Castillo de Sietamo (Huesca). |
Mi padre Manuel Almudévar Casaus, nació en Siétamo, el 28 de Febrero del año de 1885, e hizo su Primera Comunión en Siétamo el día 15 de Abril de 1896. Nació en el siglo XIX y murió el uno de Julio del año de 1973, del siglo XX.
Vivió en Siétamo con su padre Manuel Almudévar Vallés, con su madre Pilar Casaus López de Botaya y
con sus hermanos, Pilar, la mayor que se casó en Huesca con el farmacéutico
Feliciano Llanas Aguilaniedo, que al enviudar se volvió a casar con Teresina,
hermana de Pilar. Quedó soltera su hermana Luisa, que fue una persona, que dedicó
su vida a hacer felices a todos los que la conocían y a su hermano, también
soltero, José María. Vivieron ambos hermanos los últimos años de su vida, en la
torre de Casaus de Huesca. Cuidaban el jardín y la piscina y cultivaban un
huerto, que les cuidaba un hortelano de Huesca. Yo la vi, en cierta ocasión, cerca
de la piscina y al lado de la pared de la finca, gozando de un éxtasis, consistente
en contemplar un nido de ruiseñores. Era una persona que amaba a su
prójimo, sobre todo a los niños y a los animales que embellecían la
Naturaleza. Antes de la Guerra Civil vivía con nosotros en Siétamo y yo la veía
echar en el gallinero flores de una planta, con la que combatía los
“pedilluelos” o piojos de aves, que atacaban a las gallinas.
La Guerra Civil los echó a vivir a Huesca y de la misma
forma que encontró en Siétamo la felicidad con las aves de corral, la encontró en la Torre de Casaus, con los
ruiseñores.
Pero Victoria López de Zamora y Lafarga, esposa de mi padre
Manuel Almudévar, fue la mujer que unida a su esposo, hicieron feliz la casa
Almudévar de Siétamo, hasta que llegó la Guerra Civil de 1936. Llenaron la
enorme casa de seis hijos y allí tenían su nido, mi padre y mi madre, hasta que
la Guerra de 1936, la vació de aquella familia, que vivían felices cuidando a
los niños y niñas la señora Concha, de la que conservo una “esquilleta”, que
hacía sonar un pequeño cordero. Pero no sólo conservo el sonido de la
campanilla del cordero, sino que conservo aquella expresión que me lanzaba y
que yo creo que fue como una profecía de la Guerra Civil, que iba a llegar y que decía así: “¡Hijo mío “ladrón”,
tú serás un ladrón de Gobierno!”. Y
efectivamente, aquella Guerra fue como ladrón del pueblo español, al que acabó
de arruinar, de sufrir y de derramar su sangre. La señora Concha, era una mujer
rústica, que no había estudiado, pero que se daba cuenta de la corrupción de la
Sociedad y le pedía al Señor “que yo no
fuese ladrón de gobierno”, porque se conformaba con el trabajo de su esposo
Martín y de las gallinas y de los “conejos chinos”, que criaban en su
corral.
Venida de la Argentina se encuentra en mi casa, una
fotografía, que representa la felicidad que pasó mi familia, en ese periodo de
vida, en que mis padres formaron el “racimo” de sus hijos.
En la fotografía que hace muy pocos días, procedente de la Argentina, nos mandaron a Huesca, sale mi madre, con mi hermana mayor Mariví. En un gran automóvil descubierto, parado en la puerta de nuestra casa de Siétamo, al lado de la iglesia parroquial y dentro de él y en las escalas, por la que subían mis familiares y otros por sus lados, y se unían en grupo mi madre Victoria, sentada en uno de esos escalones y sobre sus piernas, abrazaba a mi hermana mayor, Mariví. Allí en el interior del coche y alrededor de él, estaban también José María y Antonio Almudévar Manzano y Adela, mi padre y mis tíos Teresa, Luisa, José María, que permaneció soltero toda su vida. Sentados en la parte posterior del coche aparece el abuelo de la Casa de Almudévar, a saber Manuel Almudévar Vallés y su esposa la abuela Pilar López de Botaya.
En la fotografía que hace muy pocos días, procedente de la Argentina, nos mandaron a Huesca, sale mi madre, con mi hermana mayor Mariví. En un gran automóvil descubierto, parado en la puerta de nuestra casa de Siétamo, al lado de la iglesia parroquial y dentro de él y en las escalas, por la que subían mis familiares y otros por sus lados, y se unían en grupo mi madre Victoria, sentada en uno de esos escalones y sobre sus piernas, abrazaba a mi hermana mayor, Mariví. Allí en el interior del coche y alrededor de él, estaban también José María y Antonio Almudévar Manzano y Adela, mi padre y mis tíos Teresa, Luisa, José María, que permaneció soltero toda su vida. Sentados en la parte posterior del coche aparece el abuelo de la Casa de Almudévar, a saber Manuel Almudévar Vallés y su esposa la abuela Pilar López de Botaya.
