Estos días medito, leyendo los
periódicos, sobre el doble espectáculo,
que vivía, en los años de 1977 y
1978, la gente sencilla, soportando a la que ya
había perdido esa sencillez a causa del destape y del lenguaje de las
osadías tremendas, que complicaban la vida de las gentes sencillas, a las que
querían escandalizar. Pero Tony Leblanc se propuso destruir ese sistema
tremebundo de deshacer los sentimientos
humanos, sustituyéndolo por otro sistema
más realista, más ético y más humano.
Y el periodista Juan Manuel de
Prada, en el periódico del 26 de Noviembre de esta año de 2012, teniendo en
cuenta su admiración hacia el actor, director y humorista, Tony Leblanc, que, en un programa televisivo, anunció que
tenía el propósito de atacar los atrevimientos osados, que usaban algunos cómicos para escandalizar al público sencillo,
escribió: “Llegó el día anunciado y Tony Leblanc, se sacó del bolsillo un cuchillo y una
manzana, que muy tranquilamente peló, antes de comérsela, también muy
tranquilamente. Fue una lección magistral de humor, con su perfume surrealista a contra pelo de
las modas cómicas, que parecían exigir nuevos finisterres de sicalipsis
y chocarrería”. Tony Leblanc estaba siempre con la sonrisa en su boca,
repartiendo entre todos los que le seguían una alegría interior, llena no sólo de sonrisas, como he dicho, sino también de lágrimas, que
corrían por sus mejillas.
Nació Ignacio Fernández Sánchez,
más conocido como Tony Leblanc, en 1922, en el Museo del Prado de Madrid y allí
formó su inteligencia y adaptó su sensibilidad al Arte, viendo como, desde tiempos lejanos, se creaba
el Mundo, los judíos cruzaban el mar Rojo y en las continuas guerras, se
mataban los unos a los otros. La evolución entra en la vida de los humanos y en
el Museo del Prado, al contemplar sus numerosos cuadros, se pasa de los
asesinatos al Cuadro de La Cena de Leonardo da Vinci. Se va evolucionando del
mal al bien, pero no siempre es próspera dicha evolución, porque a lo largo de
los tiempos se ha introducido el Comunismo y el Nazismo. Igual que Tony Leblanc,
que observaba el realismo de la vida humana, quería hacer desaparecer el
humorismo agresivo y destructor,
llenándolo de un humorismo cómico, que siempre ha ido acompañado del
hambre y de la intemperie, pero lleno de amor a los humanos. Recordemos las actuales expulsiones de las
viviendas de muchas familias y del hambre, que han pasado desde los lazarillos,
como el de Tormes, que hasta hoy mismo, pasan algunos niños españoles. Y esa
hambre se ha convertido en un estímulo para que los jóvenes procuren subir en
la escala de la vida. El mismo Tony empezó a subir la escala de la vida, siendo
botones en el Museo del Prado, fue futbolista y campeón en el boxeo. Ese hombre de corazón tan sensitivo, ¿sería impulsado, a subir la escalera de la
vida, por esas modestas actividades, a
ese deporte por la necesidad?.
Quizá sea Tony Leblanc el actor, director
y humorista, que se ha fijado más en la relación que existe entre el juego
tradicional y el comportamiento de los
hombres. Es un juego tradicional, el de los burros o de la pídola, con el que los muchachos, dan saltos unos sobre otros, que se han encorvado
y por la posición adoptada, los
llamábamos “burros”. Se conserva este
juego en todas las partes del Mundo, porque parece ser que por medio de esa
tradición, se estudiaba el comportamiento humano. La “Madre” es el personaje
que ordena el juego, saltando la primera y cuando algún niño no sigue la
modalidad, que cada uno ha de cumplir, pasa a ocupar el lugar de burro.
Tony parece ser que eligió
procedimientos naturales, como la pídola o juego del burro, para saltar o subir
por la vida, como parece que en su comedia
”La terrible verdad de mis cuentos”, se sufre con los saltos del “burro”, que
los empieza, haciéndose botones, luego futbolista y más tarde boxeador. Pero la
claridad de su mente lo ha hecho merecedor de diez premios, desde Premio Goya
de honor, hasta la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo.
Yo, nacido en el pueblo oscense
de Siétamo, he jugado siendo muy niño al “Burro”, como lo han hecho en
distintas actividades culturales y religiosas, he comprobado que estos juegos
lúdicos, buscan la actividad culta de la humanidad y van en contra de la
violencia, aunque viven con austeridad.
Son muchas las frases y palabras
que se pronuncian en los distintos pueblos y países, donde se juega. Yo
recuerdo el entusiasmo con el que
cantaba. ”A la una anda la mula, a las dos el reloj, a las tres San
Andrés y a las cuatro brinco y salto”. Tony Leblanc, a la una era ascensorista
y botones, a las dos, futbolista, a las tres, boxeador de San Andrés y a las cuatro brincaba y
saltaba en el Teatro, el Cine y la poesía con su corazón de oro y con su
inteligencia.
Tony Leblanc, con su humorismo,
no abandonó jamás la realidad, pues unió la vida al hambre, al dolor de “El
Pobre García”, al subir y bajar del ascensorista del Museo del Prado, a las ilusiones y desilusiones del fútbol, a sus dolores del accidente de automóvil que
sufrió y a las muletas de “El pobre García”, en su película del mismo nombre. Todas estas
vicisitudes las hizo alegres Tony Leblanc.
Todas las tristezas que acompañan
al trabajo, se han aliviado en toda España, incluida Cataluña, con el trabajo. Nunca se debió huir del trabajo, porque si no,
¿cómo se va a sacar a los españoles de
la crisis estructural y económica que los abruma?, si se olvida el humor superlativo de Tony Leblanc.
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