Me regaló mi amigo y vecino de Siétamo, Fernando Bruis, ya difunto, la fotografía de un carromatero de Junzano, que con “a zurriaga” colgada de su cuello, conducía, no un coche, sino un carro tirado por una mula, un caballo y un enorme burro como delantero, Aquel carromatero lo conocí en Alcalá del Obispo y al recordarle su actividad, se sintió feliz, pensando en los kilómetros de carretera que recorría con el carro arrastrado por mulas ,asnos y caballos, donde tenía que echar algún trago de vino, de aquel que llevaba en unos toneles , desde Torres de Montes a la República francesa.
El hecho de que estas escenas se estaban acabando en esta tierra y que precisamente la foto estaba tomada en la carretera N-240, que pasa por Siétamo, en la parte conocida como Avenida de San José, delante del Mesón de Casa Calvo, me movió a enmarcar dicha fotografía y a colgarla en una pared de la escalera de mi casa. Lo mismo hizo el comerciante, hijo de Borau de Torres, que era el vinatero, que a Francia le vendía el vino del Somontano, pues colgó un periódico con la foto del carro con su conductor de Junzano, en el Restaurante que inauguró en el citado Mesón.
Antes del invento de la rueda, las mercancías se transportaban a carga sobre los lomos de las caballerías, luego se depositaban en una especie de trineo, que se arrastraba directamente por el suelo y este hecho que suena a tiempos prehistóricos, ha sido contemplado por vecinos de Siétamo, e incluso usado por algunos de ellos, cuando enganchaban el “estirazo”, sobre el que sacaban piedras de los campos para limpiarlos de ellas, o, de las canteras para que los “piqueros” tallasen las dovelas de los arcos de las portales de las casas, las piedras que convertían en forma de cruces de las plazas o caminos, los bancos, los altares, los escudos, las pilas de piedra para comer y a veces beber las caballerías, las ovejas y “os tocinos”, las piletas para las gallinas y las piedras de sillería para las fachadas y para los pilares, entre los cuales se levantaban paredes de tierra roja y paja. Yo tuve un estirazo, pero se rompió y ya no lo hevisto más, aunque no puedo olvidarlo.
Yo creo que la aparición del carro, comparado con el estirazo, supuso un mayor adelanto que el que han traído los vehículos de motor con respecto al carro. De la misma forma que hay muchos modelos de coches y camiones, era grande el número de los modelos de carro. Las tartanas eran, con su toldo arqueado, como carros coquetos en los que se exhibía la vanidad de sus dueños, de la misma forma que hoy se “farda” con últimos modelos de automóviles. El motor siempre era delantero y de la misma forma que hoy puede ser de gasolina o de gasóleo, entonces podía ser de caballo trotón o de mula templada. La canción popular dice o canta: ”Doce cascabeles lleva mi caballo , por la carretera…” y ¡cómo se acuerdan nuestros mayores del sonido de los cascabeles, que les cuelgan del cuello a las caballerías! y que ahora, guardan, llenos de polvo, en las falsas de sus casas. Sería conveniente que alguno de nuestros organismos administrativos, por ejemplo la Diputación Provincial, recogiera para la posteridad y expusiera con dignidad, antes de que sea demasiado tarde, una diligencia, de aquellas que iban a Barbastro o a Panticosa, una galera con ”pugones” y todo, un carro de bueyes, un volquete, una tartana y uno de cada clase de aquellos medios de transporte, que los mayores de Siétamo, recuerdan mejor que yo, entre otras razones por haberlos usado, como los usó mi pariente Narbona Almudévar, que en Zaragoza, se le soltó la rueda del carro y lo mató. Yo todavía me acuerdo del carromatero de Junzano, que conducía el carro para llevar vino a Francia, envasado en toneles, colgados en la estructura del vehículo y cuando llegaba a Francia, antes de entrar en ella, se lo rechazaban en algunas ocasiones por tener un exceso de grados. Claro, que mi amigo de Junzano, hombre inteligente, se los rebajaba echándole agua al vino.
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