lunes, 4 de julio de 2022

La gran ciudad (Zaragoza)


Resulta esplendorosa la gran ciudad, cuando uno llega a ella desde el pueblo. Aquella avenidas no parecen tener fin, son las calles más anchas que las del pueblo, las columnas más altas y más gruesas, las gentes más numerosas y parecen eso, más gentes, aunque creo que individualmente son tan personas como las demás. Las tiendas son como torres de Babel, en las que no se suelen dar los buenos días ni las buenas tardes y aunque algún despistado los diera, nadie le contestaría. Supongo que ante tantos pobladores, habrá más muertos que en los pueblos, pero no ve uno entierros y sin pretensión de faltarles, daba la impresión de que los muertos pueblerinos son más muertos, quizá porque se ve el ataúd, cuando lo llevan a hombros por las calles, sin autobuses, a la iglesia y de ésta al cementerio, mientras se escucha el dim-dam fúnebre de las campanas de la torre.

Me acuerdo, cuando hace muchos años, caminando bajo los árboles del Paseo, los gorriones evacuaban sobre nuestras cabezas de estudiantes, pero ahora en lugar de árboles estáticos, hay automóviles mecánicos y los gorriones, ¿se habrán ido a algún pueblo?.

No todo es nuevo en la gran ciudad; también hay viejas calles estrechas como tubos y en una de ellas se encuentra un viejo Café con columnas revestidas de espejuelos plateados en la entrada, altos techos de yeso pintados al aceite y ennegrecidos por viejos humos siempre renovados y al fondo un escenario con músicos y mujeres, que enseñan sus encantos cuando son jóvenes y sus abundancias cuando son maduras, a los numerosos viejos, sus admiradores. Casi todos ellos llevan una boina, calada hasta las orejas, que parece consustancial con sus personas. Quizá en sus pueblos de origen, mirarían a las bañistas, ocultos tras los chopos del río, como los ancianos de la Biblia espiaban a la casta Susana. Trasplantados a la gran ciudad, no tienen necesidad de esconderse, sino que cómodamente sentados, tomando café y envejeciendo cada día más el techo con el humo de sus farias, miran”columnas de oro sobre basa de plata, tales son piernas hermosas sobre firmes talones”. (Eclesiastés). Si esos firmes talones se basan sobre altos y firmes tacones, que taconean al son de músicas de castañuelas, esos viejos se sienten rejuvenecer. Y todavía se tornaban más jóvenes al escuchar, por ejemplo aquella canción, que dice así: ”Las solteras son de oro, las casadas son de plata, las viuditas son de cobre y las viejas de hojalata”.

Para los viejos asistentes al Café "Plata", como he dicho, luciendo sus boinas, que no se deben de quitar ni para dormir, todas las piernas femeninas, que actuaban en el escenario, eran como”columnas de oro",  porque como ha dicho el Eclesiastés : “tales son piernas hermosas sobre firmes talones”.

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