Siendo todavía un niño e incluso
durante mi juventud y parte de mi madurez, no conocía a los escasos chinos, que
convivían con los españoles, un tanto apartados unos de otros. Pero ahora los
ves por la calle, por sus tiendas y repartiendo papeles de propaganda
comercial, por las Escuelas e incluso por los pequeños pueblos. Mis nietos ya
los han conocido siempre, porque van por sus almacenes, donde venden juguetes,
ropas, libros, pinturas y toda clase de
objetos para trabajar o para adornar a
las personas. Los chinos van aprendiendo, muy poco a poco, nuestra lengua, pero
nosotros no aprendemos el chino. En un almacén, que yo frecuento, no consigo apenas hablar ni
con el chino ni con la china, pero encima del mostrador de su tienda,
contemplo, con una pena, por no comprender su texto, un periódico chino, que no
sé si es del día o de la temporada.
Yo conocía los chinos por algunas
obras de arte, que trajeron algunos paisanos, de su estancia, a veces militar y
otras civil, de las Islas Filipinas, en las que ya no queda casi el idioma
español. Pero, por ejemplo en el artístico pueblo de Fonz, en alguna
casa-palacio de algún infanzón aragonés, que allí había residido, y en casa
Cavero de Berbegal, se conservan pinturas chinas, que tienen un gran encanto, pero que son de un estilo diferente al
occidental. Yo mismo tengo un guerrero chino, montado en un pequeño caballo,
que alguien labró en madera, en China, tal vez en el siglo XVII. Se ven, a veces abanicos o batas de seda de múltiples
colores. No hace muchos años se descubrieron en China, bajo tierra, una multitud de soldados, todos
distintos. ¿Por qué, en esos cuadros, son diferentes aquellos palacios, con sus
jardines y sus flores, de los nuestros?. Algunos dicen que será por una distinta forma
de mirar y de ver la luz, que tienen los rasgados ojos de esos hombres,
llamados por nosotros amarillos, de
nuestros ojos. Yo creo que la diferencia no se encuentra en el órgano de la
visión, sino en el espíritu o en el
cerebro de aquellos hombres y mujeres amarillos.
Los niños, en occidente, admirábamos
los cuadros, las tallas y los kimonos, pero a los chinos les resultaba difícil
contemplarlos, fuera de China, porque vivían en esa Gran China, rodeados por su
Gran Muralla, también China. Y a penas salían de ella, cuando sus hermanos del
Norte, es decir los también de ojos rasgados y de ojos amarillos, al ser
nómadas, salieron de Mongolia y de China y dominaron la nación más grande que
ha habido en la Tierra.
Estaban concentrados en su enorme
nación y salían poco de ella, pero ahora que está aumentando su dinero, entre
otras razones por su dedicación al trabajo y su espíritu comercial, se han dado
cuenta del gran poder que están alcanzando y salen por el mundo y crean en los
países más lejanos de Asia, comercios, industrias y como se dan cuenta del problema
de la futura alimentación de los de piel amarilla y ojos rasgados, dicen que
están comprando grandes extensiones de tierra, por ejemplo en Africa y la
podrán cultivar o encontrarán en ellas minas,
petróleo y alimentos, para desenvolver su raza por el mundo, no sólo en el Asia Oriental. Buscan los alimentos, igual que sus hermanos, los
mongoles, emprendieron sus invasiones para buscar alimentos.
Fue Marco Polo, el veneciano, el
que realizó sus viajes a Catay, como llamaban entonces a la China. En 1271, a
la edad de 17 años, salió de Venecia en compañía de su padre Nicolás y de su
tío Mateo, hacia el Extremo Oriente. Tardó unos 17 años en volver y entre tanto
tuvo la oportunidad de hablar con
astrólogos chinos y con magos y lamas del Tibet. ¿Cómo no iba a cambiar
impresiones con los chinos, si llegó a formar parte del gobierno de uno de los emperadores del País?. Se recreó en
la arquitectura, pues vivió en palacios
y visitó templos. Escribió el Libro de las Maravillas y comerció con la seda,
introduciendo en Europa la pólvora, que se utilizó por primera vez en España en
la batalla de Niebla, en la provincia de Huelva, en 1262. Hasta Cristobal Colón
tuvo escritos de Marco Polo. Es marco Polo, el hombre considerado como el fundador de la Ruta de la
Seda.
