miércoles, 15 de junio de 2022

En ambas vertientes de la frontera.-


                     

¡Oh la la!, exclaman los vecinos del Norte de los Pirineos cuando en presencia de su republicana bandera o como ellos dicen “son drapeau”, oyen sonar la Marsellesa.¡Oh, es que los franceses están orgullosos de serlo!,  lo que me parece muy bien, pero lo que me parece mal es que desprecian a sus vecinos del Sur. No me parece justo, porque subiendo a Francia por Biescas, por Lanuza y por Sallent, se ven lugares arquitectónicamente nuevos y que agradan a la vista y se encuentran viejos edificios en restauración y se ve circular a muchos hombres, mujeres y niños, que toman sus refrescos en los bares, meriendan en verdes prados, otros pintan o repintan las fachadas de sus casas y algunos escalan las montañas.

A esos pueblos se va por carreteras que en general están bien arregladas y cuando llegas al Formigal, se encuentra uno a multitud de españoles y de franceses que están comiendo en alguno de los múltiples restaurantes que allí se encuentran, pero si quieres bajar al lado Norte de los Pirineos se pasa el Puerto del Portalet y empiezas a bajar y bajar por una estrecha y retorcida carretera, que pasa por pueblos pequeños y de una elegancia vieja, ya que no han sido retocados ni se ve ni se huele la pintura que realegra los antiguos pueblos. Al pasar por Gabas se ve como los apellidos aragoneses son comunes en el Midi y en Aragón, pero se observa como esas zonas están poco pobladas y casi no hay niños. Se pasa por una central eléctrica, que tiene una arquitectura que recuerda la elegancia, pero que parece un lugar abandonado, que produce tristeza a quien lo mira y verdaderamente dan ganas de llorar, como pasó con casa Carderera y        Almudévar en el Coso Alto, que era de modelo francés y fue derribada. Al llegar a la llanura el paisaje es encantador porque está todo verde y sus árboles proliferan por todas partes, pero las casas de campo revelan que sus habitantes no tienen un alto nivel de vida. Durante el invierno del año dos mil las carreteras españolas estaban limpias de nieve y se veían por ellas numerosos quitanieves y al llegar a Urdós con dificultad, nos sorprendió la presencia de un señor con un carretillo lleno de sal,  la cual iba echando con una paleta por la carretera. En verano aquellas orillas del río Gave se llenan de españoles que visitan la parte francesa.

Uno se pregunta ¿qué es lo aquí pasa?, ya que aquí se demuestra que los franceses no tienen interés por arreglar las carreteras, pero aquí en España parece que en Madrid pasa lo mismo, porque confían en La Junquera y en Irún, con lo que creen que España tiene resuelto el problema, pero desde luego que Aragón las está pasando muy mal.

He hablado un día de este mes de Abril del año 2005 con un altoaragonés, que nació y tiene su familia en un pueblo de la frontera y me dijo que los franceses son orgullosos y miran con desprecio a los españoles. Aunque admiten ser invitados por los altoaragoneses, ellos no nos invitan ni a queso, que tienen tan abundante y siguen con su ¡oh la la ¡ ,apreciando su bandera nacional y escuchando la Marsellesa.

El Alto aragonés me dijo que aborrecido de tal situación había ido a Estrasburgo a buscar la solución a nuestras carreteras. Le dieron esperanzas, pero los franceses siguen sin interés por resolver el problema y ¿sin intereses en sus bolsillos o pochas, para tal fin?.

Estamos en Europa y España tiene necesidad de comunicarse con ella a través del Pirineo aragonés porque no se deben olvidar de que los pasos a través de Irún y de La Junquera están situados en autonomías nacionalistas.

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