miércoles, 25 de abril de 2012

Película de la vida de Ricardo


El día de San Jorge, Patrono de Aragón, como también lo es de otras Naciones y Regiones, he entrado en un Bar, situado cerca del Cerro sobre el que está observando a Huesca, el Santo en su   Ermita. Estaba tomando su café en la barra del Bar, a mi lado, un hombre de cuarenta y nueve años, edad que me declaró, al decirme  que había nacido el año de 1963, año en que comenzó a rodar la película de su vida. Estaba dicha película formada por una charla, que más bien era una conversación seria y trascendente, porque no sólo me ha hablado de nuestra vida en este mundo, sino que me ha dicho que aquí, estamos de paso y convergiremos todos en otros lugares, circunstancias y espacios etéreos, de los que , en realidad, desconocemos su naturaleza. Ricardo estaba seguro de que en ese “más allá”, nos encontraremos.

Esa vida me la hizo contemplar en poco rato, como si fuera una de esas películas, que proyectan sobre una pantalla, los hechos, unos felices y otros tristes de los que un hombre o una mujer,  pueden unas veces gozar y otras sufrir, con el fin de aleccionar a los videntes o visores  que miran a esa pantalla. Ricardo se emocionaba al decirme que nació en Jaca, pero en el noble monumento de la Ciudadela, en la que los soldados pidieron a Dios   su bendición, para luchar contra los ejércitos invasores de la potencia de la cercana Francia. Allí   se acordaba de soñar con nobles caballos de los guerreros y se alegraba de que ahora, se hubiesen llenado los fosos de pacíficos ciervos. Pero aunque no se acordaba de su nacimiento, por haber venido al mundo sin memoria ni entendimiento ni voluntad,  me dijo que nació prácticamente muerto, porque tenía rodeándole su cuello el cordón umbilical. Alguna mano buena, le salvó la vida. Para él esa mano fue la de su abuela Martina de la que conserva en su memoria y en su corazón, un recuerdo y un sentir, ambos terrenos y celestiales. Al mismo tiempo aquella Ciudadela, lugar creado para la lucha defensiva, se apoderaba de su corazón para recordar su lucha por la vida, acompañada por los nobles caballos de aquellos soldados de siglos pasados. Entró entonces en las actividades de la vida de su abuelo Paco, que corrió por el mundo, pues nació en Andorra, estuvo en América, de donde vino llamado desde España para participar en la Guerra Civil de 1936 y él, se preguntaba:¿qué demonios se me han perdido en esta maldita Guerra, en la que sólo se da la “incivilización”. Su abuelo y su abuela eran seres humanos que ayudaban a los “escondidos de Jaca”, a los que de mil formas los protegían, como dándoles algún trozo de carne, de su carnicería. Estaba ésta situada en la calle Zocotín. El creía  ya, desde que fue pastor, en un futuro eterno mejor y no admitía el odio que arrastraba a la maldita guerra. Ella, salvando la vida a su nieto Ricardo, pensaba también en que viviera para hacer el bien y la justicia y se fuera al otro mundo, ya con muchos años. Y Ricardo permanece en este mundo, pensando que los males traen la carencia por el pueblo de alimentos, contrariamente a lo que dice el “Pan nuestro de cada día, dánosle hoy”. Esos políticos son seres que se divierten siguiendo las ideas “interpuestas” por otras influencias dirigidas, unas por el bien y otras demoniacas, por el mal. El pueblo acude a   votar democráticamente, pero los políticos  elegidos, van dictados por ideas, cuyo primer objetivo es alcanzar su propia riqueza, actitud que es la misma que la de los cuerpos materiales, pero que no tiene apoyo en los espíritus.

Dice Ricardo que él es un artista y que a veces se ve “afosilado”, como se vio  el Filósofo  Unamuno o fusilado como el poeta andaluz Federico García Lorca. A  la mente de Ricardo se le acerca la idea de usar el antiguo salterio de Jaca, en honor de los poetas y de los filósofos, como hacía, hace ya muchos años el padre de su abuelo en Yebra de Basa, haciendo sonar  dicho salterio, acompañando a los Danzantes, en honor de la Mártir Santa Orosia. Igual que Federico García Lorca escribió sobre la Guitarra: ”Empieza el llanto de la guitarra”, Ricardo se acuerda de su antepasado que empezaba para Santa Orosia, en Yebra de Basa a dejar escuchar el llanto del salterio. Ricardo se daba cuenta de que “es inútil callarlo”, como a Federico García Lorca le parecía “imposible callar” la guitarra. Es que la guitarra y el salterio “lloran por cosas lejanas”. Y él se bañaba en las lágrimas viejas del salterio y le recordaban, los “afosilamientos” actuales, la “incivilización” y los “escondidos”. Me parecía que estaba gozando del ambiente de Jaca y de Yebra de Basa, bendecidos por Santa Orosia y la alegría que se escuchaba producida por los salterios, de los que todavía se conserva uno de ellos, guardado en la Catedral de Jaca, la más antigua de España.

Yo seguía escuchando la charla de Ricardo, que más que charla era una conversación seria y trascendente, porque no sólo hablaba de nuestra vida en este mundo, sino  que somos aves de paso  por él y que convergeremos todos en otros lugares, circunstancias y espacios etéreos, de los que,  en realidad, desconocemos su naturaleza. Pero Ricardo estaba seguro de que en ese “más allá”, nos encontraremos.

 Ricardo, trabajador del Cine y que por tanto no me extrañan sus palabras, me ha hecho contemplar la película de su vida con hechos reales  y yo la he estado contemplando y escuchando el sonido de los salterios, como si fuera un Best Seller.

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