Ermita de Santa Ana Blecua (Huesca). |
Hemos
visto los aragoneses el crecimiento de Zaragoza, que se ha convertido en la
ciudad más importante del Valle del Ebro; hemos contemplado también el aumento
de población de pequeñas capitales, como Huesca, pero para que estos hechos
tuvieran lugar, hemos experimentado la despoblación de nuestros pueblos, como
por ejemplo los del Somontano oscense.
Yo
me acuerdo de mi pueblo, es decir Siétamo, antes de la Guerra Civil, en el que
todas las casas estaban habitadas, la fuente siempre con personas recogiendo el
agua para su consumo y al mediodía y por la noche las caballerías quitándose la
sed, abrevando en el abrevadero, que todavía se conserva.
Trabajaban
en las casas de labrador, ciudadanos de otros pueblos y en la Fábrica de
Harinas ejercía su oficio, entre otros forasteros, aparte de los hijos de
Siétamo, Domingo Cabrero y de Avelino Zamora, un molinero que había nacido en
Blecua el año 1911. Tuvo entre otros un hijo que se llama Jesús Ferrando Adé,
que nació en Siétamo el día cinco de Junio del año 1944. Fue bautizado el
primero en la parroquia, después de la restauración de la Iglesia, cuando otros
sietamenses lo fueron, durante la Guerra en algún pajar.
Vivió
en Siétamo seis años, pues en esa
edad, su padre compró una casa en Blecua
y se hizo cargo de la panadería, siguiendo su trabajo en la Fábrica de Harinas.
Estuve
el día veintinueve de este caluroso mes de Julio en Blecua y allí el Sr. Gota,
entre cuyos antepasados se encuentra Jacobo Almudévar Villacampa, que provenía
de Chibluco, donde se había establecido un miembro de la familia Almudévar de
Barluenga, me enseñó documentos, entre otros, uno que decía de Blecua:
“Somontano de Huesca, que antiguamente perteneció al Señorío de los Bolea”.
Fueron sus señores efectivamente los Bolea, pero eran los Abarca de Bolea, que
eran Marqueses de Torres simultáneamente. No fueron Condes de Aranda hasta que
Don Pedro Abarca de Bolea, recibió tal título
de los Condes de Aranda, en la provincia de Zaragoza y que nació en el
Castillo de Siétamo y murió en su palacio, que tenía como Conde de Aranda en
Epila. Fue enterrado en San Juan de la Peña.
Su
parroquia es la de la Asunción. En cuanto a población tenía el año de 1857,
trescientos veintiocho habitantes. En 1930 no pone el número de pobladores,
pero Jesús Ferrando Adé me dijo que su número en el año de 1940, era de unos
doscientos y con ganas de crecer, porque eran treinta los niños y niñas que acudían
a la Escuela, pero el año de 1981, ya había bajado a unos 114 habitantes.
Ayer
es decir en Julio del año 2016, me dijeron que son veinte los que durante el
invierno, viven en el pueblo. Yo he conocido a lo largo de estos pasados años a
muchos de sus hijos, como por ejemplo al Señor Guiral, que vivía en una casa
fechada en 1790; era un auténtico caballero y con un porte elegante en su
comportamiento y en sus ropas, que no eran nuevas, pero que las vestía, como he
dicho, con elegancia. Aquel señor parece que estaba anunciando el escaso
porvenir de aquellas grandes casas, que suben formando dos hileras, una frente
a otra, con un aspecto noble, pero que ahora, están cerradas casi todas, sobre
todo las que se encuentran a la derecha de esa misma calle, al subir por ella
hasta la plaza, donde vive Jesús Gota. Este Gota es un hombre rubio, como su
esposa y debe provenir de los celtas visigóticos y siempre está soñando con el
pasado, recogiendo libros, fotografías, infanzonías, escritos, cartas de todos
sus antepasados, entre los que se encuentra
un pariente mío, a saber Jacobo Almudévar Villacampa, que se casó con
Crescencia Gota Santolaria. La madre de esta señora era hermana de la abuela de
don José Allué, que tiene su casa al lado de la del Señor Guiral; ya tiene
Allué más de ochenta años y en invierno vive en Huesca; fue alcalde hace ya
años y se trata de uno de esos hombres
en los que sólo se ve la buena fe. El citado Don Jacobo Almudévar tenía su
origen en casa Almudévar de Chibluco, que se formó como la mía de Siétamo, con
un Almudévar venido de Barluenga. Este primo
hermano del padre de José Allué, que por segundo apellido tenía el de
Villacampa, está retratado en un cuadro, que conserva el hermano de don Jesús
Gota, en su casa que se encuentra al principio de la calle Mayor.
