miércoles, 27 de septiembre de 2023

No lo entiendo



¿Qué te ha pasado, Blasito, qué te ha pasado? Por Dios! “Por la mañana el rocío, al mediodía el calor, por la tarde los mosquitos, no quiero ser labrador!”. Pero desde cuando tú eras niño, a este recital de agravios que la naturaleza endosa al campesino, se añaden hoy tantos más!. Se añade la sangre propia del labrador que sufre la furia del rayo quedando yerto junto al remolque, como pasó en Puibolea, la del tractorista aplastado por la máquina que paga a plazos con su sudor y hoy la del niño que era la esperanza de la “casa”. ¡Qué castigada ha sido Tabernas, del río Isuela! El otro año fue el hijo de mi amigo el de pequeña estatura; hoy ha sido el hijo de mi amigo Blas, el de la enorme humanidad. Acuérdate de la ilusión con que hace pocos días me hablabas de la construcción de un centro recreativo para los jóvenes de tu pueblo.

 ¡Pobre Blasito! En la casa de Blas se respiraba felicidad; me acuerdo de la abuela bondadosa, se me representa la sonrisa eterna y la amabilidad de tu esposa y la alegría de los  niños. En la casa de Blas nadie se marchaba sin beber un vaso de buen vino. En el entierro de tu hijo nadie se marchaba sin derramar un mar de lágrimas, porque ¡cómo gritaba tu hija en nuestra fabla tan entrañable!, porque  de las entrañas le salía: “¿Tater, ¿por qué te has ido?”  La sonrisa de tu esposa se ha transformado en rictus de dolor, pero “tater”, al llegar allá arriba se ha encontrado con “yaya” y os dice: “No llores “papa”; no llores, “mama”; no llores “tata”! Pero, Blas, la espiga del mañana ya no será tu recompensa mejor.

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