viernes, 25 de noviembre de 2022

Valero Almudévar y Castillo (Primera Parte).

 

                                                                     Loporzano (Huesca)

Me resulta agradable enterarme de que hay otros hombres que llevan  el mismo apellido que yo tengo, es decir Almudévar. Mi hijo, Mariano, que vive en Madrid, me dijo que cerca de donde él vive, existía el apellido Almudévar. Llegó el verano del año 2002 y estando en mi casa de Siétamo ( Huesca), llamó alguien  en el portal; bajé y encontré a una joven pareja y me dijeron que ella era una Almudévar e iba con su esposo, buscando el origen de su estirpe. Los hice subir y aclaramos que ella y sus padres y hermana, vivían en Madrid y resultaron ser los vecinos de mi hijo. Por los datos que me dieron, dedujimos que venían del Somontano, zona que se encuentra debajo de la Sierra de Guara, pero no aclaramos si era del pueblo de Barluenga o  del de Loporzano, de los cuales  sospechaban que venía el origen de sus antepasados. Todos los Almudévar tenemos nuestro apellido originado en la homónima Villa, después pasaron a Sieso y de tal lugar a Casbas, Loporzano, Castilsabás, Sasa del Abadiado, Loporzano, Siétamo, Blecua, Torres de Barbués, Zaragoza, Barcelona y América, etc.

Pero la joven, en tanto  buscábamos  una solución al problema,  se fijaba en el tamaño de las orejas de los allí presentes, aunque ella las tenía proporcionadas y con  encanto y dijo que los Almudévar tenían grandes las orejas y esta declaración me acabó de aclarar nuestra consanguinidad, ya que en mi casa, como en la suya, siempre se bromeaba con dicho asunto. Mi propio padre estaba bien dotado de tales instrumentos así como mi hermano mayor Manolo e incluso el que me seguía en edad, Luis “el Marino”.

Como he escrito, al empezar esta “historia”, es agradable enterarse de que hay otros hombres con tu mismo apellido y al mismo tiempo resulta curioso ver, como después de cientos de años, sin conocernos, hacemos en nuestros hogares los mismos intranscendentes comentarios, pero que salen del corazón; en este caso comentarios sobre nuestras orejas. Al cabo de cierto tiempo, Rafael Almudévar, el padre de la que nos hizo tales auriculares revelaciones, me mandó unos libros, escritos por su bisabuelo Don Valero Almudévar y Castillo, editados en 1886, en que se encuentra su retrato, noble retrato con una cara limpia de vicios y malas pasiones, en que se adivina una gran inteligencia y un corazón enorme, como resultan también sus orejas.

El texto del libro viene a demostrar lo que tuvieron que trabajar y sufrir los Maestros Nacionales, pues después de contar las amenazas y desprecios que sufrió, ejerciendo tal labor  en nuestra provincia de Huesca, acaba su libro, diciendo a sus alumnos: ”Me contento con vuestro cariño, ahora, y con vuestro recuerdo, después. Vuelvo a repetir lo de siempre: aplicaos mucho, obedeced a vuestros padres, respetad a los mayores, sed muy juiciosos, y algún día, cuando seáis mayores, acordaos de este anciano, que ya habrá muerto, y que sólo os demanda, como un tributo al cariño, un triste recuerdo a su memoria: una  plegaria”.

Yo estaba entusiasmado con los libros, que me mandó Rafael, pues en ellos yo creía que podría encontrar mi ligazón familiar y el buscado origen del pueblo, de la casa y de la familia de los vecinos madrileños de mi hijo. Pero cuando los leí, me di cuenta de la grandeza de espíritu de Valero Almudévar, porque en dichos libros cuenta su historia pedagógica en diversos pueblos de la provincia de Huesca, pero no dice con todas las letras que se trata de nuestra provincia ni escribe enteros los nombres de los pueblos en que estuvo ejerciendo de Maestro Nacional. Se limita a poner la letra mayúscula inicial de cada pueblo. Nos habla de su padre, de su madre y de la joven que llegó a ser su esposa, pero no dice como se llamaban ni donde nacieron. Pero uno piensa y llega a la conclusión de que tal vez  no diga esos nombres porque explica como alguno de aquellos pobres campesinos de los pueblos no tenían dinero ni sabían, en su inmensa mayoría leer ni escribir; estas circunstancias les hacían rebelarse en algunos casos, contra la presencia de un Maestro al que tenían que pagarle los Ayuntamientos, con el dinero que recogían entre los vecinos.

