domingo, 15 de abril de 2012

Recuerdos de Joaquín Costa.-(1847-1911).


Navaja de Joaquin Costa para el duelo que no se realizó.

Cuando en varias ocasiones, subía desde casa Almudévar de Siétamo,   a visitar como veterinario a los ganaderos de Graus y de su zona, que se suministraban de pienso para alimentar a sus animales, me encontraba dirigiendo aquel comercio, a don José Vilas,  hombre de gran humanidad. Con él,   hablábamos de los encantos de la Ribagorza, desde los artísticos edificios de la Plaza Mayor con sus porches y sus fachadas policromadas, que hacen reflexionar en la nobleza de esta tierra. Ya en uno  de los citados edificios, vivió   el famoso Bardaxí, casado con la única hermana de los sabios hermanos Azara de Barbuñales. Fueron amigos del Conde de Aranda, que tenía el Palacio en Siétamo y que, cuando iban a Huesca desde Barbuñales, entraban a visitarlo  a él o a su familia. En mi casa de Siétamo, está al lado del escudo de Almudévar el de los Azara. Algo debe guardar Graus por ser la capital de la Ribagorza, donde se hablaba y todavía se habla en la dulce lengua Ribagorzana. Hasta Joaquín Costa la amaba y se expresaba con sus paisanos y vecinos en esta lengua. En su entorno se alza la Iglesia de San Miguel, cuya presencia en las alturas,  impone un respeto y una admiración. En su interior se venera un Santo Cristo, que San Vicente Ferrer en 1415, donó a los grausinos, después de pronunciarles sus sermones. Por cierto que el jesuita Baltasar Gracián, uno de los literatos mejores de España, estuvo desterrado en Graus, ”sin pluma y sin papel” por los jesuitas, por firmar la tercera parte del Criticón, con un nombre cambiado. Pero   yo creo que no le parecería mal aquel vivir en esa hermosa y dulce tierra, porque en ella, además del Santo Cristo de San Vicente Ferrer en el aspecto espiritual,  se producían las deliciosas trufas, se embutían metros y metros de longaniza y en las casas preparaban platos deliciosos, como las chiretas montañesas y el bacalao con patatas. En esta tierra ha lucido el arte de Baltasar Gracián y  la devoción de San Vicente Ferrer. Los grausinos, hacen bailar a sus danzantes y se acuerdan de las personas desgraciadas como la del “Furtaperas”. Este era un muñeco, que representaría a algún miserable del pueblo, que tenía que pagar las culpas de todos. Si, todos se metían con él, recibiendo las tortas que le pegaban, pero no se las daban de esas que en Graus se fabrican para las Fiestas. Eso ocurría por haberlo acusado de haberse comido una pera en un peral. Representa Furtaperas a una persona sin derechos, un poco como Sancho Panza. Todo lo que he citado resalta el ambiente de Graus, pero la estatua de Joaquín Costa, instalada cerca de la confluencia del río Esera con el Isábena, impresiona al visitante porque la personalidad que esa estatua representa, a un gran señor, que parece dirigirse a las tierras, que él soñó contemplar verdes, en toda la provincia de Huesca, regadas con las aguas, que bajan a  su lado, de los ríos Esera e Isábena, con el ideal de redimir a las gentes, incluidos los “Furtaperas”.   

Costa en aquella tierra, tenía una visión muy clara de las necesidades de España, pero más concretamente de las de la Provincia de Huesca, en que al alcanzar hacia el Sur el  Somontano, empezaba un desierto, que sin riegos no podía producir nada. Esto ya se lo vi y oí decir a  un compañero veterinario a un alto político. Esta observación,  varios  políticos la han tenido en cuenta, atendiendo los pensamientos de Costa, pero por desgracia no se han cumplido todos sus deseos sobre determinados pantanos y canales, por ejemplo el pantano de Biscarrués y los Riegos de Siétamo con las aguas del río Guatizalema, que ya están proyectados desde años anteriores a Costa. En Binéfar y por los pueblos cercanos, ahora gozan de unos regadíos hermosos, como en el Monte Rafales y otros muchos, que antes no servían más que para convertirlos en cotos de caza y pastos de invierno para las ovejas,  que bajaban los montañeses de los Pirineos. Cuando éramos estudiantes de veterinaria, bajábamos a estudiar a Zaragoza con el veterinario prudente,  gran amigo mío,  allá por los años de 1950 y al llegar a Ontinar del Salz o a San Jorge, veíamos tierras sin árboles, en las que en invierno pastaban los rebaños de los montañeses y daba una impresión pesimista ver aquellos paisajes, solitarios, que ahora, parecen vergeles, como el monte de Pertusa o el de los Alberos, el Alto y el Bajo.

