lunes, 6 de febrero de 2023

Almuniente y Román Mallada.-

 

                                                     


      

Almuniente es un pueblo de unos quinientos y pico habitantes, que se encuentra en los Monegros Oscenses Este pueblo tiene su propia historia, empezando por su nombre de Almuniente, que le pusieron los moros. En él dicen que expiró  el Rey de Aragón, Alfonso I el Batallador en el Castillo, al que tuvo que acudir, por haber sido herido en Fraga. Su iglesia fue construida por el mismo arquitecto que la de Almudévar, en años del siglo XVIII. Sus piedras de sillería, se obtuvieron sacándolas del Castillo Medieval, que se encontraba en lo alto de la Corona, igual que llaman en Almudévar al Tozal donde se encuentra la Virgen de la Corona. Allá arriba, según me dice una señora nacida en Almuniente, vivían los cristianos, cuando todavía dominaban el poder los moros, porque estos cultivaban las tierras del río Flumen, más productivas. Subiendo al Castillo y bajando de él, se ven cuevas, fabricadas por los cristianos, en sus laderas, que usaban para producir un vino muy agradable, en ellas, convertidas en bodegas. Era un vino muy bueno, como decía Román Mallada, que nació el nueve de Agosto del año de 1911. El vino no estaba permitido a los moros y esas cuevas eran utilizadas por los cristianos.

Se enteró Román que cerca de Barbastro se erigía una ermita dedicada a San Román de Panzano. Toda su vida tuvo la ilusión de ir a visitar a San Román, pues a pesar de la propaganda antirreligiosa, que se extendía por aquellas tierras, donde las necesidades eran enormes, él amaba a San Román, que era una santo que estaba lleno de virtudes  humanas,  como las del pueblo. Murió hace unos diecisiete años (estamos ahora en 2014), pero no consiguió en toda su vida visitar a San Román de Ponzano, que tiene una ermita que llama la atención por su forma singular y por la devoción que todavía sienten los habitantes de los pueblos de Peraltilla, de Azara, de Laluenga y de la Perdiguera, bajando a Berbegal y yendo por la carretera general N-240, a Panzano y a Lascellas.

Román Mallada era republicano y sufría las tentaciones sociales, porque las tierras de Almuniente, del Duque de Solferino,  parece ser que no había querido vender al pueblo.

 Pero Colonización, después de la Guerra Civil,  con un espíritu humano, creó el pueblo de Frula. Román Mallada, del que dicen algunos que era el hombre más inteligente del pueblo, se preocupaba de que se creasen balsas, para lograr el regadío de aquellas tierras tan hermosas. Era tan inteligente que él mismo dibujó mapas, que con los años entregó a un pariente suyo, que trabajaba en la Junta de Aguas. Aquellos mapas desaparecieron, pero un día, un amigo de Román, hizo aparecer los mapas que había creado el mismo. Por ejemplo un mapa, que en lo alto de un Saso, dibujó un pantano con el que se hubieran regado muchas hectáreas de tierra, desde lo alto del Saso a los campos fértiles de debajo del mismo.

Se murió a los ochenta y seis años de edad y allí, siguen los regadíos de Almuniente, regados por el río Flumen y por el Canal, que baja por Almudévar, por Tardienta y por Almuniente. Estamos en unos tiempos muy difíciles económicamente, pero su hija Juana Mari, que nunca ha regado, ni tiene esperanzas de hacerlo, siente el progreso del regadío, porque su padre decía,  igual que Joaquín Costa, que se estaba desperdiciando el agua.

Era Ramón Mallada,  pariente del veterinario Don Lorenzo Mallada, con el que yo mismo ejercí mi profesión veterinaria, en el matadero de Huesca. También Román era pariente del Geólogo Lucas Mallada, que tiene una estatua en la Alameda de Huesca. Allí aparece una estatua de Lucas Mallada, rodeada de prehistóricos animales. En el Tubo de Huesca, se encuentra la casa donde nació y en la Escuela del Magisterio, se exponen los libros y las antiquísimas muestras de animales prehistóricos. La familia de Lucas Mallada, le enseñó a dibujar mapas. Era un hombre muy inteligente, pues no sólo quería regar el monte de Almuniente, sino que también, hacía sonar el violín, la guitarra, que tocaba por las fiestas de los pueblos, en cuyas fiestas, mientras los jóvenes bailaban, soñaba con regar esos pueblos.

El Heraldo de Aragón llegaba a Almuniente, por Grañén y lo leía Román, que hizo a su hija Juana Mari, aprender a leer a los tres años y a escribir su nombre.

Para la Guerra Civil,  tuvo que huir a Francia y la gente del pueblo le decía a su hija, que en el País vecino dibujaba mapas de la frontera para dárselos a los republicanos que huían a Francia.

Él, sin haber estado en Francia, sabía dónde se encontraba Perpiñan, Tolosa, Aviñón o Pau. Tenía una brújula que se había hecho él y que colocaba sobre una circunferencia, dibujada en el suelo y sabía la hora que era. Fue capitán del Ejército Republicano y cuando, el Régimen vencedor, acordó que cobraran los  antiguos militares de la República, Román, sacrificado como el Santo al que no pudo visitar, su esposa se negó a cobrar, porque tenía miedo a ser apresada.

Román era republicano pero, tenía las virtudes de generosidad de San Román de Ponzano, humilde de corazón, que siempre que podía dar de comer a todo el que lo necesitaba, le daba de comer. Allá arriba se habrá  juntado con el Santo, que no pudo visitar en la Tierra, pero estará con él, en el Cielo. Cuando se estaba muriendo se acordaba de su madre y de San Antonio y con la palabra ¡Antonio!, llena de emoción, se despidió, pronunciando, además del nombre de su madre, el nombre de San Antonio.

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