miércoles, 23 de enero de 2019

Valero Almudévar y Castillo.-


  
Bandido que vivió entre otros en el pueblo de Lalueza. 

Me resulta agradable enterarme de que hay otros hombres que llevan  el mismo apellido que yo tengo, es decir Almudévar. Mi hijo, Mariano, que vive en Madrid, me dijo que cerca de donde él vive, existía el apellido Almudévar. Llegó el verano del año 2002 y estando en mi casa de Siétamo ( Huesca), llamó alguien  en el portal; bajé y encontré a una joven pareja y me dijeron que ella era una Almudévar e iba con su esposo, buscando el origen de su estirpe. Los hice subir y aclaramos que ella y sus padres y hermana, vivían en Madrid y resultaron ser los vecinos de mi hijo. Por los datos que me dieron, dedujimos que venían del Somontano, zona que se encuentra debajo de la Sierra de Guara, pero no aclaramos si era del pueblo de Barluenga o  del de Loporzano, de los cuales  sospechaban que venía el origen de sus antepasados. Todos los Almudévar tenemos nuestro apellido originado en la homónima Villa, después pasaron a Sieso y de tal lugar a Casbas, Loporzano, Castilsabás, Sasa del Abadiado, Loporzano, Siétamo, Blecua, Torres de Barbués, Zaragoza, Barcelona y América, etc.

Iglesia de Alcubierre.

Pero la joven, en tanto  buscábamos  una solución al problema,  se fijaba en el tamaño de las orejas de los allí presentes, aunque ella las tenía proporcionadas y con  encanto y dijo que los Almudévar tenían grandes las orejas y esta declaración me acabó de aclarar nuestra consanguinidad, ya que en mi casa, como en la suya, siempre se bromeaba con dicho asunto. Mi propio padre estaba bien dotado de tales instrumentos así como mi hermano mayor Manolo e incluso el que me seguía en edad, Luis “el Marino”.
Como he escrito, al empezar esta “historia”, es agradable enterarse de que hay otros hombres con tu mismo apellido y al mismo tiempo resulta curioso ver, como después de cientos de años, sin conocernos, hacemos en nuestros hogares los mismos intranscendentes comentarios, pero que salen del corazón; en este caso comentarios sobre nuestras orejas. Al cabo de cierto tiempo, Rafael Almudévar, el padre de la que nos hizo tales auriculares revelaciones, me mandó unos libros, escritos por su bisabuelo Don Valero Almudévar y Castillo, editados en 1886, en que se encuentra su retrato, noble retrato con una cara limpia de vicios y malas pasiones, en que se adivina una gran inteligencia y un corazón enorme, como resultan también sus orejas.
El texto del libro viene a demostrar lo que tuvieron que trabajar y sufrir los Maestros Nacionales, pues después de contar las amenazas y desprecios que sufrió, ejerciendo tal labor  en nuestra provincia de Huesca, acaba su libro, diciendo a sus alumnos: ”Me contento con vuestro cariño, ahora, y con vuestro recuerdo, después. Vuelvo a repetir lo de siempre: aplicaos mucho, obedeced a vuestros padres, respetad a los mayores, sed muy juiciosos, y algún día, cuando seáis mayores, acordaos de este anciano, que ya habrá muerto, y que sólo os demanda, como un tributo al cariño, un triste recuerdo a su memoria: una  plegaria”.
Yo estaba entusiasmado con los libros, que me mandó Rafael, pues en ellos yo creía que podría encontrar mi ligazón familiar y el buscado origen del pueblo, de la casa y de la familia de los vecinos madrileños de mi hijo. Pero cuando los leí, me di cuenta de la grandeza de espíritu de Valero Almudévar, porque en dichos libros cuenta su historia pedagógica en diversos pueblos de la provincia de Huesca, pero no dice con todas las letras que se trata de nuestra provincia ni escribe enteros los nombres de los pueblos en que estuvo ejerciendo de Maestro Nacional. Se limita a poner la letra mayúscula inicial de cada pueblo. Nos habla de su padre, de su madre y de la joven que llegó a ser su esposa, pero no dice como se llamaban ni donde nacieron. Pero uno piensa y llega a la conclusión de que tal vez  no diga esos nombres porque explica como alguno de aquellos pobres campesinos de los pueblos no tenían dinero ni sabían, en su inmensa mayoría leer ni escribir; estas circunstancias les hacían rebelarse en algunos casos, contra la presencia de un Maestro al que tenían que pagarle los Ayuntamientos, con el dinero que recogían entre los vecinos.