Conozco
y soy amigo de Claver, que también en invierno reside en Huesca y es asiduo
lector de la Biblioteca Municipal, donde lee sin cansarse jamás y es pariente
de los Claver de Huesca, que tenían posesión de una casa noble, con sus labores
en su puerta de piedra, en el Coso Alto de la Capital. También he alternado con
los Bara, con los Benabarre y con los Bellostas, etc. Que me perdonen aquellos
amigos a los que no he puesto su apellido, porque apellidos de hombres ilustres
los ha habido en Blecua, como son los de Codera, Ezmel, Gabardiella, Sangüesa y
otros más.
Dice
Claver que el apellido Gabardiella, tal vez proviniese del citado pueblo y era
el apellido de un infanzón, antepasado de los Guiral, apellido que entró en
dicha casa con Antonio Guiral en 1820.Hace pocos años los Bellostas se hicieron
cargo de la antigua casa de Gabardiella
y después de Guiral, portándose muy noblemente con él y con su esposa;
al morir ésta, procedieron a la restauración de la casa, respetando todos los
detalles antiguos y restaurándolos.
En
aquellos años, después de la Guerra de la Independencia contra los franceses,
lo pasaron mal en Blecua, pues los franceses durante aquellos años de 1808 y
sucesivos iban exigiendo grano y los de Blecua tuvieron que hipotecar las
fincas del Ayuntamiento. En el desaparecido pueblo de Bacules, encontró Jesús
Ferrando numerosas cías, unas con una gran entrada y algunas comunicadas entre
sí. Tal vez fueran excavadas en la piedra para recoger el agua de lluvia o
acaso para contener aceite o vino, cosa que no sería consentida por los árabes,
de los que dice Ferrando que tal vez fueron los que construyeron dichas cías.
Pero si ellos las realizaron, no hubiesen permitido el cultivo y la
conservación del vino. Mi amigo me añade que hay cías que están realizadas como
si hubiesen cortado un huevo por su parte más ancha, que equivaldría a la base
y por la parte de arriba hay una pequeña abertura, tapada con una piedra,
después de haberla llenado de cereales. Desde la piedra a la superficie, habría
unos cincuenta centímetros, y que solían
rellenar con tierra. Estas cías o pequeños silos, servían para esconder
el trigo, y cuando venían los bandidos o, como he dicho antes los soldados
franceses, no sabían donde se
encontraba. En mi pueblo de Siétamo, cuando se pusieron las tuberías del agua,
se encontraron por las calles y plazas, numerosas cías iguales a la que acabo
de describir, encontrándose en alguna de ellas residuos del viejo trigo, a modo
de hojas de salvado. En una de ellas se encontró un pequeño botijo, que al
serle pedido al que lo recogió por otro vecino, áquel se lo lanzó y en lugar de
recogerlo, cayo al suelo y quedó deshecho. Nos introdujimos en alguna de ella,
pasando por la “boca” con un poco de apuro y puestos de pie en el fondo, tenían
una altura de alrededor de un metro y ochenta centímetros. También se
descubrieron algunos silos en el interior de alguna casa, como en la de
Sanchón.
