lunes, 12 de julio de 2010

Reacciones contra la crisis

Este mes de Junio del año 2010, he visitado un gran almacén de comercio de materiales eléctricos. Su fundador me reconoció rápidamente y yo me alegré al identificar a dicho señor, que conocí sencillamente cuando era un muchacho joven. No me extraña que haya llegado a extender la energía eléctrica, obra de Dios, como hemos visto tantas veces al sorprendernos el brillo de los rayos en las tormentas, que se daban en verano. Hombres como éste, hacen falta en la sociedad actual, para que todos tengan trabajo y les llegue “el pan nuestro de cada día”.En la provincia de Huesca ha habido siempre muchos hombres y mujeres, que han influido en la religión, en la sabiduría, en la literatura, en la medicina, en la agricultura y en la ingeniería. Aquí, en estos momentos, me encuentro con un hombre, que con su sonrisa ilumina a los que con él se encuentran, en su espíritu y en su vida diaria, como ocurre con la energía eléctrica, que también mueve las cocinas, las lavadoras, las máquinas industriales y que ahora interviene en el problema del petróleo, haciendo que los automóviles circulen, movidos por la electricidad. Ente esos hombres se encuentran San Lorenzo y San Vicente, Miguel Servet, San José de Calasanz, el escritor Llanas, Ramón y Cajal, Costa, y en estos momentos trabajan para el pueblo Arenas, Carlos López Otín, Barluenga y tantos otros. Entre las mujeres, no puedo olvidar a la poetisa Ana María Abarca de Bolea, tía del Conde de Aranda. Pero ahora, los jóvenes necesitan guías, que los iluminen y despierten en ellos el deseo del trabajo, de la prudencia y del buen obrar.

Antes, en el Seminario de Huesca, llegaron a estudiar dos mil setecientos seminaristas, desde 1951 a 1970. Estos eran “hijos de hombres de bien, de buena habilidad y bien inclinados” y luego instruidos y dirigidos por aquellos sacerdotes, que desgraciadamente van desapareciendo de nuestra vida. No sólo estudiaban, sino que los jueves y los sábados, iban a las cabañeras de Apiés, a jugar al fútbol y allí iban andando y volvían al seminario, corriendo. Iban también al río Isuela, cerca de la Ermita de Santa Lucía y de las fuentes de Marcelo y Jara. Entonces aquellos ríos y fuentes eran de aguas limpias, no como ahora, que están contaminados. En aquellas fuentes saciaban su sed, que les daban vida y ánimos para trabajar en sus estudios y en sus diversiones.

Entre las normas para seleccionar seminaristas, estaban las palabras de San Alfonso María de Liborio, que dijo: “mejor pocos y buenos que muchos y malos e inútiles”.

En el Seminario se organizaban veladas artísticas, musicales, actos de magia e ilusión y sobre todo el canto musical. Hacían excursiones, como peregrinaciones a la Virgen del Viñedo, a Siétamo, a Bellestar, pero “corriendo”, no caminando lentamente. Se levantaban todos los días a las seis y media de la mañana y se acostaban a las diez de la noche, lo que formaba sus cuerpos en la disciplina y en la grandeza de su espíritu.

Varios de estos antiguos seminaristas no han podido olvidar sus años de formación y decidieron publicar un libro, que relata la verdad de algunas historias y anécdotas de la vida vivida en el Seminario.

Este libro no se ha publicado, pero en estos momentos de crisis moral y económica, serían un ejemplo a seguir por los jóvenes actuales, para que este país no cayera en la indisciplina, la droga, la corrupción y en el abandono de la moral y del trabajo, que traen la injusticia entre los hombres.

Ese libro demuestra que “la filosofía es útil en tanto mantenga una innovación de las imágenes fundamentales que ilumina el sistema social”. Esto lo escribe Arias de la Canal, pero lo han practicado los ex seminaristas, que con el dueño del gran almacén de productos eléctricos, escribieron el libro sin publicar, después de varios años de estudiar filosofía y que él me mostró con el nostálgico recuerdo de su vida de seminarista.

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