Ha muerto en este mes de octubre
de 2013, un pastor ya muy viejo, como su misma profesión. Dicen que no se debe
hablar de senectud o de vejez, tal vez porque a los hombres y mujeres de este
mundo, nos hace recordar tiempos pasados. Pero es que haciendo memoria de las
palabras de José Grasa Campo, que nos
recuerda viejos tiempos ¿no merece la pena pensar en el tiempo pasado?. Yo, como veterinario, cuando iba por aquellos
pueblos del Somontano, de Sobrarbe, desde Ansó y Jaca y por la Ribagorza, por
cualquier pueblo o pardina veía y hablaba con los pastores, que con la vara
entre sus manos, miraban aquellas sierras, aquellos ríos y aquellos pastos,
unas veces verdes en primavera y otras
grises después de la siega. Estaban los pastores, casi siempre solos en el
monte y meditaban sobre la vida y la muerte.
Yo creo que José Grasa Campo no
ha podido olvidar, desde el año 1965, aquel pueblo encantador, que contaba con
siete casas, que formaban dos calles perpendiculares, que coincidían en una
plaza. Dicho pueblo se llamaba Torrolluela de la Plana y aunque estaba casi
aislada del mundo, porque sólo disponía de caminos de caballerías, lo que
únicamente permitían que por allí llegara algún antiguo comerciante, que sobre
su burro llevaba jabón, algún trozo de tela e hilos, para que cosieran las
mujeres. Pero ellos aunque les llegara
poca ayuda del exterior, antes de lucir el amanecer, aparejaban las mulas y
caminaban durante cinco horas, para llegar a Boltaña. En ocasiones bajaban a la
Tierra Baja, para comprar vino y aceite
para todo el año. Hay que recordar a aquellos hombres que se dedicaban al servicio del pueblo, como los médicos, los curas y los carteros,
que iban llegando por Torruellola de la Plana. (Así está escrito el nombre del
pueblo en el escrito “Pueblos deshabitados) El escritor y médico Cardús en sus escritos
nos describe los partos que ayudaba por aquellos pueblos semi perdidos y al cartero de la Almunia del Romeral, ya
retirado, lo he encontrado en Coscullano, uno de los pueblos que comunicaba por
correo. En Albella, en una misa en la capilla de San Urbez, encontramos este
año al Cura de Boltaña. Ahora, que ya casi no quedan habitantes en aquella
zona, han inaugurado la carretera, con
su túnel desde Sabiñánigo a Boltaña. En aquellos tiempos el cura acudía desde
Las Bellostas, el médico desde Secorún y el cartero desde Laguarta.
Pero igual que se ha acabado la
vida fisiológica para José Grasa Campo, en aquellos años de 1960, empezó a acabarse la vida de Torruellola de la Plana. Empezaba otra vida para el
pastor. Hasta el arte aparecía en la parroquia de Torruellola, delante del que
se encontraba un bello atrio para entrar en ella y en los motilones de las
jambas de la portada, aparecían dos figuras medio divinas, medio humanas.
Efectivamente, empezaba una nueva
vida para José Grasa Campo, porque pasó de aquel pueblo, que su hijo llama
Torrolluala, en cuyo monte nace el río Isuala, que desemboca en el Alcandre y
pasa por Bierge y por Abiego. Con la marcha de sus habitantes, por el año de
1965, José se bajó a Huesca con su familia y arrendó hierbas en Apiés, donde
apacentaba a sus ovejas, que eran suyas. El tercer año marchó a Castilsabás y
el año 1969 vinieron a Siétamo. Esta marcha fue debida al parentesco que tenía
José con el rubio y buen pastor Marino Lardiés Mairal, nacido en Nocito, gran
amigo mío, donde le vacuné y visité sus ovejas. Murió en Nocito y allí está
enterrado, presidida su tumba con una hermosa Cruz de madera, propiedad de su
familia. Ese parentesco se cultivó de toda la vida. Marino habló en Siétamo con
Pascual Ordás de Arbaniés y de Siétamo, cuyo abuelo vivió muchos años con su
esposa y su hija, que ha muerto a los ciento un años, en este mes de octubre de
2013.Trajo su rebaño a Siétamo y lo colocó en la era de Ordás, que más tarde se
la compró. Está dicha paridera al lado de la era de Almudévar, por lo que
conozco y he conocido durante muchos años a los perros pastores, como su dueño.
¡Qué bien se entendían el dueño con sus canes!, parecían ser miembros de una
pequeña sociedad, que cuidaban a las ovejas. Pero yo creo que no sólo se
dedicaban al ganado, sino que cultivaban
una amistad, entre el dueño y sus amigos, que se hacían compañía en aquellos
sasos enormes, que rodean la paridera de Montori, que arrendó hace años y en
los que no vivía nadie. Él tampoco dormía en el Saso, sino que cada día iba a
Huesca a estar con su familia y con su esposa, trabajadora como él, pues tenía
una tienda de frutas y verduras una tienda de pollos. Su esposa Laura Alpín
Nasarre ostenta dos apellidos de esos pueblos que rodean la Sierra de Guara,
como Bagüeste. ¿Cómo ha trabajado tanto y al mismo tiempo ha tenido ha tenido
cinco hijos y tres hijas?. Yo conozco a dos de ellas, que aparte de heredar de
sus padres el amor al trabajo, poseen las virtudes de aquellas personas, que
tratan con cariño a la gente. De los hijos conozco a un jardinero, que trabaja
en el Parque Municipal de Huesca, saluda con una gran amabilidad y no hace
durar la conversación, por no perder su trabajo y trato casi todos los días con
el nuevo pastor, hijo de José, que trabaja con sus ovejas y tiene curiosidad
por las novedades que traen los nuevos días. Por ejemplo cuando hacían la
autovía, a menudo lo encontraba en una antigua cueva, cavada en una roca, donde
desde lo alto, contemplaba como las pala
mecánicas excavaban la tierra y como unos enormes camiones se la llevaban.
Cuando lo encontraba en tal faena, hablábamos y parecía que estaba comparando
el trabajo antiguo de su padre y el suyo propio, con un futuro mejor, provocado
por aquellas enormes máquinas. Pero no sé si esa era una realidad, porque
aumenta el paro entre los miembros de la humanidad y crece la pobreza. Su padre vivió en una aldea, que
buscaba alimentos y ahora las grandes capitales, hacen aumentar el hambre.
José trabajó hasta los ochenta y
cuatro años y fue feliz y si no le hubiera derribado una oveja, que le rompió
dos costillas, hubiera seguido, no como ahora que todos piden la jubilación
antes de la edad de sesenta y cinco años.
Sólo pensaba en trabajar, porque
cuando lo encontraba durante sus últimos años en la Plaza de Navarra, frente a
la fuente luminosa y al lujoso edificio
del Casino, parecía estar extrañado de la diferencia entre sus pasos con el
ganado por los sasos y los hombres jubilados sentados en los bancos de la Plaza.
¡Cómo su esposa Laura y todos sus
hijos, han sentido el dolor de la separación pero el recuerdo de su esposo y
padre, José, les dará una vida llena de amor
a la bondad y al trabajo!.
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