En
Blecua, en casa del Señor Gota, conservan una cía, dentro de ella y que según las
palabras de sus padres, sirvió para esconder a una joven y hermosa mujer, para
defender su integridad, durante una de las Guerras Carlistas.
Recuerdo
que en cierta ocasión, fui a Blecua a hacer, ya hace de esto una multitud de
años, una visita a una caballería y no encontraba la casa, desde la que me
habían llamado, cuando alguien me indicó que se trataba de casa Almudévar. Yo
me acordé de que tres hermanos Almudévar de Barluenga se habían casado uno en
Torres de Barbués, otro en Blecua y el tercero en Siétamo. Se lo dije al
entonces joven muchacho, heredero de
casa Almudévar de Blecua, que me dijo que se había perdido el apellido, porque
algún antepasado suyo no tuvo hijos sino una hija. Y me añadió que tenía la infanzonía
de su antepasado Almudévar y, sin pedírsela, me dijo que me la daría. Y así
ocurrió, después de tal vez dos años, cuando volvió del Servicio Militar, pues
un día se presentó en mi casa el descendiente de Almudévar de Blecua y me
entregó dos copias de la Infanzonía, iguales a las que yo tengo en mi casa. Me quedé emocionado
porque éste, entonces muchacho, demostró
ser un caballero noble y sincero. Ahora después de tantos años le doy las
gracias, porque se las merece.
He
hablado de la larga calle, que según Jesús Ferrando debe tener alrededor de un
kilómetro de longitud, desde casa de Latre
hasta casa de Casabón y de la que decía su abuelo que en otros tiempos
no había balcones. Es cierta la afirmación del abuelo de Ferrando, porque los
balcones es difícil verlos en las pocas casas de mil setecientos, que quedan en
los pueblos. Empezaron a colocarlos en el siglo dieciocho. Bajando por la parte
de arriba hasta el “cobajo” o parte baja del pueblo, se encuentra un pozo, del
mismo estilo que el de Ola. Se baja hasta el agua por unas escaleras de piedra.
Me dice Jesús Ferrando que hace ya quizá siglos, bajaban agua del pozo por
gravedad, hasta alguna de sus cías, en dirección a Bespén, al lado del camino,
a unos setecientos metros de Blecua. En su barranco había un lavadero de
sillares de piedra y todavía quedan por la zona, piedras enterradas. Un poco
más arriba había unos manantiales pero ahora se encuentra el terreno
inaccesible, por estar lleno de vegetación de cañapitas, zarzas, etc. Ya no se
va de “concejada” como antes, en que unos y otros convivían, hacían
aprovechables sus aguas, sus caminos, sus iglesias, su cementerio, sus
escuelas, etc.,etc. Jesús Gota y Angel Ferrando tienen cada uno, un tubo de
arcilla, que formaba una tubería por la que bajaba el agua desde Blecua,
durante unos setecientos metros hasta el pueblo citado. (Cual es el pueblo citado y desaparecido?.
Pero
además desde lo alto de dicha calle, se ve a lo lejos, no demasiado lejos el
pueblo de Berbegal y al decírselo a Jesús Ferrando, me recordó que por Blecua pasaba un antiguo
camino, que iba de Alquézar a Zaragoza, que desde Alquézar seguía por Angüés y
por el sur de Blecua y luego iba a
cruzarse con la Vía Romana, que desde Ilerda iba a Osca.
Este
camino lo descubrió Francisco Claver, porque ya no se utilizaba desde hacía
muchísimos años y coincidía con el camino que siempre se siguió usando, que era
el de Angüés. Desde Alquezar, se iba a Abiego, pasando por Adahuesca y por el
puente del Alcanadre; después se pasaba por la fuente de Tamariz de Angüés,
donde la gente de este pueblo iba a buscar el agua y de Angüés se pasaba a
Blecua al lado del Castillo de Santa Ana y después siguiendo una línea bastante
recta, iba a Sesa y desde dicho pueblo los de Blecua ya no sabían por donde
llegaría a Zaragoza. Añade Claver que el camino de Huesca a Alquézar o vía
romana pasaba por el miliar tercero por Tierz, después por el tozal de Quinto,
donde yo vi un miliar de piedra con el número cinco en latín, es decir con una
V mayúscula, a continuación llegaba a Siétamo o miliar séptimo. Al pueblo
de Siétamo en otros tiempos lo llamaban
Sietemo y antes Sieteno. A continuación llegaría a Foces y de allí a Bascués,
desde donde se iría a Abiego, donde empalmaría con la vía que también desde
Alquézar bajaba hacia Angüés. y de aquí
se iría a Blecua.