Los mongoles, de raza de ojos
rasgados, es decir de la raza amarilla, igual que los chinos, forman parte de
la Historia de China. Aun ahora en que Mongolia
Interior es un Estado Autónomo dentro de China y conservan el idioma Mongol,
favorecido por ella. Así como Marco Polo escribió sobre las invasiones
mongolas, ahora el gran cerebro de Eduardo Punset, además de ser escritor,
abogado y haber sido ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas,
expuso sus antecedentes mongoles, que originaron éstos, en los Montes Pirineos,
cuando invadieron Europa Central, buscando nuevas tierras para sacarles
provecho agrícola. Invadieron también Bulgaria en 1236, parte de la India y Afganistán.
De tal forma conquistaron nuevas tierras que llegaron a ser el estado más
grande de la Historia. Gengis Kan, volvió a la vieja costumbre de atacar con
frecuencia a China, para conseguir alimentos. Pero éste se dedicó no sólo a
entrar en China, sino que invadió medio
Mundo. Para conseguir la victoria en tantas batallas, fue el primer militar que utilizó la pólvora,
como arma en sus guerras. No conquistaron más tierras, porque no buscaban el
dominio de muchos más territorios, sino
la producción de productos agrícolas. Tal vez por esa búsqueda llegaron los
mongoles a los Pirineos y al ver tierras montañesas, sin apenas producción
agrícola, se volvieron, pero dejando
rasgos mongoloides en algunos habitantes de los Pirineos. Este es el caso del “Gran”
Eduardo Punset, que explica su condición, de ser fruto de los europeos con los
mongoles.
Pero no fue sólo en los Pirineos
donde los mongoles asimilaron las culturas de los países que conquistaban, sino
que fueron absorbidos en El Caucaso, en Hungría, en Bulgaria e incluso en
–Alemania. Desde que Gengis Kan en 1206 fue el Jefe de los Mongoles, durante
casi un siglo dominaron en Asia y en gran parte de Europa, incluida, Italia.
Los Mongoles del Norte de China y
de la misma China, eran nómadas, montaban sus pequeños caballos y
comenzaron a invadir, casi todo el mundo conocido, ya mediado el siglo XIII y durante casi cien
años, hasta que llegó Marco Polo. En cambio los chinos eran más permanentes en
su tierra con su civilización, que desde 1539 hasta 1606, prosperaba, con grandes adelantos en Ciencia y
en Arte, que culminó con la terminación de la Gran Muralla. En aquellos años no
dejaban entrar a nadie, ni a San
Francisco Javier, que se acercó tanto a
los chinos, que murió el año de 1552 en la isla china de Sanchón. En 1585, entraron los dos primeros misioneros.
Así como los mongoles del Norte
de China y de la misma China, conquistaron una gran parte del mundo conocido,
para buscar los alimentos, ahora, repito, son los chinos los que se expanden por todo el mundo, buscando
también los alimentos para su enorme población. Se están haciendo con el
comercio y con la industria. Les falta hacerse cargo de la agricultura, pero en
Africa están comprando extensiones de tierra, que aprovecharán, para explotar
el petróleo, los minerales y después los productos de la
Tierra. Son, en general gente trabajadora, pacífica y no sé si asimilarán la
cultura europea, como hicieron los mongoles, pero que ya no saben algunos que
son mongoloides; es decir que tienen ciertos rasgos genéticos del pueblo
mongol.
Es raro que los mongoles, de
color amarillo y ojos rasgados como los chinos, se lanzaran en el siglo XIII a
conquistar el mundo, impulsados por sus costumbres nómadas y entre tanto sus
hermanos, amantes de su tierra no quisieron abandonarla. Aunque tienen sus
diferencias, son una misma raza de hombres, con sus variedades entre otras de
sus costumbres, pues los mongoles necesitaban ser nómadas y sus hermanos no
sentían necesidad de desplazarse de su tierra.
Pero, ahora, “el pueblo chino, sale
masivamente de sus Murallas, por el Mundo” y el pueblo de siempre, los conoce
en sus comercios y los ve caminar o circular en vehículos por las calles, pero
no es frecuente verlos en los espectáculos. Dicen algunos que entre ellos, los
hay que son esclavos de juego. Otros, como ven al pueblo chino igual que un
pueblo aislado y sin trato con los habitantes antiguos de las ciudades,
imaginan que son autores de actos de mala índole. Se preguntan si los chinos no
se mueren, pues no han visto nunca enterrar a uno de ellos. Relacionan su
búsqueda de alimentos con la afirmación de que muelen sus cuerpos para
añadirlos a los platos que sirven en sus restaurantes. Pero no se dan cuenta de
que no son de mal corazón, sino que yo he visto a una china, acudir corriendo a
ayudar a un ciudadano, que yendo en una silla móvil, había tenido un accidente.
