Un amigo mío tiene una tórtola,
que no es de esas clásicas, que anidan cada año en algún almendro o en algún
olivo de nuestros montes y de las que resulta difícil encontrar uno de sus
nidos, porque me da la impresión de que cada vez van quedando menos, como
ocurre con tantas otras especies de animales. Pasé por casa del “pajariquero” y
vi una tórtola en una amplia jaula y me alegré porque me dije: “Voy a
comprársela a mi amigo para que tenga pareja y le críen”, pero al fijarme me di
cuenta de que era una tórtola clásica y me extrañó, porque no veía ninguna de
ellas hacía ya tiempo. Tal vez hubiera resultado bien el amor entre ellas,
porque es fácil que críen dos animales tan parecidos, igual que lo hacen los
équidos, caballos y asnos. Estaba Jesús podando unos rosales, de esos que, como
decía él mismo, dan tantas rosas de “pitiminí” y al mismo tiempo hablaba con un
gitano ya mayor, que explicaba lo “bien que se está en el campo y se sienta uno
en una piedra y nadie ni nada le molesta” y añadió: “¡Ay, qué bien si en una
rama canta una tórtola!”. No podía seguir hablando de las tórtolas, pero era
igual porque seguía llegando gente y para todos tenía conversación Jesús, que
además de aficionado a los pájaros, es albañil. Una de las personas que llegó
era una señora que venía con su nieta del colegio y le dijo si le vendía algún
brote de aquel rosal que estaba limpiando y no se lo vendió, sino que le regaló
varios de ellos, eligiéndolos con cuidado. Se fueron marchando todos los
visitantes y entonces le dije: “Parece mentira que no tenga ninguna tórtola de
ésas que llevan collar negro, que trajeron de Turquía y que están ahora mismo
volando por esos pinos de aquí al lado”. Me contestó que él no se dedicaba a
cazar pájaros, sino a cuidarlos, como la tórtola de la jaula, que resultó
herida en una cacería y él la tenía en el enorme jaulón para cuidarla. Me dijo:
“Ahí en la jaula hay unas alodas y algunos las llaman alondras”. Como Jesús
nació y se crió en Nueno llama a las alondras con su nombre aragonés, es decir
alodas. ¡Qué lástima que no tengas ninguna tórtola turca, con su collar que le
rodee el cuello, con su dorso pardo claro y su cola larga!. Es quizá un poco
más pequeña que la tórtola clásica, porque viene a tener unos veintiocho
centímetros y cría en los árboles y en los huecos de las viviendas humanas.
Hace unos cuarenta años, crió en un cuarto alto de mi casa la pareja que me
dieron en Esquedas. Yo querría que otra pareja de tórtolas turcas le criaran a
mi amigo, en la caseta de su huerta.
sábado, 18 de junio de 2016
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