Claver
descubrió que el camino que pasaba por Blecua era el de Alquézar –Zaragoza,
porque en casa Colás le enseñaron una escritura en la que ponía que un campo de
dicha casa limitaba con el camino Alquézar a Zaragoza.
Don
Angel Bienvenido, comandante retirado del Ejército y gran aficionado a las Vías
romanas, dice: ”Era bastante normal en el mundo romano, hallar dos vías que
llevaban la misma dirección, discurriendo más o menos paralelas a una distancia
variable una de la otra”.
También pasaba por Blecua la Vía Romana que
iba de Ilerda a Huesca, que pasaba por Almacellas, seguía por la ermita de la
Alegría de Monzón, pasaba por cerca de Berbegal
y por medio de Laperdiguera, donde hay otro pozo como el de Blecua,
Angüés y Ola y luego pasaba por Pertusa,
donde había un puente romano de un solo ojo, tal vez el más grande de España, a
continuación seguía por el sur del monte de Blecua y salía a Pueyo de Fañanás y
por medio de Alcalá del Obispo, se comunicaba con Salas de Huesca y luego por
la actual Ronda Sudeste, donde se encuentra el monumento a los danzantes y empalmaba con la calle Lanuza o
San Martín.
¿Dónde
se cruzaban las vías a Zaragoza y a Huesca?.La Cabañera de primer orden que
baja de la Montaña y que pasa por Siétamo, deja Blecua al Este y sigue por debajo del tozal de la ermita de
san Gregorio y más abajo de Blecua, se cruza con el camino o vía que baja desde
Alquézar a Zaragoza y en un territorio en que coinciden el monte de Blecua, a
la derecha el de Antillón y más abajo el de Sesa, pasa la Vía Romana que de Ilerda va a Huesca
y la cruzan, al oeste el camino de Alquézar a Zaragoza, dirigiéndose a Sesa y a
unos doscientos metros más al Este, cruza la Vía Ilerda –Osca, la Cabañera
Real, que va al monte de Armalé.
En
la Cabañera ocurrieron hechos bélicos entre el Ejército y la Guardia Civil
contra los guerrilleros maquis, que infiltrados desde Francia, caminaban hacia
Robres. Estos hechos me los contó Maximino Mora, natural de Pueyo de Fañanás,
el día 14 del mes de Enero del año 2002,cuando tenía 75 años de edad. Se acordó con cariño de un
joven, que era quinto en Jaca y estaba entonces de permiso, porque era hijo del
caminero de la carretera de Blecua, donde vivía. Este mozo murió a tiros
y por error.
Maximino
estaba con su padre apacentando ovejas y corderos, al lado de la Cabañera,
cerca de la ermita de San Gregorio, que está situada entre el monte de Blecua y
el de Pueyo de Fañanás. El veía como se iban juntando guardias civiles al lado
de la entrada de San Gregorio, tozal grande y en su cima se encuentra erigida
la ermita. Unos venían de Huesca en dos camiones cerrados por la carretera de
Pueyo, mientras los de Pertusa entraron por el monte de Antillón y los de
Angüés por Blecua. Los militares que eran unos ciento veinte estaban a unos
cuarenta metros de San Gregorio, donde estaban observando los maquis en número
de unos cuarenta y ocho.
