Cuando voy por el monte de Las Valles de
Siétamo, al Sur-Este veo o más bien hace siglos que nos está mirando al
Somontano de la Sierra de Guara, un enorme Tozal Redondo. Se encuentra a
cincuenta kilómetros de Huesca y unos treinta y seis de Siétamo. Tozal en
aragonés, quiere decir Cabezal, porque aquella mole es como una enorme cabeza, que
también algunos la conocen como Gran Roca Redonda, que domina un dilatado paisaje, entre los ríos
Alcanadre, que pasa por el vecino pueblo de Pertusa y al oriente, el río Cinca,
que corre por Barbastro y por Monzón. No es el nombre de Tozal Redondo una
expresión nueva, pues existen varios entre otros, uno que se encuentra al lado mismo de la
carretera N-240, entre Huesca y Siétamo. Es más pequeño el Tozal de Siétamo que
el de Berbegal, porque éste es una cabeza histórica de las más importantes del
Reino de Aragón. Pero no sólo se encuentra esta definición de colinas, coronas,
cerros, montes en lenguas románicas, derivadas del latín, sino en lengua árabe.
Almudévar quiere decir “La
Redonda”, definiendo con este nombre la
Colina o la Corona Redonda, sobre la que se asienta la Virgen de la Corona en
la Villa de Almudévar. Llaman también a este accidente geográfico Cerro de Berbegal, de forma redonda, de unos 520
metros de altura en la Hoya de Huesca, muy próximo a Barbastro y a su lado pasa la Vía Romana
que iba de Caesar Augusta a Tarraco o Tarragona. Por este lugar tan original
pasa el Meridiano de Greennwich. Cuando te encuentras en lo alto de la circunferencia,
por la que se observa un enorme paisaje, desde el que se pueden contemplar, dicen
que más de setenta poblaciones y por arriba la Sierra de Guara y elevado como
Berbegal, el Monasterio del Pueyo de Barbastro, te entra en tu cerebro una
impresión de grandeza de Aragón. Los barbastrenses salvaron dicho Monasterio de
la Desamortización de Mendizabal y de su destrucción, como ocurrió en el Monasterio de Montearagón.
También estos monumentos, a saber el Pueyo de Barbastro y el Monasterio de Montearagón, están montados
sobre dos tozales o cerros redondos. En medio del desequilibrio que se apodera
de uno en los bordes superiores de la meseta de Berbegal, se siente un poder divino, que
influye sobre los hijos de Berbegal, pues parece que el Meridiano de Greenvich,
que pasa por dicho Cabezón Comarcal, le transmite una fuerza superior. Ahora
son cuatrocientos ochenta y seis los habitantes, que viven en esa eminencia de quinientos doce metros de altura. Por el Oeste pasa por Pertusa, el río Alcanadre y por el Este, por
Barbastro y Monzón el río Cinca. El Peñón de Muyed es un menhir druídico, que
se encuentra muy próximo al gigantesco Tozal, mientras en sus bases hay
excavadas cuevas troglodíticas.
Berbegal
tiene como Patrono al antiquísimo San Victorián, que por más arriba, regía el
Monasterio más antiguo de Aragón, pues entre sus fieles está un grupo de
Infanzones, ligados con la raza germánica de los godos. Se emociona uno al ver
la iglesia parroquial, empezada a construir en el siglo XII presidida por la
Virgen Blanca, que es un Monumento de Interés Artístico Nacional. Pedro I
cedería dicha iglesia a la Diócesis de
Huesca. En 1571, pasó a Lérida y en 1955, volvió a Huesca. Parece que en
Berbegal, se abrazan las Virgenes del Pueyo, que en 1099, ya estaba en manos
cristianas, con la Virgen Blanca y al notar la falta del Frontal de Berbegal, que
se encuentra en el Obispado de Lérida y dicho Frontal está relacionado con la
Virgen de Sigena. Los hijos de Berbegal están emocionados con la belleza del
Frontal y están reclamando siempre su devolción a Lérida, para que los proteja,
desde la iglesia de Santa María la
Blanca. En lo alto de Berbegal se encuentran pozos, aljibes y bodegas para que
sus primeros pobladores pudieran suministrarse de agua y de vino. Y en aquel
Tozal Redondo vivieron, desde los hombres primitivos, que en ciertos años, llegaron
a ser más de mil hasta los cuatrocientos ochenta y seis, que sobre él gozan de
la visión de paisajes serranos y de montes de unos sesenta o setenta pueblos,
entre los que se encuentra Monzón.
