miércoles, 20 de abril de 2011

Don Quijote, antes y ahora


A Lope de Vega le mandó Violante hacer un soneto, por lo que se deduce al leer:”Un soneto me manda hacer Violante y en mi vida me he visto en tal aprieto, catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante”. Lope era Lope y claro, burla, burlando escribía un soneto; su fecundidad era proverbial, tanto que en menos de horas veinticuatro, no sé cuantas pasaron de las musas al Teatro. Además, en aquellos tiempos, en que el amor era el “primum movens” de aquellos caballeros, si se lo pedía Violante, lo que me extraña es que no escribiera cien sonetos en lugar de uno.

A mí, no me mandan hacer un soneto, me ordenan escribir sobre el Quijote y con mayor motivo que Lope, “en mi vida me he visto en tal aprieto”. El que me manda meterme en libros de caballerías es como Don Quijote,”seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador”.El caballero tiene otras analogías con el de Cervantes; éste “se daba a leer libros de caballerías”,”y así llevó a su casa cuantos pudo haber dellos” y áquel, que me ha ordenado perorar, también tiene en su casa libros en abundancia, hasta de caballerías, ya que posee hasta el Quijote de Avellaneda. Este caballero es Don Federico Balaguer y cuando pienso que un sabio me manda escribir, me río y sólo me queda, como a Lope, pero en pequeño, tratar de burla burlando, llenar otros tres o cuatro folios, además del que ya llevo por delante. Yo creo que resultará sencillo, pues medio mundo se burla del otro medio, los cuerdos de los locos y estos de aquellos.

Hay personas razonables, que como Don Federico Balaguer se dedican a “desfacer” entuertos históricos, o, como Miguel de Cervantes que dedica a su Don Quijote a deshacer los entuertos que causaban los libros de caballerías en sus tiempos. Esos libros estaban escritos por personas a las que la razón de su sinrazón, se les hacía razón. Ante tales desvaríos, no valía la fuerza de la razón; el único recurso que le queda al escritor para combatirlo es la ironía, la sátira y la burla.

Unamuno nos hace ver que el Quijote es una burla de un género literario que hizo que al caballero, se le secase el cerebro,”de modo que vino a perder el juicio”.

La era Gütemberg se había iniciado en el siglo XV y el invento de la Imprenta, que pudo transformar a todos los hombres en razonables y razonadores, llevó la sinrazón a Don Quijote y a otros muchos más. La misma Santa Teresa se tuvo que apartar de la lectura de los libros de caballerías, para poder llegar a hacer de la mística un esquema racional en “Las Moradas”.

En la obra de Martín de Riquer, titulada “Introducción a Don Quijote” se lee que Alfonso de Fuentes, cuenta en su Summa de Filosofía Natural (1547), el caso de “un personaje que se sabía de memoria el Palmeril de Oliva y no se hallaba sin él, aunque lo sabía de cabeza”.

En el Arte de Galantería de Don Pedro de Portugal, se describe como lloraba toda una familia porque se había muerto Amadís de Gaula; un gran señor italiano sé desesperaba al leer que Amadís hacía penitencia, como cuenta Lope de Vega en su novela Guzmán el Bueno.

Hay quien se pregunta si Cervantes quiso en su obra afirmar que todos estamos locos. He hablado antes de personas razonables o cuerdas y de personas de la sinrazón o locos y el mismo Cervantes opone a la locura de don Quijote, el sentido común de Sancho Panza, pero la sabiduría popular afirma que de poetas, músicos y locos, todos tenemos un poco. Creo que sería tan disparatado ver por todas partes castillos encantados y sutiles Dulcineas como tener el concepto sanchopancesco de “muera Marta y muera farta” y el deseo de que todas las Martas se convirtieran en “fembras placenteras”. A lo largo de la obra se observa como Don Quijote se va haciendo más realista y como Sancho, por ejemplo, en la Insula Barataria, donde lo nombran gobernador, pronuncia frases que se apartan de lo concreto y entra en conceptos abstractos como la Justicia.

Don Quijote es un insensato, no muestra sentido del humor, es un utópico y las utopías son como el onanismo y el insensato sueña en princesas y como utópico está separado del erotismo, que habitualmente ponen en acción los

Caballeros andantes.

Soñaban como locos, los caballeros andantes en princesas encantadas y defienden damas, que tal vez lo fueran por su posición social, pero que muy bien se pondrían a cantar la reciente y escandalosa canción que dice: ”Yo quiero ser una zorra”.

Sancho Panza es excesivamente sensato y carece también del sentido del humor, haciéndole su realismo, creer solamente en aquello que tiene al alcance de la mano y se le escapa también el erotismo, para convertirse en posesión material.

Los utópicos y quiméricos, en su vida particular o en la pública, si la ejercen, ven sus chifladuras desmoronadas ante la realidad, después de mostrarse violentos, ya ante los molinos de viento o ante los rebaños de ovejas, entes pacíficos por antonomasia y en los que ellos sólo ven fantasmas enemigos. Los absolutamente sensatos podrían pasar por bueyes embelesados en su ciencia.