El
Jefe de los maquis, que era hijo del carpintero de Grañén, hablaba con
Maximino, que era un niño para obligarle a
él y a su padre a acompañarlos a las canteras de Robres, enseñándoles el
camino. Y además le decía que tenían que hacerlo por “narices”. Estos maquis
odiaban a la Guardia Civil con mayor intensidad que a los militares y el
segundo jefe de los maquis manifestó su deseo de disparar contra los civiles,
pero el Jefe se lo impidió, aparte de la situación difícil que para ellos se
hubiera creado, le dijo el Jefe que no, que tenían que irse enseguida.
Efectivamente intentaron salir por donde se veían menos fuerzas armadas y era
por donde estaban los seis civiles de Pertusa y entonces fue cuando se entabló
el combate, llegando a coger dos soldados a los que devolvieron y un maqui, que
se escondió en un nicho de Salillas…Los civiles lanzaban bombas de mano por el
aire y por error murió el hijo del caminero de Blecua y un mulo de los
militares en la Sarda de Blecua, por donde pasaba una columna de mulos
acompañados por militares. ”Las bombas de mano volaban por el aire y las
lanzaban los civiles, cortándole casi el cuello a la mula”.
Cuando
los maquis vieron tanta cuadrilla, cada diez metros un hombre, pensaron en
escaparse, no querían enfrentarse con los militares sino con la Guardia Civil,
de la cual con mucha prudencia, se retiraron los seis civiles de Pertusa, por
ser tan pocos y lo hicieron como si fueran a Blecua.
El
jefe de los maquis le dijo a Maximino: escóndete en esa mata y ellos se fueron
hacia el monte de Almalé( entre Sena y Pertusa). El buen Maximino se quedó con
un bastón abandonado por el Jefe, que era de Lurdes y que ya lo ha perdido.
Cuando se levantó de la mata, salió con un pañuelo blanco, pero se tuvo que
echar dentro de un marguinazo de tierra, porque todos disparaban. Cuando estaba
allí echado, llegó un cabo de las fuerzas de Huesca y Maximino salió para
decirle que ya se habían retirado, añadiéndole que él estaba ahí con su padre
cuidando las ovejas.
El
cabo de Huesca lo hizo ir a Blecua para comunicar a sus vecinos que había que
matar dos corderos para cenar. Mientras ellos cenaban, los maquis se marcharon
por Almalé a Robres, con sus subfusiles y sus bombas de mano.
He
comenzado a hablar de Blecua nombrando a Zaragoza y a Huesca y al llegar al
dicho pueblo de Blecua me explicaron las
comunicaciones que el pueblo de Blecua tenía, no solo con ellas, sino con
Lérida, Monzón, Alquezar y en una palabra con todo Aragón. ¡Qué pena que un
pueblo en aquellos tiempos tan bien comunicado, vaya cayendo poco a poco!.
Pero
no debe ser extraño, porque alrededor de Blecua dicen que han existido seis
pequeños pueblos, entre los que se cuentan
Sazatornil en El Plano y Arnillas, que dieron el aviso a Blecua de que
también desaparecería, pero yo creo que el Gobierno de Aragón debe tratar de
evitarlo, creando industrias en las cabeceras de comarca y enlazando a los
pueblos del Alcanadre con la Autovía que dicen que van a hacer de Lérida a
Pamplona, como en aquellos antiguos tiempos ya pasaba por ahí el camino a
Zaragoza y cerca la Vía Romana a Huesca. Además de Sazatornil, Arnillas y
Bacules se encontraban el de Sabán, el
de Conte y la Aldea Montañesa, cuya montaña o tozal todavía conocen los vecinos
donde se encuentra. El pueblo de Conte está ahora en el monte de Angüés y
pertenecía a Claver, pariente de Claver de Blecua.
