“Por el mes era de Mayo, cuando
hace la calor…cuando los enamorados van en busca del amor”. Pero no todos
podemos acudir a la llamada del dios griego del amor,Eros,
y nos sentamos alrededor de los veladores, desde los que se contempla la Playa
de Comarruga, para intentar ver a lo lejos, no sólo nuestro futuro, sino para
recordar, sobre las aguas del mar, nuestros tiempos pasados, con el amor, el
trabajo, las penas y todo envuelto por el amor. Me encuentro al lado de dos
damas, que conservan sus bellezas, ya un tanto otoñales, porque van pasando los
tiempos, pero que dejan siempre un atractivo, que unido a la sabiduría, que se
ha creado en sus mentes y en sus corazones y el trabajo, los estudios, el amor,
los adioses a personas queridas, de las que la vida las ha separado, en algunos
casos, para siempre. El amor a la vida y
su sabiduría, hacen feliz a este hombre, en la playa de Comarruga. Porque la
compañía rompe siempre la soledad, que esta dama, sentada sobre una silla de
ruedas, dice que siendo niña, conoció, leyendo los versos de Don José María
Pemán y que así rezan:”Soledad sabe una copla-que tiene su mismo nombre,
Soledad. Tres renglones, tres arroyos de agua amarga,- que van cantando a la
mar.-Copla tronchada, tu verso-primero ¿dónde estará?.-¿Qué jardinero loco, con
sus tijeras de plata-le cortó al ciprés la punta, Soledad?.- Soledad, ¿qué
ventolera de polvo,-se te llevó la veleta, Soledad?.-¿O es qué, por llegar más
pronto-te viniste sin sombrero,-Soledad?. Y total ¿qué más da?.- Tres versos
,¿para qué más?.- Si, con tres sílabas basta,- para decir el vacío del alma que
está sin alma:¡Soledad!.
No se llama Soledad la señora, amante de los versos de
Pemán, pero está un tanto sujeta a la
soledad, porque se desplaza sobre una silla de ruedas eléctrica, huyendo de esa
triste soledad. Estaba sentada al lado de un velador, acompañada por una viuda que
tiene una inmensa necesidad de huir de la triste soledad. Su marido murió hará ya
unos cuarenta años, pero el Señor le dejó dos hermosas niñas, que le consolaban
con su compañía e incluso hacían alegre su vida. Pero ¡qué triste destino
sufrió la dama y sus dos niñas!, porque después de muerto su esposo, las dos
pequeñas se fueron de este mundo y la dejaron solitaria totalmente. ¡Dios mío,
qué soledad!, “si, con tres sílabas basta, para expresar el vacío del alma, que
está sin alma:¡Soledad!”.
Yo, al enterarme de su triste soledad,
quedé afligido, pero la dama, en medio de la reunión, sonreía, y me daba la
impresión de que estaba unida a su esposo y a sus hijas, porque cuando miraba
al otro lado del mar, daba la impresión de que los veía y la besaban, haciendo
que no fuera desgraciada, sino que se sintiera feliz, como otro ángel, al lado
de los dos angelitos, que son sus hijas.
¿Hacía la señora el milagro de no ser desgraciada o eran las dos lejanas niñas,
las que hacían que su madre, estuviera constantemente unida a ellas?.
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