Siempre, desde
niños, se nos han contado los actos malos que cometieron algunos individuos de
otras religiones, como aquel, en que unos moriscos le robaron a la Virgen de
Bureta, que se alza en el pueblo de Fañanás, un retablo, con el fin de cortar
en una acequia el agua, que bajaba por ella. En aquellos tiempos en que la
cultura era un bien escaso, era difícil que se entendieran cristianos, judíos y
musulmanes. Mi padre Manuel Almudévar, me contaba hechos que ocurrieron en la
historia, por ejemplo el de un altoaragonés, natural de un pueblo del Somontano
y apellidado Palacio, que llegó a ser Diplomático y estando en el Líbano, se le
acercó un joven muchacho, que vendía torta de Ayerbe, nombre tan español como
su origen en algún horno, en este caso de Ayerbe. Era un judío sefardita ese
que coincidió con Palacio de Berbegal y proveniente de Huesca. Ahora quedan
pocos porque han sido perseguidos, refugiándose algunos en el estado de Israel.
En 1492, fueron expulsados los judíos de España, pero aunque no nos hayamos
dado cuenta, muchos emigraron a América, como españoles que eran, otros fueron
a Portugal y muchos se convirtieron o lo simularon y la gente los llamaba
conversos. La religión judaica es el origen de todas las confesiones fundadas
en la Biblia, es decir el cristianismo y la religión musulmana, pero ello no
impide que haya gente mala en todas las religiones, que impide su
entendimiento. Pero los hombres unidos en la creencia en un Dios Único, debían
pensar que “Las espadas se transformarán en rejas de arado; las lanzas, en
podaderas, y no se enseñará ya más el arte de la guerra”. En cambio la gente
influida por las enseñanzas que recibía, llamaba ‘judiada” a la acción
realizada contra alguien, como por ejemplo el lucro excesivo de un dinero
prestado. Quedaron muchos judíos en España y en Huesca, pues se encuentran
apellidos como Salomón o Israel, que proceden de ellos. En nuestra capital
bautizaron en 1106, en la Catedral, a un gran filósofo y escritor judío, nacido
en Andalucía, que se convirtió al cristianismo y pasó de llamarse Moisés
Sefardí a Pedro Alfonso de Huesca.
El Alfonso lo tomó de su amigo el rey o emperador aragonés y gran oscense Alfonso el Batallador. Han pasado muchos siglos y todavía mi abuela materna Agustina Lafarga, me decía que en Barrio Nuevo, antiguamente la Judería, había una sinagoga, ya abandonada. Ahora en lugar distinto al que se creía, ha aparecido un local, en el que se trabaja haciendo fotocopias y se ven distintos capiteles, en los que se aprecian cepas de vid, con sus ramas y sus hojas. Pero en una calle que acaba en la plaza de la Catedral, hay una casa en la que está abierto un estanco y me enteré que en los bajos de dicha , casa, ha salido otra sinagoga. Le pregunté por ella a Jesús Benito, que era su dueño, y me dijo que había capiteles y otros aditamentos sagrados para hombres talmúdicos y me prometió que me mostraría dicho local. Me lo encontré otro día y se lo recordé y él, con gran generosidad me contestó que subiera al estanco de la Catedral y se lo dijera a la dependienta. Esta, con gran amabilidad, preparó un foco de luz y me enseñó toda la sinagoga. A la altura de la calle se encuentra un arco de herradura y una columna con un capitel que no es cristiano ni pagano, es simplemente una columna con un capitel geométrico y más adentro hay una sala con dos arcos, también de herradura y en un lado hay una pila redonda de piedra. Bajando por una escalera, colocada en un hueco de la pared, se encuentra otra pila, pero ésta montada con varias piedras y tal vez puesta en la entrada de la parte baja de la sinagoga, tal vez para lavarse, como dice el salmo: “Lavaré mis manos entre los inocentes” o para tal vez depositar el Talmud, que se guardaba en lugares, como si fueran sagrarios, porque lo utilizaban para leer textos sagrados. Una vez abajo, contempla uno varias bóvedas con arcos ojivales, es decir como si sus puntas fuesen puntas de flecha. Hay cuatro pequeñas salas abovedadas y no se observan objetos judaicos, porque los judíos fueron expulsados en 1492, es decir ya hace cerca de quinientos años.
Jesús Benito y su esposa Isabel Pertusa están orgullosos de su sinagoga y queman verla restaurada, próxima a la Cristiana Catedral y a la antigua mezquita, a la que dicen pertenecía parte de la torreta, donde están las tumbas de los hermanos Lastanosa y de Azara.
No fue ésta, la primera vez que estuve en el estanco de la sinagoga, sino que hace ya muchos años, entré en él y le pedí un paquete de tabaco a la anciana madre de Jesús Benito, pero al mirar la cartera para pagarlo, no la llevaba; entonces le dije a la buena señora: “dejo aquí el tabaco y ya vengo con el dinero necesario para pagarlo”, pero ella, que no me conocía, me lo hizo llevar sin pagarlo y diciendo que ya lo pagaría cuando quisiera. La sinagoga me ha hecho recordar a aquella amable persona.
