lunes, 21 de enero de 2019

Algunas reflexiones sobre la mujer: Mairalesas

Mairalesas Anso (Huesca).



¿Quién manda, la mujer  o  el  hombre?. Es este un interrogante que planteó la lucha de los sexos, no sé  si  antes  o simultáneamente a la de clases. Los hombres afirman que ellos proponen, que Dios dispone y que la mujer descompone, en tanto que hay quienes aseguran que “si las mujeres mandasen y no mandasen los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones”.
Unos y otros se contradicen y  sin   embargo, los individuos de los dos sexos tienen capacidad para mandar y ambas opciones de poder, han existido: el matriarcado y el patriarcado. Al derivar las dos palabras de padre y de madre parece que el poder tenía como fin la perpetuación, la permanencia de la especie, lo que obligaría a la mujer a entregarse a criar hijos, en tanto que el hombre se haría exclusivista del poder, dejando marginada a la mujer y tal vez relegándose ella misma al ser su instinto más creador, más conservador y menos violento.
El hecho de que la mujer se relegara estaba basado en un reflejo subconsciente, que anteponía la especie a sí misma, pero siguió mordiendo, a veces grandes poderes y siempre parcelas que patentizaban su derecho y su capacidad. Hoy, los individuos se preocupan más de sí mismos que del colectivo, gritando constantemente que se salve el que pueda, o aquí en el Alto Aragón: ”montañes  remediau, no te conozco”, y por consiguiente la mujer, cansada de estar en casa “con la pata quebrada y atada a la pata de hierro de la cama”, está desarrollando su inteligencia y ocupando los puestos de responsabilidad  en la sociedad, para gozar de un poder que no sirve a los demás, sino que se sirve de ellos. Han existido mujeres del poder de la Reina de Saba, de Catalina de Rusia, de Isabel la Católica, etc., etc. y otras han accedido a ese poder por el amor o el sexo, como Cleopatra influyó en César o Aspasia la Hetaira en Pericles; hubo vestales, matronas, sacerdotisas, abadesas mitradas, religiosas de diversas  Ordenes  que siempre fueron conscientes de que la mujer era tan poderosa como el hombre y descendiendo al nivel de los habitantes de nuestros pueblos, hemos tenido a las mairalesas.
Mairala o Mairalesa es la forma femenina de Mairal, que equivale en su sentido a la palabra castellana Mayoral. El Mayoral o Mairal mandaba en su parcela y la Mairalesa en la suya, mejor  dicho en las suyas pues varias eran e iban desde lo religioso hasta lo lúdico y festivo.
Un antiguo documento habla de una soltera que: “se desvelaba por el aseo y limpieza del templo o casa de Dios: trabajaba en los ornamentos y vestiduras sagradas, que sirven al culto divino…”.
Pero las fiestas, una vez que el alcalde había preguntado a los mozos: ¿estáis todos unidos? Y ellos le habían respondido. “si, señor alcalde”, las mairalesas empezaban a sacar pastas, galletas, tortas y dobladillos, vinos, licores, tabaco, “agua güena”, gaseosas, etc.
Las mujeres moderaban el poder o lo envenenaban en alguna ocasión, y eran  conscientes  del menor talento de los hombres a los que de vez en cuando se les plantaban, como dice Aristófanes en su comedia “Lisistrata”, que, al frente de las otras mujeres, hizo huelga de culo y cama, recordándoles que podrían volver a mandar algún día. Las  mairalesas  ejercían el poder el día de Santa Agueda e incluso llegaban a elegir una alcaldesa. Llegaban a bailar bailes provocativos como El Negrito y El Morrongo (levántate la saya que te lo pongo) y llegaban a “contar las viejas” a algún hombre chulo y pretencioso. A aquellos hombres les hacían ver las mujeres que ellas eran iguales, que lo sabían todo y que si no ejercían cada día el poder, era porque lo consideraban como un servicio a la humanidad.
Hoy que se busca la satisfacción personal en todo, incluído  el  poder, la mujer no sólo es poderosa simbólicamente  siendo  mairalesa,  por ejemplo, sino que ”invade” el poder.
A lo largo lo pagaremos todos, pues si antes se buscaba la perpetuación de la especie, ahora se busca  la  inmortalidad  del individuo.

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