Hay
que seguir luchando, no sé de qué
forma, porque en muy viejos tiempos ya existieron peleas entre el Señor de
Pertusa con el de Blecua, en los años de
mil quinientos sesenta y siete. La historia de estas luchas “narra los hechos
acontecidos en 1567 entre Pedro Jiménez de Sarvisé infanzón de Blecua, dueño y
señor del castillo de Blecua y Francisco Lecina, vecino y familiar del Santo
Oficio de Pertusa: En la fecha citada, Francisco Lecina, acompañado de tres
hombres más, y todos a caballo, decidieron acudir a Blecua para reiniciar los
enfrentamientos con un intento de matar a Pedro Jiménez de Sarvisé “si Dios los
ayudase”. La realidad es que Dios le ayudó por medio de un aviso que le dio un
vecino de Blecua que observó la llegada de los cuatro jinetes de Pertusa y se
escabulló para entrar en el castillo y dar la voz de alarma al Infanzón. Como
era de esperar, una vez descubiertos, huyendo hacia Pertusa, pero Francisco el
de Pertusa no olvidó su intención. Unos días más tarde, Pedro Jiménez debía
viajar a Huesca y, enterado su enemigo, le esperó oculto. Como era lógico, el infanzón
no hizo el camino solo sino que fue acompañado con gente a caballo, tras lo
cual desestimó el ataque. No podía consentir otro fallo, y más por su
credibilidad que empezaba a caer en picado. Por ello, realizó un plan
encaminado no solo a eliminar a Pedro Jiménez, sino también a recuperar su
credibilidad. Buscó a seis hombres a caballo que lo acompañaran y preparó un
plan para atacar una noche el castillo de Blecua, asesinar a Pedro Jiménez y
apoderarse de la fortificación. Para conseguirlo contaba con un pequeño
ejército de seis hombres a caballo, lo que da una idea de magnitud de las
defensas de estas pequeñas fortificaciones. Naturalmente contaban con el factor
sorpresa, pues lo lógico era pensar que nadie se atrevería a atacar el castillo
del infanzón. Todo estaba calculado y al fin salieron una noche con poca luna
los siete jinetes dispuestos al asalto. Los hombres de Pedro Jiménez debían
estar dormidos y desprevenidos pues el ataque era algo impensable y
descabellado en la mentalidad de la época, pero Francisco Lecina estaba
realmente furioso. Y todo hubiera salido como él lo había planeado si no fuera
porque uno de sus hombres, al llegar a los aledaños del castillo, se arrepintió
y no quiso entrar en el castillo. Francisco Lecina le reprendió y ordenó seguir
adelante, pero tenía mucho miedo para ser el asesino de Pedro Jiménez. La
realidad es que se inició una discusión entre el arrepentido y el cabecilla que
muy pronto se convirtió en griterío, y el resto de los asaltantes, temerosos de
que la discusión hubiera despertado a los hombres de Pedro Jiménez, marcharon
sin ni siquiera haber iniciado el asalto al castillo de Blecua. Así terminó el
ataque, pero el de Pertusa aún corrió un rumor por toda la comarca amenazando
que había pagado a unos asesinos para que cuando el infanzón fuera a Zaragoza
le matasen. Como nada de esto surtía efecto, al final, recurrió al poder de la
Inquisición y denunció a Pedro Jiménez de Sarvisé por amenazas a un familiar,
por lo que fue encarcelado inmediatamente en los calabozos del castillo de la
Aljafería. Pero el enfrentamiento no quedó así y el infanzón denunció a
Francisco Lecina, y presentó testigos que lo acreditaban, por intento de
asesinato, por lo que la Inquisición una vez probado, lo encarceló y lo encerró
también en la Aljafería”. Este texto, por información de Ferrando Adé, salió en
el Diario del Alto Aragón el día dieciocho de Mayo de 1997 y está sacado del
Archivo Histórico de Zaragoza.
