Encabezada por el párroco de esta localidad oscense de Almudévar, la peregrinación con la talla de la Virgen de la Corona llegó a Torreciudad el día 23 de octubre de 1999.
Se creía que “La vida de Pedro Saputo “ era una novela anónima, es decir que no se sabía quien era su autor, pero Don Rafael Gastón Burillo, en su Discurso de Ingreso en la Academia, el día 18 de marzo de 1951, dijo: ”puestas seguidas cada una de las letras iniciales o capitales de los diez primeros capítulos de la obra, formaban las diez letras el nombre, Braulio Foz”. Y saber quien era este escritor, es fácil, pues basta leer en el discurso de Gastón lo siguiente:”se trata de un literato que escribe acerca de Aragón, desde Aragón y para Aragón, es lo genuino aragonés”.Y ¿qué es lo genuino aragonés? Sigue contestando Rafael Gastón: ” es la razón natural, como lo son las ideas de verdad y de justicia. El símbolo de Pedro Saputo y de Almudévar, que es Aragón entero, puede iluminar con sus enseñanzas y deleitar con su belleza, áspera y rebelde cuanto grata, a todo el mundo”. Ya vemos como considera a Almudévar “como síntesis de todas las tierras aragonesas-tres leguas de la famosa ciudad de Huesca, en la carretera de Zaragoza-.Y nace (si puede decirse que la razón nace)como educador de su tierra para la razón y el progreso”. ”Por eso, después de aprender todos los oficios (puesto que todos pueden ser aconsejados por la razón), viene a ser ante todo, pintor y músico”.
Vemos como es representante de todo Aragón, porque cuando va a Zaragoza, ”preguntando por el Pilar y oyendo que estaba cerca, visitó a Nuestra Señora y se fue a una posada”.
Si amaba a la Virgen del Pilar, es muy natural que venerase y amase a la patrona de Almudévar, es decir a la Virgen de la Corona y así ocurrió, pues “su madre le miraba y lloraba de gozo” al ver a Pedro aprender en cinco días a escribir y aprender diversos oficios y un día le encargó que le trajera de Huesca un lapicero, dos compases y “fue su madre a Huesca y le trajo todos aquellos instrumentos; y él pasaba después el tiempo dibujando lo que se le antojaba”. De ahí a algún tiempo hizo el retrato de su madre…y era tan parecida, que todos al verlo decían: esta es la madre de Pedro.
Había aprendido todos los oficios, “después las bellas artes; el dibujo, la pintura, la música”.Pero la música y la pintura fueron mientras vivió las aficiones más amadas por él.
Y “con la pintura empezó su larga tarea educadora para la sociedad. En ocasión de habérsele encargado pintar la capilla de la Virgen de la Corona, realizó su trabajo de tal manera que agradó y asombró a sus convecinos”. Pero además Pedro Saputo se hizo estudiante de la Tuna y unido a los otros jóvenes estudiantes formó parte de un formidable conjunto musical, que le atraía como la música que acompañaba a los danzantes de Almudévar, cuando bajaban o subían a la Virgen de la Corona a la Parroquia o de ésta a la Corona.
Pedro Saputo se sintió orgulloso de pintar la capilla de la Madre, no sólo suya, como era la Pupila, sino de todos los almudevarenses y de un artista de tal categoría, que produjo la admiración y el encanto de cuantos iban a ver la capilla y su Virgen, que en ella repartía los favores y el amor a todos los fieles y convecinos suyos.
Y después de pintada la capilla, comenzó su ”larga tarea educadora para la sociedad”, pues le preguntaban el significado de las diferentes escenas y él les respondía: ”Yo os he pintado en un lienzo dos cuadros, el uno es un olivar, y el otro una viña, que son cosas que para verlas tenéis que ir a Huesca y al Somontano; pero lo que es en vuestro lugar no las veis por vuestra mucha desidia y cobardía”. Se enfadaba Pedro porque en Almudévar sólo se sembraba trigo y no plantaban olivos, como en Huesca o viñas como en el Somontano.
