domingo, 28 de agosto de 2011

Los recuerdos de un hombre nacido en Arbaniés


Cuando subo al pueblo de Arbaniés, me encuentro con las ruinas de una ermita, que es un recuerdo del pasado y dentro de ella acoge una losa de piedra, que con su escrito picado, pretende dar la memoria de un hijo de Arbaniés.  A veces veo las casas de varios vecinos, pero en ocasiones no puedo hablar con nadie, porque unos están en Huesca, otros en Cataluña y muchos, como los de casa Azara, que subieron de Siétamo a Arbaniés, a casarse hace ya multitud de años, han desaparecido. Pero casi todos los días me encuentro en Siétamo, con Francisco San Román, nacido en este pueblo de Arbaniés y que vive con su hija en Huesca capital y trabajó durante muchos años, acompañado de su esposa, a la que recuerda constantemente, en Cataluña.  Esos sentimientos de nostalgia que yo siento al subir a este pueblo, los siente él en su corazón y los tiene escritos en una colección de folios. Me ha llamado la atención,  especialmente uno titulado “A mi pueblo”, que así reza”: “Arbaniés,  este es mi pueblo, aquel que sufrió la Guerra-De terrenos arriscados y el llano junto a  la Sierra-Con gentes trabajadoras, sin riqueza, en esta tierra-Con sus campos de secano, y esas casas, con miseria”. Francisco, cuando volvió de vivir en Begur, en la provincia de Gerona, apoyado por Filemón Castro, trató con un americano de Miami, para crear en “La Valle de Aquillán”, un vivero para árboles frutales, que enriquecieran la comarca, pero la actitud de los pocos habitantes que quedaban en Arbaniés, hizo que lo fundara en otras tierras, donde trabajan unos veinte empleados. Francisco se acordaba de la iniciativa de los catalanes y quería ponerla en acción en Arbaniés,  “para que un día sus hijos, puedan volver a esta Tierra- a disfrutar de este sol, de los hielos o la niebla”. El soñaba que en su pueblo hubiera  trabajo,  como lo tenían sus “amigos catalanes” y también los navarros del pueblo que se encuentra cerca de Pamplona y que se llama Arbuniés.
Ha llegado la Crisis, pues ya no quedan habitantes  en los pueblos, lo que Francisco expresa de la siguiente forma:”Porque nuestro sol no brilla, porque la luna se apaga” porque se marcharon de sus tierras como emigrantes, “dejando solos los pueblos, se van esposas e hijos, sólo quedan los abuelos” y acaba diciendo:”si no defendemos nuestra tierra, ¿queda alguna cosa más?”. Francisco se acuerda de aquellos pueblos como Arbaniés y Coscullano, donde con su burra, cargada de panes metidos en “covanetas”, les dotaba del “pan nuestro de cada día”, ya que era de casa del panadero de Arbaniés.

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