domingo, 6 de abril de 2025

Cañonazos en Siétamo, durante la Guerra Civil (2ª Parte)

 


Siguiendo por la  Calle Alta, se llega a la era, donde en el pajar, destruido por los cañonazos,  en la parte también oriental de ve en lo alto de la pared otro círculo obra también de la artillería. A mi hijo en el campo, llamado Valdecán, le salió una bala de cañón del siete y medio, que los técnicos de la Guardia Civil, se llevaron, junto con otra bala encontrada en la balsa de la Huerta del Conde de Aranda y la de la pared de la Iglesia, en el corral de mi casa, que cierra el acceso a este proyectil. Estos jóvenes de Casa Gabardilla, José Angel y Jorge, son jóvenes y no estuvieron en la Guerra , pero se acuerdan de ella, por habar tenido que reparar los destrozos producidos por esa Guerra tan cruel, por la explosión en su huerto de un bala de cañón y hoy las dos balas de cañón encontradas en casa de su madre y hermanas, de apellido Palacio. Si tomas parte en una conversación con los pocos hijos de Siétamo que van quedando, uno te recuerda el gran proyectil artillero que encontraron en el chalet del francés Antonio Bergua y otro te cuenta de la bomba encontrada en la partida agrícola de Olivito.

Gracias a Dios esos hallazgos no han producido muertos después de la Guerra, pero José o Pepe Ferrando, siendo un niño todavía, manipulando una bomba de mano,  encontrada en la ruinas de casa de Cavero, le explotó y le dejó sin tres dedos en una de sus manos. Allí los niños, buscábamos balines de las balas de fusil, de lo que yo tanto me acuerdo y que mi primo de Fañanás, cuando subió a Siétamo a lamentar su aspecto de pueblo destruido, escribió de los niños buscando balines.  A Pepe lo nombraron cartero del pueblo y alguacil,  más tarde. Todavía vive, pero su silencio hace recordar, sin comentarios, los crímenes de esa Guerra.



El periódico La Vanguardia de día 29 de Septiembre de 1936, en la página 14, escribe: ”Han proseguido esta tarde, con gran intensidad los ataques de nuestra aviación y artillería contra Estrecho Quinto y Montearagón”. Estaban los nacionales rodeados por los gubernamentales desde el 29 de Agosto de 1936”. La historiadora Carmen Nueno Carrera, escribe que el Montearagón fue asaltado por los milicianos anarquistas, pues sus defensores estaban casi muertos de hambre y que “había un cañón pesado, que probablemente databa del siglo XIX”. Sender escribió que los cañones disparados por los nacionales, destruyeron Siétamo, pero el 29 de Agosto de 1936, no fue posible lograr esos éxitos con un viejo cañón del siglo XIX. Pero los guerreros de los sindicatos tampoco debían tener muchos y buenos cañones, sin embargo Orwell, escribió que “el general que mandaba las tropas del gobierno, dijo alegremente: ”mañana tomaremos café en Huesca”, pero  más serio fue lo que dijo sobre la artillería,:”no sé qué importancia hubiera tenido la captura de Huesca, pero seguro que se hubiera podido tomar en Febrero o Marzo, disponiendo de “artillería adecuada”. A finales de Junio se inició el gran ataque a Huesca, claramente por motivos políticos, para dar una victoria al Ejército Popular y desacreditar a la milicia de la CNT”. Y sigue Orwell escribiendo.” Un número de hombres que estuvieron en el ataque de Huesca, me aseguraron que  el General Pozas había retenido a sabiendas la Artillería, para conseguir que murieran el mayor número de posible de tropas del POUM, seguramente es verdad, pero muestra el resultado de las campañas, como la llevada a cabo por la prensa comunista”. Pero se fueron enriqueciendo las baterías de cañones rusos de 75 mm. “que disparaban desde muy cerca de nuestra retaguardia….y detrás de Monflorite había dos cañones muy pesados que disparaban muy pocas veces al día”. Aquí repite la historia de la escritora Carmen Nueno  Carrera,que decía que en lo alto de Montearagón,  antigua fortaleza medieval, los milicianos del gobierno la habían asaltado, encontrando un solo cañón pesado del siglo XIX.  Estas notas sobre el resultado de las campañas, las escribió Orwell a finales de Abril de 1937, antes de su marcha  a Barcelona, de donde se escapó de España por el peligro que corrían los anarquistas por parte del comunismo.

