El
pueblo de Triste se encuentra formando un trío de ellos, con Santa María y la
Peña, a las orillas del pantano del mismo nombre, es decir de la Peña. El
pueblo de Santa María se encuentra en una elevación, subiendo ya a San Juan de
la Peña y desde él se contemplan el agua y los árboles en las montañas. Triste
está casi a las orillas del pantano, pero a pesar de estar situado tan bajo,
también se ven sus aguas y los árboles están en el mismo pueblo, que casi no se
ve hasta que a él llegas. Llama la atención la iglesia parroquial de estilo
románico, que me dijeron que la habían restaurado hace unos pocos años. A mí me
dio sensación de una belleza triste, porque estábamos en invierno y aquellos
pinos que conservan sus hojas durante él, oscurecían el pueblo y la iglesia
románica. Me quedaron ganas de volver a Triste un día de verano, en que la
luz del sol alegra a las personas que
allí van a veranear.
Aquella
zona está más animada en el estío, con sus dos restaurantes, el puente y el
túnel, la capilla a su lado y la estación de ferrocarril, cerca de la que se
encontraba una fábrica de carburo; en cambio en invierno el restaurante mayor
está cerrado y no se ve circular personas por el bello paisaje.
En
el pueblo de Triste nació Antonier el año 1943 y le dieron por muerto a los
tres meses de su nacimiento, diciéndole
el médico a su buena madre: “si no
aguanta se morirá”, pero Antonier aguantó, porque los que lo conocemos hemos comprobado
que tiene con algunos clientes, un “aguante como un caballo”. A los pocos días
dijeron que lo que le había sucedido era un ataque de epilepsia. De aquella
zona bajaron otros aragoneses y
aragonesas, como mi abuela paterna, casada con el banquero Casaus del Coso Bajo
de Huesca, que nació en Botaya, en casa López
y otros subieron como el Conde de Aranda
que allí yace. No fue sólo
Antonier el que bajó, porque él, sube y baja con frecuencia. Su padre estaba encargado del
funcionamiento de la fábrica de carburo. Yo me imaginaba a mi amigo haciendo
experimentos con el carburo, como los hacíamos en mi pueblo de Siétamo, pero no
jugó con dicho productor de gas, porque era muy niño cuando tuvo que marchar de
Triste y su padre gran conocedor de tal producto no se lo dejaba usar, porque
quería a su niño, al que supongo que llamaría
“o mocer”. Cuatro años tenía cuando fue a vivir a Jaca, pero él tenía
que volver y lo hizo cuando llegaron los años 1965 a 70. Todavía conservaban su
casa natal, que habían tenido alquilada, ocupándose su padre del cultivo de sus
tierras por medio de arrendadores. Volvió a Triste Antonier, pero todavía sigue
subiendo todos los domingos a gozar de sus recuerdos humanos y aragoneses
El
es un gran aragonés porque ama su tierra, es trabajador y honrado y nunca deja
insatisfecho a ningún cliente, porque si
le llevan unas llaves recién
hechas que no abren las puertas, él las coge y no se sabe como lo hace, pero
cuando las tienes que usar funcionan como las primeras que compraste. En Jaca
estudió en los Escolapios, orden fundada por el altoaragonés San José de
Calasanz y entre sus padres, su origen en Triste, su proximidad al Monasterio
de San Juan de la Peña y la formación religiosa y humana que recibió en Jaca,
como también en los Escolapios mi difunto hermano Manolo, salió hecho todo un
hombre al servicio de todos los hombres.
Yo calculo que por el año
de mil novecientos cuarenta y tres, en que nació, le debe faltar ya poco para jubilarse. Entonces
irá con más frecuencia a Triste, al que
convertirá en el pueblo de la alegría. Yo saco de su vida la conclusión
de que si hasta ahora lo hemos llamado Antonier, de ahora en adelante hemos de
decirle Don Antonio Estallo.
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