sábado, 12 de octubre de 2019

Berbegal, observatorio del Somontano.


   

Cuando voy por el monte de Las Valles de Siétamo, al Sur-Este veo o más bien hace siglos que nos está mirando al Somontano de la Sierra de Guara, un enorme Tozal Redondo. Se encuentra a cincuenta kilómetros de Huesca y unos treinta y seis de Siétamo. Tozal en aragonés, quiere decir Cabezal, porque aquella mole es como una enorme cabeza, que también algunos la conocen como Gran Roca Redonda,  que domina un dilatado paisaje, entre los ríos Alcanadre, que pasa por el vecino pueblo de Pertusa y al oriente, el río Cinca, que corre por Barbastro y por Monzón. No es el nombre de Tozal Redondo una expresión nueva, pues existen varios entre otros,  uno que se encuentra al lado mismo de la carretera N-240, entre Huesca y Siétamo. Es más pequeño el Tozal de Siétamo que el de Berbegal, porque éste es una cabeza histórica de las más importantes del Reino de Aragón. Pero no sólo se encuentra esta definición de colinas, coronas, cerros, montes en lenguas románicas, derivadas del latín, sino en lengua árabe. Almudévar quiere decir  “La Redonda”,  definiendo con este nombre la Colina o la Corona Redonda, sobre la que se asienta la Virgen de la Corona en la Villa de Almudévar. Llaman también a este accidente geográfico  Cerro  de Berbegal, de forma redonda, de unos 520 metros de altura en la Hoya de Huesca, muy próximo  a Barbastro y a su lado pasa la Vía Romana que iba de Caesar Augusta a Tarraco o Tarragona. Por este lugar tan original pasa el Meridiano de Greennwich. Cuando te encuentras en lo alto de la circunferencia, por la que se observa un enorme paisaje, desde el que se pueden contemplar, dicen que más de setenta poblaciones y por arriba la Sierra de Guara y elevado como Berbegal, el Monasterio del Pueyo de Barbastro, te entra en tu cerebro una impresión de grandeza de Aragón. Los barbastrenses salvaron dicho Monasterio de la Desamortización de Mendizabal y de su destrucción,  como ocurrió en el Monasterio de Montearagón. También estos monumentos, a saber el Pueyo de Barbastro y  el Monasterio de Montearagón, están montados sobre dos tozales o cerros redondos. En medio del desequilibrio que se apodera de uno en los bordes superiores de la meseta  de Berbegal, se siente un poder divino, que influye sobre los hijos de Berbegal, pues parece que el Meridiano de Greenvich, que pasa por dicho Cabezón Comarcal, le transmite una fuerza superior. Ahora son cuatrocientos ochenta y seis los habitantes, que viven en esa eminencia  de quinientos doce metros  de altura. Por el Oeste   pasa por  Pertusa, el río Alcanadre y por el Este, por Barbastro y Monzón el río Cinca. El Peñón de Muyed es un menhir druídico, que se encuentra muy próximo al gigantesco Tozal, mientras en sus bases hay excavadas cuevas troglodíticas.
 Berbegal tiene como Patrono al antiquísimo San Victorián, que por más arriba, regía el Monasterio más antiguo de Aragón, pues entre sus fieles está un grupo de Infanzones, ligados con la raza germánica de los godos. Se emociona uno al ver la iglesia parroquial, empezada a construir en el siglo XII presidida por la Virgen Blanca, que es un Monumento de Interés Artístico Nacional. Pedro I cedería dicha iglesia a la  Diócesis de Huesca. En 1571, pasó a Lérida y en 1955, volvió a Huesca. Parece que en Berbegal, se abrazan las Virgenes del Pueyo, que en 1099, ya estaba en manos cristianas, con la Virgen Blanca y al notar la falta del Frontal de Berbegal, que se encuentra en el Obispado de Lérida y dicho Frontal está relacionado con la Virgen de Sigena. Los hijos de Berbegal están emocionados con la belleza del Frontal y están reclamando siempre su devolción a Lérida, para que los proteja, desde  la iglesia de Santa María la Blanca. En lo alto de Berbegal se encuentran pozos, aljibes y bodegas para que sus primeros pobladores pudieran suministrarse de agua y de vino. Y en aquel Tozal Redondo vivieron, desde los hombres primitivos, que en ciertos años, llegaron a ser más de mil hasta los cuatrocientos ochenta y seis, que sobre él gozan de la visión de paisajes serranos y de montes de unos sesenta o setenta pueblos, entre los que se encuentra Monzón.
