Cuando yo era un niño de unos
diez años, era para mí una diversión sin límites y una alegría, ir a Casa Bailo
de Velillas, porque en ella, se divertía uno con el movimiento que llevaban
entre sí, los que vivían y trabajaban en ella y la alegría de que gozaban los
vecinos, los amigos y los clientes que a ella, llegaban. El dueño o el amo,
como llamaban a la máxima autoridad de la Casa de Comestibles, estaba preocupado
de que los que a ella llegaban, lo pasaran bien y gozaran con el trato de
dueños y de vecinos o amigos, que llegaban. Su esposa, era la Señora María, que
fue la segunda por haber muerto la primera, que dio a luz a los dos hermanos
mayores, y era respetada su memoria y la segunda de un carácter alegre y
fuerte, los amaba y los cuidaba con amor, al mismo tiempo que cuidaba a su hija Ascensión,
que se casó con mi amigo el Carnicero Esteban, también vecino del pueblo de
Velillas. Y este pueblo tiene todavía a la
hermana de Esteban, es decir a Tere, que se casó con José, el hijo segundo de
Francisco Bailo, trabajador, piadoso e
inteligente. Su padre Francisco era un hombre de muy buen carácter, que se
llevaba muy bien con la señora María y era una especie de santo, sin mal genio
y siempre al servicio de todos. Su humor era muy bueno y cariñoso e iba en el
carro, cuando nos llevaba a Huesca a comprar judías, garbanzos, bacalao u otros
productos, sin gritarles a las dos mulas que tiraban de la tartana, dejándome
bajar del carro por la bajada de Estrecho Quinto, por la que yo corría y me
fijaba en la silueta deteriorada del Monasterio de Monteragón.
El señor Francisco iba a Huesca
con gran placer, porque no sólo iba a aprovisionarse de alimentos, sino también
de cigarrillos, tabaco picado, farias y puros en la Tabacalera de Don Anselmo
Pié, para suministrar tabaco en su Estanco de Velillas a sus paisanos. Pero no
sólo era comerciante, ya que con su tartana, iba y venía a Barbastro y a
Huesca, que ya en aquellos antiguos tiempos, recorría las carreteras y caminos.
Pero no sólo iba por los centros
comerciales de Huesca y de Barbastro, sino que subía al pueblo de Tiermas,
donde cuidaba con sus benéficas aguas, su salud. Esas termas están situadas al
lado mismo del pueblo navarro de Sangüesa, a la que quitándole su primera y
última letra, se conoce el pueblo al que hoy está ligado Velillas, pues se
queda en Angüés. ”A Tiermas, ya los romanos le dieron su nombre, basado en el
calor termal de sus aguas; en ellas se
encuentra uno viajeros, que aprovechan el paso por dichas aguas, para recibir
de ellas el milagro, que reza la
oración: ”Aqua benedicta, que seas para nosotros salud y vida”. A estas Termas
acuden para gozar y recibir salud de tales aguas, no sólo los vecinos navarros
de Sangüesa, sino que las frecuentan, desde tierras más distantes, como mi
amigo y admirado “profesor de la vida”, Don Francisco Bailo de Velillas, que
cada año acudía a aprovecharse de esas aguas, que eran salud y vida. Pero no
sólo era Bailo, el que acudía a Tiermas, sino gente de toda la Provincia de
Huesca. El “Abuelo Grasa”, que ha muerto hace poco tiempo en Siétamo y nació en
Salinas de Jaca, acudió con una hija suya, que no podía andar, montada en un
caballo. Tomó los baños del agua sagrada y a la semana, ya pudo andar y está en
Madrid, llena de salud. Los efectos
benéficos del agua de Tiermas, también se conocieron en la personalidad de
Francisco Bailo, pues fue un buen agricultor, comerciante de ultramarinos, de
tabaco, que le condujeron a viajar a Huesca y a Barbastro y a conservar su
salud en sus actividades en Velillas.
Pero su vida social lo puso en
contacto con el Gran Comerciante, restaurador arquitectónico del edificio de
aspecto clásico, que cultivó la Cultura de la Humanidad en de la ciudad de
Huesca. ¡Qué amistad se formó entre Don Anselmo Pié Porta y Don Francisco Bailo
de Velillas, yendo éste a buscarle a la Tabacalera sus productos!.
Eran dos hombres distintos y sin
embargo grandes amigos. Francisco Bailo admiraba al Gran Almacenista de Tabaco,
cuyo edificio, todavía se encuentra en
el Coso Alto, más arriba de la iglesia de la Compañía. Don Anselmo Pié era un
hombre trabajador y se veía sorprendido al encontrarse con el “siño” Francisco
Bailo, que no contaba con los mismos caudales, que poseía él. Y sin embargo le
hablaba, con abundantes palabras aragonesas, que le brotaban de su interior,
con un gran respeto y una enorme confianza. El hombre rico, muy preocupado por
sus trabajos continuados, se sentía impresionado por la sencillez con que
expresaba sus palabras y la confianza que esa sencillez, le inspiraba. Bailo no
tenía envidia y le tenía una gran confianza.