¡Cómo se nota la conversión de los sueños del “León de Graus”, que en su estatua  grausina, viendo los ríos Esera e Isábena, parecía bendecir, a esos antes desiertos convertidos hoy en día, en vergeles!.

 Este pasado año de 2011,  se han cumplido los cien años de la muerte de Joaquín Costa y Don Juan Carlos Ara Torralba, ha editado las “Memorias de Joaquín Costa”. Es un libro que supongo le habrá costado un enorme trabajo, acompañado por una revolución intelectual en  su cerebro.

Nació Joaquín Costa el año 1846, en Monzón y a los ocho años fue con sus padres a Graus. Durante su vida fue político, jurista, economista e historiador y con su enorme celo, entre otros, por el aprovechamiento del agua de los ríos aragoneses. ¿Se acordaría del desgraciado  Furtaperas para redimirlo, juntamente con todo el pueblo, por medio del agua, de las continuas emigraciones, sobre todo hacia Francia, pasando los Pirineos?. Era Don Joaquín Costa un gran lector, pues leía desde Julio Verne, con su afán por el progreso, como hace soñar en su obra “De la Tierra a la Luna”, hasta Chateaubriand. A Costa lo que le interesaba era, como dice Juan Carlos Ara Torralba, el   ”studium, en sí, el viejo Afán latino por aprender algo”.  A continuación:  ”…el estudio ofrecía a Costa una especie de muro protector para el solitario.  Cada medalla, cada mención honorífica suponían para Costa nuevas señales de su heroicidad, de ser distinto a los demás”. Costa conocía el  latín, el francés, el inglés, el italiano y el alemán, sin olvidarse del ribagorzano, como buscando con sus lecturas y conversaciones en estas lenguas alcanzar la gloria del conocimiento.

“Los libros suponen para él (Costa) un alimento cotidiano que conforma su voluntad e imaginación, a tal punto que no solamente lee “Infancias célebres”, sino que también anhela ser una de ellas….Para Costa los libros no tuvieron un carácter meramente instrumental: fueron un fin en sí mismos”. Pero dentro de su vida intelectual, Costa no cesa de sufrir, porque como dice Juan Carlos Ara, a propósito de su gran conocimiento del contenido de tantos libros: ”Ha elegido facción y actuará en consecuencia, en la firme convicción de que en breve, tras el fulgurante logro de licenciaturas y doctorados, ha de obtener, naturalmente, una plaza de profesor en la universidad. Pero esa naturalidad se esfuma con el retorno al orden del golpe de Estado de 1874. Costa se encuentra entonces ya no sólo desclasado, sino también descolocado”. Las distintas secciones políticas luchaban ya en España, como más tarde vimos en el año 1936 la Guerra Civil y en estos actuales tiempos de 2012, contemplamos como vuelve la ruina a nuestro Pais.

 Esto dice el escritor, pero hablando con el “joven” de noventa años, don Alfonso Buil Aniés, nacido en el viejo Palacio de San Román de Morrano, de los Señores de Aniés,  me dijo lo siguiente: ”Costa fue toda su vida un talento fuera de serie, pero rodeado de caciques, que no le dejaron alcanzar una Cátedra en la Universidad de Madrid. Se examinaba con el éxito de ser el número uno con sus notas, acompañadas con ideas nuevas. Acabada la oposición, los caciques en lugar de entregarle la plaza a Costa, se la daban a un amigo suyo. Por eso tenía mal genio o mal carácter, por verse siempre humillado, como el Furtaperas de Graus. Cuando fue a estudiar a la Universidad de Madrid, lo hizo provisto de ocho duros que había “amprado” su padre  y de diez más que un cura de Monzón le dio”. Por lo que se ve que en Monzón se le quería, por su familia y por los ocho años de niño, que allí pasó. Y me siguió el sabio, explicando los sacrificios que tuvo que pasar Joaquín Costa. Y digo sabio porque no hay más que dejarle despojar su cerebro e inunda de conocimientos al que lo escucha: “él pensaba que iba a tener suficiente dinero para estudiar dos carreras. Se presentó a los exámenes para obtener dos títulos y los aprobó, pero solamente recogió un Título, por no tener dinero para pagar el otro”. Alfonso me dijo que todavía, en Madrid se puede contemplar ese título perdido, en un centro de enseñanza del Título, que él perdió y que se guarda, para exhibirlo como un arma de la sociedad contra el pueblo. Pero  entre el pueblo hay personas que tienen fe en el prójimo y que lo aman, como el inteligente amigo, del que Alfonso no recuerda el nombre y que le ayudó, acogiéndolo en su casa madrileña.

