jueves, 16 de junio de 2016

El argentino que lanza plata al público

Puerto de Buenos Aires  (Argentina).

Me ha impresionando la presencia en un Hotel de la Costa Mediterránea, de un artista argentino, que hace feliz a los que en él, se aposentan. Presidía desde un punto de un salón extenso, elevado sobre un escenario, con sus ritmos y su propio baile, las  intervenciones musicales y su literatura filosófica y poética.  Al verlo y al  oírlo, mis compañeros de viaje,  acudían a escucharlas  y acompañar  su música, lo que hacían  bailando con el ritmo de sus cuerpos.
¿Quién era ese joven argentino?.  Tenía el artista Luciano Ortiz, su apellido, cien por cien, español, porque un antepasado suyo, se ausentó,  hace ya siglos de la Península Ibérica a la República Argentina. ¿Cuántos años harían posible que el padre de su abuelo, nacido en España, se marchara a las Américas en un barco, no muy poderoso, porque no tenía siquiera un motor, sino que circulaba sobre las aguas, impulsado por el viento que empujaba sus velas?.  Llegó su antecesor a la Argentina, entonces parte de la América española. ¿Qué es lo que allí vivió y trabajó?.  No lo sé, porque pudieron ser varias las zonas que recorrió, como la Pampa, que lanzaba al aire, altas yerbas, que alimentaban a los rebaños de caballos y de vacunos, aunque los que gobernaban esta nación tan rica en ganadería, tal vez no supieron devolver al pueblo, los alimentos, que la Naturaleza, había dado a la tierra. Había en la Argentina, tierras que se descolgaban de los Andes, en que se producía un vino que envolvía sus mentes en literatura. Estaba también el territorio de la Plata, “que se refiere a la mitológica Sierra de Plata, en el Pais del Rey Blanco, que buscaron Alejo García,  Sebastián Cabolo y otros, recorriendo las Rías de los ríos de la Plata, Paraguay y Uruguay, buscando expediciones. Buscaban un terreno regido por un Rey Blanco”, que no se sabía si era algún descendiente de blancos, que llegarían a América en años lejanos y anteriores. No encontraron al Rey Blanco, pero encontraron blanca plata y desde entonces fueron muchos los que quisieron recorrer el País de la Plata.
No se sabe si Luciano Ortiz, llevaba en sus venas, solamente sangre española o si se había mezclado con sangre de los indios argentinos, que le daban una categoría de habitante español y rioplatense, que le movería la sensibilidad y la imaginación, en el tango, en las alturas de los Andes y en la llanura de las Pampas.
Llegaron  tiempos en que la economía argentina, sufrió un “bajón” notable y muchos ciudadanos tuvieron la necesidad de volver a España. Esta necesidad la sintió Luciano Ortiz, el artista, que alegraba y hacía felices a los turistas que divertía en el Hotel de Comarruga. Tenía 22 años, con una edad en que sale de niño, que había asistido a la Escuela, pero que sentía la obligación y la necesidad de encontrar trabajo, como las sintió su antepasado, que le obligó a embarcarse en un barco sin motor, pero con velas, para encontrar el trabajo que buscaba, en la Argentina. Luciano que sintió la necesidad de encontrar  ese trabajo, en lugar de embarcarse hacia España, se subió a un avión no sólo para encontrar trabajo, sino identificarse con su pasado europeo y llegó a España.
El primer lugar español que pisó y amó Luciano fue Sevilla y se acomodó maravillosamente al ambiente de esta bella ciudad, al que se acomodó maravillosamente, que según su propia lengua, vinculada con su corazón, llamaba “hermosa ciudad”. Desde Sevilla recorrió todas las ciudades de inmensa alegría, como son las andaluzas.
Pero el afán por trabajar obligó a Celestino, en lugar de volver a la Argentina, subir a Cataluña. En Sevilla se puso en contacto con una empresa de Animación y al entenderse con ella, subió a trabajar a Comarruga. En Comarruga, está abierto un  puerto marino, pequeño, pero que recuerda el enorme y bello puerto de Buenos Aires.
Y cuando se puso a divertir a los huéspedes del Hotel de Comarruga, en su hermosa Sala  de Fiestas, parecía que le resonaban en sus oídos los sonidos, que percibió allá en la tierra de las Pampas y en los altos Andes. Así como en la Ría del Plata gozaban recogiendo el precioso mineral, Marcelino repartía la plata de su música, de sus canciones y las meditaciones que compartía con los que le seguían sus sugerencias.
Pero sus cualidades artísticas le han hecho estudiar los misterios musicales del EQUIPO de MÚSICA y ahora, con alegría de este arte musical y de la simpatía originada en las Pampas americanas, habla, ayuda a cantar y a bailar, a los que acuden  a este GRAN HOTEL, a gozar del arte  musical, que entra a formar parte de la vida de LUCIANO.
Yo no sé qué melodías espirituales y que músicas bailables, son las que ocupan el cerebro de LUCIANO, pero deben de ser inacabables, porque una tarde, entré en la Gran Sala y me senté alejado de su escenario y lo vi subido en él, y recitando hermosas palabras, que descansaban los oídos de los que lo estaban escuchando. Aparecían sentados, con sus ojos cerrados y sus brazos apoyados en los sillones. Parecían estar gozando de un éxtasis espiritual y Luciano leía y leía aquel discurso espiritual. Pasó un buen rato y el artista, se puso a repartir globos blancos entre sus pacificados admiradores. Se levantaron todos y elevaron cada uno su globo blanco hacia arriba y a una voz de Luciano, lo soltaron y todos ellos se marcharon ascendiendo hacia arriba, como si fueran un mensaje de salutación dirigido a las alturas. Al formarse esa nube de globos, se acabó el silencio y todos, se convirtieron en seres felices y se disolvió  la piadosa reunión.
Yo, como llegué tarde a la Sala, me senté un tanto alejado de la reunión y sin comprender el sentido de las palabras de Luciano, estaba sentado con mi corazón lleno de emoción. Cuando acabó de hablar y se puso a repartir globos blancos, para usarlos de comunicación con las alturas, se acercó a mí y me entregó uno de ellos.

Cuando me planteo problemas espirituales, me acuerdo del globo blanco,  que me dio Luciano y lo convierto en una oración que dirijo al Supremo Hacedor.

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