Aquel Tozal o Cabezal ha albergado cabezas y
vidas de muchos hijos suyos. Estuve invitado a contemplar la casa natal del que
fue Presidente del Servicio Nacional del Trigo, es decir del Señor Cavero. Y al
contemplar su vivienda, vi en una biblioteca una colección de libros con tapas
de cuero amarillo y con letras entre sus páginas, impresas por antiguas
imprentas. Sobre el Portal de su Casa, se exhibe el escudo de Cavero, con sus
campanas sin badajo y dentro de la casa se goza de salones, con sus paredes
adornadas por cuadros, que representan unas veces Vírgenes y Santos y en otras,
caballos de lujo, de tiempos posteriores. En lo más alto de la casa, se
encuentra un enorme salón, construido
hace muy poco tiempo al estilo clásico, desde cuyas ventanas se goza con
amplitud del elevado paisaje de Berbegal.
Son muchas las obras de arte, conservadas en la
casa, pero me impresionó el recuerdo de un cuadro, en que dos cabezas de
caballo, me emocionaron ya hace unos dos o tres años, en que visité esa noble
casona y que al volverlos a ver en este mes de Agosto de 2014, me pareció que
sus ojos me reconocieron por su mirada.
La dueña
de la Casa de Cavero de Berbegal, Gloria Cavero, hija del antiguo Jefe del
Servicio Nacional del Trigo, que contribuyó a la alimentación del pueblo
español después de la Guerra Civil, nos mostró hasta el último rincón de esa
Casa noble y de personas trabajadoras, con una amabilidad extraordinaria y una educación recibida en el
Capital de España. Los dos hijos que la acompañaban con su sobrina Carla,
estaban impregnados de la belleza de Berbegal. De la Casa con el escudo, basado
en el del Conde de Sobradiel, salimos a la calle y justamente enfrente de su
noble puerta, entramos por otra, en un espacio amplio de paredes muy altas,
revestidas todas ellas por verde yedra, que llegaba hasta las alturas de la
pared. En algunos espacios estaban rodeadas por arbustos que mostraban sus
flores de variados colores. ¿Qué misión tendría en tiempos pasados este
espacio?. No lo sé, pero había un cubierto, donde tal vez se encerrara alguna
máquina de uso agrícola. Ese día se acogía a su techo un automóvil
descapotable, que había venido de Madrid, conducido por un señor de pulso fuerte, que era amigo y
pariente de la familia Cavero. Salimos de este gran jardín y a escasos metros
penetramos en un lugar asombroso, donde en tiempos se encontraron las cuadras
de caballerías, que se empleaban para hacer labores agrícolas. Hoy por su parte
posterior se alzan edificios, pero su parte anterior, es un mirador
maravilloso, al cual yo tenía miedo de aproximarme, porque me parecía que perdía el equilibrio.
Al ver este cielo aragonés, que parece
identificarse con el auténtico cielo, por ejemplo al contemplar el Monasterio
del Pueyo de Barbastro, uno piensa que aquí en este pueblo, ha tenido que haber personas que se han intelectualizado y que han adquirido un
espíritu nuevo. Y se acuerda uno de Jaime Callén, de Romualdo Doz y Porras, de
Francisco Guarga, de Joaquín Escartín y
Carrera y de Loenzo y de Miguel Cavero. Pero al contemplar todo ese paisaje, en
el que se ven pequeños pantanos, llanuras y montañas, que invitan a pasear por
ese mundo maravilloso, me acuerdo de Mariano Bielsa y Latre, conocido como “Chistavin de Berbegal”, que fue
un famoso andarín aragonés, que se hizo famoso por sus andanzas. El veía los
pueblos desde los bordes del Tozal de
Berbegal y desde aquellas alturas, se
lanzaba a recorrerlos.
En este día se me hace especialmente sensible el
recuerdo de Cavero, el del Servicio
Nacional del Trigo, al que conocí, someramente, a través de mi amigo y pariente
Ramonito Felipe Cavero. Igualmente conocí a través de Cavero de Siétamo a su
pariente Cavero de La Perdiguera, de
donde procedían Cavero de Berbegal y Cavero de Siétamo. En la visita que
hicimos a Cavero de Berbegal, ya hace unos años, nos acompañaron a ver la
fabulosa casa de Cavero de La Perdiguera, que no pudimos ver por dentro, porque
sus dueños vivían en Zaragoza.
