lunes, 14 de octubre de 2013

José Grasa Campo, que ha muerto a los ochenta y nueve años



Ha muerto en este mes de octubre de 2013, un pastor ya muy viejo, como su misma profesión. Dicen que no se debe hablar de senectud o de vejez, tal vez porque a los hombres y mujeres de este mundo, nos hace recordar tiempos pasados. Pero es que haciendo memoria de las palabras de José Grasa Campo, que  nos recuerda viejos tiempos ¿no merece la pena pensar en el tiempo pasado?.  Yo, como veterinario, cuando iba por aquellos pueblos del Somontano, de Sobrarbe, desde Ansó y Jaca y por la Ribagorza, por cualquier pueblo o pardina veía y hablaba con los pastores, que con la vara entre sus manos, miraban aquellas sierras, aquellos ríos y aquellos pastos, unas veces verdes en primavera  y otras grises después de la siega. Estaban los pastores, casi siempre solos en el monte y meditaban sobre la vida y la muerte.
Yo creo que José Grasa Campo no ha podido olvidar, desde el año 1965, aquel pueblo encantador, que contaba con siete casas, que formaban dos calles perpendiculares, que coincidían en una plaza. Dicho pueblo se llamaba Torrolluela de la Plana y aunque estaba casi aislada del mundo, porque sólo disponía de caminos de caballerías, lo que únicamente permitían que por allí llegara algún antiguo comerciante, que sobre su burro llevaba jabón, algún trozo de tela e hilos, para que cosieran las mujeres. Pero  ellos aunque les llegara poca ayuda del exterior, antes de lucir el amanecer, aparejaban las mulas y caminaban durante cinco horas, para llegar a Boltaña. En ocasiones bajaban a la Tierra Baja,  para comprar vino y aceite para todo el año. Hay que recordar a aquellos hombres que se dedicaban  al servicio del pueblo,  como los médicos, los curas y los carteros, que iban llegando por Torruellola de la Plana. (Así está escrito el nombre del pueblo en el escrito “Pueblos deshabitados)  El escritor y médico Cardús en sus escritos nos describe los partos que ayudaba por aquellos pueblos semi perdidos  y al cartero de la Almunia del Romeral, ya retirado, lo he encontrado en Coscullano, uno de los pueblos que comunicaba por correo. En Albella, en una misa en la capilla de San Urbez, encontramos este año al Cura de Boltaña. Ahora, que ya casi no quedan habitantes en aquella zona, han inaugurado la carretera,  con su túnel desde Sabiñánigo a Boltaña. En aquellos tiempos el cura acudía desde Las Bellostas, el médico desde Secorún y el cartero desde Laguarta.
Pero igual que se ha acabado la vida fisiológica para José Grasa Campo, en aquellos años de 1960,  empezó a acabarse la vida de Torruellola  de la Plana. Empezaba otra vida para el pastor. Hasta el arte aparecía en la parroquia de Torruellola, delante del que se encontraba un bello atrio para entrar en ella y en los motilones de las jambas de la portada, aparecían dos figuras medio divinas, medio humanas.
Efectivamente, empezaba una nueva vida para José Grasa Campo, porque pasó de aquel pueblo, que su hijo llama Torrolluala, en cuyo monte nace el río Isuala, que desemboca en el Alcandre y pasa por Bierge y por Abiego. Con la marcha de sus habitantes, por el año de 1965, José se bajó a Huesca con su familia y arrendó hierbas en Apiés, donde apacentaba a sus ovejas, que eran suyas. El tercer año marchó a Castilsabás y el año 1969 vinieron a Siétamo. Esta marcha fue debida al parentesco que tenía José con el rubio y buen pastor Marino Lardiés Mairal, nacido en Nocito, gran amigo mío, donde le vacuné y visité sus ovejas. Murió en Nocito y allí está enterrado, presidida su tumba con una hermosa Cruz de madera, propiedad de su familia. Ese parentesco se cultivó de toda la vida. Marino habló en Siétamo con Pascual Ordás de Arbaniés y de Siétamo, cuyo abuelo vivió muchos años con su esposa y su hija, que ha muerto a los ciento un años, en este mes de octubre de 2013.Trajo su rebaño a Siétamo y lo colocó en la era de Ordás, que más tarde se la compró. Está dicha paridera al lado de la era de Almudévar, por lo que conozco y he conocido durante muchos años a los perros pastores, como su dueño. ¡Qué bien se entendían el dueño con sus canes!, parecían ser miembros de una pequeña sociedad, que cuidaban a las ovejas. Pero yo creo que no sólo se dedicaban al ganado,  sino que cultivaban una amistad, entre el dueño y sus amigos, que se hacían compañía en aquellos sasos enormes, que rodean la paridera de Montori, que arrendó hace años y en los que no vivía nadie. Él tampoco dormía en el Saso, sino que cada día iba a Huesca a estar con su familia y con su esposa, trabajadora como él, pues tenía una tienda de frutas y verduras una tienda de pollos. Su esposa Laura Alpín Nasarre ostenta dos apellidos de esos pueblos que rodean la Sierra de Guara, como Bagüeste. ¿Cómo ha trabajado tanto y al mismo tiempo ha tenido ha tenido cinco hijos y tres hijas?. Yo conozco a dos de ellas, que aparte de heredar de sus padres el amor al trabajo, poseen las virtudes de aquellas personas, que tratan con cariño a la gente. De los hijos conozco a un jardinero, que trabaja en el Parque Municipal de Huesca, saluda con una gran amabilidad y no hace durar la conversación, por no perder su trabajo y trato casi todos los días con el nuevo pastor, hijo de José, que trabaja con sus ovejas y tiene curiosidad por las novedades que traen los nuevos días. Por ejemplo cuando hacían la autovía, a menudo lo encontraba en una antigua cueva, cavada en una roca, donde desde lo alto,  contemplaba como las pala mecánicas excavaban la tierra y como unos enormes camiones se la llevaban. Cuando lo encontraba en tal faena, hablábamos y parecía que estaba comparando el trabajo antiguo de su padre y el suyo propio, con un futuro mejor, provocado por aquellas enormes máquinas. Pero no sé si esa era una realidad, porque aumenta el paro entre los miembros de la humanidad y crece la  pobreza. Su padre vivió en una aldea, que buscaba alimentos y ahora las grandes capitales, hacen aumentar el hambre.
José trabajó hasta los ochenta y cuatro años y fue feliz y si no le hubiera derribado una oveja, que le rompió dos costillas, hubiera seguido, no como ahora que todos piden la jubilación antes de la edad de sesenta y cinco años.
Sólo pensaba en trabajar, porque cuando lo encontraba durante sus últimos años en la Plaza de Navarra, frente a la fuente luminosa y al  lujoso edificio del Casino, parecía estar extrañado de la diferencia entre sus pasos con el ganado por los sasos y los hombres jubilados sentados en  los bancos de la Plaza.

¡Cómo su esposa Laura y todos sus hijos, han sentido el dolor de la separación pero el recuerdo de su esposo y padre,  José, les dará una vida llena de amor a la bondad y al trabajo!. 

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