sábado, 10 de septiembre de 2016

Blecua y las Vías a Alquézar y a Tarragona

Ermita de Santa Ana Blecua (Huesca).


Hemos visto los aragoneses el crecimiento de Zaragoza, que se ha convertido en la ciudad más importante del Valle del Ebro; hemos contemplado también el aumento de población de pequeñas capitales, como Huesca, pero para que estos hechos tuvieran lugar, hemos experimentado la despoblación de nuestros pueblos, como por ejemplo los del Somontano oscense.
Yo me acuerdo de mi pueblo, es decir Siétamo, antes de la Guerra Civil, en el que todas las casas estaban habitadas, la fuente siempre con personas recogiendo el agua para su consumo y al mediodía y por la noche las caballerías quitándose la sed, abrevando en el abrevadero, que todavía se conserva.
Trabajaban en las casas de labrador, ciudadanos de otros pueblos y en la Fábrica de Harinas ejercía su oficio, entre otros forasteros, aparte de los hijos de Siétamo, Domingo Cabrero y de Avelino Zamora, un molinero que había nacido en Blecua el año 1911. Tuvo entre otros un hijo que se llama Jesús Ferrando Adé, que nació en Siétamo el día cinco de Junio del año 1944. Fue bautizado el primero en la parroquia, después de la restauración de la Iglesia, cuando otros sietamenses lo fueron, durante la Guerra en algún pajar.
Vivió en Siétamo seis años,  pues en esa edad,  su padre compró una casa en Blecua y se hizo cargo de la panadería, siguiendo su trabajo en la Fábrica de Harinas.
Estuve el día veintinueve de este caluroso mes de Julio en Blecua y allí el Sr. Gota, entre cuyos antepasados se encuentra Jacobo Almudévar Villacampa, que provenía de Chibluco, donde se había establecido un miembro de la familia Almudévar de Barluenga, me enseñó documentos, entre otros, uno que decía de Blecua: “Somontano de Huesca, que antiguamente perteneció al Señorío de los Bolea”. Fueron sus señores efectivamente los Bolea, pero eran los Abarca de Bolea, que eran Marqueses de Torres simultáneamente. No fueron Condes de Aranda hasta que Don Pedro Abarca de Bolea, recibió tal título   de los Condes de Aranda, en la provincia de Zaragoza y que nació en el Castillo de Siétamo y murió en su palacio, que tenía como Conde de Aranda en Epila. Fue enterrado en San Juan de la Peña.
Su parroquia es la de la Asunción. En cuanto a población tenía el año de 1857, trescientos veintiocho habitantes. En 1930 no pone el número de pobladores, pero Jesús Ferrando Adé me dijo que su número en el año de 1940, era de unos doscientos y con ganas de crecer, porque eran treinta los niños y niñas que acudían a la Escuela, pero el año de 1981, ya había bajado a unos 114 habitantes.
Ayer es decir en Julio del año 2016, me dijeron que son veinte los que durante el invierno, viven en el pueblo. Yo he conocido a lo largo de estos pasados años a muchos de sus hijos, como por ejemplo al Señor Guiral, que vivía en una casa fechada en 1790; era un auténtico caballero y con un porte elegante en su comportamiento y en sus ropas, que no eran nuevas, pero que las vestía, como he dicho, con elegancia. Aquel señor parece que estaba anunciando el escaso porvenir de aquellas grandes casas, que suben formando dos hileras, una frente a otra, con un aspecto noble, pero que ahora, están cerradas casi todas, sobre todo las que se encuentran a la derecha de esa misma calle, al subir por ella hasta la plaza, donde vive Jesús Gota. Este Gota es un hombre rubio, como su esposa y debe provenir de los celtas visigóticos y siempre está soñando con el pasado, recogiendo libros, fotografías, infanzonías, escritos, cartas de todos sus antepasados, entre los que se encuentra  un pariente mío, a saber Jacobo Almudévar Villacampa, que se casó con Crescencia Gota Santolaria. La madre de esta señora era hermana de la abuela de don José Allué, que tiene su casa al lado de la del Señor Guiral; ya tiene Allué más de ochenta años y en invierno vive en Huesca; fue alcalde hace ya años y  se trata de uno de esos hombres en los que sólo se ve la buena fe. El citado Don Jacobo Almudévar tenía su origen en casa Almudévar de Chibluco, que se formó como la mía de Siétamo, con un Almudévar venido de Barluenga. Este primo  hermano del padre de José Allué, que por segundo apellido tenía el de Villacampa, está retratado en un cuadro, que conserva el hermano de don Jesús Gota, en su casa que se encuentra al principio de la calle Mayor.