El libro titulado “Memorias de un Maestro de Escuela”, se publicó el año 1886 y se lo dedicó a Don Práxedes  Mateo Sagasta.
Comienza el libro, tratando de ocultar el autor su buena fe, pues atribuye su vocación al Magisterio, a “un íntimo amigo …y condiscípulo de la infancia”, al que atribuye “un verdadero amor a la enseñanza …razón por la cual pretendió sin duda ganar la corona del martirio, y lo demostró en el rudo empeño con que quiso hacer una verdadera práctica en las localidades más atrasadas de la Nación, donde  la ignorancia se marcara más ostensiblemente, porque por desgracia es una triste y reconocida verdad, que la instrucción primaria está sumamente descuidada en pueblos que por su posición topográfica, por sus productos, por su historia, por su origen, debían ocupar un puesto de preferencia en la estadística del progreso y de la ilustración”.
Estaba ya Valero Almudévar, acoplado al ambiente madrileño y allí estudió su carrera de Maestro. Sus amigos le aconsejaban que se quedara en la capital de España, donde ganaría  diez o doce mil reales anuales, proporcionándole casa para vivir, pero como era “un joven lleno de ilusiones…ya había escogido y fijado el sitio donde deseaba ejercer su profesión, siendo éste una provincia del Norte”. Este comportamiento pone de manifiesto el idealismo de Valero, nombre que en el libro no escriben de tal forma, sino simplemente con una V. La provincia del Norte era, sencillamente Huesca, también escrita con una sola H, tierra de sus antepasados y que amaba con todo su corazón.
Se comprende el deseo del Maestro, pues él mismo  había nacido en tal provincia y probablemente en el pueblo de Loporzano. 
El día dos de mayo de 1864, despedido por su familia y por numerosos amigos, marchó en el tren hacia Huesca.”Poco tiempo después la madre y sus dos hijas siguieron el mismo camino, para residir en la capital de la provincia elegida”.
Diez años estuvo Valero en la provincia de Huesca, volviéndose a Madrid entre la alegría de sus amigos, que lo recibieron el día uno de marzo de 1874.
Había trabajado durante diez años por formarle una cultura al pueblo, cosa que no se consiguió en años posteriores, cuando en Navarra se ocuparon más de esa formación y se logró hacer una autonomía más desarrollada que en Huesca, donde sólo quedan unos doscientos diez mil habitantes y en Navarra son ya quinientos mil. Llegó Valero a su país natal,  presentándose al Secretario de la Junta Provincial, pidiéndole que le adjudicara un pueblo de los Pirineos y dicho Secretario le dijo, entre otras muchas cosas: ”Debió Vd. quedarse en Madrid, donde el magisterio está más atendido, pudiendo hacer una lucida práctica con elementos mucho más valiosos que los que aquí poseemos”. Después de esta entrevista, eligió el pueblo C… y acompañado por su querido padre José Almudévar, salieron de Huesca por la carretera de B (Barbastro) y fácilmente llegaron a la Villa de G (Graus).
