Estaba con un grupo de jubilados, que procuraban pasar mejor algunos ratos alegres en la vida, como en este día en que nos quedamos a almorzar en una casa de monte. Ya de los veraneos que pasaban con sus hijos, algunos hablaban con tristeza porque ya no volverían a gozar de las arenas soleadas de las playas, otros, no jubilados, comunicaban al grupo que habían perdido su puesto de trabajo. Algunos comerciantes se quejaban de que ya no podían vender casi nada en sus tiendas. Para demostrarlo contaban los numerosos comercios que muchos de ellos los están volviendo a abrir, pero uno de los jubilados, les hacía perder el entusiasmo a sus compañeros, diciéndoles que eran todos abiertos por ciudadanos de la Gran China Oriental. Algunos estaban alarmados porque en España había pocos matrimonios, nacían muy pocos niños y cada vez había más jubilados, como ellos y otros, ya super jubilados, pero al mismo tiempo, se daban cuenta de que cada día notaban la presencia de unos hombres y mujeres, a veces con algún niño de raza amarilla. No podían hablar con ellos porque no se entendían, pues no conocían el castellano, pero los naturales de la Península tampoco conocían el chino. Uno de los asistentes al almuerzo contaba que había entrado en una de esas tiendas a comprar algún objeto, pero el comerciante chino tampoco lo entendía, pero sin embargo sobre el mostrador estaba extendido un periódico, escrito con esa, para nosotros misteriosa letra oriental china. Son discretos y no se comunican excesivamente con los blancos. Aman a su tierra, pues parece ser que aquí apenas mueren chinos, porque cuando se hacen viejos, dicen que vuelven a la China a morir. Nos parece inmenso el número de chinos, pues dicen que son más de dos mil millones. Si mueren en España, supongo que los incinerarán y enviarán sus cenizas a su lejana patria. Aquí ahora con el bajo nivel de vida, dicen que también bajará la población, cuando en China les tienen prohibido que cada matrimonio tenga más de un hijo, pero supongo que ahora los nacimientos serán libres y en España harán lo que les guste. En este enorme País hay unos trescientos millones de ricos y en Europa doscientos cincuenta millones de habitantes. Ya están prestando dinero a los americanos, a los europeos y luego, si les conviene podrán comprar nuestras tierras, que ya casi están abandonadas. La gente se enfada e incluso se cabrea, cuando piensa que pueden llegar a cobrar los obreros, salarios chinos y además también chicos. ¿Qué va a pasar no sólo en Europa, contando con España, que es una parte de ella?. Uno de los que estaban almorzando en la reunión, empezó a decir: nosotros estábamos cultivando la tierra allá en el pueblo, pero compramos un piso en la capital y otros se pusieron a vivir en chalets y ahora me desespera la situación en que quedarán mis nietos en la capital con sueldos de chinos. “Antonio Sorribas”, que presidía el almuerzo y que es un jotero de toda la vida, se puso a cantar “Tengo la abarcas rotas- y el pantalón sin culera- y el bolsillo sin dinero. ¡Vaya invierno que me espera!”. Pero su cabeza y su corazón, añoraban un buen pasar y se puso a cantar: ”Con patatas y judías- aceite, pan y vino-no tengas miedo al invierno, si no te falta tocino”. Antonio ya se había dado cuenta de la posibilidad de pasarlo bien comiendo patatas y judías, bien “apañadas” con aceite, pero quiso recobrar su alegría y la de todos los asistentes al almuerzo y optó por cantar su tercera jota que dice así: ”Por las calles abajo, un tocino dando botes, se sube por los tejados, por no disparar los cepos”. Se dieron cuenta de la mala situación que está llegando, pero se fueron contentos pensando en comer judías con patatas y viendo a un divertido tocino saltando por los tejados.
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