Resulta
difícil identificar a las fuinas, porque este nombre se les da en Aragón, en
tanto que en Castilla las llaman garduñas. Pero mirando en “La vida de los
animales”, del doctor Brehm, se entera uno de que sus nombres científicos son
Marta garduña y Martes foina, con lo uno se da cuenta de que nuestra fuina es
una marta, a la que unos llaman marta garduña y nosotros la conocemos con el
nombre de fuina. Es muy parecida a la Marta común, pero más pequeña, pues tiene
setenta centímetros de larga, de los que la cola forma la tercera parte. Son
tan parecida que a veces se reproducen entre ellas. Yo me acordaba de las
carniceras fuinas, pues las mujeres contaban que muchas veces habían entrado en
sus gallineros o palomares y habían matado cantidad de palomas o gallinas y se
habían bebido su sangre. Ahora ya casi no quedan fuinas como tampoco quedan en
nuestros montes, conejos, palomas torcaces o tórtolas. Un día del mes de
octubre del año 2006, un joven amigo con una inteligencia que yo la calificaría
de superior y una bondad inmensa, me contó lo que le ocurrió en su gallinero
hacía unos días. Ese gallinero lo limpia cada ocho días, porque durante la
semana se va a trabajar fuera del pueblo y en cierta ocasión, al ir a recoger
los huevos, encontró alrededor de unos veinte rotos y comidos. Siguió mirando y
encontró en un nidal una fuina, que estaba durmiendo de tanto que se había
hartado y descansaba, sin enemigos que la molestaran. La cogió y la observó en
todos sus detalles, pues me dijo que tenía la cara corta y achatada con sus
orejas pequeñas y el color de sus pelo pardo tirando a rojizo, y la garganta de
color blanco. Luego, al mirar los datos que sobre la garduña o fuina daba el
doctor Brehm, vi como coincidían los datos que me daba mi amigo con los que da
el doctor en su libro. Es más amiga la marta común, fuina o gascuña, que la grande, de aproximarse a la vivienda
del hombre o a los pequeños pueblos, donde se aloja en pajares y establos. Si
encuentra un pajar, crea una madriguera en la paja, en lugar de instalarse en
el hueco de un olivo. En estos nidos duerme tranquilamente todo el invierno.
Pepe de casa Lobateras, plantó un cepo en un olivar y viña, hace ya muchos
años, para coger algún conejo, pero le cayó una fuina, que se lo miraba como pidiendo
piedad y está actitud lo movió a soltarla, en lugar de venderse la piel,
entonces muy buscada. Esta fuina dormía en una olivera y no en una cuadra. Le
gustan las frutas, las gallinas, los pichones y los conejos, pero Brehm coincide con mi amigo, el
intelectual que se ha formado a sí mismo, en que “los huevos parecen ser su
golosina”. Al cogerla, la fuina lo miraba, como pidiéndole misericordia.
Coinciden también los dos maestros de la Naturaleza en que las fuinas se
aletargan después de su banquete, como mi amigo encontró a su depredadora,
durmiendo en un nidal de las gallinas. Igual que la garduña o fuina que cazó
Lobateras, se lo miraba como pidiéndole perdón, a mi amigo el intelectual le
hacía lo mismo, hasta el punto de que la soltó y de vez en cuando le echaba
comida al campo por encima de la pared del gallinero. Lo mismo cuenta Brehm de
otras fuinas que después de realizar sus carnicerías y
siendo perdonadas, hacían
compañía a sus amos y los entretenían con sus ágiles movimientos.¡Qué grandeza
de espíritu tiene mi amigo, porque él, sin haber leído “La vida de los
animales” de Brehm, adivinó que podía seguir siendo su amiga la pobre fuina y
por eso, cuando viene del pueblo donde
trabaja, le da alimentos, igual que a
sus gallinas. Tal vez así consiga que la
fuina deje de entrar en una casa vecina donde entra por pequeños agujeros y con
sus rápidos movimientos, hace que suene la alarma por la noche.
domingo, 1 de septiembre de 2024
Las fuinas.-
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