Belarra (Huesca) |
Mi amigo Belarre de Huesca, está
ya jubilado, pero le queda alguna pequeña molestia, que él combate paseando por
las mañanas hasta las orillas del río Flumen. Parece que este Belarre tiene
influencias hereditarias de la Sierra de Belarra y del pueblo que a orillas de
un barranco a 880 metros de altura, en una vaguada, se alza Belarra. La Sierra
lanza las aguas llovedizas y la nieve que se va diluyendo, baja al río Guarga, y en Belarra van al barranco, a
buscar alguna planta medicinal, como mi amigo,
en Huesca, acude al río Flumen. Parece que los hombres actuales no nos
preocupamos de nuestro pasado, pero sin embargo en los pequeños pueblos se
acuerdan de su sencilla y sufrida historia, nos recuerdan en cortos refranes,
pasajes de su vida del pasado, diciendo: “Macho royo y coda larga_ no
preguntes, es Belarra”. ¡Cómo ese macho de “coda” larga, bajaba al Sur de
Guara, a llevar patatas y a buscar vino y aceite! Casi todos los pueblos de la Guarguera van
desapareciendo, aunque consuela ver como Sabiñánigo, va devolviendo vida a la
zona que se extiende al Norte de la Sierra de Guara. Sabiñánigo, entre otras
cosas con su hermoso Museo, trabaja el pasado del Norte de Guara y mira por el
porvenir industrial, como acabo de decir, con
el que pueda devolver una nueva vida a la enorme superficie
de su Ayuntamiento.
Son muchos los individuos que en
tierras de lengua española, tienen como apellido Belarre, y la palabra Belarra,
en el Diccionario de Echevarría, quiere decir yerba. Esta palabra equivale
también a planta y belarrak es el plural de yerbas o plantas. En la Gran
Enciclopedia Navarra, página 1 y 2, pone: “Los San Juan Belarrak o “San Juanbelarres,
eran llevados en manojos a las iglesias para ser bendecidos por los sacerdotes.
En otras partes consideraban innecesaria la bendición porque, la yerba ”recogida antes de salir el sol, ya basta”.
La recogida de flores y de sus
plantas la madrugada del día de San Juan, aprovechaba “plantas de helecho, nogal,
fresno, espino, sauco, malva, hisopo, manzanilla, maragaritones, limonia o “civerbena”,
planta que preservaba picaduras de culebra y otros bichos”.
Estas destacan algunas por su belleza, otras
por su valor alimenticio, para las personas o los animales. En otros casos
destacan por alcanzar la belleza en los hombres y sobre todo en las mujeres,
pero se ha convertido en una ciencia el conocimiento del valor curativo o el
tóxico de las plantas. Bellarrak es el plural de Belarra, pueblo que se
encuentra en la Guarguera de Huesca y es una palabra vasca, como tantas otras
en Aragón, (como ésta mismo) que traducida al castellano, significa un
territorio superpoblado de Plantas.
Cuando llegaba el 24 de Junio a Belarra, antes de salir el
sol, los “belaitarras” o vecinos de Belarra, en aquella Sierra, que con la de
Bonés, se elevan una a cada lado del Alto de Monrepós, separan a la Sierra de
Guara, con sus 2017 de altura, del Norte Pirenaico. Aquella madrugada, igual
que en la cercana Navarra, por aquellos lugares de la Sierra de Guara, desde
Mesón Nuevo, en Arguis y por las Sierras de Bonés y de Belarra, por Ibirque,
Lusera, San Urbez, Nocito y Belsué, sus entonces todavía existentes vecinos,
celebraban la Sanjuanada. Recogían por los montes plantas, flores y yerbas o
plantas medicinales. Ayer, 16 de Noviembre de 2012, me encontré en las calles de Huesca a Urbez Nasarre, que
perteneció a la familia que vivió en San Urbez, para venerar a dicho Santo y le
pregunté si en Belarra, proliferaban plantas medicinales. Aquella pregunta, le
recordó su vida en aquel Circo de Guara y me contestó con rapidez que sí, citándome
en primer lugar a la planta, que él conocía con el nombre de Visco, como la llamaban los habitantes
vecinos de San Urbez.
