jueves, 17 de marzo de 2022

El Café Iruña en Pamplona.-

  


Es un Café vivo,  en medio de Pamplona, aunque recuerda su origen de más de cien años, en que se empeña esta ciudad en seguir conservando. Es una obra realizada a final del siglo XIX y parece que es la ciudad de Pamplona, la que  va contra la idea de modificar el aspecto conservador, de un Café real. Cuando llega uno a este Café, no se encuentra en un lugar antiguo, que le haga recordar un ambiente pasado  de moda, sino que siempre se encuentra en una Navarra antigua, que parece recordar una forma de vida ,que no se pasa, que no se hace antigua, sino que a uno le parece recordar el origen de su lengua vasca, con su amor a Navarra, que se niega a perder el “Egunon o Buenos días”, como se encuentran los nombres vascos como Osca, Alerre, Ayerbe, Jabierre, repartido por varios lugares de la Provincia de Osca. Yo he asistido en Ayerbe a clases de vasco, cuando se estaba ya acabando la desaparición de esta lengua. Que se ha acabado de hablar el vasco en Uncastillo, donde en su iglesia se encuentran pinturas vascas,

En la Plaza del Castillo de Pamplona, en el centro de esta ciudad  y en su cara Sur, bajo unos porches, que albergan la Cafetería, se alzan numerosos veladores con sus sillas para tomar un café. En el buen tiempo están llenos los veladores de la terraza, de alegres y divertidos consumidores de café. En estos porches los protegen del sol a los clientes, unas elevadas cortinas, que los protegen de los rayos del  luminoso Astro.

Hacia el centro de la Plaza preside un kiosco municipal, que en ocasiones está habitado en su elevado círculo, por un grupo de músicos o cantantes, que son escuchados por la multitud de  asistentes para escuchar y gozar las notas musicales, que elevan por medio de los oídos de los clientes, que están tomando sus bebidas, como si fueran las notas de la palabra café.

Fachada del café Iruña.

Aquella Plaza del  Castillo de Pamplona, parece que la ciudad se mira al cielo, a través de su claridad, a través de aquel cielo, unas veces soleado, otras lluvioso, pero siempre atractivo.

El cielo con la música  que brota de la Plaza Central, de su kiosco, mantiene las inteligencias y el placer sonoro de los que ocupan, todas las sillerías de los cafés.

Esta Plaza invita a los que llegan a alguno de los cuatro lados de este paraje maravilloso bajo el Cielo, pero no sólo les da gozo, sino que los invita a penetrar al Centro del Café.

Este Café está interiormente dotado de unos cuatrocientos metros cuadrados de superficie con nueve columnas.

Para entrar en Café es preciso pasar por la acera, donde se encuentran muchas mesas con sus sillas para ofrecer a los ciudadanos unos buenos tragos de vinos y licores, que acompañan platos de placenteras tapas.

Entrando por las puertas con sus trabajos de artistas que gravan la madera, se encuentra uno en un ambiente sorprendente por su altura, que da la impresión al que penetra en dicho local  que parece no tener límites. Uno se queda mirando este local ,sin saber  por  dónde  empezar y seguir admirando sus múltiples ideas de las que unas, representan la belleza y otras te hace imaginar, distintas formas de admirar tus sentidos. En la parte superior del enorme salón circulan unos pasillos de madera labrada, en que parecen brotar plantas forales, con la misión de las mismas de embellecer el ambiente elevado del salón y a las que hay necesidad de mirarlas para poder apreciar si dan flores frescas o son recuerdos de la belleza vivida en aquel salón. En la pared que mira hacia el  oeste del Gran Salón, dan sus reflejos luminosos unos reflejos brillantes que a su vez reciben tales reflejos de lámparas luminosas. Por la fachada que mira a la Plaza, unas veces entran rayos luminosos y otras luces más reducidas por las nubes que corren por el cielo.

Entre las mesas y sillas que acogen a los visitadores del gran salón se alzan varias columnas,  que no son jónicas, sino de unos volúmenes que son más recios por su proximidad al suelo y van tornándose más delgados, con distintos adornos. Sostienen unos adornados pasos, que como he dicho saltan de ellos , muchas flores no verdes sino colocadas , hace ya muchos años para embellecer aquel ambiente viejo y nuevo, pasado y al mismo tiempo anunciador del porvenir. Esas columnas sobre las que se asientan esos jardines de flores que dan alegría a unos y tristeza a otros, ofrecen a los clientes unos colgantes de abrigos, chaquetas y sombreros al lado de las mesas en que los visitantes, toman sus cafés.


Pamplona es la capital de Navarra y Huesca y su provincia fue conquistada entre otros navarros por Sancho el Mayor de Navarra (990-1.035). Levantó en Loarre  el Castillo de este nombre, que ha alcanzado una de las mejores calificaciones de castillos medievales del Mundo. En esta zona aragonesa se encuentran los pueblos aragoneses de Luesia, Riel, Agüero, Murillo de Gallego, LOARRE, Nocito y Matidero. Y en aquella zona levantaron el  Castillo de Loarre por los años de 1.033.

El Conde de Aranda, nacido en Siétamo, está enterrado en San Juan de la Peña  y era un apellido vasco, que está representando el escudo de los Abarca, en el Monumento a los Fueros de Navarra. 

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