En el año de 1879, “se le trasladó de Huesca a León, por una decisión de los diputados conservadores de la provincia”. Costa tuvo que renunciar a su puesto en la Administración de Hacienda, perdiendo “de nuevo un sustento, un refugium  real, un sueldo fijo que había logrado por oposición en 1875”.

El progreso de Costa se inició, como he comentado, en Graus, sigue en Huesca, donde uno se imagina a Joaquín Costa, entrando, saliendo y estudiando en el entonces Instituto de Segunda Enseñanza, instalado en el Palacio de los Reyes de Aragón, donde se cortaron las cabezas de los nobles, con las que Ramiro el Monje, compuso la Campana de Huesca. Se dirige después a Madrid.

 Para completar la gran meta de su progreso, en el siglo XIX, se va a París a visitar una Exposición Universal, desde la que “detecta el estado de atraso en el que viven Graus, Huesca y Madrid”. Sigue Juan Carlos Ara escribiendo: “Costa sale transformado de París; el recuento de la cena y los últimos días pasados en la capital francesa, es uno de los escasos estados de euforia mal contenida transcritos en sus Memorias. Nuestro hombre se siente por momentos reconocido, rodeado de sabios que ha llegado a tratar de tú en París, una grey bien diferente de la ralea de aprovechados y recomendados, que en su opinión engrosan la legación española”.

Se vio Costa rodeado de sabios y pasó unos días de felicidad, pero al volver a España, ya no encontró en ella tantos cerebros rebosantes de conocimientos y en Huesca,  en los años de 1877 a 1879, recordando el principio de su vida, reviviendo la ardua vida del campo, que le recordaba la triste vida del Furtaperas.  Pero Costa estaba dotado de la calidad de superdotado, pues como dice Cheyne,”estaba dotado de una inteligencia, cuya luz y poder inquietaban y turbaban. Antes de empezar a los 20 años el Bachillerato…Costa leía en Graus, Huesca y Zaragoza, sin olvidar los libros de París”. Sus pensamientos le dirigían a la “regeneración del mundo”, pues fue investigador de lo jurídico, de la historia, de la política y de la pedagogía, pero entre las gentes sencillas de la provincia de Huesca todavía es el profeta del aprovechamiento del agua en la agricultura, primeramente, y en la energía eléctrica.

Pero en la Huesca de 1877-1879, según escribe Juan Carlos Ara Torralba: “en contadas ocasiones, señaladamente tras episodios de disensiones y peleas, nos es permitido intuir el carácter extraño y agrio que Costa exhibe a sus cercanos”.

Alfredo Ortega Costa, en su trabajo “Costa, en el recuerdo de sus familiares”, escribe: “Mi carácter es tan fijo en su esencia como vario en sus manifestaciones. Generalmente triste, en algunas ocasiones festivo. Casi siempre modesto, a veces es orgulloso. Mi carácter se resume en estas palabras: enemigo de la hipocresía, de la injusticia, de la crueldad, del escándalo y el cinismo, violento y desconfiado por instinto y amante de la patria hasta el extremo de mentir y encolerizarme contra la razón misma”. Ocasiones de estar triste no le faltaron, como cuando perdió a su novia, la bella mujer de la familia de Casas”. Y perdió su ánimo festivo cuando sintió la necesidad de atacar a los defensores de la crueldad, del escándalo y del cinismo y por combatir esos vicios, se provocó “un conato de duelo con Antonio Gasós, por haber reprendido aquel (Costa), su comportamiento libertino a escasos días a escasos días de la muerte de la madre del autor de “Flores y espinas”.