Aquel Tozal o Cabezal ha albergado cabezas y vidas de muchos hijos suyos. Estuve invitado a contemplar la casa natal del que fue Presidente del Servicio Nacional del Trigo, es decir del Señor Cavero. Y al contemplar su vivienda, vi en una biblioteca una colección de libros con tapas de cuero amarillo y con letras entre sus páginas, impresas por antiguas imprentas. Sobre el Portal de su Casa, se exhibe el escudo de Cavero, con sus campanas sin badajo y dentro de la casa se goza de salones, con sus paredes adornadas por cuadros, que representan unas veces Vírgenes y Santos y en otras, caballos de lujo, de tiempos posteriores. En lo más alto de la casa, se encuentra un enorme salón,  construido hace muy poco tiempo al estilo clásico, desde cuyas ventanas se goza con amplitud del elevado paisaje de Berbegal.
Son muchas las obras de arte, conservadas en la casa, pero me impresionó el recuerdo de un cuadro, en que dos cabezas de caballo, me emocionaron ya hace unos dos o tres años, en que visité esa noble casona y que al volverlos a ver en este mes de Agosto de 2014, me pareció que sus ojos me reconocieron por su mirada.
 La dueña de la Casa de Cavero de Berbegal, Gloria Cavero, hija del antiguo Jefe del Servicio Nacional del Trigo, que contribuyó a la alimentación del pueblo español después de la Guerra Civil, nos mostró hasta el último rincón de esa Casa noble y de personas trabajadoras, con una amabilidad  extraordinaria y una educación recibida en el Capital de España. Los dos hijos que la acompañaban con su sobrina Carla, estaban impregnados de la belleza de Berbegal. De la Casa con el escudo, basado en el del Conde de Sobradiel, salimos a la calle y justamente enfrente de su noble puerta, entramos por otra, en un espacio amplio de paredes muy altas, revestidas todas ellas por verde yedra, que llegaba hasta las alturas de la pared. En algunos espacios estaban rodeadas por arbustos que mostraban sus flores de variados colores. ¿Qué misión tendría en tiempos pasados este espacio?. No lo sé, pero había un cubierto, donde tal vez se encerrara alguna máquina de uso agrícola. Ese día se acogía a su techo un automóvil descapotable, que había venido de Madrid, conducido  por un señor de pulso fuerte, que era amigo y pariente de la familia Cavero. Salimos de este gran jardín y a escasos metros penetramos en un lugar asombroso, donde en tiempos se encontraron las cuadras de caballerías, que se empleaban para hacer labores agrícolas. Hoy por su parte posterior se alzan edificios, pero su parte anterior, es un mirador maravilloso, al cual yo tenía miedo de aproximarme, porque me  parecía que perdía el equilibrio.
Al ver este cielo aragonés, que parece identificarse con el auténtico cielo, por ejemplo al contemplar el Monasterio del Pueyo de Barbastro, uno piensa que aquí en este pueblo,  ha tenido que haber personas que  se han intelectualizado y que han adquirido un espíritu nuevo. Y se acuerda uno de Jaime Callén, de Romualdo Doz y Porras, de Francisco Guarga,  de Joaquín Escartín y Carrera y de Loenzo y de Miguel Cavero. Pero al contemplar todo ese paisaje, en el que se ven pequeños pantanos, llanuras y montañas, que invitan a pasear por ese mundo maravilloso, me acuerdo de Mariano Bielsa y Latre,  conocido como “Chistavin de Berbegal”, que fue un famoso andarín aragonés, que se hizo famoso por sus andanzas. El veía los pueblos desde los bordes del  Tozal de Berbegal y desde aquellas alturas,  se lanzaba a recorrerlos.
En este día se me hace especialmente sensible el recuerdo de Cavero,  el del Servicio Nacional del Trigo, al que conocí, someramente, a través de mi amigo y pariente Ramonito Felipe Cavero. Igualmente conocí a través de Cavero de Siétamo a su pariente Cavero de La Perdiguera,  de donde procedían Cavero de Berbegal y Cavero de Siétamo. En la visita que hicimos a Cavero de Berbegal, ya hace unos años, nos acompañaron a ver la fabulosa casa de Cavero de La Perdiguera, que no pudimos ver por dentro, porque sus dueños vivían en Zaragoza.
