Cada día que pasa, se ven más
cerca del Portal, hasta que llegan a él, a adorar al Niño, al tiempo que se
escuchan voces que cantan:” Ya vienen los Reyes por el encinar, Melchor va
delante, detrás va Gaspar y después de todos, va el Rey Baltasar.
Nos encontramos ante un enorme y
transcendental escenario, el de Belén y en él tuvo lugar una representación
teatral a lo divino y los que en este escenario trabajaron, fueron nada menos
que el Señor, como Autor y Actor Principal, al mismo tiempo, y como protagonistas
que giraron alrededor del Niño, actuaron su Sagrada Familia, María y José,
pasando por los Angeles y Reyes, los pastores y ¿por qué no nombrarlos
. Y más, ahora que S.S. la ha declarado
que también los animales tienen su espíritu vital: el buey, la mula, los
corderos y los pájaros y animales todos, cuyas figuras aparecen en nuestros belenes.
Se completa el medio ambiente con
el mismo Portal, con el pesebre y con los árboles. No se si allí se encontraría algún abeto o pino de
los que tanto nos acordamos en Navidad e iluminamos con luces de colores. Esta
tradición anglosajona del Árbol de Navidad tiene su origen en Alemania en el
siglo VIII, cuando San Bonifacio recorría los bosques de pinos y de abetos en
Alemania.
Se ha querido crear un antagonismo
entre el pino o el abeto y el belén, cuando Papá Noel es Papá Navidad, ya que en ocasiones se puede
identificar con San Nicolás o con San Bonifacio.
Hay quien superó esa rivalidad,
ya hace casi cien años, editando tarjetas como la que yo tengo en mi casa
heredada de difuntos antepasados, que más abajo en su exterior representa a
Papá Noel y abriéndola aparece un hermoso belén.
No se si habría palmeras cerca
del Portal ,o, se las encontraron Jesús, María y José, más abajo, más al Sur,
cuando huyeron a Egipto.
De lo que no me cabe duda es de
la presencia en Belén de los olivos, pues a Jesús le tocaría, más tarde, pasar
una cruel agonía en un Huerto de esos olivos y ramos de olivo que llevaron los
niños cuando Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén. “ Pueri hebreorum
portantes ramos olivarum, obviaverunt Dominum cantantes et dicentes: ¡Hossana
Filio David!”.
Estos árboles y algún tejo o,
algún enebro, algún almendro, las vides o alguno de esos romeros en los que la
Virgen tendía los pañales del Niño, después de haberlos lavado, completaban
aquella Armonía entre el Creador, la Naturaleza, los espíritus angélicos, el
hombre y los animales.
No se porque el paisaje del S0MONTANO
me hace evocar el del Belén; será tal vez por las colinas que ondulan el terreno, por las encinas, los
pastores, las ovejas, los olivos, las higueras, el musgo y por otros aspectos,
que de niños, hemos reproducido en los belenes.
Al asociar el Somontano a Belén,
se pone en marcha mi imaginación evocadora y nostálgica. Hay quien descalifica esta añoranza ,como queriendo constituirse en un
falso creador, en un nuevo dios que ha superado la tragedia humana, para
hundirse en la caída de los dioses.
Tal vez quieran sustituir esa
nostalgia con odio o ambición más amargos, pues la nostalgia lo más que puede
resultar es agridulce.
Ya desde hace muchos siglos
quisieron destruir la añoranza de la Cueva o Portal sagrado, donde quiso nacer
el Salvador. “El Emperador Adriano hizo, en odio a los cristianos, edificar
encima un templo dedicado a Adonis, esperando abolir con esta sacrílega
profanación, la memoria de un lugar tan respetable.
Yo no encuentro mal que los
partidarios de Adonis, le levantaran un templo, pero no con el fin de destruir
el Portal de Belén.
Adriano tuvo imaginación más que
constructiva, destructora en este caso.
Yo me he quedado en la
imaginación nostálgica y nuestros Adrianos en la destructora, pero a imitación
del Sumo Creador o Hacedor, surgieron hace siglos imaginativos, creativos o
creadores, de los cuales unos, a aquellas imágenes navideñas quisieron ponerlas
en movimiento, recreando aquel maravilloso escenario de Belén, para dar a
conocer a la gente sencilla, el mensaje del Dios-Niño.
Otros que tenemos ahora entre nosotros los belenistas o
pesebristas, montan auténticas obras de arte, como son los belenes, sin gran
movimiento, digo sin gran movimiento porque los Reyes se mueven, el río corre y
algo más se mueve, como son los corazones de los que contemplan, según la
sensibilidad e inspiración creativa del belenista solitario o en equipo, que
lograron perpetuar de un modo un tanto
ágil a través de nueva Navidad, aquel arte y aquella actividad
didáctico-religiosa o catequística que en los hombres y niños sencillos aviva
la ingenuidad de su Fe, que transciende más allá del racionalismo, con razones
que no alcanza, porque son razones del corazón.
Aquello que he nombrado en primer
lugar, que quisieron hacer la representación viva, dinámica de lo que
pasó en Belén, reproducir las acciones, los actos que ocurrieron durante la
primera Navidad, lo lograron de un modo sencillo, con sus belenes vivientes en
la puerta de las iglesias, con las cabalgatas de Reyes, con las Posadas y Pastorelas, llegando a crear el “Teatro de
la Edad Media”, primera fuente y origen de los belenes. Yo en mi niñez, antes
de la Guerra Civil, me acuerdo del Belén montado en la iglesia parroquial.
Y tengo todavía presente el recuerdo de la
señora Isabel la Posadera, que se dedicaba a embellecer dicho Nacimiento. Ella
conocía en los caminos de los Huertos, unas plantas que embellecían el paisaje
de la Costera y todo el año estaba la buena Posadera, pendiente de la flor que
brotaba de ellas. Los niños entrábamos en la iglesia para participar en la
belleza del Belén.
La señora Isabel recibía todo el
año en la Posada a los viajeros con sus carros, pero especialmente para
Navidad, preparaba en la iglesia la “posada” para el Niño Jesús.
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