Ha llegado a mis manos el
programa de Fiestas de San Martín del año 2005 y quedé sorprendido al leer “El
pueblo de las campanas de colores” y dedicado a los vecinos del Barrio de San
Martín, que tuvieron que abandonar sus hogares. Lo había escrito, nada menos que mi amiga Ana. Aquella frase,
en la que dice, hablando de las campanas : ”El paso del tiempo había dejado su
profunda huella, estaban comidas y oxidadas, pero se alzaban erguidas y
majestuosas como testigos mudos de la historia de aquel pueblo… al mirarlas te
embargaba una profunda tristeza”, ¡sí!, me llena la memoria de recuerdos de la
vieja calle de San Martín , porque enfrente de la Plaza, donde se encontraba su
Iglesia y que pasó a ser llamada la Plaza de los Tocinos, se levantaba ya hace
muchos, muchos años la casa de mi abuelo Don Ignacio Zamora Blasco, diputado y
compañero del cacique Camo, que edificó el Casino Oscense y amigo de los
hortelanos y por la parte baja de la calle salía la calle de los Cuatro Reyes,
en la cual vivía en una casa también de su propiedad, el hortelano Solanes,
pariente del otro hortelano, también famoso en Huesca, de igual nombre, que
tenía su huerta “entre tapias” del Almériz
En el “cobajo” de San Martín vivía el hortelano Barbereta, cerca del
lavadero, ya desaparecido. De la misma forma que se me llena de recuerdos mi
memoria con el bello párrafo de Ana, se llena de tristeza mi corazón al ver tan
lejanos a mi abuelo y al abuelo de Barbereta, que era pequeño de estatura y
ágil porque saltó la pared, que rodeaba la celda de una cerda, cuando a él y a
mí, como veterinario, nos quiso atacar, como defendiéndose de mi jeringuilla.
También viene a mi recuerdo el abuelo de Solanes, que andaba encorbado por
haber pasado su vida inclinado sobre la tierra, con la azada entre sus manos; en la actual vivienda de su hijo, cedida por mi
abuelo Ignacio y vendida por mí,
guardaban las cabezas de los Cuatro Moros del escudo de Aragón. En dicha
casa manaba el agua en un pozo, al que acudía, a veces, la escritora Teresa
Ramón, no sé si a darse unos remojones,
igual que Ana iba a la “vieja fuente, también para darse unos chapuzones de
agua”.
También escribe Julio Brioso y
Mayral el año 1999, sobre las Tenerías, lugar en otro tiempo de huertas, cerca
de Santa María de Foris y regadas por la acequia del Almériz. Julio vivía cerca
de la Plaza del Justicia o de los Tocinos y allí acudía a conversar con él y su
buena madre me invitaba a tomar café con leche y pastas. De niño iba a jugar al
almacén de Campaña, con el entonces llamado Maito y apellidado Mallén Campaña,
que estudió Medicina.
¡Cómo han ido desapareciendo
nobles piedras de muchos edificios, desde
la antigua iglesia de San Martín, al lado de la cual nació la hermana de
mi antepasada por parte de mi abuelo Zamora, Madre Berride, propuesta para ser
canonizada! Y después las casas de la parte baja de la Calle de San Martín,
como la de Barbereta. Pero no sólo han acabado las casas sino también las
generaciones de hombres y mujeres, que tanto trabajaron en las huertas,
llevando al Mercado sus verduras.
Los edificios van surgiendo otra
vez, como la bella casa de Venturis y la ajardinada vivienda de los Barbereta a
orillas del Isuela, en uno de los caminos que conducen a la Ermita de Salas.
Hortelanos, por desgracia cada vez quedan menos en el Almeriz. Pero al entrar a
comprar planta para el huerto, se encuentra uno con el marido de Ana y con su
hijo y con ella misma, que aparece algunas veces, en lo alto de una escalera por
la que se entra en su cocina. Ellos trabajan horas y horas seguidas y atienden
a los que cultivan sus huertos, pero sin Ana , no sé qué harían, ya que los
cuida y les da café y agua fresca.
Ana, el año 1991, ya prometía que
iba a ser un ejemplo de mujer, porque escribió.”A ti, mujer, madre, esposa, ama
de casa, trabajadora. A ti que cada mañana, con el canto de los pájaros te
desperezas y gritas al viento:¡Un nuevo día! . A ti, mujer, quiero dedicarte este pequeño
homenaje, como un canto a la esperanza, a una ESPERANZA, con mayúsculas…” Esa
que describes tú “ esa eres tú , mujer”. Sólo te faltan los largos pendientes
que llevaban al Mercado las hortelanas del Almériz. En 1996 vuelves a escribir
sobre las hortelanas, que como dices son “Mujeres que, cuando rayaba el alba,
lozanas y frescas, lucían al aire sus ricos pendientes y comenzaban su larga
jornada de trabajo: barrían y “arrujiaban” sus patios y aceras…porque con su
trato afable y cordial defendían ,día tras día, su pequeño negocio”. Añades
después : “ han sido y son mujeres oscenses de los pies a la cabeza, han
profesado un gran amor a San Lorenzo …¿quién no recuerda a Pascuala Solanes,
Rosario del Ruso, la tía Juana, la Barbereta, la tía Emilia de la Torre
Mendoza, Ascensión Lacoma?.
En 1977, en el programa
escribías: ”Cuando puedas, acércate en un corto paseo hasta nuestra ermita de
la Virgen de Salas y de la Huerta. Es como una pequeña maravilla en medio de
fértiles huertas”. Piensas como pensaba mi abuela Agustina Lafarga, que siendo
yo un niño y teniendo ella muchos años, me dijo lo mismo que tú, Ana les dices
a los oscenses y yo me fui con ella a ver a la Virgen de Salas y a la de la
Huerta; allí aproveché para coger
regaliz y al volver entramos en el Campo Grande, donde cosechamos algunas peras
y ciruelas.
Tu eres una enamorada de las
huertas y de los hortelanos y hortelanas, pero a mí me has hecho recordar,
viéndote y leyendo tus artículos que has escrito durante años para las fiestas
de San Martín, que además de recordar me has transmitido “un sentimiento de
gratitud y emoción…que correrá por mi cuerpo” y por el de todos los hortelanos
que van a la Torre de Barbereta a buscar planta
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