Al tratar de identificar al Visco, encontré que el muérdago
tenía como nombre científico el de Viscum Album o Visco Blanco. Siempre me ha
llamado la atención esta planta parásita,
con tallo verde y con unos frutos redondeados
blancos, que se hacen transparentes cuando maduran; con propiedades
cardiotónicas e hipotensoras. Es una planta que vive en la parte alta de los
pinos y el pueblo la ama, no sólo como medicinal, sino también como ornamental. En toda Europa
cuelgan esta planta por las Navidades en puertas y ventanas. En invierno,
cuando escaseaban los pastos, las cabras que tanta vida dieron a la Guarguera,
los comían con avidez. Yo recuerdo cuan se preparaba liga o besque con el líquido pegajoso de las bayas.
A San Urbez de Nocito, después de
una larga vida por los Pirineos hasta el pueblo de Ola, a donde bajó por el río
Guatizalema, en la Guerra Civil, abrasaron su cuerpo, pero a mí me gustaría
colgar en su santuario algunas ramas de muérdago, ahora que se van a celebrar
las Navidades.
En Belarra guardaban en las
falsas de sus casas, ramos de yerbas para protegerse contra las brujas o las
tronadas. En el tizón navideño las quemaban para repartir un humo bueno para
conservar la salud del ganado. Me acuerdo desde ya hace muchos años, porque
todavía no había explotado la Guerra Civil en Siétamo, a mi tía Luisa, que en
el gallinero de mi casa, colocaba ramos de hierbas, con las que combatía los
“pedilluelos”, que atacaban a las gallinas.
Mi lejanísimo pariente Alfonso
Buil Aniés, nacido en el Castillo de San Román de Morrano, donde fue Señor un
Almudévar de Sieso, tiene ya más de noventa años y conoce toda la Provincia de
Huesca. Me contó como estuvo en Belarra, para comprar el pueblo, que entonces
con muchos otros, desaparecían de la Guarguera,
como expulsados de nuestras tierras de Aragón y que han dejado casi desierto el
Circo de Guara o la Guarguera o ribera del río Guarga. Al fin no se realizó la
compra venta, entre otras cosas porque el Patrimonio Forestal pagaba novecientas pesetas por hectárea de tierra y
no pagaba nada por los edificios. Así desaparecieron los pueblos, según me dijo Alfonso Buil, llamados Aineto, Secorún, Letosa y varios más.
Alfonso Buil conocía a los
vecinos de Belarra y como Guarda Forestal conocía la botánica de Belarra y
sabía que por allí se criaban muchas yerbas o plantas medicinales, quiso bajarle a Huesca a un amigo, enfermo del
riñón, un remedio para curar su mal. Alfonso conoce muchas plantas medicinales
y allí encontró el Llanten, eficaz para los males del riñón y de la orina.
Recogió por el monte la yerba Gayuba o Uva de Oso, cuyas hojas las preparaban
simultáneamente con la planta Alborcera o Madroño. En el escudo de Madrid aparece otro oso, que se come los frutos del Madroño. Alfonso entusiasmado con
el hallazgo, llenó un saco de esas plantas medicinales. Cuando llegó a Huesca, trató a un amigo que padecía de los riñones y
no se quería operar. Pero con aquel tratamiento, murió de viejo. Pero no se contentó sólo con
estas hierbas, sino que cogió Efedra, de la que obtienen efedrina, que usan
para fabricar pastillas. En las ramas de los pinos, además del Visco o Muérdago,
se criaban otras plantas parásitas y cerca de ellas, brotaban Zarzales, que también tenían
propiedades curativas.
Al obligar a la gente a sacar las
cabras, se llenaron las plantas de parásitos y tuvieron que abandonar, entre
otros muchos el pueblo de antiguo nombre vasco, que también tiene el nombre de una antiquísima Farmacia Natural, a
saber: Belarra.
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