Es un Café vivo, en medio de Pamplona, aunque recuerda su
origen de más de cien años, en que se empeña esta ciudad en seguir conservando.
Es una obra realizada a final del siglo XIX y parece que es la ciudad de
Pamplona, la que va contra la idea de modificar
el aspecto conservador, de un Café real. Cuando llega uno a este Café, no se
encuentra en un lugar antiguo, que le haga recordar un ambiente pasado de moda, sino que siempre se encuentra en una
Navarra antigua, que parece recordar una forma de vida ,que no se pasa, que no
se hace antigua, sino que a uno le parece recordar el origen de su lengua
vasca, con su amor a Navarra, que se niega a perder el “Egunon o Buenos días”,
como se encuentran los nombres vascos como Osca, Alerre, Ayerbe, Jabierre, repartido
por varios lugares de la Provincia de Osca. Yo he asistido en Ayerbe a clases
de vasco, cuando se estaba ya acabando la desaparición de esta lengua. Que se
ha acabado de hablar el vasco en Uncastillo, donde en su iglesia se encuentran
pinturas vascas,
En la Plaza del
Castillo de Pamplona, en el centro de esta ciudad y en su cara Sur, bajo unos porches, que
albergan la Cafetería, se alzan numerosos veladores con sus sillas para tomar un
café. En el buen tiempo están llenos los veladores de la terraza, de alegres y
divertidos consumidores de café. En estos porches los protegen del sol a los
clientes, unas elevadas cortinas, que los protegen de los rayos del luminoso Astro.
Hacia el centro
de la Plaza preside un kiosco municipal, que en ocasiones está habitado en su
elevado círculo, por un grupo de músicos o cantantes, que son escuchados por la
multitud de asistentes para escuchar y
gozar las notas musicales, que elevan por medio de los oídos de los clientes, que
están tomando sus bebidas, como si fueran las notas de la palabra café.
Aquella Plaza
del Castillo de Pamplona, parece que la
ciudad se mira al cielo, a través de su claridad, a través de aquel cielo, unas
veces soleado, otras lluvioso, pero siempre atractivo.
El cielo con la
música que brota de la Plaza Central, de
su kiosco, mantiene las inteligencias y el placer sonoro de los que ocupan, todas
las sillerías de los cafés.
Esta Plaza
invita a los que llegan a alguno de los cuatro lados de este paraje maravilloso
bajo el Cielo, pero no sólo les da gozo, sino que los invita a penetrar al Centro
del Café.
Este Café está
interiormente dotado de unos cuatrocientos metros cuadrados de superficie con nueve
columnas.
Para entrar en
Café es preciso pasar por la acera, donde se encuentran muchas mesas con sus
sillas para ofrecer a los ciudadanos unos buenos tragos de vinos y licores, que
acompañan platos de placenteras tapas.
Entrando por las
puertas con sus trabajos de artistas que gravan la madera, se encuentra uno en
un ambiente sorprendente por su altura, que da la impresión al que penetra en
dicho local que parece no tener límites.
Uno se queda mirando este local ,sin saber por dónde
empezar y seguir admirando sus múltiples
ideas de las que unas, representan la belleza y otras te hace imaginar, distintas
formas de admirar tus sentidos. En la parte superior del enorme salón circulan
unos pasillos de madera labrada, en que parecen brotar plantas forales, con la
misión de las mismas de embellecer el ambiente elevado del salón y a las que
hay necesidad de mirarlas para poder apreciar si dan flores frescas o son
recuerdos de la belleza vivida en aquel salón. En la pared que mira hacia el oeste del Gran Salón, dan sus reflejos luminosos
unos reflejos brillantes que a su vez reciben tales reflejos de lámparas
luminosas. Por la fachada que mira a la Plaza, unas veces entran rayos
luminosos y otras luces más reducidas por las nubes que corren por el cielo.
Entre las mesas
y sillas que acogen a los visitadores del gran salón se alzan varias columnas, que no son jónicas, sino de unos volúmenes que
son más recios por su proximidad al suelo y van tornándose más delgados, con
distintos adornos. Sostienen unos adornados pasos, que como he dicho saltan de
ellos , muchas flores no verdes sino colocadas , hace ya muchos años para
embellecer aquel ambiente viejo y nuevo, pasado y al mismo tiempo anunciador
del porvenir. Esas columnas sobre las que se asientan esos jardines de flores
que dan alegría a unos y tristeza a otros, ofrecen a los clientes unos
colgantes de abrigos, chaquetas y sombreros al lado de las mesas en que los
visitantes, toman sus cafés.
Pamplona es la
capital de Navarra y Huesca y su provincia fue conquistada entre otros navarros
por Sancho el Mayor de Navarra (990-1.035). Levantó en Loarre el Castillo de este nombre, que ha alcanzado
una de las mejores calificaciones de castillos medievales del Mundo. En esta
zona aragonesa se encuentran los pueblos aragoneses de Luesia, Riel, Agüero,
Murillo de Gallego, LOARRE, Nocito y Matidero. Y en aquella zona levantaron el Castillo de Loarre por los años de 1.033.
El Conde de Aranda, nacido en Siétamo, está enterrado en San Juan de la Peña y era un apellido vasco, que está representando el escudo de los Abarca, en el Monumento a los Fueros de Navarra.
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