Hace unos cincuenta y cuatro años, que se murió mi tía Rosa,
hermana soltera de mi abuela materna Doña Agustina Lafarga. Eran oscenses y sus
apellidos de origen en el Midi francés. Los Pirineos no han impedido qué con el
Sur de los mismos montes, tuvieran un conjunto de apellidos comunes con el
Norte de Los Pirineos. A pesar de su dureza no han dificultado que sus habitantes,
subieran a la parte francesa a trabajar y a comprar machos y mulas de un gran
desarrollo, para trabajar las tierras del Sur Pirenáico. Pero además pasaban a
la parte francesa muchos altoaragoneses, para quedarse de franceses en ella
toda su vida, y otros para trabajar temporalmente. En pueblos
como Ansó y Hecho, cuando sus
vecinos, que pasaban los veranos con sus rebaños en la Montaña y el invierno en
la Tierra Baja, consumiendo sus pastos, sus esposas pasaban este frío tiempo,
trabajando en Francia. También en ocasiones,
algunos jóvenes franceses,
escapaban del Servicio Militar, que
tenían que servir en lejanos lugares de Africa, y se casaban en los Pirineos españoles.
Pueblo Anso. |
Durante la Guerra Civil de 1936, todos mis familiares fuimos a vivir a Ansó, con la intención de
pasar a Francia si fuera necesario. No hizo falta y estuvimos en ese pueblo
montañés, con nombre vascongado, como Ansó, cuya raíz poseen otros pueblos como
Ansola, Ansoategui, etc, etc. Allí fuimos muy bien tratados y vivimos en una
casa, que volvimos a ver el verano del año de dos mil quince. Mi hermana María
y yo nos sentimos emocionados de recordar esa casa, desde la que todos los
días, íbamos a la Escuela, en la que gozamos del trato de los niños y niñas de
Ansó y de su Maestra, bella y entonces todavía joven. En invierno cada alumno
debía de llevar a la Escuela un taco de leña, para mantener una buena
temperatura, que hiciese agradable la estancia de los niños. Yo no podía llevarlo,
porque éramos seis hermanos y no disponíamos de leña. Otro compañero, de cuyos
datos familiares no me acuerdo, me habló de la dificultad para entrar en la
Escuela y decidimos no entrar en ella. Fue descubierta nuestra dificultad y
bajó mi padre a la Escuela a hablar con la Maestra. Esta con su amor a los niños
y dándose cuenta de su situación, la comprendió y con su bondad y simpatía, nos
dijo que no podía abusar de los necesitados. Yo nunca he comprendido como
aquella mujer sabia y buena, no la he visto más y espero en la Vida Eterna,
saludarla y darle un beso.
Estábamos en Ansó, mis familiares y yo, huidos del fusilamiento
de nuestros mayores y los seis hermanos, sometidos a la amenaza de ser
conducidos a las frías tierras rusas. Allí estaban mi padre y mi madre, mi
abuela doña Agustina y su hermana la tía Rosa no paraba de coser y de cuidar nuestras
ropas y calzados.
Era la tía Rosa una mujer aficionada a la historia de
España, que durante siglos ha tenido que aguantar las guerras, que han creado
tantos muertos.
Estaba en Ansó en la Guerra Civil, pero en todo momento se
acordaba de la Guerra de la
Independencia, que se desarrolló entre 1808 y 1814, dirigida por Napoleón, que
se decidió a invadir España, aprovechando la debilidad de Carlos IV, Rey
dominado por su esposa María Luisa y por Manuel Godoy.
Mi tía Rosa, que se había leído todos los libros de
Historia, que estaban en la Biblioteca de casa de su ya difunto cuñado (año
1907), el Diputado Provincial Don Ignacio Zamora Blasco, recordaba los sucesos
ocurridos en Zaragoza, en la Guerra de
la Independencia, que además de ser leídos, los había
escuchado a través de sus antecesores, que fueron voluntarios a Zaragoza,
para luchar en el recién citado lugar
contra los invasores. No sé cuántos años pasaron entre la estancia de sus
antepasados en la lucha de los Sitios y su vuelta a Huesca. Pero mi tía Rosa
escuchó de los parientes intermedios, entre los que fueron a luchar a Zaragoza
y los que ella trató, la relación de las luchas que sostuvieron con
los franceses.