No se llegó a realizar el duelo, porque el talento de Costa, hizo intervenir a sus amigos y Antonio Gasós le escribió una carta en1877, en la que hace la paz, diciéndole, para terminar, que besa su mano. Se llegó en aquella lucha a “punto de duelo”. Algo debió pasar en aquella ocasión obscura, pues José María Castán, Marino retirado, nacido en Graus y pariente de Costa y que vive en Huesca, me enseñó, un día de esta primavera del año 2012, una enorme  y bella navaja, que conserva en su domicilio de Huesca.

En Graus, a lo largo de la Historia, se van repitiendo los pensamientos sobre el bien y el mal. Costa leería El Criticón del aragonés Baltasar Gracián, que estuvo viviendo una temporada en Graus. En esa obra salen Critilo, naufrago en una isla, donde le salvó la vida el ignorante Andremio.  Baltasar Gracián en El Criticón explica “la relación que va a darse… entre Andremio, sólo, crecido en la Naturaleza, niño sin saber hablar aún, y Critilo, experimentado en la prudencia y mostrador de ella”. Critilo formó en la prudencia al ignorante Andremio y Costa, tuvo amigos, pero le influyeron de un modo gentes con “el carácter ficticio y engañoso que presidía la universal locura humana”. Aquellos fueron los caciques que le despojaron de una Cátedra en la Universidad de Madrid, a él que “con un corazón noble, intrépido y generoso”, leía libros y libros, pues necesitaba conocimientos para defenderse de unos y de otros.

Pasaron muchos años desde 1911, fecha en que murió Joaquín Costa hasta 1936, en que tuvo lugar la explosión de la Guerra Civil  y Angel  Samblancat, nacido en Graus, escribió  sobre ella con “la deformación esperpéntica de la realidad”. En su obra “Caravana nazarena”, va relatando el “éxodo y odisea de España, desde 1936 a 1940”.En mi artículo  “Samblancat de Graus”, escribí:  ”Yo tenía cinco años, cuando empezó la Guerra y con mi abuela materna, su hermana Rosa, mis padres y cinco hermanos, tuvimos que hacer la odisea hacia Francia por Jaca y Ansó, pero no hizo falta pasar la frontera”. Pero si que la tuvo que pasar mi paisano y amigo Antonio Bescós” alias “Trabuco”, que para la  Guerra Civil fue obligado por los “milicianos” a incorporarse en su ejército. Al leer  su obra  “Caravana nazarena”, narra como huyeron en masa todos los compañeros de Trabuco o Antonio Bescós, a Francia,  donde pasaron frío y hambre. ¿Quién tuvo la culpa de tales sufrimientos? Y contesta Samblancat  escribiendo “Yo acuso”, como víctima de aquel éxodo y odisea, en la que tomó parte, igual que sus enemigos políticos”. Según Samblancat, “el cambio de régimen no fue más que una especie de pasarse el cubierto y la servilleta un equipo de juerguistas con otro”. En mi artículo  “Samblancat  de Graus”, escribo: ”¡Cómo se olvidaron del progresismo de Costa!, pero Samblancat se  acuerda de Gracián citando en su obra, la “Crítica moderna” y  escribe: ”la guerra es el principio de todo mal” y atribuye  “al mal gobierno de la República el Alzamiento del 18 de Julio”.

Si se hubieran seguido los consejos de los residentes  en Graus: Costa y Baltasar Gracián, se hubiera cambiado la Historia de la Guerra, en una Fábula.

