, con su collar que le rodee el cuello, con su dorso pardo claro y su cola larga!. Es quizá un poco más pequeña que la tórtola clásica, porque viene a tener unos veintiocho centímetros  y cría en los árboles y en los huecos de las viviendas humanas, como criaron el año pasado a la tórtola que tiene mi amigo. Hace unos cuarenta años, crió en un cuarto alto de mi casa, una pareja de ellas que me dieron en Esquedas. Yo querría que otra pareja de tórtolas turcas, le criaran a mi amigo, en la caseta de su huerta y que a  mis amigos de Almudévar les cantasen y se enamorasen entre ellas.


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