miércoles, 18 de abril de 2012

OLIVITO

Castillo Monteragon

Los pueblos o más bien las aldeas, palabra poco usada en la provincia de Huesca, van desapareciendo poco a poco. Recuerdo como antes, es decir ya hace unos años, siempre que ibas por el monte, te encontrabas a hombres que estaban limpiando una acequia, arreglando una pared, poniendo montones de tierra sobre los que colocaban una piedra blanqueada, para que los pastores no dejaran entrar a sus ganados en aquella finca; había personas, unas eran hombres y otras mujeres, limpiando balsas, cogiendo almendras, apaleando carrascas para recoger bellotas, otros estaban apacentando dos o tres cabras con algún cordero, de modo que si a alguno le pasaba algo desagradable siempre había alguien que lo encontraba y le auxiliaba. Era muy frecuente encontrarse carros arrastrados por mulas o burros cargados ya con cargas que se habían recogido en el monte o llevando el peso de su dueño o de su dueña.  En cierta ocasión Isidro Artero fue‚ a cazar a los tozales de Valderrey y se puso a observar los animales a los que quería cazar sobre una peña, cuando de repente la roca se rajó y cayó hacia abajo arrastrándolo; allí quedó prisionero, pero en seguida llegaron personas de varios lugares próximos que le ayudaron y salvaron su vida.  Ahora, en pocos años, los jóvenes se han ido y los viejos también se han marchado a la capital, a vivir en un piso o en una residencia, pero otros se han despedido no sólo de su pueblo y de su monte, sino de esta vida. 

A veces voy a un pequeño pueblo, que está  cerca del mío, doy una o dos vueltas para ver a alguien y conversar con él, pero no sólo no lo veo, sino que no veo a nadie más .Sin embargo, como el pueblo está  cerca de la capital, está  bien conservado, con las casas arregladas y con varios chalets nuevos, pero en el fondo este habitáculo te llena de melancolía, como si visitases un cementerio. Si en el mismo núcleo no te encuentras a nadie, en el monte todavía menos. Por no ver, no se ven ya ni conejos. Tal vez en la época de siembra o de recolección, pueda uno contemplar tractores y cosechadoras, conducidas por algún individuo que, muchas veces no es del pueblo próximo, sino de lejos.

Pero cuando uno repasa la historia, se da cuenta de que ya hace muchos años desaparecieron pueblos de los que sólo queda el nombre  y ya nadie se acuerda para  nada de ellos. Por ejemplo, cerca de Siétamo estaba Olivito, nombre que todavía se encuentra en esta Villa, porque llamamos así a un término, que constituía su monte, como a su lado estaba el pueblo de Quinto, cuyo término pertenece hoy a Loporzano.   

El día l6 de Junio de l.64l, se juntaron los representantes de los pueblos de Loporzano y de Siétamo, los notarios de Huesca y los testigos y su‚ personalmente constituído  Pedro de Balz Aranzo procurador de la Villa Baronía de Siétamo, domiciliado en dicha Villa, nombrado por la Ilustrísima Señora Doña Ana Pérez de Almazán y Heredia, viuda del Ilustrísimo Sr. Don Martín Abarca de Bolea y Castro, Marqués de Torres, domicialiada en la Villa de Madrid.

"Las iguales partes, respective dirixendo sus palabras a nosotros dichos notarios, en presencia de dichos testigos, dixeron que por cuanto de común acuerdo, con sentimientos, voluntad de dichas partes...han reconocido los términos comúnmente llamados de Olivito, que est  incorporado en los términos de la Villa de Siétamo y los de Quinto, que está  incorporado en los términos del lugar de Loporzano".

Desde Olivito se veía el Monasterio de Montearag¢n y se escuchaba la campana que pregonaba el Angelus, además allí recogían a los ancianos y en San Martín de la Valdonsera a las ancianas y cuando llegaba una sequía como la actual, promovían una rogativa en la que sacaban la cabeza de San Victorián y a veces llovía antes de que la procesión regresase al Monasterio.

1 comentario:

  1. Hola don Ignacio, ¿hay datos mas o menos exactos de donde estaba la ubicación de Olivito?
    ¿Queda algún vestigio?, tumba, espedregal, señales en alguna roca...
    Muchas gracias.

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