Cuando iba a visitar o a vacunar algún animal doméstico por el Somontano, me fijaba en las golondrinas, que anidaban en los cubiertos, debajo de los maderos y allí, cuando criaban, uno podía ver y oír a las crías, que al recibir de sus padres el alimento, piaban y sacaban sus cabezas de los nidos, abriendo sus fauces para recibirlo. Es la golondrina un ave elegante que en el Otoño se marcha al Sur, pasando al Africa del Norte y al llegar la primavera, alegraba los corazones de los habitantes del Somontano, que la amaban y no las perseguían ni deshacían sus nidos. Las respetaban, ya que de niños les habían contado que cuando Cristo estaba colgado en la Cruz, ellas revoloteaban a su alrededor y le quitaban la corona de espinas, que cruelmente se clavaban en su cabeza, amargando más los ya pesados dolores, que había sufrido y estaba todavía sufriendo.
Por eso se originó el refrán que
dice: ”el que mata una golondrina, mata a su madre”.Al oír sus cantos, se
sentían los somontaneses inclinados a la
paz e imitaban dicho canto, diciendo: ”mosquito comí, comí, mosquito comí, comí,
a otro que no a mi”, dando el sonido a estas palabras igual al del canto de las bellas golondrinas.
Me contaba una mujer joven del
Somontano que estuvieron en la cuadra de su casa, haciendo obras para
transformarla en un hermoso y amplio salón de estar y se encontraron que en los
nidos había “crietas de golondrina”.Estuvieron a punto de interrumpir las obras
hasta el Otoño, pero al fin cogieron dichas pequeñas golondrinas y, con cuidado
las depositaron en otros nidos, que se hallaban cerca de los de la cuadra.
Triunfaron porque criaron muy bien aquellas golondrinas a las pequeñas, que les
habían echado los dueños del salón.
Todos los años las esperan para
verlas felices, cazando insectos, haciendo sus nidos de barro y lanzando al
aire sus bellos sonidos, para alegrarse por haber creado nuevas generaciones de su especie.
Este verano he observado más de
lo que acostumbro, la emigración de las aves pertenecientes al género Hirudo, del
que forman parte las golondrinas. Me habían dicho que el veinticinco de Agosto
se marchaban de nuestra tierra, las “falcetas”, ”falciños” o vencejos y me
sorprendió que marcharan en tal fecha, pero, cada año compruebo que se van
volando con sus poderosas alas. En cuanto a la golondrinas clásicas, que anidan
en Siétamo, se solían por ir el quince de Septiembre, todavía en verano, pero
yo el día once ya no la ví; sin embargo mi afición a unas aves tan románticas y
útiles por su eliminación de insectos como mosquitos, me hizo observar el cielo
y hasta el día catorce seguí viendo pequeños grupos de ellas. Desde ese día ya
no ví más, pero el día veintitrés de Septiembre, ya en el Otoño, a la hora del
mediodía, pude observar un grupo de ellas, detrás de mi casa; se posaban en los
cables de la luz unas cuantas, en tanto las otras volaban y giraban por el aire
cazando insectos, luego se posaban y eran las otras las que se lanzaban a
buscar su alimento.
Estas golondrinas pertenecen a la
especie clásica que viene a Siétamo desde no se sabe cuantos años. Tienen el
pecho blanco y el dorso azul oscuro totalmente, al contrario que otra especie
muy parecida a ella, que lleva la parte posterior del dorso de color blanco.
Hay quien no distingue ambas especies, pues son casi ta iguales y se bañan en
las balsas y piscinas en pleno vuelo. Yo había visto a estas golondrinas que
vienen a Siétamo, desde hace pocos años, en Monflorite, concretamente, haciendo
sus nidos de barro, en los edificios, casi completamente cerrados, excepto un
agujero que les sirve de entrada y salida en su nido. Ahora, en la calle alta
de Siétamo,están sus nidos , unos al lado de otros, cuando antes para ver nidos
de golondrinas, digo de las clásicas, había que mirarlos en el interior de los
edificios, casas, cubiertos, etcétera, abiertos por completo por su parte
superior y que nadie tocaba, porque tenían a las golondrinas como unas aves sagradas,
que le quitaron a Jesús su corona de espinas. Por eso se originó un refrán, que
dice así: ”El que mata una golondrina, mata a su madre”. Y es que al oir sus
cantos, se siente uno inclinado a la paz. Este canto que también la gente
interpreta, también cantando, poco más o menos, con estas palabras: ”Mosquito
comí, a otro que no a mí” Hay personas que tienen un gran oído e imitan, dando
sonidos a estas palabras, el canto de las bellas golondrina. Aquellas que
aparecieron por detrás de casa, posándose en los cables eléctricos por espacio
de unas dos horas, ¿de dónde vendrían y a dónde irían?. No lo sé, pero han dejado en mí su recuerdo y el de todo
el género Hirudo. Las esperaré, para verlas felices, cazando insectos, haciendo
sus nidos, en los que crían nuevas generaciones de su especie y aquí , en
nuestros cubiertos o debajo de nuestros aleros, dejan de recuerdo sus nidos de
barro.
Esperando que lleguen, observaré
a los estorninos, que se posan en los mismos cables en que se posaban las
golondrinas, aunque de vez en cuando se ven masas de ellos, que vuelan, unas
veces con palomas, otras con cuervos y solos cuando van a los olivares o a
dormir a las altas arboledas.
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