sábado, 19 de octubre de 2019

Antonio de Triste.-




El pueblo de Triste se encuentra formando un trío de ellos, con Santa María y la Peña, a las orillas del pantano del mismo nombre, es decir de la Peña. El pueblo de Santa María se encuentra en una elevación, subiendo ya a San Juan de la Peña y desde él se contemplan el agua y los árboles en las montañas. Triste está casi a las orillas del pantano, pero a pesar de estar situado tan bajo, también se ven sus aguas y los árboles están en el mismo pueblo, que casi no se ve hasta que a él llegas. Llama la atención la iglesia parroquial de estilo románico, que me dijeron que la habían restaurado hace unos pocos años. A mí me dio sensación de una belleza triste, porque estábamos en invierno y aquellos pinos que conservan sus hojas durante él, oscurecían el pueblo y la iglesia románica. Me quedaron ganas de volver a Triste un día de verano, en que la luz  del sol alegra a las personas que allí van a  veranear.
Aquella zona está más animada en el estío, con sus dos restaurantes, el puente y el túnel, la capilla a su lado y la estación de ferrocarril, cerca de la que se encontraba una fábrica de carburo; en cambio en invierno el restaurante mayor está cerrado y no se ve circular personas por el bello paisaje.
En el pueblo de Triste nació Antonier el año 1943 y le dieron por muerto a los tres meses  de su nacimiento, diciéndole el médico a su buena  madre: “si no aguanta se morirá”, pero Antonier aguantó, porque los que lo conocemos hemos comprobado que tiene con algunos clientes, un “aguante como un caballo”. A los pocos días dijeron que lo que le había sucedido era un ataque de epilepsia. De aquella zona bajaron  otros aragoneses y aragonesas, como mi abuela  paterna,  casada con el banquero Casaus del Coso Bajo de Huesca, que nació en Botaya, en casa López  y otros subieron como el Conde de Aranda  que allí yace. No fue sólo   Antonier el que bajó, porque él, sube y baja  con frecuencia. Su padre estaba encargado del funcionamiento de la fábrica de carburo. Yo me imaginaba a mi amigo haciendo experimentos con el carburo, como los hacíamos en mi pueblo de Siétamo, pero no jugó con dicho productor de gas, porque era muy niño cuando tuvo que marchar de Triste y su padre gran conocedor de tal producto no se lo dejaba usar, porque quería a su niño, al que supongo que llamaría  “o mocer”. Cuatro años tenía cuando fue a vivir a Jaca, pero él tenía que volver y lo hizo cuando llegaron los años 1965 a 70. Todavía conservaban su casa natal, que habían tenido alquilada, ocupándose su padre del cultivo de sus tierras por medio de arrendadores. Volvió a Triste Antonier, pero todavía sigue subiendo todos los domingos a gozar de sus recuerdos humanos y aragoneses
El es un gran aragonés porque ama su tierra, es trabajador y honrado y nunca deja insatisfecho a ningún cliente, porque si  le  llevan unas llaves recién hechas que no abren las puertas, él las coge y no se sabe como lo hace, pero cuando las tienes que usar funcionan como las primeras que compraste. En Jaca estudió en los Escolapios, orden fundada por el altoaragonés San José de Calasanz y entre sus padres, su origen en Triste, su proximidad al Monasterio de San Juan de la Peña y la formación religiosa y humana que recibió en Jaca, como también en los Escolapios mi difunto hermano Manolo, salió hecho todo un hombre al servicio de todos los hombres. 
Yo calculo que por el año de mil novecientos cuarenta y tres, en que nació, le  debe faltar ya poco para jubilarse. Entonces irá con más frecuencia a Triste, al que  convertirá en el pueblo de la alegría. Yo saco de su vida la conclusión de que si hasta ahora lo hemos llamado Antonier, de ahora en adelante hemos de decirle Don Antonio Estallo.

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