Graus es el pueblo donde se levanta un monumento al gran Joaquín Costa, el profeta de los riegos de Aragón, cuyos ideales todavía no se han visto totalmente realizados. Nació en Monzón, pero su familia era de Graus y allí vivió durante mucho tiempo. Es Graus la capital de la Ribagorza Alta y a su vez se divide en dos partes: la citada o Ribagorza Alta y la Ribagorza Baja. En toda ella se habla el ribagorzano, con numerosas variedades lingüísticas, pues por el occidente se acerca al aragonés y por el oriente llega a convertirse en catalán y por el pueblo donde enseñaba Valero, llamaban a su lengua el patués, porque en él empezaba a darse la influencia del dialecto francés. En  la Ribagorza Alta el clima es pirenaico y las casas tienen los tejados, como dice Valero, formados con piedras pizarrosas y planas, en cambio por abajo todavía se usan las tejas de barro.
Desde Graus el camino se convertía en áspero, lo que hacía imposible circular por él en un carruaje. A medida que iban subiendo se encontraban con numerosas aldeas, tantas que Valero dudaba que estuvieran todas consignadas en los mapas. He dicho que la lengua era el ribagorzano, pero su variedad era enorme y Valero dice: ” a  medida que íbamos andando, el carácter y costumbres de los habitantes eran distintos”.
Una vez llegado al pueblo C…Castejón de Sos,   después de saludar al Alcalde,”observé que éste se hallaba dividido en dos partes, llamadas por los naturales, villa de arriba y villa de abajo, y en el centro de las dos orillas estaban la Iglesia y la Escuela”.
¿Cómo he podido encontrar el verdadero nombre del pueblo C de don Valero?, sencillámente, porque en el libro número tres de la “Colección de Estudios Aragoneses”, sale un tratado etnológico-léxico de Castejón de Sos y comarca, pone que el barrio alto se llamaba “Cabo llugá” y al bajo lo conocían como “Suelo llugá”.
Verdaderamente podía uno confundirse a pesar de esta coincidencia entre Don Valero y el libro de la “Colección de Estudios Aragoneses”, porque entonces no eran las cosas iguales a las de ahora. Ya lo  explica Valero cuando dice que salió de Huesca el día dieciocho de Mayo del año mil ochocientos sesenta y cuatro, acompañado de su padre, pero son tantas las coincidencias que no cabe error entre el pueblo C. y Castejón de Sos. Afirma Valero que llegaron a Graus sin ninguna dificultad, pero desde allí “encontró  un camino tan áspero, que se hacía imposible transitar por él en carruaje”. Le  impresionaba el cambio de los paisajes y de las costumbres de las gentes al subir hacia arriba, viendo como los tejados cambiaban las tejas de barro por piedras de pizarra y esa impresión le hace decir en el libro: ”la naturaleza en todo su esplendor, nos infundía respeto”.Le llamaban la atención aquellas numerosa aldeas, de las que en estos tiempos han desaparecido más de doscientas.”Las crestas de las montañas conservaban todavía nieve, a pesar de estar en el último tercio de Mayo”. La carretera no se abrió hasta principios del siglo XX, a través del desfiladero de Ventamillo, debajo del cual estaba, como decían los de Castejón, la “terra baixa”. Como cuenta Valero en su ascensión a su destino, desde Graus el camino era muy dificultoso y como dice Antonio Plaza “el habitante del valle tenía que andar entre tres y cuatro horas para comunicarse con sus vecinos franceses, ribagorzanos o chistavinos”.  Esto es lo que ocurría en verano, pero en invierno resultaba imposible ir a Francia o a Chistain. Antonio Plaza habla del valle y a sus habitantes los llamaba  “chen del  país” y al ganado de la zona lo llamaban “bestiá del país”.
Ahora pasando por Castejón de Sos se sube a Benasque y el pueblo de Sos produce energía eléctrica  y tiene ya una iglesia nueva. En un estudio presentado en la Universidad de Zaragoza como tesis de Licenciatura en el curso 1983-1984 se estudia la lengua de la zona presidida por Castejón de Sos, ”que es una localidad teóricamente más castellanizada por los contactos con el exterior y por haber recibido un notable número de emigrantes y turistas”.(Del libro de Antonio Plaza Boya).Estos estudios nos llevan a la conclusión de que el Condado de la Ribagorza era un territorio muy peculiar, entre Aragón, Cataluña y Francia, en el que había tres corrientes culturales, que hicieron formarse dialectos de transición, en la zona fronteriza de Cataluña y Aragón.