Aragón ha estado sacrificado por guerras, como leyó mi tía
Rosa y escuchó a sus antecesores, que fueron a luchar a los Sitios de Zaragoza.
Esta noticia la supe por mi tía Rosa, pero sale escrito que hubo en Huesca
tropas voluntarias, promovidas por un Bando del General Palafox y dirigidas por
Felipe Perena. No podemos olvidar el saqueo de la Catedral y el
de la Universidad Sertoriana. En la provincia se formaron Guerrillas como la de
Villacampa de Laguarta y la de Miguel Sarasa de Embún. Hay notables personajes
que destacaron en esta lucha, como Antonio Cornel, que fue Ministro de Guerra,
el Rector de la Universidad de Huesca Pedro María Ric, natural de Fonz y el Militar y Botánico de Barbuñales Félix de Azara, enterrado en la Catedral de
Huesca. Su escudo es decir el de los Azara está grabado en un armario del
salón, pues era mi familia pariente y amiga del Conde de Aranda.
Mi tía Rosa me informó de Los Sitios de Zaragoza, el primero
en 1808 y el segundo que duró desde el 20 de diciembre hasta el 21 de febrero.
El general Palafox, estando ya enfermo y sin recursos, se rindió, cuando en sus
calles había seis mil cadáveres sin enterrar. Quedaron personajes de leyenda,
como Agustina de Aragón, que retrató Goya, en sus “Desastres de la Guerra”.
El artículo “Habilitación de jurado por el Rey, la
Constitución en 9 de Marzo de 1820”, publicado inmediatamente antes de éste,
expone como mi pueblo de Siétamo a doce
kilómetros de Huesca, estaba pasando
gran necesidad de alimentos, pues la Guerra de la Independencia duró hasta
1814, pues Jaca y Monzón quedaron libres en 1814. Goya pintó los Desastres de
la Guerra. En este artículo “Habilitación de jurado por el Rey”, de fecha de
marzo de 1920, se siguen leyendo los nombres de los antecesores de José
Viñuales, Puyuelo, Sipán, José y Ramón Barta,
Antonio Alfaro, José Lobaco,Francisco Viñuales ,Marcos Casamayor, Don Mariano Arnal y varios más. Aparece en este artículo el nombre de Mariano
Arnal, precedido por el tratamiento de Don, familia que ya ha perdido tal
apellido de Arnal, pero que todavía vive en Siétamo.
Labradores y vecinos del Lugar de Siétamo, se comprometen a
devolver a Mosen Antonio Salas, Rector de este Lugar de la misma Parroquia, los
granos, que se reparten para sembrar.
Desde Los Sitios de Zaragoza en los años de 1808 y 1814, en
que se acabó Guerra de la Independencia, Siétamo siguió sufriendo las penas de
las luchas políticas, hasta la Guerra Civil de 1936. Habían pasado más de cien
años y mi familia tuvo que huir desde Siétamo a Huesca, a Jaca, y a Ansó. Pero
todavía subieron mi padre y mi abuela a la misma frontera francesa, para pasar
a Francia. Los Carabineros les hicieron ver que no era necesario el paso de la
frontera, porque faltaba poco para acabar la Guerra Civil. Pero no sólo fueron mis familiares los
que sufrieron el dolor de las huidas, sino que fueron multitudes de españoles
los que sufrieron los destierros, la prisión y la muerte en ambos lados,
el de los “Rojos y el de los Blancos”.
Al acabar los frentes de lucha en la Montaña, volvimos a Huesca,
toda mi familia en un camión. Me acuerdo de mi madre de seis hijos, Victoria, a
la que mi padre acomodó en la cabina del camión, al lado del chófer. En Huesca,
en casa de mi abuela Agustina y en compañía de mi tía Rosa, nos quedamos a
vivir en el piso de Huesca, al lado del Colegio de Santa Ana, en el Coso Alto,
al lado del Cuartel de los Policías Armados. Al pasar por delante de sus
rejas, veía a presos, que tenían hambre y yo les daba, en ocasiones, mi bocadillo para
almorzar.
