Mi difunto
hermano Manolo se llevó a Canadá un gran cuadro de Leoncio Mairal y mi hija
Pilar tiene expuesto otro cuadro del
mismo pintor y cuando lo miro, me acuerdo de él, porque identificaba sus cuadros con la tierra
altoaragonesa, desde los Pirineos hasta los Monegros. Nació en Jabierrelatre,
que junto con Rodellar, donde vivieron sus padres, se forma un paisaje
original, porque parece que la Sierra se ha roto y se ven paredes rocosas y
altos peñascos y las sendas que suben y que bajan, están llenas de piedras, que
parecen haber caído del cielo. De la zona de Jabierrelatre y de Rodellar, subía
unas veces a los verdes Pirineos, que en invierno la nieve los tornaba blancos
y en otras ocasiones aparecían ocres. Bajando de los Pirineos al Somontano, se
encontraba Leoncio con unas laderas pardas, a veces escasamente pobladas de
carrascas, de un verde oscuro y poco brillante. ¡Cómo captaba aquella tierra de “las pardas soledades
hondas”, según escribió de la suya Gabriel y Galán.
Pero hay
variedad de colores en el Somontano, pues en alguno de sus cuadros se ven
carrascas y cajigos y entre ellos proliferan multitudes de amapolas o ababoles,
que enrojecen el paisaje. Además se ven los olivos, eternamente verdes y los
almendros, que pierden su color verde, para volverse grises. En los Monegros
dejó Leoncio ver las “grises lontananzas muertas”, cerradas por la Sierra de
Alcubierre.
Es que Leoncio ponía ante los ojos de aquel que mira sus cuadros, el alma del Altoaragón y la suya propia, con la que se recreaba cuando por él viajaba, captando unas veces la belleza de algunos verdes paisajes o la tristeza de las pardas tierras. Y ahora en este su último viaje, desde el color azul de las alturas del cielo podrá ver todo el mapa del Altoaragón, en un sólo cuadro de todos los colores.
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