Conozco y soy amigo de Claver, que también en invierno reside en Huesca y es asiduo lector de la Biblioteca Municipal, donde lee sin cansarse jamás y es pariente de los Claver de Huesca, que tenían posesión de una casa noble, con sus labores en su puerta de piedra, en el Coso Alto de la Capital. También he alternado con los Bara, con los Benabarre y con los Bellostas, etc. Que me perdonen aquellos amigos a los que no he puesto su apellido, porque apellidos de hombres ilustres los ha habido en Blecua, como son los de Codera, Ezmel, Gabardiella, Sangüesa y otros más.
Dice Claver que el apellido Gabardiella, tal vez proviniese del citado pueblo y era el apellido de un infanzón, antepasado de los Guiral, apellido que entró en dicha casa con Antonio Guiral en 1820.Hace pocos años los Bellostas se hicieron cargo de la antigua casa de Gabardiella  y después de Guiral, portándose muy noblemente con él y con su esposa; al morir ésta, procedieron a la restauración de la casa, respetando todos los detalles antiguos y restaurándolos.
En aquellos años, después de la Guerra de la Independencia contra los franceses, lo pasaron mal en Blecua, pues los franceses durante aquellos años de 1808 y sucesivos iban exigiendo grano y los de Blecua tuvieron que hipotecar las fincas del Ayuntamiento. En el desaparecido pueblo de Bacules, encontró Jesús Ferrando numerosas cías, unas con una gran entrada y algunas comunicadas entre sí. Tal vez fueran excavadas en la piedra para recoger el agua de lluvia o acaso para contener aceite o vino, cosa que no sería consentida por los árabes, de los que dice Ferrando que tal vez fueron los que construyeron dichas cías. Pero si ellos las realizaron, no hubiesen permitido el cultivo y la conservación del vino. Mi amigo me añade que hay cías que están realizadas como si hubiesen cortado un huevo por su parte más ancha, que equivaldría a la base y por la parte de arriba hay una pequeña abertura, tapada con una piedra, después de haberla llenado de cereales. Desde la piedra a la superficie, habría unos cincuenta centímetros, y que solían  rellenar con tierra. Estas cías o pequeños silos, servían para esconder el trigo, y cuando venían los bandidos o, como he dicho antes los soldados franceses, no sabían donde  se encontraba. En mi pueblo de Siétamo, cuando se pusieron las tuberías del agua, se encontraron por las calles y plazas, numerosas cías iguales a la que acabo de describir, encontrándose en alguna de ellas residuos del viejo trigo, a modo de hojas de salvado. En una de ellas se encontró un pequeño botijo, que al serle pedido al que lo recogió por otro vecino, áquel se lo lanzó y en lugar de recogerlo, cayo al suelo y quedó deshecho. Nos introdujimos en alguna de ella, pasando por la “boca” con un poco de apuro y puestos de pie en el fondo, tenían una altura de alrededor de un metro y ochenta centímetros. También se descubrieron algunos silos en el interior de alguna casa, como en la de Sanchón.