No pudimos ir a
Siétamo, porque, lo habían derruido totalmente. En la Biblioteca se conserva
una fotografía de Company, al frente de milicianos y de niños y
niñas que iban a visitar las ruinas del Castillo, que sus fuerzas habían
convertido en ruinas.
Mi padre aún nos llevó a la Posada de Siétamo, para
complacer a mi pobre madre, que estaba enferma, pero el año de 1.941, se murió
y está enterrada en Huesca, al lado de mi hermana Mariví, que quiso ser
enterrada junto a ella.
En este ambiente
guerrero desde la Guerra de la Independencia del año de 1808 hasta la Guerra
Civil de 1936, aparecen en medio tres Guerras Carlistas, que hicieron en sus
lecturas sufrir a mi tía Rosa, que las recordacba en cualquier ocasión.
Fueron tres Guerras, la Primera desde 1833 a 1839, la Segunda,
desde 1846 hasta 1849, con un Alzamiento Carlista en 1855 y una tercera Guerra
desde 1872 hasta 1876.
Un día me llevó mi
yerno Santiago a Estella y vimos el Museo del Carlismo en un Museo al
lado de un llamativo puente sobre el río Ega. Al pasar por la carretera contemplamos el Montejurra, monte dedicado al
recuerdo de las ideas conservadoras.
Las Guerras Carlista
primera y segunda fueron duras, pero la más cruel fue la tercera, que duró
desde 1872 hasta 1876 y que también hizo sufrir a los aragoneses, entre otras
razones porque fue constante el paso entre de soldados carlistas entre Navarra
y Cataluña.Era notablemente malo el ambiente en los pueblos debajo de la Sierra
de Guara. Del 7 al nueve de Julio de 1875,
en estos días llegaron a Casbas, entre nueve y diez mil soldados, pero
el General Carlista Dorregay, al darse cuenta de la dificultad para mantener a
estos soldados, pensó en retirar sus tropas a la Sierra de Guara, por ser muy difícil mantenerlos con productos de dicha Sierra, se dio cuenta
de que lo interesante era retirar esas tropas a Navarra por la Canal de Verdún o a Cataluña por Boltaña y
Benabarre. Mi abuelo Manuel se fugó con el señor confitero de Huesca, Vilas,
famoso por su elaboración de “Castañas de mazapán” y con el Jefe de la Ermita
de Liesa, señor Borau y llegaron a Francia. Mi abuelo era Carlista y ante la
multitud de soldados liberales que acudían a combatir a los de la boina roja,
huyó a Francia, porque Huesca estaba libre de Carlistas. Así como Huesca
capital no cayó el año de 1936, en manos republicanas, en la Tercera Guerra Carlista, tampoco cayó Huesca en manos
republicanas en la Guera Civil de 1936.
Pero la gran proximidad de Siétamo de Huesca, hizo a mi abuelo huir a Francia.
Hacía más de un siglo que mi abuelo había huido a Francia y
llegó el año de la Guerra Civil de 1936, en que toda la familia,tuvimos que
huir a Jaca, a Ansó y luego subir al puesto fronterizo de Zuriza, para pasar a
Francia.
Para terminar copio de un artículo mío: “La Sierra de Guara,
que aparece en cualquier lugar de la carretera N- 240, como un cadáver
“grandaz”, a veces destacando con nieve blanca su cabeza, sus rodillas, sus
manos y sus pies, como ofreciéndose al firmamento azulado y sin estrellas. Desde
la altura de 2.077 metros se ve el Moncayo, en cuyos lomos se echa Tudela…..Y
la subida de los carlistas al gigante de
Guara, hizo recordar las catástrofes que en dicha Sierra se han dado a lo largo
de la Historia y la Leyenda. Guara y Montejurra, están entre vivos y muertos,
por soportar las pasiones humanas, que aguantaron en aquellas guerras y esperan
que reine la Paz en nuestros pueblos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario