“Unos Decían que sí y otros
decían que no”, pero ¿de qué hablaban?. Y yo respondo en este caso que, de los
toros. Es natural porque el toro bravo es tan original, es tan entrañable para
los españoles y tan exótico para casi todo el resto del mundo, que las
polémicas sobre él y sobre las distintas formas de torearlo, como la lidia a
pié, a caballo o las vaquillas, el toro de fuego, el toro ensogado y los
encierros, han estado presentes entre nosotros, desde hace muchos años.
En un ejemplar de El Diario de
Huesca de Agosto de 1877, se lee: ”Al mágico grito de ¡a los toros!, el pueblo español se enardece, y unos por lujo,
otros por compromiso, algunos por entusiasmo digno de mejor causa, los más
empujados por la corriente, todos van, o por mejor decir, todos vamos a la
plaza, y con repugnancia o sin ella, contribuimos a sostener los toros, en el
íntimo convencimiento de que nada bueno ni útil ha enseñado, enseña ni enseñará
el arte de los Pepe Hillo, los Costillares y Montes”.
Pero la polémica da la impresión
de que se daba en el mismo corresponsal, pues luego pasa a describir el
ambiente de la plaza y el curso de la corrida, cuya belleza parece haber hecho
suya.
Aquel 1887 las gentes de Huesca
acogieron los toros con más entusiasmo que en otras ocasiones, pues en el año
1886, no se celebraron fiestas profanas por falta de dinero.
En 1912 se derribó la Plaza, que
estaba situada en el solar del antiguo convento de San Juan de Jerusalén y
hasta 1939 no se edificó la actual.
Huesca se quedó sin coso taurino,
pero no podía quedarse sin toros; López Allué nos lo pone en evidencia en su
libro”Coplas y más coplas”, sección de El Diario de Huesca, en que comentaba
los problemas de la ciudad. López Allué
vivió los toros en la Plaza Vieja que se derribó en 1912 y describe la escena
del pueblo acudiendo a la corrida: ”El Coso no era una calle a la hora de la
corrida, era un río caudaloso desbordado de alegría”. Nosotros vivimos cada año esa alegría, pero a través
del Coso Bajo, porque el río laurentino que describe el Triso, discurría por el
Coso Alto hacia ¨San Juan, debajo del
Actual Museo. En cambio nosotros vamos a los toros por el Coso Bajo, que al
terminarse, nos deja frente a frente con la actual Plaza.
Nos cuenta también que “In illo
tempore, hoy (refiriéndose al día de San Martín) había vaca ensogada”, pero no
sólo “in illo tempore “ se corrieron vacas ensogadas, sino mucho más tarde y
leyendo “Coplas y más coplas”, le parece a uno vivir un encierro:”Ante el
peligro y el miedo unos y otros se apiñaban y entremezclados corrían y por las
rejas trepaban o entraban en los zaguanes o saltaban a las tapias”.
Estas escenas se repitieron en
Huesca durante mucho años, pero no sólo con vacas sino también con toros
bravos, como hacía constar Mur Ventura en sus “Efemérides oscenses” y como
testimonia el Señor Ferrer del gremio de
Carniceros y lleno de vida.
Venía la tradición de tan lejos
que el mismo autor cuenta como en 1647 “un día que se corrían toros por las
calles de Huesca, se encontró Ruiz de Castilla con un bravo animal que por
haber roto la cuerda le persiguió hasta la iglesia de San Pedro el Viejo, tras
cuya pila bautismal logró esconderse. A consecuencia del susto contrajo una
enfermedad, que le ocasionó la muerte”.
El señor Ruiz de Castilla era
catedrático de la Uiversidad, más preparado en su cerebro que en sus piernas,
que sí tendrían mejor preparadas sus alumnos.
Preparados para el salto, la
escalada por balcones y carreras ante el toro, están los mozos actuales cuando piden que resurjan
los encierros, de los que algunos dicen
que nunca existieron en la capital de Huesca, pero cuando lees las obras de
Juan del Triso, parece que está viviendo un encierro de verdad: ”Dichosos
tiempos aquellos –que al empezar la “tardada”-subían por San Francisco-corriendo
a la desbandada-matracos y señoritos perseguidos por la vaca-elegida entre las
“furas” –de Pompién o de Lascasas”.
“¿Y qué solera taurina había en
la “redolada”, pues las “dulas “ de los pueblos contaban con vacas bravas y en
mi memoria estoy viendo esas vacas con
“tanganas “, que como si fueran galgos en el tiempo de la veda, les colgaban
del pescuezo para impedirles correr detrás de niños y abuelos”
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