miércoles, 20 de abril de 2022

Un Señor Andaluz en Huesca.-

      

     

Cuando acudo al Bar, vecino de mi casa, me encuentro sentado delante de su velador, a un Señor Andaluz, cuyo aspecto noble y tranquilo, hace su consumición de media mañana. Elige alguna dosis para recordar sus desayunos  andaluces y lo que le atrae y él ama, son unas olivas o aceitunas negras, servidas en una pequeña taza, que él va consumiendo poco a poco. Tiene un rostro medio serio, medio alegre que te da alegría al recibir su oferta de consumir alguna oliva, que el último día que lo encontré en el Bar, me invitó a probar  ese vendito fruto, que me hizo consumir como un delicado placer. Consumí hace unos días una de esas olivas negras o aceitunas y le di las gracias.

Estaba él consumiendo poco a poco , pero con placer, ese almuerzo con olivas como primera consumición y estaba sentado delante del velador, con tranquilidad, gozando del placer de aquellas negras aceitunas. No tenía prisa porque, como demostraba apoyando su espalda en la silla en que estaba sentado, y sus manos las tenía asidas a su bastón, mientras contemplaba los amigos que iban entrando en el tranquilo Bar.    

Cuando yo entraba en el Bar, levantaba una mano del asidero del bastón y mi invitaba a participar de su popular almuerzo. Yo, conmovido por su amabilidad, cogía una negra oliva o aceituna, la daba las gracias y le deseaba un buen provecho.

Pero él, acostumbrado a recorrer durante muchos años, en edad más juvenil, aquellos verdes que no molestaban a sus ojos, sino que un  tanto  más  oscuros, que el verde de los prados, en que él se había acostumbrado durante muchos años, le inclinaban a que alguno de los hombres  jornaleros, que le acompañaban, tendiesen mandiles debajo y alrededor de los troncos de las oliveras. Luego golpeaban con largas  varas  las olivas, que caían sobre los extendidos  mand¡les, en que se recogían.

Con la caída de las olivas, caían con los golpes que daban los hombres con las largas baras además de las olivas , muchas hojas de olivo, que luego se separaban de las olivas y  se daban como rico alimento a las ovejas en sus corrales.    

Pero el jubilado jienense, ahora sentado en el Bar, aquello le recordaba aquellos viejos tiempos, consumiendo olivas negras, que le recordaban con placer, aquellos ya olvidados viejos tiempos en que las recogía en sus olivares.   

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