En Blecua, en casa del Señor Gota, conservan una cía, dentro de ella y que según las palabras de sus padres, sirvió para esconder a una joven y hermosa mujer, para defender su integridad, durante una de las Guerras Carlistas.
Recuerdo que en cierta ocasión, fui a Blecua a hacer, ya hace de esto una multitud de años, una visita a una caballería y no encontraba la casa, desde la que me habían llamado, cuando alguien me indicó que se trataba de casa Almudévar. Yo me acordé de que tres hermanos Almudévar de Barluenga se habían casado uno en Torres de Barbués, otro en Blecua y el tercero en Siétamo. Se lo dije al entonces  joven muchacho, heredero de casa Almudévar de Blecua, que me dijo que se había perdido el apellido, porque algún antepasado suyo no tuvo hijos sino una hija. Y me añadió que tenía la infanzonía de su antepasado Almudévar y, sin pedírsela, me dijo que me la daría. Y así ocurrió, después de tal vez dos años, cuando volvió del Servicio Militar, pues un día se presentó en mi casa el descendiente de Almudévar de Blecua y me entregó dos copias de la Infanzonía, iguales a las  que yo tengo en mi casa. Me quedé emocionado porque éste, entonces  muchacho, demostró ser un caballero noble y sincero. Ahora después de tantos años le doy las gracias, porque se las merece.

He hablado de la larga calle, que según Jesús Ferrando debe tener alrededor de un kilómetro de longitud, desde casa de Latre  hasta casa de Casabón y de la que decía su abuelo que en otros tiempos no había balcones. Es cierta la afirmación del abuelo de Ferrando, porque los balcones es difícil verlos en las pocas casas de mil setecientos, que quedan en los pueblos. Empezaron a colocarlos en el siglo dieciocho. Bajando por la parte de arriba hasta el “cobajo” o parte baja del pueblo, se encuentra un pozo, del mismo estilo que el de Ola. Se baja hasta el agua por unas escaleras de piedra. Me dice Jesús Ferrando que hace ya quizá siglos, bajaban agua del pozo por gravedad, hasta alguna de sus cías, en dirección a Bespén, al lado del camino, a unos setecientos metros de Blecua. En su barranco había un lavadero de sillares de piedra y todavía quedan por la zona, piedras enterradas. Un poco más arriba había unos manantiales pero ahora se encuentra el terreno inaccesible, por estar lleno de vegetación de cañapitas, zarzas, etc. Ya no se va de “concejada” como antes, en que unos y otros convivían, hacían aprovechables sus aguas, sus caminos, sus iglesias, su cementerio, sus escuelas, etc.,etc. Jesús Gota y Angel Ferrando tienen cada uno, un tubo de arcilla, que formaba una tubería por la que bajaba el agua desde Blecua, durante unos setecientos metros hasta el pueblo citado.  (Cual es el pueblo citado y desaparecido?.
Pero además desde lo alto de dicha calle, se ve a lo lejos, no demasiado lejos el pueblo de Berbegal y al decírselo a Jesús Ferrando,  me recordó que por Blecua pasaba un antiguo camino, que iba de Alquézar a Zaragoza, que desde Alquézar seguía por Angüés y por el sur de Blecua y luego iba a  cruzarse con la Vía Romana, que desde Ilerda iba a Osca.
Este camino lo descubrió Francisco Claver, porque ya no se utilizaba desde hacía muchísimos años y coincidía con el camino que siempre se siguió usando, que era el de Angüés. Desde Alquezar, se iba a Abiego, pasando por Adahuesca y por el puente del Alcanadre; después se pasaba por la fuente de Tamariz de Angüés, donde la gente de este pueblo iba a buscar el agua y de Angüés se pasaba a Blecua al lado del Castillo de Santa Ana y después siguiendo una línea bastante recta, iba a Sesa y desde dicho pueblo los de Blecua ya no sabían por donde llegaría a Zaragoza. Añade Claver que el camino de Huesca a Alquézar o vía romana pasaba por el miliar tercero por Tierz, después por el tozal de Quinto, donde yo vi un miliar de piedra con el número cinco en latín, es decir con una V mayúscula, a continuación llegaba a Siétamo o miliar séptimo. Al pueblo de  Siétamo en otros tiempos lo llamaban Sietemo y antes Sieteno. A continuación llegaría a Foces y de allí a Bascués, desde donde se iría a Abiego, donde empalmaría con la vía que también desde Alquézar bajaba hacia  Angüés. y de aquí se iría a Blecua.