Pero el chino que más he admirado estos últimos años, ha sido un señor, ya
mayor, que lo encontrabas frente a algún árbol, alto y voluminoso, que daba la
impresión de estar manteniendo un diálogo con el vegetal. Así era, porque
acercaba sus manos a su corteza y con los ojos cerrados, parecía comunicarle
sus inquietudes , no sólo sobre cómo alimentar su cuerpo, sino como alimentar su espíritu. El chino
unas veces estaba al lado del árbol,
pero otras estaba ausente. En cambio el árbol, siempre miraba el
horizonte desde la alturas de sus ramas, no tenía problemas para alimentarse ni para refrescarse con el agua que del cielo
caía. Se reproducía con los piñones que lanzaba el aire desde arriba hasta el
suelo. Estaba siempre tranquilo y feliz y al chino, con su frente apoyada en su
corteza, le recordaba su milenaria permanencia en China y tenía que seguir
meditando y trabajando en Occidente, como le comunicaba el árbol con su también
centenaria permanencia en el mismo lugar del Parque.
Las teorías chinas sobre el descanso
y la reflexión eran contempladas por muchos oscenses y se acercaron al árbol y a su amigo el chino y todos los días, por la
madrugada, acudían y se movían con tranquilidad, doblando sus cinturas y
alzando sus brazos, como el árbol agitaba sus ramas en lo alto. Todos los
oscenses bailaban el humano y cerebral baile, que dirigía el Chino, del que yo,
no he podido pronunciar su nombre. No sé si se ha muerto o ha regresado a su
país de origen porque ya tenía muchos años, pero un grupo de oscenses siguen en
silencio, meditando las lecciones del chino. Igual que los mongoles dejaron a
Eduardo Punset, con su sabiduría, casi
plena, el chino oscense ha dejado en Huesca a un grupo de ciudadanos, que
meditan.
He salido a dar una vuelta y me
he encontrado al Doctor Daniel Carmen, uno de los primeros seguidores del profesor
Chino. Hemos hablado y al preguntarle si había muerto su buen profesor, me ha
dicho que sí. Acudieron al tanatorio de donde lo llevaron a enterrar al
Cementerio de Huesca. Estaba en su ataúd vestido de Mandarín con ropas de color
azul, que es el color de los hombres, mientras el de las mujeres es azul. Los
hijos y nietos de Ba Yang, equivalente a Juan, llevaban en sus brazos un
corazón, también de color rojo .¿Cómo me enteré del nombre del Chino Ba Yang?.
Me lo comunicó su discípulo el Doctor Daniel Carmen. Sus familiares pidieron
permiso al encargado del Tanatorio para quedarse durante la noche a velar por
su antecesor, amante y amado profesor. Por la mañana, al despedirse para ser conducido al Cementerio
leyeron su vida primero en castellano y luego en la lengua de los Mandarines. Lo
llevaron al camposanto, donde descansa
en su tumba, con su nombre, escrito en chino. Sus discípulos oscenses quieren
pedir al Ayuntamiento permiso para poner una placa en castellano. Cuando
volvieron del entierro dieron a todos, chinos y discípulos oscenses un ágape en
el Restaurante Chino de uno de sus hijos.
¡Ojalá que dure la amistad, el
respeto y la cultura entre blancos y amarillos!, porque mi amigo Escar, sentado
en un Bar de los Porches me dijo: ”Yo creo que dentro de doscientos años, poco más o menos, habrán invadido los chinos
todo el Mundo y se habrán hecho dueños de las tierras, como ya las han comprado
en Africa”. Yo, deseo que reine entre
unos y otros la misma armonía que reinaba en los ejercicios gimnásticos que
dirigía Ba Yang en el Parque y el respeto y emoción que se guardaron en su
entierro. Igual que en España luce el talento de Eduardo Punset, con sangre
mongola en sus venas y en su cerebro, será preciso que luzca el talento chino
en sus cerebros. En el Colegio entran muchos niños y niñas chinas adoptadas por
ciudadanos españoles.
Pero para que exista la paz entre unos y otros, tendrá
la humanidad que trabajar como los chinos.
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