No puede uno marchar indiferente de Berbegal, sin sentir tocado su corazón y su memoria por el templo románico de Santa María la Blanca, y por las ermitas de San Gregorio y de Santa Elena. No puede uno marchar sin recordar aquellos pensadores y guerreros del Temple, porque allí se ven las ruinas de un edifico, que dicen perteneció a la Orden del Temple. Tiene uno que recordar los problemas que ha padecido la tierra aragonesa, buscando el agua, que da vida, al beber en la fuente de San Gregorio, con su lavadero y abrevadero del siglo XVI .Siente uno el dolor de este pueblo, unido hace ya siglos desde Huesca con Ilerda,  hoy con una separación del Frontal de Santa María La Blanca, que en lugar de unir, separa. Han sido varias las razas de hombres que se han unido a lo largo de los siglos, pero no podremos olvidar el pueblo ibero de  “Las Coronas”.
Al llegar a Berbegal, aparcamos muy próximos al árbol que en primavera, todos años plantan los mozos en la Plaza. Cada primavera,  con una constancia secular los jóvenes van cambiando cada año el chopo viejo por un esperanzador chopo joven. Es que tiene la juventud esperanza en el futuro. Es curioso como el último árbol plantado está exhibiendo hojas verdes en sus alturas. Hay una fe en el pueblo en el futuro de Berbegal, porque quieren que la producción agrícola y ganadera se complemente con la industrial, que por el oriente, hacia Barbastro, Monzón y Binéfar se va desarrollando. Nos falta en Aragón que el Gobierno Central, se preocupe  de traspasar los Pirineos, pues las Regiones vecinas de Cataluña y Vascongadas, los pasan por Irún y por Gerona y esta tierra que mira al cielo desde Berbegal, está casi incomunicada con Europa.
 Había en Siétamo dos escudos de Cavero iguales, uno en casa de Domingo  Cavero, el descendiente directo de Casa Cavero de La Perdiguera y otro en la Casa de Cavero de la Calle Alta, en que se quedó a vivir uno de los hermanos Cavero, que vinieron de La Perdiguera. Ramón o Ramonito,  como todavía lo llaman algunos amigos, que vivió en Casa Cavero de la Calle Alta, me confirmó la llegada a Siétamo del heredero de Casa de Cavero de la Perdiguera, que venía a  Siétamo a saludar a su pariente Domingo Cavero. Los mismos habitantes de Casa Cavero de Bergegal, me llevaron a contemplar la de Laperdiguera, donde en aquellos momentos,  no estaba nadie. El escudo de Siétamo, fechado en 1806, es muy  completo y según Ramón de Casa Felipe Cavero, los que colocaron dichos escudos, pidieron permiso al Conde de Sobradiel y de Gabarda.
Estos días del mes de Agosto de 2014, invitados los Almudévar de Siétamo por Carmen Cavero, a la que se encontró en Huesca mi hijo Mariano, fuimos a visitar por segunda vez la Casa y la familia del Cavero, que hace años trabajó por los españoles con el Servicio Nacional del Trigo. Igual que los Cavero se emocionaron hace unos años ante la presencia del escudo de Cavero, los miembros de mi familia,  que llevamos en el interior el apellido de Cavero, nos emocionamos desde la alturas de Berbegal, con aquel territorio aragonés, que gracias,  entre otros a Joaquín Costa, se ven extensiones de tierra regadas por el agua del río Cinca que pasa cerca de él.
Queda poca población en esas históricas y bellas tierras, pero se nota la proximidad de la industria, a través de Binéfar, de Monzón y de Barbastro. Y esto es lo que debemos tratar de conseguir para nuestra tierra,  que contemplamos desde la corona de Berbegal.
Por el Oriente sale el sol y por el oriente se ve que puede llegar la Industria a nuestras tierras, pero hace falta un Gobierno Central, que una mediante ferrocarriles y autovías a Zaragoza con Francia , a través del Alto Aragón.Hace ya muchos siglos que el Emperador Carlomagno, estuvo a punto de conquistar Zaragoza. Si ahora se unieran con Tolosa, se crearía un importante núcleo industrial europeo. Que Cataluña siga con Port Bou y Vascongadas con Irún, pero que a Aragón, acordándonos de Carlomagno, le abran puertas en el Pirineo.
La familia de Cavero, tenéis un lugar cerca del cielo, que mira a la Virgen del Pueyo, pero os haría todavía más felices la comunicación con Francia,  para que penetrara en Aragón una industria moderna.

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