Claver descubrió que el camino que pasaba por Blecua era el de Alquézar –Zaragoza, porque en casa Colás le enseñaron una escritura en la que ponía que un campo de dicha casa limitaba con el camino Alquézar a Zaragoza.
Don Angel Bienvenido, comandante retirado del Ejército y gran aficionado a las Vías romanas, dice: ”Era bastante normal en el mundo romano, hallar dos vías que llevaban la misma dirección, discurriendo más o menos paralelas a una distancia variable una de la otra”.
 También pasaba por Blecua la Vía Romana que iba de Ilerda a Huesca, que pasaba por Almacellas, seguía por la ermita de la Alegría de Monzón, pasaba por cerca de Berbegal  y por medio de Laperdiguera, donde hay otro pozo como el de Blecua, Angüés y Ola  y luego pasaba por Pertusa, donde había un puente romano de un solo ojo, tal vez el más grande de España, a continuación seguía por el sur del monte de Blecua y salía a Pueyo de Fañanás y por medio de Alcalá del Obispo, se comunicaba con Salas de Huesca y luego por la actual Ronda Sudeste, donde se encuentra el monumento a los  danzantes y empalmaba con la calle Lanuza o San Martín.
¿Dónde se cruzaban las vías a Zaragoza y a Huesca?.La Cabañera de primer orden que baja de la Montaña y que pasa por Siétamo, deja Blecua al Este  y sigue por debajo del tozal de la ermita de san Gregorio y más abajo de Blecua, se cruza con el camino o vía que baja desde Alquézar a Zaragoza y en un territorio en que coinciden el monte de Blecua, a la derecha el de Antillón y más abajo el de Sesa,  pasa la Vía Romana que de Ilerda va a Huesca y la cruzan, al oeste el camino de Alquézar a Zaragoza, dirigiéndose a Sesa y a unos doscientos metros más al Este, cruza la Vía Ilerda –Osca, la Cabañera Real, que va al monte de Armalé. 
En la Cabañera ocurrieron hechos bélicos entre el Ejército y la Guardia Civil contra los guerrilleros maquis, que infiltrados desde Francia, caminaban hacia Robres. Estos hechos me los contó Maximino Mora, natural de Pueyo de Fañanás, el día 14 del mes de Enero del año 2002,cuando tenía 75  años de edad. Se acordó con cariño de un joven, que era quinto en Jaca y estaba entonces de permiso, porque era hijo del caminero de la carretera de Blecua, donde vivía. Este mozo murió  a tiros  y por error.
Maximino estaba con su padre apacentando ovejas y corderos, al lado de la Cabañera, cerca de la ermita de San Gregorio, que está situada entre el monte de Blecua y el de Pueyo de Fañanás. El veía como se iban juntando guardias civiles al lado de la entrada de San Gregorio, tozal grande y en su cima se encuentra erigida la ermita. Unos venían de Huesca en dos camiones cerrados por la carretera de Pueyo, mientras los de Pertusa entraron por el monte de Antillón y los de Angüés por Blecua. Los militares que eran unos ciento veinte estaban a unos cuarenta metros de San Gregorio, donde estaban observando los maquis en número de unos cuarenta y ocho.
El Jefe de los maquis, que era hijo del carpintero de Grañén, hablaba con Maximino, que era un niño para obligarle a  él y a su padre a acompañarlos a las canteras de Robres, enseñándoles el camino. Y además le decía que tenían que hacerlo por “narices”. Estos maquis odiaban a la Guardia Civil con mayor intensidad que a los militares y el segundo jefe de los maquis manifestó su deseo de disparar contra los civiles, pero el Jefe se lo impidió, aparte de la situación difícil que para ellos se hubiera creado, le dijo el Jefe que no, que tenían que irse enseguida. Efectivamente intentaron salir por donde se veían menos fuerzas armadas y era por donde estaban los seis civiles de Pertusa y entonces fue cuando se entabló el combate, llegando a coger dos soldados a los que devolvieron y un maqui, que se escondió en un nicho de Salillas…Los civiles lanzaban bombas de mano por el aire y por error murió el hijo del caminero de Blecua y un mulo de los militares en la Sarda de Blecua, por donde pasaba una columna de mulos acompañados por militares. ”Las bombas de mano volaban por el aire y las lanzaban los civiles, cortándole casi el cuello a la mula”.
Cuando los maquis vieron tanta cuadrilla, cada diez metros un hombre, pensaron en escaparse, no querían enfrentarse con los militares sino con la Guardia Civil, de la cual con mucha prudencia, se retiraron los seis civiles de Pertusa, por ser tan pocos y lo hicieron como si fueran a Blecua.
El jefe de los maquis le dijo a Maximino: escóndete en esa mata y ellos se fueron hacia el monte de Almalé( entre Sena y Pertusa). El buen Maximino se quedó con un bastón abandonado por el Jefe, que era de Lurdes y que ya lo ha perdido. Cuando se levantó de la mata, salió con un pañuelo blanco, pero se tuvo que echar dentro de un marguinazo de tierra, porque todos disparaban. Cuando estaba allí echado, llegó un cabo de las fuerzas de Huesca y Maximino salió para decirle que ya se habían retirado, añadiéndole que él estaba ahí con su padre cuidando las ovejas.
El cabo de Huesca lo hizo ir a Blecua para comunicar a sus vecinos que había que matar dos corderos para cenar. Mientras ellos cenaban, los maquis se marcharon por Almalé a Robres, con sus subfusiles y sus bombas de mano. 
He comenzado a hablar de Blecua nombrando a Zaragoza y a Huesca y al llegar al dicho pueblo de Blecua  me explicaron las comunicaciones que el pueblo de Blecua tenía, no solo con ellas, sino con Lérida, Monzón, Alquezar y en una palabra con todo Aragón. ¡Qué pena que un pueblo en aquellos tiempos tan bien comunicado, vaya cayendo poco a poco!.
Pero no debe ser extraño, porque alrededor de Blecua dicen que han existido seis pequeños pueblos, entre los que se cuentan  Sazatornil en El Plano y Arnillas, que dieron el aviso a Blecua de que también desaparecería, pero yo creo que el Gobierno de Aragón debe tratar de evitarlo, creando industrias en las cabeceras de comarca y enlazando a los pueblos del Alcanadre con la Autovía que dicen que van a hacer de Lérida a Pamplona, como en aquellos antiguos tiempos ya pasaba por ahí el camino a Zaragoza y cerca la Vía Romana a Huesca. Además de Sazatornil, Arnillas y Bacules  se encontraban el de Sabán, el de Conte y la Aldea Montañesa, cuya montaña o tozal todavía conocen los vecinos donde se encuentra. El pueblo de Conte está ahora en el monte de Angüés y pertenecía a Claver, pariente de Claver de Blecua.