Entonces, en 1864, el dialecto o lengua estaba boyante, pues como dice Valero:”¡Cual sería mi sorpresa, al observar que los niños no me entendían a mí, ni yo entendía a los niños!.Yo les hablaba en castellano, y ellos en su chapurreado…En esta triste situación me encontraba, cuando mi anciano padre…vino en mi ayuda como una providencia, sacándome de mil apuros para hacerme entender de los niños y sirviéndome de intérprete a la vez”. El padre de Valero, es decir José Almudévar, como era del Somontano oscense, conocía la Fabla Aragonesa, que tenía diferencias con la que hablaban en Castejón de Sos, pero que en realidad se comprendían entre unos y otros. El tiempo pasa y yo, en el año 2003, me acuerdo de que en mi pueblo de Siétamo, cuando yo era joven, había muchos ciudadanos que hablaban cada día en aragonés, cuando otros lo evitaban. Todavía quedan personas, incluso jóvenes que todavía dicen palabras aragonesas, como, por ejemplo los artículos determinados:  O, A, Ro, Ra, Lo, La.
Después de presentarse Valero al alcalde salió “a visitar el pueblo y observó que éste se hallaba dividido en dos partes, llamadas por los naturales, villa de arriba y villa de abajo”.
Antonio Plaza, al escribir sobre la fiesta de San Juan describe el rito de los “foros”, palabra que no se encuentra en ningún diccionario de la fabla aragonesa, pero dice que en Laspaules se usa con el significado de hoguera. Y en Castejón de Sos “se organizaban dos foros”: uno en el “cabo llugá” o barrio alto y otro en el “suelo llugá” o barrio bajo”.
Por distintos detalles se deducía que la letra C, era equivalente a Castejón de Sos, pero esta coincidencia entre Don Valero Almudévar y Don Antonio Plaza, al describir la división del pueblo entre el barrio alto y el bajo, aclara totalmente, esa equivalencia.
El rito de los foros consistía en plantar un “mayo”, es decir un pino cortado y clavado en tierra en cada uno de los barrios, a cuyo alrededor se iba depositando leña y en el “mayo” se cuelgan varios muñecos de paja, que al ser alcanzados por el fuego, provocan el momento cumbre del popular regocijo” y “cuando se van apagando las llamas, salta por encima de la hoguera, algún que otro valiente”.
Leyendo la obra de Valero, le parece a uno estar consultando un libro de paisajes, problemas y costumbres de un pueblo pirenáico. En primer lugar habla de la Escuela de la que dice que sólo disponía de dos bancos “del tiempo de Noé y restos de unos pequeñísimos carteles de autor desconocido”. El primer día de clase se le presentaron unos veinticinco niños, “en un estado de cultura alarmante, descalzos, sucios y haraposos, que más bien parecían una turba de hambrientos arrapiezos, que niños dispuestos a recibir la enseñanza”. Pero al hablar con ellos, como he escrito antes, se dio cuenta de que no se entendía, encontrándose con el problema de las “fablas aragonesas”.
“La mayoría de los hombres usaban la barretina o gorro catalán, chaqueta, chaleco y calzón corto de pana parda, medias azules de estambre y alpargatas a lo miñón. Las mujeres zagalejos(o refajos) de lana, azules, medias blancas de algodón, alpargatas en forma de sandalias y jubón o justillo de veludillo. Otras en vez de jubón, usaban magníficos corsés de seda encarnada, con unos bordados primorosamente hechos de seda amarilla, sin duda para sujetar las ballenas, llevando descubierta la cabeza, en la que mostraban un rarísimo peinado. Consistía éste en echarse el pelo hacia atrás y con él hacer una finísima trenza ancha, con muchos cabos, y después formar un delicadísimo moño, en forma de picaporte. No se cubrían la cabeza mas que cuando iban a la iglesia y entonces se ponían por mantilla una especie de capuchón que les llegaba a la cintura; la mayor parte eran blancos y de lana muy fina. Observé en algunas mujeres que pendían de su cuello unas especies de bultos, llamados bocios o papadas, que las hacían repugnantes y horriblemente feas”.