“¿Cuántos quedan vivos de los fotografiados en esta escena
del año de 1926?. Yo me doy cuenta de que no queda ninguno. En la fotografía
sale mi hermana Mariví, y más tarde nacieron Manolo, María, Ignacio, que soy el
que escribe este artículo, Luis y Jesús. Yo nací el día 16 de Noviembre de 1930
y mi abuelo y mi abuela murieron a los pocos meses, tan pocos, que yo no me
acuerdo de ellos.
Entre aquellos seres humanos, que ya no quedan vivos, pero
que entonces estaban celebrando en la puerta de la casa paternal de Almudévar,
una fiesta patriarcal.
Allí se encontraba la dueña del coche, Rafaela Almudévar, casada con Carderera, y hacía resaltar, con su belleza, el portal de Casa Almudévar y la fiesta, que estaban celebrando espontáneamente. Casa de Carderera de Huesca, ya está desaparecida.
Allí se encontraba la dueña del coche, Rafaela Almudévar, casada con Carderera, y hacía resaltar, con su belleza, el portal de Casa Almudévar y la fiesta, que estaban celebrando espontáneamente. Casa de Carderera de Huesca, ya está desaparecida.
Mi doblemente primo, el sacerdote ya difunto, Don Jesús Vallés Almudévar, que había
intentado comprar un hermoso retrato de
su pariente Rafaela Almudévar de Carderera, no pudo hacerlo por su elevado precio, pero yo saqué una fotocopia en colores de tal
retrato, y guardo el recuerdo de una belleza de mi tía Rafaela casada con
Carderera, que en el año de 1927, ya participó en la filmación de esa película,
llamada: “Al Holliwood Madrileño”.
“El autor de la película llamado
Nemesio Soldevila era íntimo amigo del
escritor y gran periodista López Allué y este autor escribió en el Diario de
Huesca, el día 29 de Septiembre y luego el ocho de Octubre del mismo año de
1927 del mismo año, un artículo sobre esta película y cita las personas que ahora
busca el amante de la Historia de Huesca, mi amigo Garcés”. Silvio Kossti, el
año de 1928, un año después de haber participado en el rodaje de la película
“Al Holliwood madrileño”, en compañía de su hijo Rafael, al que conocí yo de
niño y que era el director de la Central Eléctrica Oscense, que murió.
Pero no siempre se celebraban fiestas, en casa Almudévar,
sino que mi padre se preocupaba de la Historia de Siétamo y aparte de escuchar
durante muchos años sus conocimientos sobre Don Pedro Pablo Abarca de Bolea y
la Familia Azara de Barbuñales y de Siétamo, encontré un escrito suyo, en el
que dice que es una Nota sobre el Castillo de los Condes de Aranda, que eran Marqueses de Torres de Montes y Barones
de Siétamo, antes de ser Condes de Aranda. Mi padre, nacido en 1885, en el
siglo XIX, ya estudiaba en Huesca,
acogido por casa de Carderera. En 1926,
gozaron mis abuelos Manuel Almudévar Vallés con mi abuela Pilar López de
Botaya, de la visita de Rafaela Almudévar casada con Carderera y los
descendientes de la familia de Orús-
Almudévar, ´después de muchísimos años, nos mandaron la foto del automóvil de
Rafaela”. Cuatro años después, en 1930, el año en que yo nací, murieron mi
abuelo y mi abuela.
La familia del conde de Aranda, se acabó y sus sucesores le
vendieron el Castillo a mi familia. De lo más alto de la Torre, hay una
fotografía, en que mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, observa el monte de
Siétamo y a los trabajadores que en él, hacían sus faenas.
Mucho trabajo tuvo mi familia en este Castillo, porque tenía
que gastar dinero para que no se deteriorase su estructura, aprovechando al
mismo tiempo los almacenes, para conservar
sus carros y máquinas de labranza. En dicho Castillo albergaban mis antepasados
a varias familias, que carecían de vivienda sin cobrarles nada por su alquiler.
En vida de Don Pablo Abarca de Bolea, éste construyó un almacén para conservar
el vino y arriba los cereales, y en tanto tuvo que luchar con los ingleses en Portugal y
acomodarse a vivir en el Palacio de Epila, donde murió. A Epila hace unos años,
acudimos muchos vecinos de Siétamo, a
celebrar en su Parroquia el centenario de su muerte. En el pueblo todavía
quedaron convecinos míos, cuyos padres habían vivido en el Castillo, alojados
por mis abuelos y que no les hacían pagar arriendo.
Vino la Guerra Civil del año de 1936 y quedó destruido el
Castillo, que estaba situado en la Vía Romana que conducía de Huesca a Alquézar
y allí quedan los recuerdos de la Historia del Gran Conde de Aranda.