Hay que seguir luchando, no sé  de  qué  forma, porque en  muy viejos tiempos  ya existieron peleas entre el Señor de Pertusa con el de Blecua,  en los años de mil quinientos sesenta y siete. La historia de estas luchas “narra los hechos acontecidos en 1567 entre Pedro Jiménez de Sarvisé infanzón de Blecua, dueño y señor del castillo de Blecua y Francisco Lecina, vecino y familiar del Santo Oficio de Pertusa: En la fecha citada, Francisco Lecina, acompañado de tres hombres más, y todos a caballo, decidieron acudir a Blecua para reiniciar los enfrentamientos con un intento de matar a Pedro Jiménez de Sarvisé “si Dios los ayudase”. La realidad es que Dios le ayudó por medio de un aviso que le dio un vecino de Blecua que observó la llegada de los cuatro jinetes de Pertusa y se escabulló para entrar en el castillo y dar la voz de alarma al Infanzón. Como era de esperar, una vez descubiertos, huyendo hacia Pertusa, pero Francisco el de Pertusa no olvidó su intención. Unos días más tarde, Pedro Jiménez debía viajar a Huesca y, enterado su enemigo, le esperó oculto. Como era lógico, el infanzón no hizo el camino solo sino que fue acompañado con gente a caballo, tras lo cual desestimó el ataque. No podía consentir otro fallo, y más por su credibilidad que empezaba a caer en picado. Por ello, realizó un plan encaminado no solo a eliminar a Pedro Jiménez, sino también a recuperar su credibilidad. Buscó a seis hombres a caballo que lo acompañaran y preparó un plan para atacar una noche el castillo de Blecua, asesinar a Pedro Jiménez y apoderarse de la fortificación. Para conseguirlo contaba con un pequeño ejército de seis hombres a caballo, lo que da una idea de magnitud de las defensas de estas pequeñas fortificaciones. Naturalmente contaban con el factor sorpresa, pues lo lógico era pensar que nadie se atrevería a atacar el castillo del infanzón. Todo estaba calculado y al fin salieron una noche con poca luna los siete jinetes dispuestos al asalto. Los hombres de Pedro Jiménez debían estar dormidos y desprevenidos pues el ataque era algo impensable y descabellado en la mentalidad de la época, pero Francisco Lecina estaba realmente furioso. Y todo hubiera salido como él lo había planeado si no fuera porque uno de sus hombres, al llegar a los aledaños del castillo, se arrepintió y no quiso entrar en el castillo. Francisco Lecina le reprendió y ordenó seguir adelante, pero tenía mucho miedo para ser el asesino de Pedro Jiménez. La realidad es que se inició una discusión entre el arrepentido y el cabecilla que muy pronto se convirtió en griterío, y el resto de los asaltantes, temerosos de que la discusión hubiera despertado a los hombres de Pedro Jiménez, marcharon sin ni siquiera haber iniciado el asalto al castillo de Blecua. Así terminó el ataque, pero el de Pertusa aún corrió un rumor por toda la comarca amenazando que había pagado a unos asesinos para que cuando el infanzón fuera a Zaragoza le matasen. Como nada de esto surtía efecto, al final, recurrió al poder de la Inquisición y denunció a Pedro Jiménez de Sarvisé por amenazas a un familiar, por lo que fue encarcelado inmediatamente en los calabozos del castillo de la Aljafería. Pero el enfrentamiento no quedó así y el infanzón denunció a Francisco Lecina, y presentó testigos que lo acreditaban, por intento de asesinato, por lo que la Inquisición una vez probado, lo encarceló y lo encerró también en la Aljafería”. Este texto, por información de Ferrando Adé, salió en el Diario del Alto Aragón el día dieciocho de Mayo de 1997 y está sacado del Archivo Histórico de Zaragoza.
En Navarra tratan de regar por toda la provincia y de crear industrias, como he dicho en las cabeceras de comarca y aquí, pueblos como Blecua, en otros tiempos bien comunicada, como demuestran los puentes “de buena cantería", en las carreteras de Antillón y de Torres de Montes y cerca del grandioso puente de un ojo de Pertusa. Ahora, en cambio,  la gente tiene que irse porque no tiene trabajo y aquí habría que hacer como lo hacen los navarros, que cogen un pueblo cabecera de Comarca y lo llenan de industrias a las que favorecen. ¿Qué sería Angüés, lleno de Fábricas?, por que la gente va a vivir a los pueblos próximos a las capitales, donde hay trabajo e igual ocurriría en Angüés con los vecinos de Blecua, de Torres de Montes, de Antillón, etc.,que irían a trabajar allí.