Don Valero tuvo enormes dificultades con los problemas que agobiaban a los habitantes de la Alta Ribagorza y pensó: ”Si los Gobiernos de la Nación estudiaran detenidamente la historia, naturaleza y aficiones de los pueblos que administran, otra sería la suerte de la enseñanza y de sus maestros”.Y yo creo que no se hubieran creado las diferencias que existen entre Aragón y Cataluña, con el empobrecimiento y despoblación de Aragón, con la pérdida de su fabla. En la Ribagorza, como he citado antes, se encontraron tres corrientes culturales, a saber la francesa, la catalana y la aragonesa, que contribuyeron a formar sus dialectos, que por desgracia están hoy, casi perdidos. La historia de la Ribagorza no está aclarada y no se sabe con exactitud si por ejemplo Iñigo Arista fue rey de Ribagorza, de Aragón y de Navarra al mismo tiempo, ni si una dinastía que algunos escribieron ser la de los reyes de Ribagorza, es verdadera o falsa.
Cuando las parroquias fueron gobernadas por la Diócesis de Barbastro, todos los cantos religiosos y las oraciones dirigidas a las Vírgenes y a los santos, se enseñaron en castellano, de tal manera que Antonio Plaza llega a escribir:”no se recuerda que alguien haya rezado jamás en dialecto, ni dentro ni fuera de la iglesia”.Esto me recuerda la escasez de textos religiosos escritos en fabla  aragonesa, que encontrábamos en nuestros estudios
El libro de Antonio lo publicaron en 1985 y dice en él que: ” la vida de los habitantes del valle en los últimos cien años nos es conocida por experiencia propia y por la tradición oral, muy viva por cierto en el valle”. Pero ahora con la aparición del libro de Valero Almudévar, tenemos un conocimiento más amplio en el tiempo, de Castejón de Sos, porque describe el pueblo, la escuela a la que no iban las niñas, la caza, las fiestas, los bailes, los modos de hablar y de vestir y la dedicación del pueblo a la ganadería y como detalles el sonar de las campanas para echar las tormentas, con las fatales consecuencias que acarrearon, porque en un toque de campanas para echar los rayos de Casejón, estos cayeron sobre los campaneros voluntarios. Y esos conocimientos proceden de los años de 1864 .
Aquel territorio lo definían sus habitantes como El Pais, pero no se inició en él el desarrollo hasta que a mediados del siglo XX, se abrió la carretera de Barbastro por Ventamillo y se construyó el canal para abastecer de agua a la Central eléctrica de Seira.
Últimamente se ha puesto una inquietud para intentar recuperar la personalidad del Valle, con su idioma incluido. Yo creo que será conveniente poner al alcance de esos ciudadanos, la obra de Valero Almudévar.

Escuela de Lalueza.-
En Septiembre de 1864,llegó Don Valero al pueblo de L (Lalueza), para ponerse a continuación a ejercer el Magisterio. Para edificio escolar usaban la Abadieta, donde en tiempos pasados se acogía al coadjutor de la parroquia.
Antes había ejercido en un pueblo de la Montaña y ahora lo hacía en uno de la Tierra Baja, donde “vestían de calzón corto, faja y pañolito (pañoleta) alrededor de la cabeza, en forma de cinta, con lazo al lado izquierdo, excepto algún que otro alpargatero que usaba pantalón, pero, además, se veían en el pueblo tres o cuatro barretinas”. Es curioso observar como algunas costumbres fueron comunes a catalanes y aragoneses. Ha nombrado don Valero a algunos alpargateros y es que en este pueblo y en aquella época eran en ese pueblo, casi todos alpargateros, que dejaban en minoría a los agricultores y distinguiéndose unos de otros por el trato, costumbres y aficiones”.