¿Dónde está el mérito de Cervantes?. Yo creo que en la ironía con que nos conduce a la realidad de cómo debe ser la persona humana, tan alejada de Amadises y de Dulcineas como de Sancho Panza y Maritormes.

No es el Don Quijote una simple sucesión de relatos chuscos, que constituirían una payasada, como ocurre en alguno de los que salen en el Avellaneda, como en el capítulo en que Don Quijote y Sancho, camino de Zaragoza, entran a expoliar un melonar y salen a palos. El payaso es un hombre alienado, no es un hombre auténtico, está enmascarado de listo o de tonto.

El mérito de Cervantes es hacer ver, por la ironía, como no debe ser el hombre; es intentar apartar al hombre de la alineación; pero la grandeza de su obra es que es universal en el espacio (cientos de ediciones de sus obras en casi todas las lenguas) y en el tiempo. Si en la era Gütemberg fueron los libros de caballerías y de otros géneros alienantes, sigue habiéndolos en la era Mac Luhan.

Mac Luhan era canadiense y ha muerto hace poco tiempo. Anunció el fin, quizá exagerando un poco de la letra impresa, sustituida por las computadoras, la televisión, los vídeos, etc. Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, pero yo me pregunto: ¿no será mejor una imagen acompañada de una hermosa y precisa descripción?. Estas palabras me recuerdan que Cervantes ironizaba los libros de caballerías, no sólo en su fondo, sino también en su forma. No otra es su intención cuando escribe: “apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la vanidad de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y empezó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel”.

Este texto, a pesar de ser una ironía contra el estilo literario de los autores de los libros de caballerías, a mí me encanta leerlo y releerlo y me gustaría acercarme en los escritos a su calidad literaria.

Pero estaba hablando de la bipolarización que se plantea entre Gutemberg y Mac Luhan y yo creo que sigue siendo necesaria la lectura y que la del Don Quijote será siempre aleccionadora. La escritura hace pensar, los chinos representan con signos sus palabras monosilábicas, los fenicios sustituyeron los dibujos por consonantes y vocales, pero todavía podemos ver dibujadas las “ideas de las cosas”, en las cuevas primitivas. Con estas imágenes, si no las acompañamos de una descripción escrita, podemos volver al bisonte de Altamira.

¿Qué conclusión podemos sacar de este concurso?. Yo personalmente tengo la mía, que le agradezco a Don Federico por haberme mandado intervenir en este acto lo que me ha obligado a leer, como a los concursantes, textos del Quijote y a reflexionar sobre ellos. Estas lecturas y estas reflexiones nos han ayudado a comprender el mundo actual y a percatarnos del paralelismo entre Don Quijote con escritores actuales.

La alineación que antes producían los libros de caballerías, las producen ahora el consumismo, la televisión, el cine, la masificación, los dogmatismos, los fanatismos y una vaga conciencia de inseguridad en el porvenir colectivo y en el de cada joven e incluso de cada persona mayor, como yo mismo.

Se celebra estos días el aniversario de Ortega, que decía que los españoles consideraban “funesta la manía de pensar”. Algunos lo descalifican porque no pensaba como ellos, pero yo animo a los jóvenes a que piensen por sí mismos y ahora que han leído el Quijote que sigan leyendo otros libros.

Kafka en su obra “El castillo”, habla de como en él se hallan hombres con poder, que tienen siempre palabras, buenas palabras, pero los hombres que están fuera, están inermes, desalentados e impotentes para alcanzar otra Dulcinea, que es un conjunto de sueños de felicidad y de libertad.

José Luis Castillo Puche describe como Kafka ha sabido ”poner en alegoría no sólo el destino incierto del hombre”, ”sino que a través de sus personajes atónitos y acosados, alucinados o poéticos en medio de la grosera vulgaridad, ha dejado testimonio de la auténtica conciencia de nuestro tiempo”.

A Don Quijote lo interferían gigantes, que eran molinos de viento, a los hombres, en sus sueños los interfieren también gigantes que son todopoderosos en sus torres del castillo del poder: ”burocracias de hierro, automación y la deshumanización de la maquinaria estatal, social, científica, económica y técnica, cuyo objetivo es hacer que el mundo funcione sin tener en cuenta al hombre”. El mismo Cervantes sufrió en sus carnes los vituperios del poder.

Cervantes, en situación de pobreza envió al Consejo de Indias una serie de méritos que le podrían hacer merecedor de un empleo en América y aquellos méritos eran los siguientes, su pérdida del brazo en Lepanto, el cautiverio de Argel, la misión que desempeñó en Orán, los que tenía su hermano Rodrigo que había también peleado en Lepanto y el desamparo de sus hermanas. Se lo denegaron, pero su Don Quijote, como decía mucho antes Don Juan Manuel de los libros fue “melecina”, que con su bálsamo de optimismo y de ilusión ha curado muchas mentes humanas y las ha aliviado en el curso de los años.

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