No todos los que vivieron en contacto con Joaquín Costa, fueron ficticios y engañosos con él, por ejemplo cuando el año 1872,en el mes de Julio, recibió una desesperada carta de su   anciano padre, el día 1 de Septiembre de ese año, fue con sus 25 años desde Madrid a Graus  a ver la situación en que estaba su familia: Al pasar por Huesca, no halló a Manuel Bescós Lascorz, padre de Silvio Kosti, primo hermano de mi padre, Manuel Almudévar Casaus pero conversó con su esposa Francisca Almudévar y Vallés.  Juan Carlos Ara Torralba, lo expone en la nota 528 de su libro. Conversó aquel día en la Fonda España y es de suponer que hablaría  de la triste situación en que se encontraba su familia. Ese día primero de Septiembre de 1872, llegó a “Graus a las diez y media de la noche…  encontró  a su padre “en la cama por consecuencias de los calores del día y  riegos de la noche, un hermano fallecido, una hermana sirviendo, mi madre envejecida y acabada, todos y todo en la miseria, apiñados en la mitad de habitación que tenían antes, de la cual los echa Pajazas este año”. ¡Qué situaciones tan trágicas y tristes vivió Joaquín Costa!. ¿Como había de tener un carácter bondadoso con la gente que se reía de él?. El día uno de Septiembre, Costa pensaba:”…cuando me quedé solo a media noche rompí a llorar desconsoladamente, considerando tanta miseria en contraste con mi  edad…y que yo hubiera podido arreglar todo esto si hubiera sido jornalero y con qué lejos de eso les había estado pidiendo duros y duros todo el año….no podía consolarme en la cama, me arrancaba el cabello de la cabeza, me escondía la cara en las manos como avergonzándome de mí mismo”.

Alfredo Castellón, repite las quejas de Costa en una obra en que dialogan “Costa viejo” y Costa joven”. Este último dice: ”Y tampoco me dejaron casar con la mujer de mi gusto. Mi afán por formar una familia se desvanecía y todo por … ”Continúa “Costa viejo”: el dinero, siempre el maldito dinero”. Hablando de negocios, dice “Costa joven”: “El negocio del orujo, como me temía, resultó un fracaso, aunque después de todo yo fui el mejor parado. Bescós me prestó 400 reales y regresé a Madrid”.

En relación con la amistad con mi tío Bescós, escribió Costa “El último Tirano” y el personaje “Costa joven”, preguntó :”Qué te dijo Bescós de ella?” a lo que “Costa viejo”, contestó : “ A Bescós le gusta más lo que escribí en juventud, “Justo de Valdediós” y más el tratado de “Poesía popular española”.

Desde este Septiembre de 1872, en que Costa sufrió tanto en su viaje a Graus, hasta el  17 de Diciembre de 1877, se ve como Costa sufre por su deseada prometida Concepción o Concha Casas, hija del Doctor Casas, que formaba en Huesca parte de una familia de gran prestigio. Escribe Costa: ”Hoy lunes he vuelto a ir a casa de Casas, he estado un rato a solas con Concha…..y me ha expuesto cual es el abismo(religioso) que nos divide; no he podido contener mi dolor, que ha estallado en amargo  y copioso llanto en presencia de “Concha. Joaquín Costa, el hombre que parecía ser de mal carácter, tenía “una sensibilidad extraordinaria y aquel mismo día escribió al Señor don Francisco Giner una carta en la que le pide consejo para recuperar a su amada Concha. Después de la carta,  escribe: ” Mañana va C. con su madre en un coche a la fiesta de Siétamo, casa de Almudévar (de donde es la señora de Bescós). Y Concepción, que  sufre tanto,  ¡se divertirá!”.

Al día siguiente, dieciocho de Diciembre de 1877, escribió.” A las cuatro, he ido a pasear a la carretera de Barbastro, por si veía volver de Siétamo el coche que había llevado a Concepción. ¡La cual acaso a aquella hora estaría todavía bailando!”.

Todavía se conserva aquel salón de baile, que se preparaba abriendo las puertas que separaban cuatro habitaciones y cerrando las de las alcobas. Allí acudían los parientes de mi familia, como los Carderera, Manuel Bescós Almudévar y sus padres, pues su madre era hermana de mi abuelo, doña Francisca Almudévar y Vallés y esposa  de Francisco Bescós Lascorz. Este último era carlista, y su hijo de ideas más liberales, como Costa. Por esas ideas no quiso el Doctor Casas, darle la mano de su hija Concha. En aquellos tiempos ya la política buscaba fastidiar a sus rivales. A Casas estuvieron a punto de embargarle sus bienes y  mi abuelo don Manuel Almudévar Vallés, tuvo que huir a Francia acompañado del confitero Vilas del Coso Bajo y creador de las famosas Castañas de Mazapán y de Viñuales de Liesa. El año 1936, le destrozaron gran parte de su casa y se le llevaron entre otras cosas, libros muy antiguos, de los que a Costa le agradaban.