En este pueblo estuvo Don Valero ejerciendo de maestro durante tres años, desde la segunda decena del mes de Septiembre de 1864 y dotando a la Escuela de mapas, libros, mesas, bancos, papel, plumas y tinta y  objetos para el aseo y la limpieza, etc.,etc. Los niños iban a la Escuela con la luz del día, pero los adultos, que eran enormemente ignorantes, recibían la enseñanza por la noche. El primer año, Don Valero a pesar de estar necesitado, les dio gratis la clase el primer año y tuvo que luchar con el alcalde para que le proporcionara aceite para iluminar la clase con candiles. Aquí encendían el aceite y en Castejón las “tiedas “ o teas.
Hacía verdaderamente falta luz en aquel pueblo, porque ese “pueblo era tan inmensamente pobre, que la mayoría de los vecinos se alimentaba casi todo el año solamente de vegetales” y de vegetales que ahora ya no se usan para las personas, como son por ejemplo el pan de bellotas. No sólo eran las malas cosechas la causa de esa pobreza, sino, como dice Don Valero Almudévar, las “continuas contribuciones que aniquilaban al pueblo”. Era un pueblo con escasez de agua, como todos los de los Monegros. Yo creo que exagerando un poco  Benigno de la Ripa escribió en su Geografía  Económica que en Tardienta , cuando tenían que amasar arcilla, en lugar de echarle agua , le echaban vino. El pueblo de Lalueza era tan pobre como el de Tardienta y en aquellos años “era tan intensamente pobre, que la mayoría de los vecinos se alimentaban casi todo el año solamente de vegetales. Escribe en su libro: “He visto a los más acaudalados  venderse el trigo y los mejores frutos para proveerse de dinero, que allí, como os he dicho, anda por la nubes y en su lugar alimentarse la mayor parte del año con pan de bellotas, de centeno y otras sustancias  indefinibles”. La carencia de dinero acarreaba al pueblo a la pobreza, participando de ella hasta el mismo Maestro. En cierta ocasión llamó el Secretario a Valero y al verlo, le dijo: ”Ahí tiene Ud. su cuenta y el libramiento para que lo firme. Dicho esto, entornó un poco la ventana produciendo con esta acción algo de sombra”. Valero, hombre de buena fe, recogió el dinero y se fue a su casa. Pero después de unos días en que tenía que comprar, se dio cuenta de que las monedas de oro eran falsas. En aquel ambiente de pobreza, era muy frecuente oír a mucha gente, decir: al Maestro no se le apedreará el sueldo e incluso hubo quien le dijo: ”Señor Maestro, usted siembra sobre nuestras costillas, y tiene bien segura la cosecha”.  No es extraño que el pueblo hablara de esta forma, porque “era mísero en su estado material, ignorante bajo su estado intelectual, y supersticioso y fanático bajo su estado moral”. Leyendo “Cien años de soledad” del hispano-americano García Sánchez, observa uno al Coronel Aureliano Buendía, en el pueblo de Macondo,  por él fundado, y ve que “como le había ocurrido durante la guerra con la muerte de sus mejores amigos, no experimentaba un sentimiento de pesar, sino una rabia ciega y sin dirección, una extenuante impotencia”. Lo mismo le pasa al Maestro Jubilado Emilio Castelar, que en el mes de abril de este año de 2007, tiene noventa y seis años, porque al entrar en la habitación de su residencia, me hizo mirar por la ventana que asoma al Norte y me invitó a mirar el Salto de Roldán, diciéndome que allí habían matado a un amigo suyo, sin aclararme si fueron unos u otros los que lo asesinaron. Ahora él experimenta “un sentimiento de pesar” porque ha perdido la “rabia ciega y sin dirección”. ¡Cómo se conoce que es un Maestro, porque toda su vida ha enseñado a los alumnos a convivir!. Además de Valero Almudévar ha habido muchos maestros que se han desvivido por educar al pueblo, como por ejemplo          Cavero, que fue maestro de Blecua, que educó de tal forma a sus alumnos, que al llegar la Guerra Civil del año 1936, no hubo ninguna muerte entre ellos,  como ocurrió en todos los pueblos de alrededor.