Mi padre, que se quedó sin esposa el año de 1943, después de
la Guerra, recordaba los tiempos pasados y escribió en un papel, que yo encontré en una pequeña caja, el
siguiente texto: “CONDES DE ARANDA.
Por gracia de Fernando el Católico, fue primer Conde de
Aranda en 1488, D. Lope Giménez de Urrea.
Al quinto conde, D. Antonio, confirió grandeza de España de
primera clase, en 1626, D. Felipe IV. Murió y era sucesión y pasó el condado a
D. Pedro Pablo Fernández de Heredia y Ximénez de Urrea.
Por línea femenina heredó el título D. Buenaventura pedro de
Alcántara Abarca de Bolea, noveno conde a quien sucedió su hijo D. Pedro Pablo
Abarca de Bolea( el célebre ministro de Carlos III), nacido en el Palacio de
Siétamo en 1719”.
En el manuscrito se lee lo mismo con lapicero, de la
siguiente forma:” SIÉTAMO (2). Palacio de los condes de Aranda. Perteneció a la
familia apellidada Abarca de Bolea, marqueses de Torres, barones de Siétamo, Clamosa,etc.
y condes de Aranda.
Allí nació en 1719 el célebre ministro de Carlos III, D. pedro Pablo Abarca de Bolea y
Ximénez de Urrea. El Castillo está situado en el extremo meridional de la
meseta, en que se asienta el pueblo de Siétamo, dominando una pequeña, pero
fértil y pintoresca vega, circundada por el río Guatizalema.
Ofrece el Castillo un viejo portal de entrada, robusta torre
que da al interior del pueblo; dicha torre muy bien conservada (hasta que en
Julio de 1936), sufrió el acecho de las
fuerzas marxistas,
(3)
qué atacaron
este Pueblo, que destruyeron su cubierta
y estructura interior, sufriendo también algún daño en el exterior.
Tiene un tambor almenado, que defiende un ángulo avanzado de
la muralla (en la parte baja); por el pié de éste, se entraba al pueblo, que estaba con muro
fortalecido.
Tiene vestigios de ventanales góticos, que adornaban sus
muros. La puerta del Palacio está protegida por matacanes.
Es ejemplar notable de casa solar medieval.
Se aprecia bien la estructura y planta del antiguo castillo.
(4) con su torre del homenaje (almenada) ya mencionada y
otras tres de otros tantos ángulos, truncadas y conservadas sólo en su base.
Al pie de la torre principal, se conserva en buen estado el
sótano que le sirve de base.
Pertenece al siglo XIV, si bien se supone con algún
fundamento, que anteriormente fue
punto avanzado en la línea de
fortificaciones, que Sancho Ramírez, mandó levantar desde Loarre a Monzón.
Nota de Manuel Almudévar Casaus”.
Desde luego que un Castillo, vigilante de la Vía Romana de
Huesca a Alquézar, que pasa por la Ermita de Santa María del Monte, por la
antigua iglesia del Monasterio de Santa María del Monte cerca de Ibieca, por
Bascués, por Adahuesca y otros lugares, antes de ser tal Castillo, tendría
otras fortalezas que lo unirían con todo el trayecto desde Huesca a Alquézar.
Se acabó la Guerra Civil y desapareció el Castillo-Palacio y
a mi padre y a su familia, los recogió mi abuela materna, doña Agustina Lafarga
Mériz, viuda de Don Ignacio López de Zamora Blasco. Allí se prolongó la vida de
mi madre hasta el año de 1943, en que murió del corazón, después de sufrir la
huida de su familia, primero a Huesca, luego a Jaca y por fin a Ansó. Delante
de mi ordenador tengo su fotografía, asomada en un balcón del Coso Alto de
Huesca y de vez en cuando me la miro y recuerdo como lloraba, cuando pocos
meses antes de su muerte, marché al colegio, fuera de casa. Mi padre que ya
había perdido el automóvil en la Guerra Civil, iba y venía a Siétamo en
bicicleta y en Huesca se preocupó de darnos estudios. Cuando acabé la carrera,
me casé con Felisa Bercero de Torralba de Aragón, y nos fuimos a vivir a
nuestra antigua casa de Siétamo, donde ha criado cinco hijos y trabajado como
una santa. Mi hijo Manolo es tan trabajador como su madre y está en Siétamo
cultivando la tierra con un gran
esfuerzo para salir adelante.
Recuerdo constantemente a mis primos, hermanos y a sus hijos
que están trabajando por el mundo y que sigo queriendo como miembros de mi
familia. Pido al Señor que triunfe la Paz, para que no tengamos que pasar los
españoles, las penas de las guerras, como las están sufriendo, por ejemplo en
Siria.
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