El libro titulado “Memorias de un Maestro de Escuela”, se publicó el año 1886 y se lo dedicó a Don Práxedes  Mateo Sagasta.

Comienza el libro, tratando de ocultar el autor su buena fe, pues atribuye su vocación al Magisterio, a “un íntimo amigo …y condiscípulo de la infancia”, al que atribuye “un verdadero amor a la enseñanza …razón por la cual pretendió sin duda ganar la corona del martirio, y lo demostró en el rudo empeño con que quiso hacer una verdadera práctica en las localidades más atrasadas de la Nación, donde  la ignorancia se marcara más ostensiblemente, porque por desgracia es una triste y reconocida verdad, que la instrucción primaria está sumamente descuidada en pueblos que por su posición topográfica, por sus productos, por su historia, por su origen, debían ocupar un puesto de preferencia en la estadística del progreso y de la ilustración”.

Estaba ya Valero Almudévar, acoplado al ambiente madrileño y allí estudió su carrera de Maestro. Sus amigos le aconsejaban que se quedara en la capital de España, donde ganaría  diez o doce mil reales anuales, proporcionándole casa para vivir, pero como era “un joven lleno de ilusiones…ya había escogido y fijado el sitio donde deseaba ejercer su profesión, siendo éste una provincia del Norte”. Este comportamiento pone de manifiesto el idealismo de Valero, nombre que en el libro no escriben de tal forma, sino simplemente con una V. La provincia del Norte era, sencillamente Huesca, también escrita con una sola H, tierra de sus antepasados y que amaba con todo su corazón.

Se comprende el deseo del Maestro, pues él mismo  había nacido en tal provincia y probablemente en el pueblo de Loporzano. 

El día dos de mayo de 1864, despedido por su familia y por numerosos amigos, marchó en el tren hacia Huesca.”Poco tiempo después la madre y sus dos hijas siguieron el mismo camino, para residir en la capital de la provincia elegida”.

Diez años estuvo Valero en la provincia de Huesca, volviéndose a Madrid entre la alegría de sus amigos, que lo recibieron el día uno de marzo de 1874.

Había trabajado durante diez años por formarle una cultura al pueblo, cosa que no se consiguió en años posteriores, cuando en Navarra se ocuparon más de esa formación y se logró hacer una autonomía más desarrollada que en Huesca, donde sólo quedan unos doscientos diez mil habitantes y en Navarra son ya quinientos mil. Llegó Valero a su país natal,  presentándose al Secretario de la Junta Provincial, pidiéndole que le adjudicara un pueblo de los Pirineos y dicho Secretario le dijo, entre otras muchas cosas: ”Debió Vd. quedarse en Madrid, donde el magisterio está más atendido, pudiendo hacer una lucida práctica con elementos mucho más valiosos que los que aquí poseemos”. Después de esta entrevista, eligió el pueblo C… y acompañado por su querido padre José Almudévar, salieron de Huesca por la carretera de B (Barbastro) y fácilmente llegaron a la Villa de G (Graus).

Graus es el pueblo donde se levanta un monumento al gran Joaquín Costa, el profeta de los riegos de Aragón, cuyos ideales todavía no se han visto totalmente realizados. Nació en Monzón, pero su familia era de Graus y allí vivió durante mucho tiempo. Es Graus la capital de la Ribagorza Alta y a su vez se divide en dos partes: la citada o Ribagorza Alta y la Ribagorza Baja. En toda ella se habla el ribagorzano, con numerosas variedades lingüísticas, pues por el occidente se acerca al aragonés y por el oriente llega a convertirse en catalán y por el pueblo donde enseñaba Valero, llamaban a su lengua el patués, porque en él empezaba a darse la influencia del dialecto francés. En  la Ribagorza Alta el clima es pirenaico y las casas tienen los tejados, como dice Valero, formados con piedras pizarrosas y planas, en cambio por abajo todavía se usan las tejas de barro.

Desde Graus el camino se convertía en áspero, lo que hacía imposible circular por él en un carruaje. A medida que iban subiendo se encontraban con numerosas aldeas, tantas que Valero dudaba que estuvieran todas consignadas en los mapas. He dicho que la lengua era el ribagorzano, pero su variedad era enorme y Valero dice: ” a  medida que íbamos andando, el carácter y costumbres de los habitantes eran distintos”.

Una vez llegado al pueblo C…Castejón de Sos,   después de saludar al Alcalde,”observé que éste se hallaba dividido en dos partes, llamadas por los naturales, villa de arriba y villa de abajo, y en el centro de las dos orillas estaban la Iglesia y la Escuela”.