En
Navarra tratan de regar por toda la provincia y de crear industrias, como he
dicho en las cabeceras de comarca y aquí, pueblos como Blecua, en otros tiempos
bien comunicada, como demuestran los puentes “de buena cantería", en las
carreteras de Antillón y de Torres de Montes y cerca del grandioso puente de un
ojo de Pertusa. Ahora, en cambio, la
gente tiene que irse porque no tiene trabajo y aquí habría que hacer como lo
hacen los navarros, que cogen un pueblo cabecera de Comarca y lo llenan de
industrias a las que favorecen. ¿Qué sería Angüés, lleno de Fábricas?, por que
la gente va a vivir a los pueblos próximos a las capitales, donde hay trabajo e
igual ocurriría en Angüés con los vecinos de Blecua, de Torres de Montes, de
Antillón, etc.,que irían a trabajar allí.
Por Siétamo a Blecua, desde Huesca hay veintitrés
kilómetros y por Pueyo de Fañanás unos veintidós. Cuando bajas por Siétamo, se
contempla un paisaje totalmente somontanés, lleno de vallonadas con
depresiones. Si nos vamos por Pueyo de Fañanás se encuentra uno con una
dilatada topografía, que escasamente interrumpen algunos tozales, recordando
más a la Hoya de Huesca, sin dejar de ser tierra del Somontano. Por esta zona
debía estar el monte del Marqués de Ariño, más tarde de Blecua. En aquellos
viejos tiempos, el hermano de mi antepasado directo José Almudévar Altabás, se
casó en Blecua, procedente ,como mi antepasado de Barluenga; debía tener una gran afición a la caza y a ella se
dedicó en el Monte de Ariño, que estaba acotado. Lo cogieron cazando y le
pusieron una multa tan grande, que le hizo pasar apuros económicos durante
cierto tiempo. Entre la Calzada Romana y el carrascal de Blecua, quizá
procedentes de tiempos anteriores a los que vivió el marqués de Ariño, hay unas
“huegas” o límites que tienen esculpidas en piedra unas cruces.
La
autovía debían hacerla por la Calzada Romana, porque es un territorio más
económico para construir y más llano, como demostraron los romanos, excepto en
el Alcanadre, en el que los romanos ya hicieron aquel puente de un solo ojo
enorme y monumental. Creo que entre las distintas opciones que presentaron,
estaba la de Angües por Liesa, la de Angüés y Siétamo y otra más abajo que
seguiría la Via Romana.
No
constituiría una novedad la creación de la Autovía por Blecua, pues ya hemos
visto como uno de los tres planes que se tuvieron en cuenta, contaba por el
paso de la misma por los terrenos próximos a la Vía Romana de Lérida a Huesca,
lo que hubiera evitado inconvenientes, que traerán consigo los terrenos que se
encuentran más al norte.
Podemos
ver como Blecua estuvo siempre muy bien comunicado, como hemos visto con la Vía
Romana que iba de Ilerda a Osca, con la Vía ,también romana que iba de Alquézar
a Zaragoza, la Cabañera de primera que bajaba de la Sierra de Guara por Siétamo
y pasaba por el oeste de Blecua, por el
pie del tozal donde está elevada la Ermita de San Gregorio y más debajo de
Blecua se cruza con la vía que baja de Alquézar, llegando a la Vía Romana que
viene de Lérida en un punto que se
encuentra entre los montes de Blecua ,de Antillón y más debajo de Sesa, a donde
va la cabañera, para llegar al monte de Armalé; desde allí bajaría hasta los
Monegros y hasta el río Ebro. Pero además podían llegar hasta Francia
,siguiendo el camino que iba a Alquézar, porque en Abiego se juntaba con la
cabañera que baja de la Sierra de Sevil, cerca de Ainsa, baja por la ermita de
San Román cerca de Panzano, pasando por Barbuñales,después por La Perdiguera,
llegando a Berbegal. Pero si en Abiego se subía hacia arriba se pasaba por la
Sierra de Sis, por donde circula una cabañera, que llegaba a Francia, pasando
por Tolva y por Bonansa.
