domingo, 25 de julio de 2021

Ancianos.-

 

     


El poeta,sin ser además profeta, era consciente, como lo somos muchos,de que el tiempo pasa y lo notaba en los latidos de su corazón, que le recordaban el tic-tac de aquel viejo reloj de péndulo que sus antepasados, a lomos de mula, habían traído de Oloron.

Se daba cuenta que de la misma forma que el reloj del abuelo, “de tan viejo se paró”, su corazón empezaba a envejecer y a los pájaros del huerto , les decía:”El corazón dice, dice, que se muere, que se muere y yo le digo, le digo que s’aspere, que s’aspere”.

Su corazón, ante tales requerimientos, se esperaba, se esperaba, pero el poeta, agradeciendo esa demora, decía: ”y yo me iré y quedará el huerto con el pozo blanco y en el árbol los pájaros cantando     ”.

El “siño” Feliciano era un poeta del pueblo; no sabía hacer poesías  pero observaba allá en su huerto de la Fondura, cómo para San José  florecían las plantas como su vara y escuchaba como “cantaba la calandria y le respondía el ruiseñor”, y  aquel  despertar primaveral lo llevaba a cultivar sus verduras con esmero; naturalmente, le sobraban para alcanzar su madurez, y él repartía  a otros ancianos y ancianas que carecían de ellas .

Aquel año, al llegar el Otoño a su huerto, notó que a él también le comenzaba un declinar,   un encontrarse solo, un crujido interior como el que se produce al pisar las hojas muertas que en esta estación caen de los árboles. Se dio cuenta de que no podía seguir solo y acudió a la Residencia López Novoa de las hermanas de los Ancianos Desamparados, para eso, para que lo amparasen. Y lo ampararon, para eso están, y comenzó para Feliciano una nueva vida, ya que, al reponerse de su crisis de soledad, se le ofreció el horizonte de un nuevo huerto en el que volvió a ser feliz, donde los pájaros también cantaban y desde donde, después de muchos años, pasó a mejor vida.

Hoy se prolonga la vida de los hombres más que antes y el número de longevos que están solos preocupa a las Naciones y a los sociólogos, que sin ser profetas, ven simplemente, mirando las estadísticas, un futuro incierto para los ancianos.

Los relojes viejos de péndulo se han cambiado por electrónicos y el corazón del hombre que latía al compás de la Naturaleza se ha despendolado en las ciudades y muchos buscan un ritmo más humano y más calor en esas residencias que se construyeron para ellos. Son profetisas las Hermanas que están ampliando en la ciudad de Huesca, bajando a la Estación, y generosamente, ya que no se trata de dinero para ellas sino para acoger ancianos, agradecen a las personas que ayudan en tal obra, la aportación que hacen, que algún día revertirá en el latir cansino de muchos corazones, tal vez del suyo … o  tal vez del mío.

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