En la cueva tal vez ibérica, que
se encuentra cerca de la Autovía, que viene de Barbastro, cerca ya de la Torre
de Cavero, se refugiaban por las noches varios vecinos de Siétamo, entre los
que se encontraba Estebané Bescós, ya difunto y Joaquina Bruis, viuda de
Joaquín Bruis y madre de Antonio Bruis Larraz. Todavía Joaquina me repite con
frecuencia durante este año de 2013, el hambre que pasaban en la cueva, por la
noche, en tanto bombardeaban el Pueblo de Siétamo. A pesar de sufrir el hambre,
Estebané ansiaba acudir a la cueva, para dormir tranquilo y alejado de la
explosión de las bombas de la aviación. Entonces se pasaba hambre, no sólo en
Madrid y en Barcelona, sino en aquellos puntos en que la guerra ardía y tenía a
los ancianos y a los niños, con sus estómagos vacíos.
Belchite quedó convertido en una
ruina macabra, como Siétamo, pero mucho más extensa, tanto que no se han
restaurado sus viviendas, ni sus iglesias ni conventos. A penas un pequeño
grupo de casas han permanecido de pie. El año de 1937, los Republicanos
arrasaron el pueblo de Belchite, al que defendían los Nacionales. Fue tan
terrible la lucha, acompañada por los mutuos fusilamientos entre unos y otros,
que unos seis mil hombres y mujeres entre soldados y civiles murieron en pocos
días. El control republicano duró escaso tiempo, pero ya no duraban las vidas
de sus paisanos ni de los soldados y milicianos que en Belchite luchaban. Lo
único que podían hacer era como han hecho ver los psicofonistas, hablar y gritar en la oscuridad de la noche, en aquellas calles muertas y silenciosas. En
1946, los más afortunados, ocuparon
nuevas viviendas en Belchite y en 1960
se acabó la entrega de casas.
Dicen que cada año diez mil
personas visitan Belchite, unos como aquellos que recuerdan un pasado tan
terrible, otros como turistas que sienten curiosidad por los terribles hechos
ocurridos en dicho pueblo y muchos
atraídos por las leyendas que se cuentan de las almas, de los que en esa guerra
salvaje murieron, pues algunos de ellos dicen los psicofonistas que caminan
todavía por sus calles.
Yo me acuerdo y he recordado
siempre a mi primo José María Narbona de Siétamo, que murió en aquellas
luchas con diecisiete años de edad, cuyo cuerpo trajo al cementerio de Huesca
su primo Buisán. Alguno quedó con vida, como Natalio Baquero, de los últimos
habitantes de Belchite, que el mismo día en que partió del pueblo, escribió en la Iglesia Vieja, lo siguiente: “Pueblo viejo de Belchite, ya no
rondarán zagales. Ya no se oirán las jotas, que cantaban nuestros padres”. Me
acuerdo de José María, que antes de la Guerra Civil le daba clases a mi hermana
mayor Mariví. Era muy amable y
sonriente, pero ya no le he oído cantar jotas ni salmos, desde que lo vi, antes de dicha Guerra, pero mi corazón lo
contempla, sonriente, a pesar de su destino cruel.
No se me ha muerto el triste
recuerdo de la destrucción de Belchite, porque el día cuatro de este mes de
Octubre de 2013, escuché las más repugnantes noticias, que se produjeron en
dicha lucha inhumana. En un Bar de Jaca, situado próximo a la Estación de
Autobuses, conversé con un hombre alegre y simpático, que tenía unos sesenta y
cinco años de edad. Se llama dicho señor Eloy Bordonava y era del pueblo de Sinués, que se encuentra al lado de Aisa,
desde donde ve correr el río Estarrún, desde los campos que cultiva. Estaba
comiendo un buen bocadillo, pero esa satisfacción de su apetito, le debió
recordar el hambre que pasó su padre Francisco Bordonava, allá en la Guerra
Civil, en Belchite. ¿Cómo se cruzaban las ideas del hambre con la satisfacción
de comerse ese apetitoso bocadillo?. Me dijo Eloy que su padre casi no hablaba
de aquellas desgraciadas horas pasadas entre ruinas y entre difuntos, pero en
las reuniones con personas mayores, les contaba negras aventuras de esa guerra tan
cruel y odiosa por parte de los dos bandos. Y en ciertas ocasiones dejaba ver a
sus paisanos, aquella situación tan difícil, sin ningún grado de humanidad que
pasó él y sus compañeros en aquella lucha. ¿Qué situación le produjo el peor
recuerdo de Belchite?. Sencillamente, el contemplar a unas personas, abriendo
las heridas de los recién caídos el suelo por las balas de fusil ,por la
metralla de las bombas que lanzaban los
aviones y los cañones, y aproximar sus labios a la sangre que derramaban, para
beberla , para matar el hambre, que los estaba acabando de dejarlos vivir,
cruelmente, pero vivían todavía.
¡Qué comunión tan negra la que se
realizó en Belchite, pues en la comunión de Cristo, es necesario que se amen
los unos con los otros!.
Natalio Baquero escribió en la
Iglesia Vieja: ¡Pueblo viejo de Belchite ya no rondarán zagales. Ya no se oirán
las jotas que cantaban nuestros padres!. Hay que aprender de la Historia para
que muchos niños actuales no vuelvan a pasar hambre, como ya la pasan en muchos
lugares de España.
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