A medida que avanzaba la Guerra Civil, iban aumentando el número de cañones y de tanques provenientes de Rusia, pues los rusos se cobraron todas sus aportaciones con el oro del Banco de España, que se llevaron a Moscú y del que ya no se ha sabido nada más.

En Ibieca, pueblo muy próximo a Siétamo se preparó una sociedad, en la que trabajaban todos los que fueron dueños de la tierra y los partidarios de la revolución se dedicaban a gobernar los que nunca habían trabajado, según aseguraban ellos.” A medida que la columna de Durruti avanzaba, como en las de la CNT, se iban formando colectividades campesinas que abolieron la propiedad privada, el dinero y el asalariado. Esta legislación, el haber facilitado al Ejército su labor y la pronta aportación de cañones, poniéndolos en lucha, tal vez hubieran hecho que el gobierno ganara la Guerra Civil.

“Fue angustiosa la situación de los sitiados en Estrecho Quinto y Monte Aragón” anuncia la Vanguardia y cuenta unas historias que yo conocía, pero que me satisface verlas en periódico de aquellos años de 1936. Dice el periódico que trescientos hombres y unos cien vecinos de Siétamo, permanecían aislados al aire libre, en lo más elevado del Estrecho Quinto, pasando hambre hasta el día 29 de Agosto de 1936. Entre ellos estaba, que yo me acuerdo de ellos, el Doctor Coarasa, que salvó a una niña de Casa Sipán y se la entregó a su madre, dueña de dicha casa. El Coronel Villalba, coronel de Barbastro, cuyo comportamiento fue con cierta frecuencia favorable a los sublevados, escribió una carta al comandante nacional Carlos de Ayala,  jefe de la posición. Dice la prensa: “un enlace salió rápidamente de Siétamo, para dar cuenta de este diálogo al Coronel Villaba… la carta salió de Barbastro a Siétamo y una mujeruca de ese poblado la hizo llegar a manos de los rebeldes… La vieja avanzó con su bandera blanca por la carretera, hasta llegar a nosotros. Entregó la carta a un soldado, éste se la dio a un alférez; el alférez la puso en manos del capitán Ramón Mesa, que fue quien leyó la carta y la rompió después. Al aventar los pedazos de papel, le oí comentar. ”Mientras quede aquí un fusil, los rojos no entrarán en Estrecho Quinto”….   “ Muchos  campesinos viven ya a la intemperie , y a esa larga lista de víctimas habrá que añadir los trescientos soldados y los cien vecinos de Siétamo que viven en Estrecho Quinto unas horas de pesadilla bajo la metralla de nuestros cañones… Sigue nuestro ataque de artillería y aviación”. “ A media mañana la aviación rebelde voló encima de nuestras líneas y lanzó paquetes de periódicos, principalmente de “El Noticiero de Zaragoza”. Hace dos o tres días que la aviación enemiga parece que está falta de municiones y se dedica a lanzar papeles, que no producen ningún efecto entre nuestras fuerzas”. Tal vez fuera cierto que los nacionales carecían de bombas para atacar al enemigo, pero siendo así, poco daño podrían causar en Siétamo lo aviones nacionales. El día doce de Septiembre se retiraron los nacionales de Siétamo y se posicionaron en el Estrecho Quinto. De aquí el día treinta del mismo mes, se retiraron en medio de dificultades a Huesca. Con ellos marchó la “mujeruca” que provista de una bandera blanca llevó desde Siétamo al Estrecho Quinto la carta del Coronel Alonso de Barbastro. Habla “El Noticiero” de la señora Concepción Ferrando Periga  como de una mujeruca, cuando era una auténtica señora, humilde económicamente pero trabajadora. Nosotros la llamábamos “Siña Concha”, con un gran cariño y confianza, porque ella era, antes de la Guerra Civil, la que nos cuidaba a mis hermanos Luis, Jesús y a mí mismo. Yo tenía cinco años, cerca de los seis y ella me gritaba: “Hijo mío, ¡ladrón!, tú tendrás cien años de perdón”. Por lo que se deducía de que aquí en España, ya había muchos que aspiraban a ser ladrones de gobierno y me gritaba : “¡ Inacier, tu serás ladrón de gobierno!”. No lo consiguió, pero veía un buen porvenir en esa profesión, pues hasta los rusos se llevaron el oro de España. Era una mujer de un físico de baja estatura y ligera de paso. Iba vestida, hasta que se murió, con unas sayas que le llegaban a los pies y su cabeza estaba siempre protegida por una pañoleta. ¡Qué bien desfilaría desde Siétamo por la carretera, hasta el Estrecho Quinto, con su paso ligero con su bandera blanca!. No volvió a Siétamo hasta que no acabó la Guerra Civil y en Siétamo, tenía una pequeña casa, con su corral en el que criaba gallinas y conejos chinos. Más de una vez nos invitaba a merendar a su sobrino, que de niño estuvo de corneta en la Legión y que se retiró en Huesca. Cuando volvimos a vivir en Siétamo, ella vivía con nosotros,  hasta que se fue a casa de mis parientes los de la Farmacia y a última hora se refugió en las Hermanitas de los Pobres. Allí iba yo a verla y me cogía de la mano y no la soltaba. Ya nos había salvado la casa de un incendio, para dar cobijo a Durruti y ahora le dolía tener que separarse de mí. Yo creo que algún día nos volveremos a ver en la otra vida.