Huesca, es un maravilloso museo, porque al lado de San Jorge se encuentran los restos de un cementerio judío y otro al que llamaban el Fosalé en Barrio Nuevo; además se pueden ver columnas y arcos de una sinagoga, pero en la parte alta de la ciudad de Huesca se concentran los restos históricos, que comprenden desde los vasco-ibéricos, en el solar de los Templarios, pasando por los romanos, con el mosaico del Ayuntamiento, siguiendo por los árabes con sus murallas y por los judíos, que conservan todavía, sin saberlo sus descendientes, una hermosa sinagoga. Todos estos restos se encuentran entre numerosos monumentos arquitectónicos cristianos como la Catedral o San Pedro el Viejo.
Si un sefardita, de los que todavía quedan en Israel oyese la palabra Sefarad, equivalente a España y viese las fotos de las sinagogas de Huesca, sus ojos se llenarían de lágrimas, mientras nosotros estamos como olvidados de todos los monumentos que permanecen en Huesca.
El Alfonso lo tomó de su amigo el rey o emperador aragonés y gran oscense Alfonso el Batallador. Han pasado muchos siglos y todavía mi abuela materna Agustina Lafarga, me decía que en Barrio Nuevo, antiguamente la Judería, había una sinagoga, ya abandonada. Ahora en lugar distinto al que se creía, ha aparecido un local, en el que se trabaja haciendo fotocopias y se ven distintos capiteles, en los que se aprecian cepas de vid, con sus ramas y sus hojas. Pero en una calle que acaba en la plaza de la Catedral, hay una casa en la que está abierto un estanco y me enteré que en los bajos de dicha , casa, ha salido otra sinagoga. Le pregunté por ella a Jesús Benito, que era su dueño, y me dijo que había capiteles y otros aditamentos sagrados para hombres talmúdicos y me prometió que me mostraría dicho local. Me lo encontré otro día y se lo recordé y él, con gran generosidad me contestó que subiera al estanco de la Catedral y se lo dijera a la dependienta. Esta, con gran amabilidad, preparó un foco de luz y me enseñó toda la sinagoga. A la altura de la calle se encuentra un arco de herradura y una columna con un capitel que no es cristiano ni pagano, es simplemente una columna con un capitel geométrico y más adentro hay una sala con dos arcos, también de herradura y en un lado hay una pila redonda de piedra. Bajando por una escalera, colocada en un hueco de la pared, se encuentra otra pila, pero ésta montada con varias piedras y tal vez puesta en la entrada de la parte baja de la sinagoga, tal vez para lavarse, como dice el salmo: “Lavaré mis manos entre los inocentes” o para tal vez depositar el Talmud, que se guardaba en lugares, como si fueran sagrarios, porque lo utilizaban para leer textos sagrados. Una vez abajo, contempla uno varias bóvedas con arcos ojivales, es decir como si sus puntas fuesen puntas de flecha. Hay cuatro pequeñas salas abovedadas y no se observan objetos judaicos, porque los judíos fueron expulsados en 1492, es decir ya hace cerca de quinientos años.
Jesús Benito y su esposa Isabel Pertusa están orgullosos de su sinagoga y queman verla restaurada, próxima a la Cristiana Catedral y a la antigua mezquita, a la que dicen pertenecía parte de la torreta, donde están las tumbas de los hermanos Lastanosa y de Azara.
No fue ésta, la primera vez que estuve en el estanco de la sinagoga, sino que hace ya muchos años, entré en él y le pedí un paquete de tabaco a la anciana madre de Jesús Benito, pero al mirar la cartera para pagarlo, no la llevaba; entonces le dije a la buena señora: “dejo aquí el tabaco y ya vengo con el dinero necesario para pagarlo”, pero ella, que no me conocía, me lo hizo llevar sin pagarlo y diciendo que ya lo pagaría cuando quisiera. La sinagoga me ha hecho recordar a aquella amable persona.
Huesca, es un maravilloso museo, porque al lado de San Jorge se encuentran los restos de un cementerio judío y otro al que llamaban el Fosalé en Barrio Nuevo; además se pueden ver columnas y arcos de una sinagoga, pero en la parte alta de la ciudad de Huesca se concentran los restos históricos, que comprenden desde los vasco-ibéricos, en el solar de los Templarios, pasando por los romanos, con el mosaico del Ayuntamiento, siguiendo por los árabes con sus murallas y por los judíos, que conservan todavía, sin saberlo sus descendientes, una hermosa sinagoga. Todos estos restos se encuentran entre numerosos monumentos arquitectónicos cristianos como la Catedral o San Pedro el Viejo.
Si un sefardita, de los que todavía quedan en Israel oyese la palabra Sefarad, equivalente a España y viese las fotos de las sinagogas de Huesca, sus ojos se llenarían de lágrimas, mientras nosotros estamos como olvidados de todos los monumentos que permanecen en Huesca.
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