Por Siétamo a Blecua, desde Huesca hay veintitrés kilómetros y por Pueyo de Fañanás unos veintidós. Cuando bajas por Siétamo, se contempla un paisaje totalmente somontanés, lleno de vallonadas con depresiones. Si nos vamos por Pueyo de Fañanás se encuentra uno con una dilatada topografía, que escasamente interrumpen algunos tozales, recordando más a la Hoya de Huesca, sin dejar de ser tierra del Somontano. Por esta zona debía estar el monte del Marqués de Ariño, más tarde de Blecua. En aquellos viejos tiempos, el hermano de mi antepasado directo José Almudévar Altabás, se casó en Blecua, procedente ,como mi antepasado de Barluenga; debía  tener una gran afición a la caza y a ella se dedicó en el Monte de Ariño, que estaba acotado. Lo cogieron cazando y le pusieron una multa tan grande, que le hizo pasar apuros económicos durante cierto tiempo. Entre la Calzada Romana y el carrascal de Blecua, quizá procedentes de tiempos anteriores a los que vivió el marqués de Ariño, hay unas “huegas” o límites que tienen esculpidas en piedra unas cruces.
La autovía debían hacerla por la Calzada Romana, porque es un territorio más económico para construir y más llano, como demostraron los romanos, excepto en el Alcanadre, en el que los romanos ya hicieron aquel puente de un solo ojo enorme y monumental. Creo que entre las distintas opciones que presentaron, estaba la de Angües por Liesa, la de Angüés y Siétamo y otra más abajo que seguiría la Via Romana.
No constituiría una novedad la creación de la Autovía por Blecua, pues ya hemos visto como uno de los tres planes que se tuvieron en cuenta, contaba por el paso de la misma por los terrenos próximos a la Vía Romana de Lérida a Huesca, lo que hubiera evitado inconvenientes, que traerán consigo los terrenos que se encuentran más al norte.
Podemos ver como Blecua estuvo siempre muy bien comunicado, como hemos visto con la Vía Romana que iba de Ilerda a Osca, con la Vía ,también romana que iba de Alquézar a Zaragoza, la Cabañera de primera que bajaba de la Sierra de Guara por Siétamo y pasaba por el oeste de Blecua,  por el pie del tozal donde está elevada la Ermita de San Gregorio y más debajo de Blecua se cruza con la vía que baja de Alquézar, llegando a la Vía Romana que viene de Lérida en un  punto que se encuentra entre los montes de Blecua ,de Antillón y más debajo de Sesa, a donde va la cabañera, para llegar al monte de Armalé; desde allí bajaría hasta los Monegros y hasta el río Ebro. Pero además podían llegar hasta Francia ,siguiendo el camino que iba a Alquézar, porque en Abiego se juntaba con la cabañera que baja de la Sierra de Sevil, cerca de Ainsa, baja por la ermita de San Román cerca de Panzano, pasando por Barbuñales,después por La Perdiguera, llegando a Berbegal. Pero si en Abiego se subía hacia arriba se pasaba por la Sierra de Sis, por donde circula una cabañera, que llegaba a Francia, pasando por Tolva y por Bonansa.

El carrascal es el que domina en el Somontano, que tiene un clima mediterráneo y continental con temperaturas invernales de 4’6 grados en lo más frío del invierno y de 22’9 en el mes de Julio, sacando una media anual de unos 18 grados. En Huesca llueve unos 551 litros de agua anuales y en Barbastro se reduce 495 litros. Es una tierra menos árida que las zonas centrales del  Ebro y menos barrida por el cierzo. El carrascal ha disminuido por las roturaciones, pero ha aumentado por su reproducción natural, ya que ahora no se emplea su leña casi para calentar las cocinas y las casas; además las carrascas en estas tierras no se limpian como en Extremadura o Salamanca. 