¿Cómo he podido encontrar el verdadero nombre del pueblo C de don Valero?, sencillámente, porque en el libro número tres de la “Colección de Estudios Aragoneses”, sale un tratado etnológico-léxico de Castejón de Sos y comarca, pone que el barrio alto se llamaba “Cabo llugá” y al bajo lo conocían como “Suelo llugá”.

Verdaderamente podía uno confundirse a pesar de esta coincidencia entre Don Valero y el libro de la “Colección de Estudios Aragoneses”, porque entonces no eran las cosas iguales a las de ahora. Ya lo  explica Valero cuando dice que salió de Huesca el día dieciocho de Mayo del año mil ochocientos sesenta y cuatro, acompañado de su padre, pero son tantas las coincidencias que no cabe error entre el pueblo C. y Castejón de Sos. Afirma Valero que llegaron a Graus sin ninguna dificultad, pero desde allí “encontró  un camino tan áspero, que se hacía imposible transitar por él en carruaje”. Le  impresionaba el cambio de los paisajes y de las costumbres de las gentes al subir hacia arriba, viendo como los tejados cambiaban las tejas de barro por piedras de pizarra y esa impresión le hace decir en el libro: ”la naturaleza en todo su esplendor, nos infundía respeto”.Le llamaban la atención aquellas numerosa aldeas, de las que en estos tiempos han desaparecido más de doscientas.”Las crestas de las montañas conservaban todavía nieve, a pesar de estar en el último tercio de Mayo”. La carretera no se abrió hasta principios del siglo XX, a través del desfiladero de Ventamillo, debajo del cual estaba, como decían los de Castejón, la “terra baixa”. Como cuenta Valero en su ascensión a su destino, desde Graus el camino era muy dificultoso y como dice Antonio Plaza “el habitante del valle tenía que andar entre tres y cuatro horas para comunicarse con sus vecinos franceses, ribagorzanos o chistavinos”.  Esto es lo que ocurría en verano, pero en invierno resultaba imposible ir a Francia o a Chistain. Antonio Plaza habla del valle y a sus habitantes los llamaba  “chen del  país” y al ganado de la zona lo llamaban “bestiá del país”.

Ahora pasando por Castejón de Sos se sube a Benasque y el pueblo de Sos produce energía eléctrica  y tiene ya una iglesia nueva. En un estudio presentado en la Universidad de Zaragoza como tesis de Licenciatura en el curso 1983-1984 se estudia la lengua de la zona presidida por Castejón de Sos, ”que es una localidad teóricamente más castellanizada por los contactos con el exterior y por haber recibido un notable número de emigrantes y turistas”.(Del libro de Antonio Plaza Boya).Estos estudios nos llevan a la conclusión de que el Condado de la Ribagorza era un territorio muy peculiar, entre Aragón, Cataluña y Francia, en el que había tres corrientes culturales, que hicieron formarse dialectos de transición, en la zona fronteriza de Cataluña y Aragón.

Entonces, en 1864, el dialecto o lengua estaba boyante, pues como dice Valero:”¡Cual sería mi sorpresa, al observar que los niños no me entendían a mí, ni yo entendía a los niños!.Yo les hablaba en castellano, y ellos en su chapurreado…En esta triste situación me encontraba, cuando mi anciano padre…vino en mi ayuda como una providencia, sacándome de mil apuros para hacerme entender de los niños y sirviéndome de intérprete a la vez”. El padre de Valero, es decir José Almudévar, como era del Somontano oscense, conocía la Fabla Aragonesa, que tenía diferencias con la que hablaban en Castejón de Sos, pero que en realidad se comprendían entre unos y otros. El tiempo pasa y yo, en el año 2003, me acuerdo de que en mi pueblo de Siétamo, cuando yo era joven, había muchos ciudadanos que hablaban cada día en aragonés, cuando otros lo evitaban. Todavía quedan personas, incluso jóvenes que todavía dicen palabras aragonesas, como, por ejemplo los artículos determinados:  O, A, Ro, Ra, Lo, La.

Después de presentarse Valero al alcalde salió “a visitar el pueblo y observó que éste se hallaba dividido en dos partes, llamadas por los naturales, villa de arriba y villa de abajo”.

Antonio Plaza, al escribir sobre la fiesta de San Juan describe el rito de los “foros”, palabra que no se encuentra en ningún diccionario de la fabla aragonesa, pero dice que en Laspaules se usa con el significado de hoguera. Y en Castejón de Sos “se organizaban dos foros”: uno en el “cabo llugá” o barrio alto y otro en el “suelo llugá” o barrio bajo”.

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