Pero Joaquín Costa escribió es día 18 de Diciembre, día de la Fiesta Pequeña de Siétamo: ”Cristo perdonó a la Magdalena la pecadora porque había amado mucho, aun cuando fueran impuros sus amores, y C. no me perdonará a mí, a pesar de haber amado mucho y de haber sido mi amor tan puro como el de los ángeles del cielo…”.

Se acabaron las Memorias de Joaquín Costa, que comenzó a escribir en 1864 hasta el año 1878, pero en Enero  de 1880, en una de sus últimas su anotaciones, posterior a esas Memorias, escribe sobre la traslación de Costa a León, que Azara, Conde de Alcalá del Obispo, ordenó, por no haberle votado. Y el libro de Juan Carlos Ara, pone: ”El día que leyó C.C. en “La Provincia”, mi traslación, me aguardó vestida para salir en el balcón, sacando la cabeza solo; al verme aparecer frente a casa de Azara, bajó corriendo la escalera,  echose  a la calle, vínose precipitadamente tras de mí con acostumbrado rodeo, pero ,¡oh chasco!, solo le dije adiós. Creyó ella que era ocasión propicia de reanudar relaciones y además veía perderse la esperanza, con mi ida, de reanudarlas ya nunca más”. Tal vez perdiera C.C. la esperanza de unirse a Costa, porque se casó con un Juez de Jaca y se fueron a un País de Hispanoamérica. Allí murió la mujer amada por Costa,  en un sobreparto. 

La vida de los hombres y mujeres, sufre dolores y molestias y en las Memorias, siempre  se cruzan estas circunstancias. Lo poco que me han contado, varios individuos que han escuchado la bondad y el amor al pueblo ha sido sobre su fórmula: Despensa y Escuela y siete llaves al sepulcro del Cid. Por eso trataban como una traición a Costa, el desvío del Canal que éste quería para regar una determinada zona, porque un  dueño, no quiso que se regara su finca. Se acordaba uno de la cantidad de trabajo que procuró Costa con su Plan de Regadíos. Alguien me comentó como Joaquín Costa estuvo trabajando en el Monte de San Luis Alto, que se encuentra encima del Castillo de San Luis, donde un noble francés lo roturó para plantarlo de vides. El amigo de Costa, padre de Silvio Kosti, fue negociante de vinos. Aquella obra funcionó muy bien hasta que llegó la filoxera. Todavía se acuerda la gente de Costa, porque hoy me ha contado Antonio Timoteo, que una profesora del Instituto les preguntó a  los alumnos si sabían algún dicho de Joaquín Costa y su sobrino le contestó: “Nieve en los Pirineos, harina en los graneros”, dicho que concuerda con su lema que dice: ”Despensa y Escuela”    

Las penalidades que tuvo Costa que sufrir,  parecen convertirlo en un Nuevo Furtaperas de Graus, pues al viejo lo castigaron, como un perseguido por la sociedad por haberse comido una pera de las ramas de un peral. Conservan los grausinos a este buen hombre, como una rebelión contra la injusticia, que se ha hecho con los pobres, durante muchos siglos. Pero Joaquín Costa puede ser un Nuevo Furtaperas, de familia pobre, perseguido por el caciquismo y que tuvo que recibir dinero de su padre,  que tuvo que pedirlo prestado y que él siguió con préstamos de sus amigos, pero así como el Furtaperas viejo, faltó al pueblo por quitarse el hambre, comiendo una pera, este Grande y Nuevo Furtaperas, las pasó mal,  con el fin de obtener alimentos para todo el Pueblo. Su lema siempre fue Despensa y Escuela.

El altoaragonés que mejor me ha informado de Joaquín Costa, se llama Alfonso Buil Aniés, nacido en San Román de Morrano, al pie de la Sierra de Guara, debajo de la Cueva de Chaves y de la Gruta de Solencio.  Tiene noventa años de edad, luego él no conoció personalmente a Joaquín Costa, que murió el año de 1911, pero recibió la forma de ser del mismo, de su padre, don Ramón Buil Calvo, nacido en el Palacio del Señorío de Aniés. Fue este Jurado Mayor de los Bosques de la provincia de Huesca, amigo íntimo de Costa desde 1900 hasta su muerte en 1911, en que murió este aragonés tan ilustre. Su apellido y título de Señor de Buil, le venía del Vizconde del Bearn, que participó en la conquista de Almudévar y de Zaragoza, fundando en España los pueblos de Biel,  Santa María de Buil y en Valencia Manises y dos  más.

 Hemos considerado las Memorias de Joaquín Costa, pero desde aquellos últimos años del siglo XIX y primeros del XX, estaba retenido en su casa de Graus por una enfermedad, progresiva. Debido a su carácter difícil y arrogante,  que él mismo había radiografiado en su “Nosce te ipsum”, en 1868, conservaba ya pocos amigos en su soledad. Tampoco él quería recibirlos, porque algunos periodistas subían por los tejados a ver si podían ver al Gran Costa. Pero, sin embargo siempre recibía a dos personas queridas por él, tal vez porque amaban mucho la Escuela y la Despensa del Alto Aragón. Estos fueron Ramón Buil Calvo, del que ya hemos escrito y Calvo Blasco de Alquézar, empleado en Montes. Con ellos hablaba de Aragón y decía que si no se llevaba a cabo el Plan de Riegos, sería un país de emigrantes, como ahora lo es, quizá por no haber completado todos los riegos y por aspersión de todos los ríos. Si creaban todos  los  pantanos y canales de sus numerosos ríos y aprovechaban la nieve que cubre los Pirineos, podía Aragón ser el país más rico de España. Decía que Aragón tenía en general un buen suelo y más ríos que otras provincias de España y recogiendo la nieve del Pirineo, con sus aguas se podría generar energía eléctrica y no arrojarla al Mar Mediterráneo. Añadía que si Aragón se regara todo, produciría diez veces más que otras regiones españolas. Se conoció don Ramón Buil Calvo con Costa porque leía los artículos que este publicaba, y le escribió felicitándolo y Costa lo invitó a ir a su casa de Graus. Aumentó la amistad porque Ramón Buil Calvo era un auténtico Señor, que en el siblo XIX, ya hacía criar a sus ovejas cruzadas con otra raza, dos corderos por oveja en un mismo parto. Estos proyectos de agricultura y de ganadería, llenaban de entusiasmo a Costa y nunca le negó la entrada en su domicilio a Ramón Buil Calvo.

Hemos visto como el pueblo está informado de las doctrinas de Costa; los niños a través de sus abuelos, otros más mayores de sus padres y Alfonso Buil Aniés, con sus noventa años, aunque Costa murió antes de nacer Alfonso, vivió con su padre Ramón Buil Calvo, con el que convivió muchos años. Cuando se combatía en la Guerra Civil, estaba Ramón Buil Calvo enfermo y Alfonso Buil Aniés, le sembró con sus doce años todo el patrimonio. Se puede llamar información directa la que recibió Alfonso de Joaquín Costa, a través de su padre Ramón Buil Calvo. Es Alfonso un hombre inteligente, amigo de los libros, pues en uno de sus viajes a Alemania, le llamaron la atención, unas enciclopedias, que se las trajo a España y ahora tiene registrados cerca de cien aparatos industriales.  

Alfonso tiene una memoria prodigiosa y hace unos días me dijo lo siguiente: ”Tenía genio, Joaquín  Costa,  un genio que era natural que lo tuviera, porque en las Oposiciones para sacar una Cátedra en la Universidad de Madrid, y sacando las mejores notas, lo dejaron sin plaza y se la dieron los caciques a sus compañeros y socios”.

Tenía un corazón sensible y tenía el corazón en la mano, a los niños los amaba mucho, como si fueran suyos. Siempre le decía al padre de Alfonso: ”estos niños son el porvenir del País y si se educan bien, tendremos un hermoso porvenir”.

2 comentarios:

  1. Hola Ignacio,
    Primero felicitarle por su blog, pues me parece que un blog tan trabajado tiene que conllevar mucho esfuerzo actualizarlo casi a diario.
    Le escribo para ver si podría ayudarme, pues me apellido Olivito y estoy intentando conocer los orígenes de mi apellido puesto que somos muy pocos.Me gustaría saber si podría pasarme la información de la que dispone respecto al pueblo de Olivito. Un saludo y muchas gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola F. Olivito, le he puesto un articulo sobre Olivito en el Blog, y en breve colgare otro con la información que pueda recopilar.
      Un saludo.

      Eliminar

Mosen Iván Castillo Mainer

El pintor frente a Novales Iván es el nombre que precedido por la palabra  Mosen, que en aragonés tiene el significado de Monseñor, adorna e...