El
carrascal es el que domina en el Somontano, que tiene un clima mediterráneo y
continental con temperaturas invernales de 4’6 grados en lo más frío del
invierno y de 22’9 en el mes de Julio, sacando una media anual de unos 18
grados. En Huesca llueve unos 551 litros de agua anuales y en Barbastro se
reduce 495 litros. Es una tierra menos árida que las zonas centrales del Ebro y menos barrida por el cierzo. El
carrascal ha disminuido por las roturaciones, pero ha aumentado por su
reproducción natural, ya que ahora no se emplea su leña casi para calentar las
cocinas y las casas; además las carrascas en estas tierras no se limpian como
en Extremadura o Salamanca.
Lugar
de 114 habitantes en el año 1981,pertenece al municipio de
Blecua-Torres(Huesca).465 m. de altitud. Escuela y teléfono público: Ya no
tiene escuela. A 23 kilómetros de Huesca, tomando desvío en Angüés. (No es
cierto porque a Angúés desde Huesca hay 24 kilómetros. Sobre un altozano y
agrupado básicamente a lo largo de una calle, las edificaciones tienen las características de las de Pie de
Sierra. En el extremo del pueblo se encuentra una fuente subterránea, similar a
la de Ola y Angüés. Puentes de buena cantería en las carreteras de Antillón y a
Torres de Montes. Castillo –ermita de Santa Ana, de espacio reducido, con
ábside semicircular y nave de dos tramos cubierta con bóveda de cañón. Iglesia
parroquial de plante de cruz latina con capillas en los
laterales. Torre de cuatro cuerpos, de sillería y ladrillo(siglo XVI-XVII).
Está
situada Blecua en la llamada Hoya de Huesca, pero que no es realmente La Hoya, sino el Somontano, a cuya realidad
está ligado, a que es un nexo o unión entre el Pirineo y la depresión del Ebro,
con características diferentes en la auténtica Hoya y en el Somontano. Pero en
realidad son dos zonas íntimamente unidas porque la población de ambas es la
misma, ya que el aumento de Huesca se debe en gran parte a la disminución de
pobladores de los pueblos del Somontano, con los que durante siglos ha
sostenido un gran comercio, en parte el proveniente de las zonas altas que eran
la leña y la carne del ganado y el aceite y los cereales en los valles de la
auténtica Hoya de Huesca. La población vegetal más numerosa es en el Somontano
la carrasca y el roble o caixigo.
Más
tarde ha surgido la industrialización, que todavía ha expoliado la población de
los núcleos agrícolas, que han ido descendiendo sus habitantes. Vemos como
Blecua tenía 114 habitantes en el año 1981 y según Jesús Antonio Ferrando Adé,
nacido en Siétamo, pero que vivió su juventud en Blecua habla de una población,
en 1936 de unos 200 habitantes, con treinta niños que acudían a la Escuela.
Ahora quedan tan sólo veinte, sin ningún niño
Cuando
ya quedaba poca gente en Blecua, Jesús Gota, asesorado por su hijo y Francisco
Claver, sintieron dentro de sí la inquietud por conocer profundamente el pasado
de su pueblo y Gota que tiene una gran finca a la entrada del pueblo y que por
el oeste limita con casa de Claver, que le compró a Jesús un pequeño trozo de
tierra, para engrandecer su corral. Al picar para hacer las paredes debieron
darse cuenta de que Blecua, además de su situación, que recordaba a un pueblo
ilergete o íbero, tenía una necrópolis ,como descubrieron al descubrir tumbas
,donde hicieron la pared y Gota recordó la cantidad de piedras labradas ,que
salían cuando labraba la finca hacía ya años.
Sintieron
necesidad de descubrir el pasado de los hombres y se pusieron a buscar sus
restos materiales. Se convirtieron, tal vez sin darse cuenta, en
arqueólogos.
Pasando
por la antigua Escuela Municipal ,cerrada ya hace muchos años, se ve en lo alto
de su pared una porcelana blanca en la que dedica el pueblo un recuerdo de agradecimiento a un
señor, que fue su Maestro,llamado Cabero.
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