La riqueza de las posesiones que
tenía Don Anselmo Pié, le admiraban, pero jamás le inspiraron envidia. Admiraba
Bailo el gran Almacén de Tabaco, frente a Correos y se quedaba admirado al
contemplar las seis columnas, adornado el frontón con las figuras de la Gloria
y de la Fortuna, que sostenían el escudo de Huesca. El estreno del local se
presentó por Don Anselmo Pié en 1923, con el Proyecto firmado por el oscense
Bruno Farina, que también edificó el Edificio de Hacienda, al que conocí así
como a su hijo, que tiene una Torre muy cerca de la Ermita de San Lorenzo. Era
este hijo del Arquitecto Farina, amigo mío, de mi tío José Almudévar Casaus, de
mi compañero veterinario Ricardo Serena y del dueño de una Fontanería, llamado Vallés.
La inauguración del solar se
realizó el día 7 de junio de 1025 y el acto oficial lo realizó el Tenor
altoaragonés Miguel Fleta y resultó un éxito tan impresionante, que el pueblo
oscense no quería que se marchase. ¡Dios mío, qué éxito de la Música de los
tenores aragoneses!.
Pero el año de 1936, llegó la
Guerra Civil y mis hermanos y yo, veíamos y oíamos los obuses, caer en el entresuelo
de la Casa del Coso Alto, número 61,
frente al elegante Teatro Olimpia. Fue este noble y culto edificio bombardeado,
y las balas afectaron en primer lugar a la fachada y al escenario. En el año 2003,
el señor don Anselmo Pié Sopena, con su sensibilidad artística, recordó aquellas
ocasiones en que se representó “Cine, teatro, ópera y zarzuela, revistas
musicales, juegos florales, incluso exhibiciones de gimnasia
deportiva”,alegrando la vida de muchos oscenses.
A partir de 2005, la Fundación
Anselmo Pié, comenzó a renovar el protagonismo del Teatro Olimpia.
Se acabó la Guerra Civil y don
Francisco Bailo de Velillas, renovó su marcha a Huesca, a suministrar su tienda
de Velillas de alimentos, objetos de limpieza y frente a Correos a buscar
tabaco picado, cigarrillos, farias y puros, para que sus paisanos, consolaran
un poco las miserias pasadas durante la Guerra Civil. Yo entonces tendría unos
ocho años de edad e incluso en cierta ocasión lo acompañé, montado en su tartana, desde Velillas hasta
Huesca.
En la Tabacalera, se encontraba
con Don Anselmo y éste con la multitud de problemas que circulaban por su
mente, se olvidaba, por unos minutos “del Cine, Teatro, Opera, Zarzuela y se
entusiasmaba gozando de la inocencia del
señor Francisco Bailo, que amaba en su pueblo la Música, el baile, la pelota
del frontón de Velillas, con inocencia y amor a dar alegría sus paisanos. Se
unían el Gran Salomón, que practicaba la belleza de su Teatro Olimpia, con
aquel velillense, que intentaba hacer felices a sus paisanos, con el Teatro de
los “comediantes ambulantes”, con los cantores de la Jota en sus pueblos, igual que las que cantaba el
altoaragonés Miguel Fleta.
El Gran Salomón Don Quijote,
presentaba a los oscenses la Belleza y la Bondad y el Pequeño imitador de
Sancho Panza, se la proporcionaba a los vecinos de Velillas. Hay una gran
diferencia entre Don Quijote y Sancho Panza y sin embargo, los unía una gran
amistad y no podían separarse sin comunicarse con una profunda conversación.
Anselmo Pié pensaba en los
problemas de la vida, y los representaba en el Teatro Olimpia. Soñaba con
alcanzar la perfección y la felicidad de su paisanos, los oscenses, pero al
contemplar la imagen de Francisco Bailo, veía la felicidad de aquel hombre
trabajador y bueno la quería. Tanto la amaba, que iba a a Casa de Bailo de
Velillas, en la fiestas Mayores y allí lo pasaba muy bien, muy cerca de alcanzar esa dicha que buscaba
en el Teatro Olimpia y en su Gran Tabacalera.
Yo con la escasa edad de unos
ocho años, estuve presente en Casa Bailo, donde habían llegado Anselmo Pié con
una señorita de gran belleza y un hermano suyo, también acompañado. No estaba
Casa Bailo preparada con lujos, que hicieran divertida su estancia en ella,
pero la imaginación del abuelo Francisco, se vio rodeada de un viejo y pequeño
músico, que con una vieja guitarra, hiciera con sus sonidos bailar los pies de
aquellos comerciantes oscenses de tanta categoría. Allí surgieron cantantes que
sin llegar a la categoría de Miguel
Fleta, con sus cantos alegraba también los corazones de los Pié, de sus
acompañantes y de los vellilenses,
presentes en el citado baile.
¡Qué diferencia existía entra
Miguel Fleta y los joteros de Velillas y que bien sonaban los instrumentos
musicales del Teatro Olimpia y la “guitarrica” de un velillense, a cuyo lado otro vecino agitaba
una botella de anís, dentro de la que habían echado unos trozos pequeños de
piedra, para animar a la guitarra!.
Allí estaba muy bien acompañado
Anselmo Pié, y bailaba con su pareja y se le veía feliz. A veces bebían con sus
compañeros algún licor que los tornaba en optimistas y sonreían y se sentían
felices al ser muy bien atendidos por loa admiradores de su presencia en
Velillas.
De esto hace ya muchos años y no
recuerdo si se durmieron en la sala donde bailaban o se fueron a la cama, para
evitar algún accidente de automóvil, de los que casi no existían en nuestra
provincia.
¡Qué pareja de Salomón y de
Francisco Bailo, tan diferentes y tan iguales en su sensibilidad!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario