sábado, 19 de febrero de 2011

Hace ciento cincuenta años que murió Goya


“Van cayendo con las hojas amarillas-las que fueron mis verdes ilusiones.-El aire las agita y las levanta-formando fantásticas visiones.”

Ciento cincuenta años hace que don Francisco de Goya murió en Burdeos. ¿Por qué razón tuvo que morir allí el genial aragonés?. Hubo razones de esta España nuestra, que él retrató y plasmó como nadie en este mundo ha sabido hacer. No fue el último español que muriese en el destierro. ¿Cuándo seremos un país como los demás?. Yo creo que no tenemos las cualidades y defectos humanos equilibrados, sino que constituimos un espectáculo trágico, a la vez que cómico para el mundo.

Y Goya supo pintar a España con tal realismo, que es suficiente mirar sus cuadros para ver nuestra figura tal cual es en la realidad. Me produce risa cuando el ver la “Familia de Carlos IV”, cargado de condecoraciones y con unas caras que parecen ser verdaderas radiografías sicológicas de cada miembro de esa familia. Dan ganas de vivir cuando contemplas “Las Majas”. A cualquiera le gustaría luchar cuando mira “El Dos de Mayo” y le darían ganas de llorar ante “Los fusilamientos de la Moncloa” y ante la “Diversión de España”, que representa una capea de esas en que tantos compatriotas han muerto como perros, a causa de las cornadas de los toros enfurecidos por un pueblo harto de sangre.

Pero lo que más gozo me hace es acudir a interpretar todas y cada una de las miradas de los frailes y de las brujas, las actitudes de los machos cabríos, las lechuzas y los murciélagos y otros espíritus que se amontonaban con las figuras medio humanas en una masa disforme. En esa masa gozarán encontrandose “as zamuecas y os gambusinos” y otros mitos populares. Entre toda esta antropofauna me ha parecido ver a “Patetas”, el que se lleva a los niños malos y a algún “sacamantecas”, que en otros tiempos mataban a los pequeños a golpes, para sacarles la manteca y ahora para sacársela a los mayores. De estos aquelarres salían las brujas que mataban a los “abríos” en las casa de labor en las Nocheviejas, durante la misa de Gallo. Las que golpeaban en las falsas ensordecían con sus ruidos a la gente, que, asustada, pasaba las noches en vela, y las que hacían dar saltos a las cacerolas, pucheros, terrizos y toda clase de vajillas en los aparadores. En un momento dejaban a las mujeres sin instrumentos de cocina. Aquella gente no necesitaba películas de terror porque las tenía gratis siempre delante de sus vidas.

Estas escenas las pintaba en el período negro. Algún crítico ha afirmado que Goya se había vuelto loco. Pero de eso , ¡nada!. El mismo nos explicaba “que el sueño del espíritu encarna monstruos”. Y por desgracia la razón suele dormir mucho, pero sobre todo en los españoles, aunque Ortega y Gasset fundase el Ratio-vitalismo. Quería Goya con aquellos cuadros hacer reaccionar a España, despertarla, pero no creo que lo haya conseguido.

Los locos o barrenados somos los hombres y él lo define perfectamente en su “lucha a golpes de vara”, en “Saturno hambriento, comiéndose a sus hijos” y en los “Concietos”.

¿ Qué diferencia hay entre los dos muchachos que luchan a “tochazos” y los muchachos que ahora luchan en la puerta de una discoteca?.

¿Qué diferencia encontramos entre “Saturno comiéndose a sus hijos” y la humanidad que traga con gula sus alimentos del futuro?. ¿En qué se diferencian los berridos del “Gran Buco” y los de los espectadores que en el fútbol llaman “buco” al árbitro?.

¿Qué le pasaba a Goya cuando pintaba sus aquelarres?. Era como si fueran cayendo con las hojas amarillas “las que fueron sus verdes ilusiones”. El cierzo que corría por su cerebro las revolvía y las levantaba “formando quiméricas visiones”. Fueron visiones que “el aire de la vida disipó”, porque todavía tuvo tiempo de pintar la “Lechera de Burdeos”.

Contempló quiméricas visiones del “Gran Buco”, rodeado de brujas sicalípticas, obscenas y marranas. O se acompañaba con formas contrarias como las místicas, beatas, atónitas y pasmadas. Poco más o menos como los aquelarres presididos también por un Gran Buco, que llena sus bolsillos, con le excusa de la liberación humana. Los dos llevan barbas de grandes machos cabríos y pelambreras de pelo duro hasta en el corazón. Así como portaban sobre sus cabezas, unos cuernos como pilares salomónicos.

Se ven brujas viejas que son como un armazón de huesos y “pelleta” y en su escoba llevan una “broxeta” para beber que no envidia a la “Maja desnuda”. Brujas narigudas de profundos estímulos olorosos. Brujas morrudas, piconas y befas, unas con lengua o sin ella, con dientes o sin ellos, pero todas con la ambición de agradar al Gran Buco. Vampiros que “volastreaban” por encima de las escenas, también con ganas de chupar sangre humana, como los especuladores. Murciélagos y lechuzas de ojos como farolas lúgubres, que se recrean con lo que están viendo y como “escalfetas” van volando a contarle a todo el mundo lo que pasa y lo que no pasa. Burros con riseta, con cara de más inteligentes que muchos magnates, pero además, más prácticos y más productivos. Tan monstruoso es un burro sonriendo como un hombre que no lo hace nunca. Tocinos con cara de filósofos, que recuerdan a algunos señores con tirantes, que son sencillamente auténticos cerdos con tirantes. Y en todas las pinturas te llaman la atención ojos de deseo, de odio, de espanto, de envidia, de avaricia, de asombro, de pasmo, de carraña y ¿por qué no?, de ingenuidad.

No es necesario leer Libros de Caballerías para saber la sicología y los vicios de la gente española y foránea, pero por desgracia, y a pesar de ser tan religiosos, están más metidos dentro de los españoles o, tal vez, peor disimulados.

No, Don Francisco de Goya no se volvió loco, somos nosotros los que lo estamos. Ved la “Lechera de Burdeos”, uno de sus últimos cuadros. Respira serenidad y anuncia lo que sería la pintura impresionista cincuenta años más tarde.

En Burdeos pintó “Corrida de Toros” para rejuvenecer su viejo corazón. Como buen aragonés, su espíritu genial no podía desmentir su nacionalidad española.

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