Lugar de 114 habitantes en el año 1981,pertenece al municipio de Blecua-Torres(Huesca).465 m. de altitud. Escuela y teléfono público: Ya no tiene escuela. A 23 kilómetros de Huesca, tomando desvío en Angüés. (No es cierto porque a Angúés desde Huesca hay 24 kilómetros. Sobre un altozano y agrupado básicamente a lo largo de una calle, las edificaciones  tienen las características de las de Pie de Sierra. En el extremo del pueblo se encuentra una fuente subterránea, similar a la de Ola y Angüés. Puentes de buena cantería en las carreteras de Antillón y a Torres de Montes. Castillo –ermita de Santa Ana, de espacio reducido, con ábside semicircular y nave de dos tramos cubierta con bóveda de cañón. Iglesia parroquial de plante de cruz latina con capillas  en  los laterales. Torre de cuatro cuerpos, de sillería y ladrillo(siglo XVI-XVII).
Está situada Blecua en la llamada Hoya de Huesca, pero que no es realmente  La Hoya, sino el Somontano, a cuya realidad está ligado, a que es un nexo o unión entre el Pirineo y la depresión del Ebro, con características diferentes en la auténtica Hoya y en el Somontano. Pero en realidad son dos zonas íntimamente unidas porque la población de ambas es la misma, ya que el aumento de Huesca se debe en gran parte a la disminución de pobladores de los pueblos del Somontano, con los que durante siglos ha sostenido un gran comercio, en parte el proveniente de las zonas altas que eran la leña y la carne del ganado y el aceite y los cereales en los valles de la auténtica Hoya de Huesca. La población vegetal más numerosa es en el Somontano la carrasca y el roble o caixigo.
Más tarde ha surgido la industrialización, que todavía ha expoliado la población de los núcleos agrícolas, que han ido descendiendo sus habitantes. Vemos como Blecua tenía 114 habitantes en el año 1981 y según Jesús Antonio Ferrando Adé, nacido en Siétamo, pero que vivió su juventud en Blecua habla de una población, en 1936 de unos 200 habitantes, con treinta niños que acudían a la Escuela. Ahora quedan tan sólo veinte, sin ningún niño
Cuando ya quedaba poca gente en Blecua, Jesús Gota, asesorado por su hijo y Francisco Claver, sintieron dentro de sí la inquietud por conocer profundamente el pasado de su pueblo y Gota que tiene una gran finca a la entrada del pueblo y que por el oeste limita con casa de Claver, que le compró a Jesús un pequeño trozo de tierra, para engrandecer su corral. Al picar para hacer las paredes debieron darse cuenta de que Blecua, además de su situación, que recordaba a un pueblo ilergete o íbero, tenía una necrópolis ,como descubrieron al descubrir tumbas ,donde hicieron la pared y Gota recordó la cantidad de piedras labradas ,que salían cuando labraba la finca hacía ya años.
Sintieron necesidad de descubrir el pasado de los hombres y se pusieron a buscar sus restos materiales. Se convirtieron, tal vez sin darse cuenta, en arqueólogos. 
  
Pasando por la antigua Escuela Municipal ,cerrada ya hace muchos años, se ve en lo alto de su pared una porcelana blanca en la que dedica el pueblo un recuerdo de agradecimiento a un señor, que fue su Maestro,llamado Cabero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Miguel Ruiz Orús, Maestro en la Escuela de Siétamo

  Me he encontrado, paseando por el Parque de Huesca, con mi antiguo amigo Miguel, al que conocí, cuando ejercía de Maestro Nacional en la E...