domingo, 29 de abril de 2012

Vivir como hermanos


“¡Qué bueno y que alegre es que todos vivamos como hermanos!”.Esta exclamación bíblica es muy antigua, pero en realidad, sigue siendo hermosa como frase y mucho más cuando se lleva a la práctica.

En los tiempos actuales, unas veces por la escasez del espacio de los nuevos pisos, otras por el trabajo, al que tienen que acudir  lo mismo las mujeres que los hombres, es difícil que las familias convivan y se aumenta el problema de esa convivencia, unas veces por la cada día mayor ancianidad de las personas y otras porque esos ancianos muchas veces padecen la enfermedad de Alzheimer.

¡Cuántas personas están padeciendo dicha enfermedad!, pero aquellos que no tienen familiares que la sufran, no se enteran de los sufrimientos que acarrean dichos enfermos a su familia!. Por eso uno queda impresionado al leer la obra de Carmen Bailo, que entre multitud de anécdotas, escribe lo siguiente:”No sólo es la enfermedad la que agobia y duele, que ya es bastante, es también doble el gasto económico que hay que asumir. Exceptuando la medicación, los pañales y un alto porcentaje de la silla de ruedas, lo demás corría todo a cargo del enfermo, de mi madre, claro. Pocas ayudas para una enfermedad tan larga y, en muchos casos, para familias con pocos recursos. Nunca pensamos en llevarla a una residencia, pero de haberlo hecho, mi madre no hubiera podido hacer frente sola a semejante gasto. Tenía a sus hijas claro, pero había otras familias que carecían de este apoyo, e incluso teniéndolo no podían costearlo…”.

Y uno se acuerda de esas familias, que están unidas entrañablemente, al leer el siguiente párrafo, escrito por Carmen :” La doctora seguía tratando de animar a mi madre, pero no prestaba atención a sus ánimos, sólo lo miraba y tocándole la cara decía:”corazón,¿ por qué te has ido ahora que te iba a llevar a Bolea?…Mirándolo, volví a repasar todos los años de enfermedad: un total de ocho años, que acababan allí mismo. Años en los que estuvo bien, siempre alegre y con buen humor, siempre con sus tierras y sus campos, con las Lanas, su bodega, sus amigos, su familia y sobre todo sus nietos”. No puede uno hacer otra cosa que recordar a sus amigos, que vivieron en Huesca o en los pueblos, que tuvieron sus ilusiones, pero que murieron, como el padre de Carmen que ya “había muerto hacía mucho tiempo”.   

Yo creo que el libro de Carmen Bailo es una llamada a la Sociedad para que se acuerde de los que la necesitan, porque  no sería justo que se olvidara de aquellos individuos que vivieron en ella y con ella colaboraron, ya que “Mi padre era una persona alegre y optimista…Le gustaba la gente y no era nada introvertido…le gustaba tener gente en casa y compartir la bodega de casa con los amigos…Mi padre nos contaba anécdotas o nos hablaba del campo y, sobretodo, de los tres años de mili que le tocó hacer en Melilla”.

La Sociedad se sirvió de la juventud de un mozo de Bolea en Melilla; justo sería que cuando el anciano se vió en situación apurada, esa misma Sociedad, se acordara de él.

Yo me acuerdo de cuando estuve de Veterinario en Bolea, donde conocí al padre de Carmen, pero lo importante es que, su hija pudo acabar su obra, escribiendo.”Voy detrás del coche fúnebre, lleno de flores y coronas por la carretera camino de Bolea, y al llegar a la entrada, diviso, en lo alto de la loma, La Colegiata. Sonrío y te digo: Papá, ya estás en casa”.

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