Luego expone otro lienzo en que también hay dos cuadros, de los que “uno es una mujer de su casa muy aseada y cuidadosa, muy atenta, modesta y aplicada a su labor y a la inteligencia de las cosas del servicio doméstico, rodeándola dos niños y una niña, hijos suyos muy graciosos, limpios y bien vestidos y criados, que es cosa que no veis en vuestro lugar”. Pedro Saputo echa a los de Almudévar broncas en que les acusa de falta de cuidados en la casa y en la familia, pero serían pobres algunos de ellos y sin embargo les han sucedido los actuales vecinos de Almudévar, casi todos ellos ejemplares, cuidadosos y progresistas. Basta con mirarse a los mozos y mozas que acompañan a la Virgen de la Corona cuando la suben o la bajan, ya que parecen un auténtico desfile de elegancia. A veces generaliza la situación que se daba y todavía se da, entre suegras y nueras. En una escena representó “una suegra y una nuera comiendo las dos en un plato muy concordes, amigas y bien animadas entre sí; cosa que tampoco veis en este lugar”. Termina la lección de su pintura de la capilla, diciendo: ”y arriba, en la bóveda o cielo de la capilla, he pintado a María Santísima con las manos cerradas, porque no hay en este pueblo quien se las abra con oraciones devotas y humildes”, contradiciéndose voluntariamente, al añadir “ y la obligue a abrirlas para dejar caer sobre vosotros las bendiciones de que las trae llenas”. Y llena le ponen los devotos de flores su mano derecha, ya que la izquierda la tiene ocupada en sostener al Niño y esas flores representan los dones y favores que concede a sus hijos.
Estaba yo el día once de este mes de Septiembre del año actual de dos mil tres, besando la medalla de la Virgen de la Corona y se me acercó el Señor Párroco, que con su devoción y entusiasmo, me hizo ver las flores de su mano derecha y la belleza y el gozo, que le producía su Madre y también madre de todos los vecinos de Almudévar.
El pueblo de Almudévar siempre ha recibido dones de esa Virgen de la Corona, pues todavía queda algún anciano que le reza: ”Del cielo esperamos/ hermoso rocío,/así lo desea/ este pueblo pío,/Pío y siempre pío/ pobre y siempre pobre/ que hoy en este día /nadie le socorre/. Socórrenos madre/ a los hijos de Eva/ que piden que llueva/ en esta novena/.
Y ¿cómo no va a socorrer la Virgen a sus hijos?, si sus hijos la aman igual que el Niño Jesús, al que sostiene con su brazo izquierdo y que la mira con un cariño inmenso, desde hace muchos años, más que la figura de la Madre, a la quemaron en cierta ocasión, quedándose ese hermoso Niño intacto. Yo creo que el Señor habrá ya perdonado a los pirómanos. Leyendo a Pedro Saputo, parece que explica casos como el de abrasar a la Imagen de la Virgen, cuando dice: ”Sabed, pues, amigos y compatricios míos, que en todas partes he encontrado hombres agudos y hombres tontos…”
Todo el pueblo acude a la procesión o asiste a contemplarla en las empinadas calles que comunican la Corona (en árabe –
Almudévar o la Redonda, que es lo mismo) con la Parroquia, el día siete de Septiembre en que bajan a la Virgen para celebrar las fiestas. Cuando llega el día doce la suben a la antigua iglesia del siglo XII, adosada al Castillo, que también se encuentra en la Corona o meseta redonda. Allí se escuchan cantos, oraciones y la música de los danzantes, que cuando bajan hacen sonar los golpes de los palos y al subir suenan mezclados los sonidos procedentes de los palos y de los sables, como si quisieran con su sonido metálico, acompañar a la Virgen a la gloria de la Corona y que acompañados por los enfebrecidos y emocionados gritos de la gente, cuando lanzan al aire sus voces diciendo “Vi- va la Vir -gen de la Co-ro –na”, que da la impresión de que aquellos trozos de las palabras rebotan por aquellas laderas, mezclados con los sonidos de la música que acompaña a los danzantes, que parecen estar en trance místico al acompañar a la Santísima Virgen.
Cuando se acaba la procesión del día doce, vuelven a su trabajo los almudevanos, unos en la misma Villa y otros volviendo a Cataluña o a Zaragoza y yo no sé si Pedro Saputo salió a correr el mundo, acordándose como sus paisanos de la última procesión, pero cuando salió, dice Braulio Foz : ”que el sol de las siete de la mañana, a mediados del mes de marzo, purísima la atmósfera, claro el horizonte, quieto el viento y placentero el día, alegraba la húmeda tierra, que, vivificada ya de su calor amigo y apuntando la primavera, le hubiese ofrecido la naturaleza renovando su vida en la estación más apacible del año, si la campiña que atravesaba, desnuda, inamena y triste, presentara a un lado y a otro a la vista más de algunas verdes llanadas de campos de trigo…” .
Parece que Pedro Saputo leyó la antífona del Magnificat y escribía como ella del sol de la mañana, de la purísima atmósfera, que se expresa así: “Tu subida es semejante a la aurora, que desparrama sus resplandores. Hija de Sión, toda eres bella y dulce: hermosa como la luna, pura como el sol”.
Dicen que Pedro Saputo representa la razón y el corazón y Rafael Gastón, en el discurso que acompaña el libro de su vida, lo acaba diciendo:”Y si algún día ese espíritu aragonés formado por el sentido de lo verdadero y de lo justo tiende a desvanecerse, todavía podrá volver Pedro Saputo, el hombre símbolo, para continuar su labor mantenedora de los valores espirituales de nuestra tierra”.
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