En el libro de Antonio Trisán Viñuales,  titulado “Así fue…No sucumbí”, este señor de Fañanás y conocido por mi familia, igual que su hermano José María, fue conductor de un camión de los nacionales, en la primera reconquista de Siétamo a los “rojos” y cuenta muchas cosas de las que allí sucedieron. Fue esta reconquista de Siétamo en los primeros días de Agosto de 1936 y en ella participó Antonio Trisán Viñuales y su hermano José María, con el que durante bastante tiempo después de la Guerra Civil, cultivamos una buena amistad. Ambos hermanos sintieron necesidad de entrar en casa Almudévar, abandonada por todos los hombres y mujeres. José María al ver tantos cuadros,  muebles y libros, se dio cuenta de que lo mejor que podía rescatar a mi padre, serían las escrituras. En un saco las introdujo todas desde el siglo XVII y las llevó a la Farmacia de mis parientes los Llanas Almudévar de Huesca. Gracias a José María Trisán, puedo transcribir historias y planos del proyecto de riegos de Siétamo con el río Guatizalema. No se pudo realizar la obra de regar el monte de Siétamo,  porque otra guerra de los Carlistas, anterior a la del 1936, lo impidió.  

Antonio Trisán, en su libro, escribe: ”En la Plaza hay una casa señorial saqueada y una iglesia…que en su interior se ven dos cadáveres de los últimos defensores. Por todo el pueblo, la legión con sus cantos y sus disputas. En el centro de la Plaza está el monumento obligado en estos pueblos del Alto Aragón: la clásica cruz de piedra con su escalinata”. Esa Cruz todavía nos reúne muchas tardes a sentarnos en las escaleras pétreas, pero la columna que se eleva,  ya no es de piedra, porque la reconstruyó el pueblo con ladrillo, ya que en su segunda entrada en Siétamo, la derribaron. “mientras la tropa vivaquea alegremente, me dedico a dar un vistazo por la casa y por la iglesia, que parecen más castigadas…hay dos imágenes, patronas del lugar. La primera representa a SanPedro, es una talla corriente, de proporciones naturales, vestido de obispo con las clásicas llaves del cielo…..Ilustre portero que ha de visar nuestro salvoconducto, cuando emprendamos el último viaje. Acuérdate de este soldado que mientras el resto de sus compañeros bebía y comía en un festín bárbaro, sobre las ruinas de tu lar, sintió la dulce necesidad de penetrar en los misterios de tu arcano. La otra imagen es una Virgencita...que tiene un nombre evocador, hermoso:¡la Virgen de la Esperanza!....Hay una penumbra suave, tan suave que no he visto al entrar un charco de sangre negra la pie del altar mayor. Un defensor herido se debió arrastrar hasta aquí en un supremo esfuerzo. ¡Ya no estaba el héroe ta lejos de su Dios y de su gloria!...Yo pensando en la religiosidad de mi madre que no sabe donde estoy, mascullo una plegaria a esta imagen lugareña …nuestra dulce patrona: ¡la Virgen de la Esperanza!. Sin esperanza el mundo ¿qué sería?.”

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