Valero, como Maestro, tenía trabajo en Lalueza porque según escribe el sacerdote y escritor Rafael Andolz, en aquellos años existían figuras humanas como la del bandolero“Cucaracha, con tintes de tragedia, que el pueblo convierte en mito, al sintonizar con ella a través de la utopía de una justicia distributiva sui generis”. Se había estudiado en España la “gran Historia”, pero Valero se dio cuenta de la geografía de la pobreza y se encontró con la necesidad de arreglar la economía y por eso marchó a enseñar a su antigua tierra aragonesa, encontrándose con los problemas primarios de la gente del pueblo y con bandas de bandoleros.
Valero Almudévar vivió el problema de los bandoleros porque en Septiembre de 1864, tomó posesión del cargo de Maestro Nacional de Lalueza y durante los años que  trabajó en Lalueza, después en Aniés y hasta el año 1874 en Huesca capital, como escribe Rafael Andolz se “eleva a su punto álgido la violencia en toda la comarca monegrina”. El legendario bandolero aragonés llamado Mariano Gavín y conocido por  El Cucaracha, nació en Alcubierre y llevaba fama de generoso, ya que robaba a los ricos con el fin de dar a los pobres, teniendo como primer compañero de sus correrías a un natural de Lalueza, al que llamaban “el Zerrudo”, muriendo en el mismo día y lugar que su jefe, es decir en el corral de la Nica. Les llevaron vino con un sedante y los mataron el 28 de Febrero de 1878, en Lanaja. Poco tiempo después de la vuelta de Valero a Madrid, tuvo lugar la muerte del “Cucaracha”. Supongo que se acordaría de aquellos tiempos miserables, en que había personas que sufriendo , luchaban por sacar al pueblo de la miseria material, intelectual y moral. Si, porque cuando hacía el presupuesto del material escolar que iban a necesitar él y sus alumnos,”como el pueblo era inmensamente pobre, en su estado intelectual estaba tan atrasado, que le dominaba la más crasa ignorancia” decidió hacer “gratis la clase nocturna de adultos, consiguiendo , no sin poco trabajo, que el alcalde abonase un poco de aceite de olivas para alimentar las luces de las veladas”.nunca llega la felicidad completa porque “según le indicó el alcalde el aceite era de olivas amargas”
Pero el Maestro Valero lo que soñaba  era hacer culto a aquel pueblo para que no hubiese en el mundo ni bandoleros de trabucos, ni de pluma, como el secretario. Para ello de acuerdo con la Junta Municipal, preparaba a los niños para que mostrasen lo que habían aprendido. Un día la Junta convocó exámenes para el día de la fiesta patronal, a celebrar en la plaza  pública, al lado de la iglesia.”La asistencia era numerosa por efecto de las fiestas, que en Lalueza se verificaban…y los curiosos y aficionados a espectáculos ocupaban los bancos dispuestos para el público, llegando a estar de pie muchos vecinos de los pueblos comarcanos. Los niños comenzaron a leer lbros en voz alta y a recitar versos, que agrdaban al público , en tanto que el señor alcalde era atentamente observado por concurrentes de los  que unos sonreían, otros se hacían cmentarios en voz baja y alguno estallaba en risas más o menos atrevidas. ¿Cuál era la causa de esas risas?. “Era que el dignísimo señor alcalde hacía que seguía a los niños la lectura con el libro puesto al revés”. Al ver la ignorancia de un alcalde del Alto Aragón, pensé en la cantidad de ellos que debían, en aquellos años, pasar por la carencia de elementales conocimientos de las letras. Me acodé de cuando Valero acabó la carrera y no quiso quedarse en Madrid, donde hubiera llevado una cómoda vida, sino que se acordó de qué en su tierra había una ignorancia que haría imposible el progreso del pueblo. Su corazón y su mente despertaron una vocación redentora, teniendo que aguantar situaciones como la del alcalde de Lalueza.


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