No puede uno marchar indiferente de Berbegal,
sin sentir tocado su corazón y su memoria por el templo románico de Santa María
la Blanca, y por las ermitas de San Gregorio y de Santa Elena. No puede uno
marchar sin recordar aquellos pensadores y guerreros del Temple, porque allí se
ven las ruinas de un edifico, que dicen perteneció a la Orden del Temple. Tiene
uno que recordar los problemas que ha padecido la tierra aragonesa, buscando el
agua, que da vida, al beber en la fuente de San Gregorio, con su lavadero y
abrevadero del siglo XVI .Siente uno el dolor de este pueblo, unido hace ya
siglos desde Huesca con Ilerda, hoy con
una separación del Frontal de Santa María La Blanca, que en lugar de unir,
separa. Han sido varias las razas de hombres que se han unido a lo largo de los
siglos, pero no podremos olvidar el pueblo ibero de “Las Coronas”.
Al llegar a Berbegal, aparcamos muy próximos al
árbol que en primavera, todos años plantan los mozos en la Plaza. Cada
primavera, con una constancia secular
los jóvenes van cambiando cada año el chopo viejo por un esperanzador chopo
joven. Es que tiene la juventud esperanza en el futuro. Es curioso como el
último árbol plantado está exhibiendo hojas verdes en sus alturas. Hay una fe
en el pueblo en el futuro de Berbegal, porque quieren que la producción
agrícola y ganadera se complemente con la industrial, que por el oriente, hacia
Barbastro, Monzón y Binéfar se va desarrollando. Nos falta en Aragón que el
Gobierno Central, se preocupe de
traspasar los Pirineos, pues las Regiones vecinas de Cataluña y Vascongadas,
los pasan por Irún y por Gerona y esta tierra que mira al cielo desde Berbegal,
está casi incomunicada con Europa.
Había en
Siétamo dos escudos de Cavero iguales, uno en casa de Domingo Cavero, el descendiente directo de Casa Cavero
de La Perdiguera y otro en la Casa de Cavero de la Calle Alta, en que se quedó
a vivir uno de los hermanos Cavero, que vinieron de La Perdiguera. Ramón o
Ramonito, como todavía lo llaman algunos
amigos, que vivió en Casa Cavero de la Calle Alta, me confirmó la llegada a
Siétamo del heredero de Casa de Cavero de la Perdiguera, que venía a Siétamo a saludar a su pariente Domingo
Cavero. Los mismos habitantes de Casa Cavero de Bergegal, me llevaron a
contemplar la de Laperdiguera, donde en aquellos momentos, no estaba nadie. El escudo de Siétamo, fechado
en 1806, es muy completo y según Ramón
de Casa Felipe Cavero, los que colocaron dichos escudos, pidieron permiso al
Conde de Sobradiel y de Gabarda.
Estos días del mes de Agosto de 2014, invitados
los Almudévar de Siétamo por Carmen Cavero, a la que se encontró en Huesca mi
hijo Mariano, fuimos a visitar por segunda vez la Casa y la familia del Cavero,
que hace años trabajó por los españoles con el Servicio Nacional del Trigo.
Igual que los Cavero se emocionaron hace unos años ante la presencia del escudo
de Cavero, los miembros de mi familia, que llevamos en el interior el apellido de
Cavero, nos emocionamos desde la alturas de Berbegal, con aquel territorio
aragonés, que gracias, entre otros a
Joaquín Costa, se ven extensiones de tierra regadas por el agua del río Cinca que
pasa cerca de él.
Queda poca población en esas históricas y bellas
tierras, pero se nota la proximidad de la industria, a través de Binéfar, de
Monzón y de Barbastro. Y esto es lo que debemos tratar de conseguir para
nuestra tierra, que contemplamos desde
la corona de Berbegal.
Por el Oriente sale el sol y por el oriente se
ve que puede llegar la Industria a nuestras tierras, pero hace falta un
Gobierno Central, que una mediante ferrocarriles y autovías a Zaragoza con
Francia , a través del Alto Aragón.Hace ya muchos siglos que el Emperador
Carlomagno, estuvo a punto de conquistar Zaragoza. Si ahora se unieran con
Tolosa, se crearía un importante núcleo industrial europeo. Que Cataluña siga
con Port Bou y Vascongadas con Irún, pero que a Aragón, acordándonos de
Carlomagno, le abran puertas en el Pirineo.
La familia de Cavero, tenéis un lugar cerca del
cielo, que mira a la Virgen del Pueyo, pero os haría todavía más felices la
comunicación con Francia, para que
penetrara en Aragón una industria moderna.
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